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domingo, 17 de febrero de 2008

EN EL SUBMUNDO DEL TERROR- ( Fui Un Profanador De Tumbas Adolescente ) - STEPHEN KING

EN EL SUBMUNDO DEL TERROR
(Fui un profanador de tumbas adolescente)



CAPÍTULO UNO

Era como una pesadilla. Como uno de esos sueños irreales de los que te despiertas a la mañana siguiente. Sólo que esta pesadilla estaba sucediendo de verdad. Delante de mí alcanzaba a distinguir la linterna de Rankin: un gran ojo amarillo en la sofocante oscuridad estival. Me tropecé con una lápida y por poco no me desparramo de bruces. Rankin se volvió hacia mí, siseando un juramento:
—¿Es que quieres despertar al vigilante, imbécil?
Susurré una respuesta y continuamos andando sigilosamente. Por fin, Rankin se detuvo y enfocó el haz de la linterna sobre una lápida recientemente cincelada. En ella podía leerse:

DANIEL WHEATHERBY

1899–1962

Reunido con su amada esposa en una tierra mejor

Sentí que me ponían una pala en las manos y, repentinamente, estuve seguro de que no podría hacerlo. Pero entonces recordé al administrador de becas meneando su cabeza y diciendo: Temo que no podemos darte más tiempo, Dan. Tendrás que irte hoy mismo. Te ayudaría de alguna forma si pudiera, créeme...
Excavé en la todavía blanda tierra y la arrojé por sobre mi hombro. Unos quince minutos después mi pala entró en contacto con la madera. Ambos nos pusimos a ensanchar el agujero rápidamente, hasta que la linterna de Rankin reveló el ataúd. Nos metimos en el pozo y lo izamos.
Atontado, contemplé cómo Rankin le atizaba a los cerrojos con la pala. Luego de unos pocos golpes éstos se rompieron y pudimos alzar la tapa. El cadáver de Daniel Wheatherby nos miró con ojos vidriosos. Sentí que el horror se derramaba lentamente sobre mí. Siempre creí que los ojos permanecían cerrados cuando uno estaba muerto.
—No te quedes allí —susurró Rankin—; son casi las cuatro. ¡Tenemos que largarnos de aquí!
Envolvimos el cuerpo con una manta y regresamos el ataúd al pozo. Lo tapamos y reemplazamos el césped, rápido pero cuidadosamente. Dispersamos toda la tierra que nos sobró.
Para cuando cargábamos con el cuerpo amortajado de blanco ya los primeros rastros del alba comenzaban a iluminar el cielo oriental. Atravesamos la valla que bordeaba el cementerio y nos internamos en el bosque que lo limitaba por el oeste. Rankin se abrió paso expertamente durante unos cuatrocientos metros hasta que lo cruzamos y llegamos al automóvil, que seguía estacionado donde lo habíamos dejado, en una rodada abandonada y cubierta de malezas que alguna vez había sido un camino. El cadáver fue a parar al baúl. Poco después nos unimos al flujo de automovilistas que se apresuraban en alcanzar el tren de las seis.
Me contemplaba las manos como si nunca antes las hubiera visto. La mugre que tenía bajo mis uñas había estado amontonada sobre el lugar de reposo final de un hombre, menos de veinticuatro horas atrás. Se sentía inmundo.
La atención de Rankin se concentraba por entero en la conducción del coche. Al mirarlo comprendí que el repulsivo acto que acabábamos de cometer no le preocupaba en lo más mínimo; para él se trataba de un trabajo más. Nos desviamos de la carretera principal y empezamos a remontar el sinuoso, estrecho y sucio camino. Y entonces salimos al espacio abierto y pude verla, la mansión victoriana que se elevaba en la cumbre de la empinada pendiente. Rankin dió la vuelta y sin decir una palabra enfiló hacia la escarpada roca de un acantilado que se alzaba durante otros doce metros más, un poco a la derecha de la casa.
Se produjo un horrendo sonido chirriante y se abrió una parte de la colina lo suficientemente ancha como para permitir el paso del automóvil. Rankin nos condujo adentro y apagó el motor. Nos encontramos en una estancia pequeña, con forma de cubo, que servía como garaje oculto. En ese momento se abrió una puerta al otro extremo y un hombre alto y rígido se nos acercó.
El rostro de Steffen Weinbaum parecía una calavera; tenía unos ojos insondables y una piel que se le tensaba tanto sobre los pómulos que la carne era casi transparente.
—¿Dónde está? —su voz era profunda, ominosa.
En silencio, Rankin se bajó y yo lo seguí. Rankin abrió el baúl y sacamos la figura envuelta en la manta.
Weinbaum asintió lentamente.
—Bien, muy bien. Tráiganlo al laboratorio.


CAPÍTULO DOS

Mis padres murieron en un accidente automovilístico cuando yo tenía trece años. Quedé solo y tendría que haber ido a parar a un orfanato. Pero el testamento de mi padre reveló que me había dejado una sustancial suma de dinero, y yo tenía mucha confianza en mí mismo. Los de asistencia social nunca me rondaron y a los trece años me ví abandonado en el extraño rol de ser el único inquilino de mi propia casa. Pagué la hipoteca de la cuenta del banco e intenté estirar los dólares tanto como fuera posible.
El dinero escaseaba para cuando tuve dieciocho años y terminé el colegio, pero igual quise ingresar en la universidad. Vendí la casa por diez mil dólares por intermedio de un comprador de bienes raíces. A comienzos de septiembre todo se me vino encima. Recibí una carta muy amable de Erwin, Erwin y Bradstreet, Abogados. Para ponerlo en el idioma del hombre de la calle, la carta decía que el departamento comercial en el que mi padre había estado empleado había llevado una auditoría general de sus libros; parecía que faltaban quince mil dólares y que tenían pruebas de que mi padre se los había robado. El resto de la carta simplemente manifestaba que si yo no pagaba los quince mil dólares iríamos a la corte y que intentarían duplicar aquella cantidad.
Todo aquello me trastornó y, por esa razón, aquellas preguntas que se me tendrían que haber ocurrido no lo hicieron. ¿Por qué no descubrieron antes el error? ¿Por qué me estaban ofreciendo arreglar el asunto sin ir a la corte?
Fui hasta la oficina de Erwin, Erwin y Bradstreet y discutimos el tema. Para decirlo en pocas palabras, pagué la suma que me estaban pidiendo y me quedé sin dinero.
Al día siguiente busqué la firma Erwin, Erwin y Bradstreet en la guía telefónica. No figuraba. Me dirigí a su oficina y encontré un cartel de Se Alquila en la puerta. Fue entonces cuando comprendí que había sido estafado como un niño incauto; cosa que, reflexioné miserablemente, era justo lo que yo era.
A los de la universidad los engañé durante mis primeros meses, pero finalmente descubrieron que no había sido convenientemente matriculado.
Ese mismo día conocí a Rankin en un bar. Fue mi primera experiencia en una taberna. Tenía una licencia de conducir falsificada, así que pedí los whiskys suficientes como para emborracharme. Imaginé que lograrlo me llevaría algo así como dos whiskys puros, ya que nunca antes de aquella noche había tomado más que una botella de cerveza.
El primero me sentó bien; el segundo logró que mi problema pareciera más inconsistente. Me estaba zampando el tercero cuando Rankin entró en el bar.
Se sentó en el taburete junto al mío y me miró con atención.
—¿Tienes algún problema? —le pregunté bruscamente.
Rankin sonrió.
—Sí, ando buscando un ayudante.
—¿Ah, sí? —le pregunté, interesado—. ¿Te refieres a que quieres contratar a alguien?
—Sí.
—Bien, soy tu hombre.
Comenzó a decir algo pero luego cambió de idea.
—Mejor vayamos a un reservado y conversémoslo, ¿te parece?
Nos dirigimos a un reservado y comprendí que me estaba arriesgando demasiado. Rankin tiró de la cortina.
—Así está mejor. Ahora, ¿quieres un trabajo?
Asentí.
—¿Te preocupa de qué pueda tratarse?
—No. ¿Cuánto es la paga?
—Quinientos el trabajo.
Se evaporó un poco la niebla rosada que me rodeaba. Algo no andaba bien allí. No me gustó nada la forma en que usó la palabra «trabajo».
—¿A quién tengo que matar? —pregunté con una sonrisa poco jovial.
—No tienes que hacerlo. Pero antes de que pueda decirte de qué se trata, tendrás que hablar con el señor Weinbaum.
—¿Quién es?
—Es un... científico.
La niebla se evaporó más aún. Me levanté.
—Uh-uh. No tengo interés en servir de conejito de indias. Consíguete a otro flaco.
—No seas idiota —me dijo—. Nadie te hará daño.
—Bien, vamos —respondí, en contra de mi buen juicio.


CAPÍTULO TRES

Tras una recorrida por la casa que incluyó al laboratorio, Weinbaum se refirió al propósito de mi labor. Vestía un guardapolvo blanco y había algo en él que hacía que me estremeciera por dentro. Se apoltronó en la sala y me señaló un asiento. Rankin había desaparecido. Weinbaum me observó con esos ojos penetrantes y una vez más sentí que me atravesaba una corriente helada.
—Se lo explicaré de este modo —dijo—; mis experimentos son demasiado complicados como para describirlos con lujo de detalles, pero están relacionados con la carne humana. Con carne humana muerta.
Empecé a notar que sus ojos se iluminaban con llamaradas vacilantes. Parecía una araña lista para zamparse una mosca, y toda la casa era su tejido. El sol se inflamaba al oeste, y profundos charcos de sombras se extendían por el cuarto, ocultando su rostro, pero dejando los relucientes ojos, como si se movieran en la creciente oscuridad.
Él continuaba hablando:
—A menudo, las personas donan sus cuerpos a los institutos científicos para su estudio. Desafortunadamente soy un hombre que trabaja en solitario, de modo que tengo que recurrir a otros métodos.
El horror saltó sonriendo desde las sombras, y por mi mente se filtró la horrible imagen de dos hombres cavando a la luz de una luna imprecisa. Una pala golpeaba la madera; el ruido congeló mi alma. Me puse de pie de un salto.
—Creo que puedo encontrar el camino hasta la puerta, señor Weinbaum.
Se rió suavemente.
—¿Le comentó Rankin cuál es la paga por este trabajo?
—No estoy interesado.
—Mal hecho. Esperaba que pudiera verlo a mi manera. No le llevaría más de un año ganar el dinero suficiente como para volver a la universidad.
Me sobresalté, experimentando la extraña sensación de que aquel hombre estaba escrutando mi alma.
—¿Cuánto sabe de mí? ¿Cómo lo averiguó?
—Tengo mis recursos —rió entre dientes de nuevo—. ¿Va a reconsiderarlo?
Vacilé.
—¿Hacemos la prueba? —me preguntó suavemente—. Estoy convencido de que ambos podemos llegar a un mutuo entendimiento.
Tuve la terrible impresión de estar hablando con el mismísimo diablo, que de algún modo me había obligado a venderle mi alma.
—Preséntese aquí a las ocho en punto, pasado mañana a la noche —me dijo.
Así fue como todo empezó.

En cuanto Rankin y yo ubicamos el cadáver envuelto de Daniel Wheatherby sobre la mesa del laboratorio se encendieron unas luces detrás de unos paneles rectangulares que parecían tanques de vidrio.
—Weinbaum —sin darme cuenta, había olvidado llamarlo «señor»—; me parece...
—¿Ha dicho algo? —preguntó, con sus ojos atravesando los míos. El laboratorio pareció alejarse. Sólo quedábamos nosotros dos, precipitándonos en un submundo repleto de horrores que estaban más allá de la imaginación.
Rankin entró vestido con una blanca chaqueta corta, y rompió el hechizo al decir:
—Todo listo, profesor.
Rankin me detuvo en la puerta.
—El viernes, a las ocho.
Un escalofrío helado y terrible me corrió por la espalda cuando miré hacia atrás. Weinbaum había tomado un escalpelo y estaba cortando la sábana que cubría el cuerpo. Ambos me miraron de manera extraña y yo me largué de allí.
Me subí al auto y rápidamente desanduve el angosto y sucio sendero. No volví la mirada. El aire era puro y caliente, con una promesa de verano en ciernes. El cielo era azul, con algodonosas nubes blancas deslizándose por la cálida brisa estival. La noche anterior parecía una pesadilla, un sueño vago que, como todas las pesadillas, se vuelve irreal y transparente cuando resplandece la brillante luz del día. Pero cuando conduje más allá de las verjas de hierro del Cementerio Crestwood comprendí que no se trataba de un sueño. Cuatro horas atrás mi pala había removido la tierra que cubría la tumba de Daniel Wheatherby.
Un nuevo pensamiento me asaltó por primera vez. ¿Qué le estaban haciendo al cuerpo de Daniel Wheatherby en ese momento? Relegé la pregunta a un profundo rincón de mi mente y apreté el acelerador. Me concentré en manejar el auto, agradecido por haber alejado de mi mente, al menos durante un rato, la terrible acción que había llevado a cabo.


CAPÍTULO CUATRO

El paisaje de California se borroneaba a medida que aumentaba la velocidad. Los neumáticos chirriaron en una curva y, cuando salí de ella, varias cosas sucedieron al mismo tiempo.
Vi a una camioneta imprudentemente estacionada en medio de la línea blanca, a una muchacha de unos dieciocho años corriendo justo hacia mi auto, y a un hombre mayor detrás de ella. Clavé los frenos, que explotaron como bombas. Maniobré el volante y el cielo de California de repente se encontró debajo de mí. Entonces todo se acomodó y comprendí que había dado una vuelta de campana. Por un momento quedé aturdido, pero entonces un grito fuerte y chillón, penetrante, me atravesó la cabeza.
Abrí la puerta y corrí a toda velocidad por la ruta. El hombre tenía a la muchacha y estaba arrastrándola hacia la camioneta. Era más fuerte que ella, pero la chica le estaba arrancando unos centímetros de piel por cada paso que él daba.
El tipo me descubrió.
—Tú te quedas donde estás, compañero. Yo soy su tutor.
Me detuve y me sacudí las telarañas de mi cerebro. Era exactamente lo que él había estado esperando. Cargó con un puñetazo que me asestó a un lado de la barbilla y me derribó al suelo. Agarró a la muchacha y prácticamente la arrojó dentro de la cabina.
Cuando logré levantarme él ya estaba en el asiento del conductor y haciendo rechinar los neumáticos. Pegué un salto y me subí al techo justo cuando arrancaba. Por poco no salí despedido, aunque tuve que arañar como cinco capas de pintura para poder sujetarme. Entonces extendí un brazo a través de la ventanilla abierta y lo sujeté del cuello; con una maldición, el tipo me agarró de la mano. Dio un volantazo, y el camión giró locamente al borde de un empinado terraplén.
Lo último que recuerdo es la trompa del camión apuntando hacia abajo. Entonces mi contrincante me salvó la vida al pegarme un tirón del brazo; salí dando volteretas justo cuando el camión se zambullía por el precipicio.
Aterricé duro, aunque la piedra en la que aterricé lo era más. Todo se desvaneció.
Algo fresco me tocó la frente cuando recuperé el sentido. Lo primero que vi fue la luz roja que destellaba en el techo del auto de aspecto oficial, estacionado junto al terraplén. Me erguí de repente, y unas manos suaves me empujaron hacia abajo. Unas manos agradables, las manos de la muchacha que me había metido en este enredo.
Tenía a un Agente de la Policía de Carreteras sobre mí, y a una voz oficial que me decía:
—La ambulancia está en camino. ¿Cómo se encuentra?
—Machucado —le dije, sentándome de nuevo—. Aunque dígale a la ambulancia que se largue. Estoy bien.
Intentaba sonar impertinente. La policía era lo último que necesitaba luego del "trabajito" de las últimas noches.
—¿Qué puede decirme sobre esto? —preguntó el policía, sacando una libreta de notas. Antes de contestarle caminé sobre el terraplén. El estómago me dio un vuelco. La camioneta estaba enterrada de trompa en el suelo de California, y mi compañero de boxeo estaba transformando a aquella buena tierra de California en un barro rojizo con su propia sangre. Yacía grotescamente, con una mitad dentro de la cabina, y con la otra mitad fuera. Los fotógrafos estaban haciendo sus tomas. Estaba muerto.
Retrocedí. El agente de policía me miraba como esperando que vomitara pero, gracias a mi nuevo trabajo, mi estómago era admirablemente fuerte.
—Yo venía conduciendo desde el distrito de Belwood —le respondí—, aparecí doblando aquella curva…
Le conté el resto de la historia con la ayuda de la muchacha. Justo cuando terminé llegó la ambulancia. A pesar de mis protestas y de las de mi todavía anónima amiga, fuimos empujados a la parte trasera.
Dos horas después teníamos el visto bueno de salud por parte del agente de policía y de los doctores, y nos pidieron que testimoniáramos en las pesquisas de la semana siguiente.
Encontré mi automóvil en el bordillo. Se encontraba un poco peor que antes, aunque las ruedas reventadas habían sido reemplazadas. ¡En el salpicadero había una factura que daba cuenta de los gastos del camión grúa, de los neumáticos, y del escuadrón de limpieza! Ascendía a casi doscientos cincuenta dólares; la mitad del cheque por el trabajo de la noche anterior.
—Pareces preocupado —dijo la chica.
Me volví hacia ella.
—Um, sí. Bien, ya que esta mañana casi nos asesinan juntos, ¿qué te parece si me dices cómo te llamas y vamos a almorzar a algún lado?
—De acuerdo —dijo ella—. Mi nombre es Vicki Pickford. ¿Y el tuyo?
—Danny —respondí inexpresivamente mientras nos apartábamos del bordillo. Cambié de tema con rapidez—. ¿Qué sucedió esta mañana? Le escuché decir a ese tipo que era tu tutor...
—Sí —confirmó.
Me reí.
—Mi nombre es Danny Gerad. Te enterarás por los diarios vespertinos.
Ella sonrió gravemente.
—De acuerdo. Era mi custodio. También era un borrachín y un tipo despreciable.
Sus mejillas se tiñeron de rojo. La sonrisa desapareció.
—Lo odiaba, y me alegro de que haya muerto.
Me echó una mirada cortante y por un instante vislumbré el húmedo brillo del miedo en sus ojos; luego recuperó su autocontrol. Estacionamos y comimos el almuerzo.
Cuarenta minutos después pagué la cuenta con mi dinero recientemente adquirido y regresamos al auto.
—¿Hacia dónde? —pregunté.
—Motel Bonaventure —dijo ella—. Es donde estoy parando.
Ella notó un sobresalto de curiosidad en mis ojos y suspiró.
—Está bien, estaba huyendo. Mi tío David me encontró e intentó arrastrarme de vuelta a casa. Cuando le dije que no iría me metió en la camioneta. Estábamos pasando esa curva cuando le arrebaté el volante de las manos. Entonces llegaste tú.
Se encerró en sí misma como una almeja y no intenté obtener más nada de ella. Había algo extraño en su historia; no quise presionarla. La acerqué hasta la playa de estacionamiento y apagué el motor.
—¿Cuándo puedo verte de nuevo? —pregunté—. ¿Qué tal si vemos una película mañana?
—Seguro —contestó.
—Pasaré a buscarte a las siete y media —le dije y me alejé, reflexionando pensativamente en los eventos que me habían ocurrido en las últimas veinticuatro horas.


CAPÍTULO CINCO

Cuando entré en el departamento el teléfono estaba sonando. Lo descolgué y tanto Vicki como el accidente y el luminoso mundo laboral de la California suburbana se fundieron en un submundo de sombras, de seres fantasmas. La voz que susurraba fríamente en el receptor era la de Weinbaum.
—¿Problemas? —inquirió con suavidad, aunque había un tono ominoso en su voz.
—Tuve un accidente —le contesté.
—Leí acerca de eso en el diario… —la voz de Weinbaum se arrastró. El silencio descendió sobre nosotros durante un momento y luego dije:
—¿Eso significa que me está descartando?
Esperé que dijera que sí; yo no tenía la valentía suficiente para renunciar.
—No —respondió con suavidad—, tan sólo quería asegurarme de que no reveló nada sobre el... trabajo... que está realizando para mí.
—Pues bien, no lo hice —le dije lacónicamente.
—Mañana a la noche —me recordó—. A las ocho.
Hubo un click y luego el tono de discar. Me estremecí y colgué el receptor. Tenía la extrañísima sensación de acabar de cortar una comunicación con la tumba.
La mañana siguiente a las siete y media en punto pasé a buscar a Vicki por el Motel Bonaventure. Ella estaba ataviada con un vestido que le daba un aspecto estupendo. Le silbé por lo bajo; ella se ruborizó encantadoramente. No hablamos del accidente.
La película era buena y nos tomamos de la mano parte del tiempo, comimos palomitas de maíz parte del tiempo, y nos besamos una o dos veces. Todo aquello en una tarde agradable.
El segundo detalle importante sucedió llegando al climax de la película, cuando un acomodador bajó por el pasillo.
Se detenía en cada fila y parecía irritado. Finalmente se plantó en la nuestra. Barrió la fila de asientos con el haz de la linterna y preguntó:
—¿El señor Gerad? ¿Daniel Gerad?
—¿Sí? —pregunté, sintiendo la culpa y el miedo corriendo a través de mí.
—Hay un caballero en el teléfono, señor. Dice que es una cuestión de vida o muerte.
Vicki me miraba sobresaltada mientras yo seguía al acomodador apresuradamente. Alertaron a la policía. Mentalmente tomé nota de mis únicos parientes vivos. La tía Polly, la abuela Phibbs y mi tío abuelo Charlie; hasta donde yo sabía todos ellos seguían con vida.
Podrían haberme derribado con una pluma cuando levanté el receptor y escuché la voz de Rankin.
Habló rápidamente, con una cruda señal de miedo en su voz:
—¡Ven aquí, ahora mismo! Necesitamos...
Había sonidos de lucha, un grito ahogado, luego un chasquido y el tono vacío del discado.
Colgué y regresé a toda prisa junto a Vicki.
—Ven —le dije.
Me siguió sin preguntarme nada. Al principio pensé en conducir hasta el motel, pero el grito ahogado me hizo decidir que se trataba de una emergencia. Ni Rankin ni Weinbaum me gustaban, pero sabía que tenía que ayudarlos.
Nos largamos.
—¿De qué se trata? —preguntó Vicki ansiosamente, mientras yo pisaba el acelerador y hacía patinar el automóvil.
—Mira —le dije—, algo me dice que tienes tus propios secretos con respecto a tu tutor; yo también tengo los míos. Por favor, no preguntes.
Ella no volvió a hablar.
Tomé posesión de la senda de paso. El velocímetro subió de ciento veinte a ciento treinta, continuó aumentando y tembló al borde de los ciento cuarenta. Entré en el desvío en dos ruedas, y el auto se zarandeó, se aferró al piso y empezó a volar por el sendero.
Podía ver la casa, siniestra y lúgubre contra el cielo encapotado. Detuve el auto y me encontré afuera en un segundo.
—Espera aquí —le grité a Vicky por sobre mi hombro.
Había una luz encendida en el laboratorio; abrí la puerta violentamente. Estaba vacío pero arrasado. El lugar era un lío de tubos de ensayo rotos, aparatos destrozados y, sí, unas manchas sangrientas que cruzaban la puerta entornada que llevaba al garaje en sombras. Entonces advertí el líquido verde que fluía por el suelo en pegajosos riachuelos. Por primera vez noté que se había roto uno de los diversos tanques. Caminé por encima de los otros dos. Las luces que tenían adentro estaban apagadas, y los paneles que los cubrían no dejaban ver qué podrían haber tenido dentro o, ya que estamos, qué era lo que todavía tenían.
No tenía tiempo para andar mirando. No me gustó nada la vista de la sangre, todavía fresca y sin coagular, que se dirigía a la puerta delantera del garaje. Abrí la puerta con cuidado y entré en el garaje. Estaba oscuro y no sabía dónde buscar el interruptor de la luz. Me maldije por no traer la linterna que guardaba en la guantera. Me adelanté unos pocos pasos y me di cuenta de que una corriente de aire frío me soplaba contra la cara; avancé hacia ella.
La luz del laboratorio arrojaba un dorado pozo de luz a todo lo largo del suelo del garaje, aunque no llegaba a alumbrar nada en esa espesa negrura. Regresaron todos mis infantiles miedos a la oscuridad. Una vez más me introduje en esos reinos del terror que sólo un niño puede llegar a conocer. Comprendí que la sombra que me espiaba desde la oscuridad no podría disiparse con ninguna luz brillante.
De repente, mi pie derecho pisó el vacío. Adiviné que la corriente de aire provenía de una escalera en la que casi me había caído. Lo debatí durante un momento, pero luego me volví y atravesé de prisa el laboratorio y corrí hacia el auto.


CAPÍTULO SEIS

Vicki se me vino encima en cuanto abrí la puerta del auto.
—¿Danny, qué estás haciendo aquí?
Su tono de voz me hizo mirarla con atención. Su rostro se veía aterrorizado bajo el enfermizo resplandor de la luz.
—Trabajo en este lugar —expliqué brevemente.
—Al principio no advertí donde nos encontrábamos —dijo ella, con lentitud—. Sólo una vez estuve aquí.
—¿Has estado aquí antes? —exclamé— ¿Cuándo? ¿Y por qué?
—Una noche —dijo reservadamente—, le traje la comida al tío David. Se la había olvidado.
El nombre hizo sonar una campanilla en mi mente. Ella comprendió que yo intentaba recordar de quién se trataba.
—Mi tutor —explicó—. Quizás lo mejor sería que te cuente toda la historia. Probablemente sepas que no se suele designar como tutor a las personas que tienen problemas con la bebida. Bien, el tío David no siempre los tuvo. Hace cuatro años, cuando papá y mamá murieron en un choque de trenes, el tío David era la persona más amable que te puedas imaginar. La corte lo designó como mi tutor hasta que yo llegara a la mayoría de edad, con mi sustento completo.
Se quedó callada durante un momento, reviviendo sus recuerdos, y la expresión que le cruzó por los ojos no fue nada agradable; luego continuó el relato.
—Hace dos años cerró la compañía en la que trabajaba como vigilante nocturno, y mi tío se quedó sin trabajo. Estuvo desempleado durante casi año y medio. Comenzamos a desesperarnos, con tan sólo los cheques de asistencia social para alimentarnos y con la universidad amenazando con suspenderme. Entonces consiguió un trabajo. Era bien pago y originaba sumas fabulosas. Solía bromear sobre los bancos que había tenido que robar. Una noche él me miró y me dijo: «No se trata de bancos».
Sentí que el miedo y la culpa me daban golpecitos en el hombro con unos dedos fríos. Vicki siguió hablando.
—Comenzó a volverse irritable. Empezó a traer whisky a la casa y a emborracharse. Me esquivaba en las ocasiones en que le preguntaba por su trabajo. Una noche me dijo que dejara de molestarlo y que me metiera en mis propios asuntos.
»Lo vi derrumbarse delante de mis propios ojos. Hasta que una noche se le escapó un nombre; Weinbaum, Steffen Weinbaum. Un par de semanas después olvidó llevarse su comida de medianoche. Busqué el nombre en la guía telefónica y se la llevé. Se puso terriblemente furioso, como nunca lo había visto.
»En las semanas que siguieron se quedaba más y más tiempo en esta casa horrible. Una noche, cuando volvió a casa, me pegó. Yo decidí escapar. El tío David que conocía estaba muerto, al menos para mí. Pero me atrapó... y entonces llegaste tú.
Se quedó callada.
Me estremecí de la cabeza a los pies. Tenía una idea bastante aproximada acerca de qué fue lo que hizo el tío de Vicki para ganarse la vida. La época en la que Rankin me había contratado coincidía con aquella en la que el tutor de Vicki perdiera el control. En ese instante estuve a punto de arrancar el auto y largarme, a pesar de la salvaje carnicería del laboratorio, a pesar de la escalera secreta, incluso a pesar del reguero de sangre en el piso. Pero entonces un grito lejano y débil llegó hasta nosotros. Manoteé el botón del compartimiento de la guantera, metí la mano dentro, y la revolví hasta encontrar la linterna.
La mano de Vicki me apretó el brazo.
—No, Danny. Por favor, no lo hagas. Sé que algo terrible está pasando aquí. ¡Condúcenos lejos de eso!
El grito sonó de vuelta, esta vez más debilitado, y tomé una determinación: agarré la linterna. Vicki me adivinó la intención.
—Muy bien, iré contigo.
—Uh-uh —dije—. Tú te quedas aquí. Tengo el presentimiento de que hay algo... suelto allí afuera. Tú te quedas aquí.
Volvió al asiento de mala gana. Cerré la puerta y regresé corriendo al laboratorio. Entré de nuevo al garaje, sin detenerme. La linterna alumbró el agujero oscuro donde la pared se había deslizado para revelar la escalera. Con la sangre tamborileándome densamente en las sienes, me aventuré allí abajo. Fui contando los escalones, apuntando con la linterna hacia las anodinas paredes, hacia la impenetrable oscuridad de las profundidades.
—Veinte, veintiuno, veintidós, veintitrés...
Al llegar al treinta, la escalera se convirtió repentinamente en un corto pasadizo. Empecé a atravesarlo sigilosamente, deseando tener a mano un revólver o incluso un cuchillo que me hiciera sentir un poco menos desnudo y vulnerable.
De repente un grito, terrible y colmado de miedo, resonó en la oscuridad que tenía enfrente. Era el sonido del terror, el sonido de un hombre enfrentado con algo salido de los más profundos fosos del horror. Comencé a correr. Mientras lo hacía advertí que la fría corriente de aire me estaba soplando directamente en la cara. Supuse que el túnel debía dar al exterior. Y entonces me tropecé con algo.
Era Rankin, tirado en el charco de su propia sangre; sus ojos contemplaban el techo con un horror vidrioso. La parte trasera de su cabeza estaba aplastada.
Delante de mí escuché el disparo de una pistola, una maldición, y otro grito. Corrí hacia allí y por poco me caigo de bruces al tropezar con unos nuevos escalones. Al subirlos distinguí, allá arriba, una escalera vagamente enmarcada contra una abertura cubierta con malezas. Las hice a un lado y me encontré con un cuadro sorprendente: silueteada contra el cielo, una figura alta que sólo podía ser de Weinbaum, con un revólver colgándole de una mano, y mirando hacia el suelo en sombras. Incluso las nubes, que se habían abierto brevemente para dejar pasar la luz de las estrellas, volvieron a cerrarse.
Él me escuchó y se dio vuelta con prontitud, con sus ojos vidriosos como linternas rojas en la oscuridad.
—Oh, es usted, Gerad.
—Rankin está muerto —le dije.
—Lo sé —respondió—. Usted podría haberlo evitado llegando un poco más rápido.
—Oh, cállese —le contesté, enojado—. Me apuré...
Fui interrumpido por un sonido que, desde entonces, me ha venido persiguiendo en mis pesadillas, un horroroso sonido maullante, como si se tratara del grito de dolor de alguna rata gigantesca. Por el rostro de Weinbaum vi pasar el reconocimiento, el miedo, y finalmente un parpadeo de determinación, todo en cuestión de segundos. Me sentí profundamente aterrorizado.
—¿Qué es eso? —pregunté con la voz estrangulada.
Como al descuido, con toda su afectada indiferencia, barrió el fondo del pozo con el haz de luz, y alcancé a notar que su mirada se apartaba de algo.
La cosa maulló de nuevo y experimenté otro espasmo de miedo. Estiré el cuello para poder ver qué clase de horror yacía en aquel pozo, un horror capaz de lograr que incluso Weinbaum gritara de abyecto terror. Y justo antes de que pudiera verlo, un horrible alarido de espanto se alzó y desplomó desde el difuso contorno de la casa.
Weinbaum dejó de alumbrar el pozo con su linterna y la apuntó contra mi cara.
—¿Quién fue? ¿Con quién vino usted? —preguntó.
Pero yo tenía mi propia linterna encendida, de modo que volví a atravesar corriendo el pasadizo, con Weinbaum pegado a mis talones. Había reconocido el grito. Ya lo había oído antes, cuando una muchacha asustada casi se abalanza contra mi auto mientras huía de su maniático tutor.
¡Vicki!


CAPÍTULO SIETE

Escuché que Weinbaum ahogaba un grito cuando entramos en el laboratorio. El lugar estaba inundado del líquido verde. ¡Los otros dos recipientes estaban rotos! Sin detenerme, transpuse los recipientes destruídos y vacíos y salí por la puerta. Weinbaum no me siguió.
No había nadie en el coche; la puerta del lado del pasajero estaba abierta. Barrí el suelo con la luz de mi linterna. Aquí y allá se veían las huellas de una chica que calzaba tacones altos, una chica que tenía que ser Vicki. El resto de las huellas fueron borradas por algo monstruoso; vacilo al intentar considerarla una huella. Era más bien como si algo grande se hubiera arrastrado en dirección al bosque. Su enormidad quedó demostrada, además, cuando descubrí los arbolillos quebrados y la maleza aplastada.
Volví corriendo al laboratorio, donde Weinbaum estaba sentado con la cara pálida y estirada, contemplando los tres tanques vacíos y destrozados. El revólver estaba sobre la mesa; me apoderé de él y me dirigí hacia la puerta.
—¿Adónde se piensa que va con eso? —interpeló, poniéndose de pie.
—Afuera, en busca de Vicki —gruñí—. Y si llega a estar herida o... —no terminé la frase.
Me precipité en la aterciopelada oscuridad de la noche. Me zambullí en el bosque con la pistola en una mano y la linterna en la otra, siguiendo el sendero trazado por algo en lo que no quería pensar. La pregunta vital que me ardía en la mente era si tenía a Vicki o si aún la estaba arrastrando. Si la tenía en su poder…
Mi pregunta fue respondida por un grito agudo que no sonó demasiado lejos de mí.
Salí corriendo, más rápidamente ahora, cuando de repente aparecí en un claro.
Quizás sea porque quiero olvidarlo, o tal vez sólo porque la noche era oscura y comenzaba a ponerse brumosa, pero lo cierto es que tan solo puedo recordar cómo Vicki apareció a la luz de mi linterna, corriendo hacia mí, para enterrar su cabeza contra mi hombro y sollozar.
Una enorme sombra se me acercó maullando de manera asquerosa, volviéndome casi loco del terror. Atropelladamente, escapamos de aquel horror en la oscuridad, de regreso a las reconfortantes luces del laboratorio, lejos del nunca visto terror que acechaba en la negrura. Mi cerebro, enloquecido por el miedo, me decía que si sumabas dos y dos obtenías un cinco.
Los tres tanques habían contenido tres cosas provenientes de los más oscuros abismos de una mente retorcida. Una había escapado; Rankin y Weinbaum la persiguieron. Había matado a Rankin, pero Weinbaum la hizo caer en el pozo disimulado. La segunda cosa se debatía ahora torpemente en el bosque, y de repente recordé que, fuera lo que fuese, era muy grande y le había llevado bastante tiempo arrastrarse hasta allí. Entonces comprendí que había retenido a Vicki en una hondonada. ¡Había llegado al fondo... con mucha facilidad! Pero, ¿y volver a escalarla? Estaba casi seguro de que no podría lograrlo.
Dos de ellas se encontraban fuera del juego. Pero, ¿dónde estaba la tercera? Mi pregunta fue respondida en ese preciso instante por un grito proveniente del laboratorio. Y por un… maullido.


CAPÍTULO OCHO

Corrimos hasta la puerta del laboratorio y la abrimos. Estaba vacío; los gritos y los terribles sonidos maullantes provenían del garaje. Llegué a la puerta, y desde aquel entonces he estado agradecido de que Vicki se quedara en el laboratorio y se ahorrara la visión que me ha despertado de mil espantosas pesadillas.
El laboratorio estaba en sombras y lo único que podía distinguir era una enorme mancha moviéndose perezosamente. ¡Y los alaridos! Gritos de terror, los gritos de un hombre que se está enfrentando a un monstruo salido de los abismos del infierno. Algo maullaba espantosamente y parecía jadear complacido.
Mi mano se movió en busca de la llave de la luz. ¡Allí estaba, la encontré! La luz inundó el cuarto, iluminando un cuadro de horror que era el resultado del asunto de la tumba en el que había participado, tanto el tío muerto como yo.
Un gusano grande y blanquecino se retorcía en el suelo del garaje, reteniendo a Weinbaum con sus ventosas extendidas, alzándolo hacia esa boca rosa y goteante de la que provenían los desagradables maullidos. Las venas, rojas y pulsantes, sobresalían bajo su carne viscosa, y millones de diminutos gusanos serpenteaban en las vasos sanguíneos, en la piel, incluso formaban un gran ojo que me miró fijamente. Un inmenso gusano, compuesto de centenares de millones de gusanos, los festejantes de la carne muerta que Weinbaum había utilizado tan desvergonzadamente.
Inmerso en el submundo del terror, disparé el revólver una y otra vez. La cosa maulló y se convulsionó.
Weinbaum gritó algo mientras era arrastrado inexorablemente hacia la boca que esperaba. Aunque no podía creerlo, logré entenderle por sobre el horroroso sonido que producía la criatura.
—¡Dispárele! ¡Por el amor del cielo, dispárele!
Entonces noté los pegajosos charcos de líquido verde que, provenientes del laboratorio, se rebalsaban sobre el suelo. Me puse a buscar mi encendedor, lo encontré y lo accioné frenéticamente. De repente recordé que había olvidado cambiarle la piedra. De modo que busqué la cajita de fósforos, saqué uno y con aquél encendí todos los demás. Lo hice justo cuando Weinbaum gritaba por última vez. Distinguí su cuerpo a través de la translúcida piel de la criatura, que aún se sacudía mientras miles de gusanos se le pegaban como sanguijuelas. Sintiendo náuseas, arrojé los fósforos encendidos en el rezume verde. Era inflamable, tal como lo imaginaba. Estalló en llamas resplandecientes. La criatura se enroscó en una asquerosa pelota de carne pulsante y podrida.
Me volví y salí a los trompicones hasta donde se encontraba Vicki, pálida y temblorosa.
—¡Vamos! —le dije—; salgamos de aquí! ¡Todo el lugar va a arder!
Nos abalanzamos dentro del auto y nos alejamos a toda velocidad.


CAPÍTULO NUEVE

No queda mucho por agregar. Imagino que habrán leído todo lo referente al fuego que arrasó el distrito residencial Belwood de California, y que barrió con casi veinte kilómetros cuadrados de bosques y casas residenciales. No podría sentirme demasiado mal acerca de aquel incendio. Calculo que cientos de personas habrían sido exterminadas por las gigantescas cosas-gusano que Weinbaum y Rankin estaban engendrando. Volví a aquel lugar en el auto, luego del incendio. Todo estaba lleno de ruinas carbonizadas. No quedaban restos reconocibles del horror contra el que luchamos esa última noche, y, tras buscar durante un rato, encontré un armario de metal. Adentro tenía tres cuadernos de anotaciones.
Uno de ellos era el diario de Weinbaum. Lo leí con detenimiento. Revelaba que estaban experimentando con la carne muerta, exponiéndola a los rayos gamma. Un día observaron una cosa extraña: algunos de los gusanos que se arrastraban sobre la carne estaban creciendo, agrupándose. Con el tiempo fueron creciendo juntos, formando tres grandes gusanos por separado. Quizás la bomba radiactiva había acelerado la evolución.
No lo sé.
Además, no quiero saberlo.
Supongo que, en cierto modo, tuve algo que ver con la muerte de Rankin; la carne del cadáver cuya tumba yo mismo había profanado quizás había alimentado a la misma criatura que lo terminó matando.
Vivo con ese pensamiento. Pero creo que puede haber un perdón. Me estoy esforzando por conseguirlo. O, más bien, ambos nos estamos esforzando.
Vicki y yo. Juntos.





I WAS A TEENAGE GRAVE ROBBER, publicado por primera vez en el fanzine Comics review, 1966.

IN A HALF WORLD OF TERROR, publicado por Mary Wolfman en Stories of Suspense Nº 2, (reimpresión, historia originalmente titulada I WAS A TEENAGE GRAVE ROBBER).

domingo, 8 de julio de 2007

ENSAYO SOBRE LOS CUENTOS FANTASTICOS DEL XIX


CUENTOS FANTASTICOS DEL XIX

Italo Calvino

LO FANTASTICO VISIONARIO

ENSAYO



El cuento fantástico es uno de los productos más característicos de la narrativa del siglo XIX y, para nosotros, uno de los más significativos, pues es el que más nos dice sobre la interioridad del individuo y de la simbología colectiva. Para nuestra sensibilidad de hoy, el elemento sobrenatural en el centro de estas historias aparece siempre cargado de sentido, como la rebelión de lo inconsciente, de lo reprimido, de lo olvidado, de lo alejado de nuestra atención racional. En esto se ve la modernidad de lo fantástico, la razón de su triunfal retorno en nuestra época. Notamos que lo fantástico dice cosas que nos tocan de cerca, aunque estemos menos dispuestos que los lectores del siglo pasado a dejarnos sorprender por apariciones y fantasmagorías, o nos inclinemos a gustarlas de otro modo, como elementos del colorido de la época.
El cuento fantástico nace entre los siglos XVIII y XIX sobre el mismo terreno que la especulación filosófica: su tema es la relación entre la realidad del mundo que habitamos y conocemos a través de la percepción, y la realidad del mundo del pensamiento que habita en nosotros y nos dirige. El problema de la realidad de lo que se ve ‑caras extraordinarias que tal vez son alucinaciones proyectadas por nuestra mente; cosas corrientes que tal vez esconden bajo la apariencia más banal una segunda naturaleza inquietante, misteriosa, terrible‑ es la esencia de la literatura fantástica, cuyos mejores efectos residen en la oscilación de niveles de realidad inconciliables.
Tzvetan Todorov, en su Introduction à la littérature fantastique (1970), sostiene que lo que distingue a lo «fantástico» narrativo es precisamente la perplejidad frente a un hecho increíble, la indecisión entre una explicación racional y realista, y una aceptación de lo sobrenatural. El personaje del incrédulo positivista que interviene a menudo en este tipo de cuentos, visto con compasión y sarcasmo porque debe rendirse frente a lo que no sabe explicar, no es, sin embargo, refutado por completo. El hecho increíble que narra el cuento fantástico debe dejar siempre, según Todorov, una posibilidad de explicación racional, a no ser que se trate de una alucinación o de un sueño (buena tapadera para todos los pucheros). En cambio, lo «maravilloso», según Todorov se distingue de lo «fantástico» por presuponer la aceptación de lo inverosímil y de lo inexplicable, como en las fábulas o en Las mil y una noches (distinción que se adhiere a la terminología literaria francesa, donde «fantastique» se refiere casi siempre a elementos macabros, tales como apariciones de fantasmas de ultratumba. El uso italiano, en cambio, asocia más libremente fantástico a fantasía; en efecto, nosotros hablamos de lo fantástico ariostesco, mientras que según la terminología francesa se debería decir «lo maravilloso ariostesco»).
El cuento fantástico nace a principios del siglo XIX con el romanticismo alemán, pero ya en la segunda mitad del XVIII la novela «gótica» inglesa había explorado un repertorio de motivos, de ambientes y de efectos (sobre todo macabros, crueles y pavorosos) que los escritores del Romanticismo emplearon profusamente. Y dado que uno de los primeros nombres que destaca entre éstos (por el logro que supone su Peter Schlemihl) pertenece a un autor alemán nacido francés, Chamisso, que aporta una ligereza propia del XVIII francés a su cristalina prosa alemana, vemos que también el componente francés aparece como esencial desde el primer momento. La herencia que el siglo XVIII francés deja al cuento fantástico del Romanticismo es de dos tipos: por un lado, la pompa espectacular del «cuento maravilloso» (del féerique de la corte de Luis XIV a las fantasmagorías orientales de Las mil y una noches descubiertas y traducidas por Galland) y, por otro, el estilo lineal, directo y cortante del «cuento filosófico» volteriano, donde nada es gratuito y todo tiende a un fin.
Si el «cuento filosófico» del siglo XVIII había sido la expresión paradójica de la Razón iluminista, el «cuento fantástico» nace en Alemania como sueño con los ojos abiertos del idealismo filosófico, con la declarada intención de representar la realidad del mundo interior, subjetivo, de la mente, de la imaginación, dándole una dignidad igual o mayor que a la del mundo de la objetividad y de los sentidos, Por tanto, ésta también se presenta como cuento filosófico, y aquí un nombre se destaca por encima de todos: Hoffmann.
Toda antología debe trazarse unos límites e imponerse unas reglas; la nuestra se ha impuesto la regla de ofrecer un solo texto de cada autor: regla particularmente cruel cuando se trata de elegir un solo cuento que represente todo Hoffmann. He elegido el más conocido (porque es un texto, podríamos decir, «obligatorio», El hombre de la arena (Der Sandmann), en el que los personajes y las imágenes de la tranquila vida burguesa se transfiguran en apariciones grotescas, diabólicas, aterradoras, como en las pesadillas. Pero también habría podido orientar mi elección hacia ciertas obras de Hoffmann en las que falta casi por completo lo grotesco, como en Las minas de Falun, donde la poesía romántica de la naturaleza alcanza lo sublime a través de la fascinación del mundo mineral. Las minas en las que el joven Ellis se abisma hasta el punto de preferirlas a la luz del sol y al abrazo de su esposa constituyen uno de los grandes símbolos de la interioridad ideal. Y aquí aparece otro punto esencial que todo discurso sobre lo fantástico debe tener presente: los intentos de esclarecer el significado de un símbolo (la sombra perdida de Peter Schlemihl en Chamisso, las minas en las que se pierde el Ellis de Hoffmann, el callejón de los hebreos en Die Majoratsherren de Arnim) no hacen otra cosa que empobrecer sus ricas sugerencias.
Dejando a un lado el caso de Hoffmann, las grandes obras del género fantástico en el romanticismo alemán son demasiado largas para entrar en una antología que quiere ofrecer el panorama más extenso posible. La medida de menos de cincuenta páginas es otro límite que me he impuesto y que me ha obligado a renunciar a algunos de mis textos favoritos, que tienen dimensiones de cuento largo o de novela corta: Chamisso, de quien ya he hablado, y su Isabel de Egipto, las demás obras hermosas de Arnim y Las memorias de un holgazán de Eichendorff. Ofrecer algunas páginas elegidas habría supuesto contravenir la tercera regla que me había fijado: ofrecer sólo cuentos completos. (He hecho una sola excepción: Potocki. Su novela, El manuscrito encontrado en Zaragoza, tiene cuentos que, pese a estar bastante relacionados entre sí, gozan de una cierta autonomía).
Si consideramos la difusión de la influencia declarada de Hoffmann en las distintas literaturas europeas, podemos asegurar que, al menos para la primera mitad del siglo XIX, «cuento fantástico» es sinónimo de «cuento a lo Hoffmann». En la literatura rusa el influjo de Hoffmann produce frutos milagrosos, como los Cuentos de Petersburgo de Gogol; pero hay que advertir que, antes incluso de cualquier inspiración europea, Gogol había escrito extraordrnarios relatos de brujería en sus dos libros de cuentos ambientados en el campo ucraniano. Desde un primer momento la tradición crítica ha considerado la literatura rusa del siglo XIX bajo la perspectiva del realismo, pero, de igual modo, el desarrollo paralelo de la tendencia fantástica ‑de Pushkin a Dostoyevski‑ se advierte con claridad. Precisamente en esta línea, un autor de primera fila como Leskov adquiere su plena proporción.
En Francia, Hoffmann ejerce una gran influencia sobre Charles Nodier, sobre Balzac (sobre el Balzac declaradamente fantástico y sobre el Balzac realista con sus sugestiones grotescas y nocturnas) y sobre Théophile Gautier, de quien podemos hacer partir una ramificación del tronco romántico que jugará un papel importante en el desarrollo del cuento fantástico: la esteticista. En cuanto al aspecto filosófico, en Francia lo fantástico se tiñe de esoterismo iniciático de Nodier a Nerval, o de teosofía a lo Swedenborg, como en Balzac y Gautier. Gérard de Nerval crea un nuevo género fantástico: el cuento‑sueño (Sylvie, Aurélia), sostenido por la densidad lírica más que por la estructura de la trama. En lo que respecta a Mérimée, con sus historias mediterráneas (y también nórdicas: la sugerente Lituania de Lokis), con su arte para fijar la luz y el alma de un país en una imagen que al punto se convierte en emblemática, abre al género fantástico una nueva dimensión; el exotismo.
Inglaterra pone un especial placer intelectual en jugar con lo macabro y lo terrible: el ejemplo más famoso es el Frankenstein de Mary Shelley. El patetismo y el humour de la novela victoriana dejan cierto margen para que siga actuando la imaginación «negra», «gótica», con renovado espíritu: nace la ghost story, cuyos autores acaso hacen gala de un guiño irónico pero, mientras tanto, ponen sobre el tapete algo de sí mismos, una verdad interior que no aparecerá en los manierismos del género. La propensión de Dickens por lo grotesco y macabro no sólo tiene cabida en sus grandes novelas, sino también en sus producciones menores, tales como las fábulas navideñas y las historias de fantasmas. Digo producciones porque Dickens (como Balzac) programaba su trabajo con la determinación de quien actúa en un mundo industrial y comercial (y de ese modo nacen sus mejores obras) y publicaba periódicos de narrativa escritos en su mayor parte por él mismo, pero pensados para dar cabida también a las colaboraciones de sus amigos. Entre estos escritores de su círculo (que incluye al primer autor de novelas policíacas, Wilkie Collins), hay uno que tiene un puesto de relieve en la historia del género: Le Fanu, irlandés de familia protestante, primer ejemplo de «profesional» de la ghost story, ya que prácticamente no escribió otra cosa que historias de fantasmas y de horror. Se afirma por entonces una «especialización» en el cuento fantástico que se desarrollará ampliamente en nuestro siglo (tanto a nivel de literatura popular como de literatura de ralidad, pero a menudo a caballo entre ambas). Esto no implica que Le Fanu deba considerarse como un mero artesano (lo que más tarde será Bram Stoker, el creador de Drácula), al contrario: el drama de las controversias religiosas da vida a sus cuentos, así como la imaginación popular irlandesa y una vena poética grotesca y nocturna (véase El juez Harbottle) en la que reconocemos una vez más la influencia de Hoffmann.
Lo común de todos estos autores tan distintos que he hombrado hasta aquí consiste en poner en primer plano una sugestión visual. Y no es casual. Como decía al principio, el verdadero tema del cuento fantástico del siglo XIX es la realidad de lo que se ve: creer o no creer en apariciones fantasmagóricas, vislumbrar detrás de la apariencia cotidiana otro mundo encantado o infernal. Es como si el cuento fantástico, más que cualquier otro género, estuviera destinado a entrar por los ojos, a concretarse en una sucesión de imágenes, a confiar su fuerza de comunicación al poder de crear «figuras». No es tanto la maestría en el tratamiento de la palabra o en perseguir el fulgor del pensamiento abstracto que se narra, como la evidencia de una escena compleja e insólita. El elemento «espectáculo» es esencial en la narración fantástica: no es de extrañar que el cine se haya alimentado tanto de ella.
Pero no podemos generalizar. Si en la mayor parte de los casos la imaginación romántica crea en torno a sí un espacio poblado de apariciones visionarias, existe también el cuento fantástico en el que lo sobrenatural es invisible, más que verse se siente, entra a formar parte de una dimensión interior, como estado de ánimo o como conjetura. Incluso Hoffmann, que tanto se complace en evocar visiones angustiosas y demoníacas, tiene cuentos en los que pone en juego una apretada economía de elementos espectaculares, con predominio de las imágenes de la vida cotidiana. Por ejemplo, en La casa deshabitada bastan las ventanas cerradas de una casucha ruinosa en medio de los ricos palacios del Unter den Linden, un brazo de mujer y luego un rostro de muchacha que asoman, para crear una expectación llena de misterio: tanto mayor por cuanto estos movimientos no son observados directamente, sino que se reflejan en un espejillo cualquiera que adquiere la función de espejo mágico.
La ejemplificación más clara de estas dos direcciones podemos encontrarla en Poe. Sus cuentos más típicos son aquellos en los que una muerta vestida de blanco y ensangrentada sale del féretro en una casa oscura cuyo fastuoso mobiliario respira un aire de disolución. La caída de la casa Usher constituye la más rica elaboración de este tipo. Pero tomemos El corazón revelador: las sugestiones visuales, reducidas al mínimo, se han concentrado en un ojo abierto de par en par en la oscuridad, y toda la tensión se centra en el monólogo del asesino.
Para comparar los aspectos de lo fantástico «visionario» y los de lo fantástico «mental», o «abstracto», o «psicológico», o «cotidiano», había pensado en un primer momento elegir dos cuentos representativos de ambas tendencias por cada autor. Pero rápidamente he advertido que a principios del siglo XIX lo fantástico «visionario», predomina con claridad, así como a finales de siglo predomina lo fantástico «cotidiano», para alcanzar la cima de lo inmaterial e inaprehensible con Henry James. He entendido, en suma, que con un mínimo de renuncias respecto al proyecto primitivo, podía unificar la sucesión cronológica y la clasificación estilística, titulando "Lo fantástico visionario» el primer volumen, que comprende textos de las tres primeras décadas del siglo XIX, y «Lo fantástico cotidiano» el segundo, que llega hasta el alba del siglo XX. Forzar un poco las cosas es inevitable en operaciones como esta, que tienen su punto de partida en definiciones contrapuestas: en todo caso, las etiquetas son intercambiables y cualquier cuento de una serie también podrá ser asignado a la otra; pero lo importante es que quede claro que la dirección general va hacia la paulatina interiorización de lo sobrenatural.
Poe ha sido, después de Hoffmann, el autor que más ha influido sobre el género fantástico europeo. La traducción de Baudelaire debía funcionar como el manifiesto de un nuevo planteamiento del gusto literario; y sucedió que los efectos macabros y «malditos» fueron acogidos más fácilmente que la lucidez de raciocinio que es el más importante rasgo distintivo de este autor. He hablado en primer lugar de su fortuna europea porque en su patria la figura de Poe no resultaba tan emblemática como para identificarla con un género literario concreto. Junto a él, incluso un poco antes que él, hubo otro gran americano que alcanzó en el cuento fantástico una intensidad extraordinaria: Nathaniel Hawthorne.
Hawthorne, entre los autores representados en esta antología, es ciertamente el que logra profundizar más en una concepción moral y religiosa, tanto en el drama de la conciencia individual como en la representación sin paliativos de un mundo forjado por una religiosidad exasperada, como el de la sociedad puritana. Muchos de sus cuentos son obras maestras (tanto de lo fantástico visionario, el aquelarre de Young Master Brown, como de lo fantástico introspectivo, Egotismo o la serpiente en el seno), pero no todos: cuando se aleja de los escenarios americanos (como en la demasiado famosa La hija de Rapaccini) su inventiva puede permitirse los efectos más previsibles. Pero en las obras mejores sus alegorías morales, siempre basadas en la presencia indeleble del pecado en el corazón humano, tienen una fuerza para visualizar el drama interior que sólo será igualada en nuestro siglo por Franz Kafka (sin duda existe un antecedente de El castillo kafkiano en uno de los mejores y más angustiosos cuentos de Hawthorne: My kinsman Major Molineaux).
Habría que decir que antes de Hawthorne y Poe lo fantástico en la literatura de los Estados Unidos tenía ya su tradición y su clásico: Washington Irving. Y no debemos olvidar un cuento emblemático como Peter Rugg, the Missing Man de William Austin (1824). Una misteriosa condena divina obliga a un hombre a correr en calesa junto a su hija, sin poder detenerse nunca perseguido por el huracán a través de la inmensa geografía del continente; un cuento que expresa con elemental evidencia los componentes del naciente mito americano: poder de la naturaleza, predestinación individual, intensidad aventurera.
Es, en suma, una tradición de lo fantástico ya adulta la que Poe hereda (a diferencia de los románticos de principios del siglo XIX) y transmite a sus seguidores, que a menudo no son más que epígonos y manieristas (algunos de ellos ricos en colores de la época, como Ambrose Bierce). Hasta que con Henry James nos encontramos frente a una nueva directriz.
En Francia, el Poe que a través de Baudelaire se ha hecho francés no tarda en hacer escuela. Y el más interesante de sus continuadores en el ámbito específico del cuento es Villiers de l'Isle‑Adam, que en Véra nos ofrece una eficaz puesta en escena del tema del amor que continúa más allá de la tumba, y en La tortura con la esperanza, uno de los ejemplos más perfectos de lo fantástico puramente mental (en sus antologías del género, Roger Callois elige Véra; Borges, La tortura con la esperanza: óptimas elecciones una y, sobre todo, la otra. Si yo propongo un tercer cuento es más que nada por no repetir las elecciones de los otros).
A finales de siglo, sobre todo en Inglaterra, se abren los caminos gue serán recorridos por el género fantástico en el siglo XX. Es en Inglaterra donde se perfila un tipo de escritor refinado al que le gusta disfrazarse de escritor popular, y su disfraz tiene éxito porque no lo emplea con condescendencia, sino con desenfado y empeño profesional, y esto es sólo posible cuando se sabe que sin la técnica del oficio no hay sabiduría artística que valga. R. L. Stevenson es el más feliz ejemplo de esta disposición de ánimo; pero junto a él debemos considerar dos casos extraordinarios de genialidad inventiva, así como de dominio del oficio: Kipling y Wells.
Lo fantástico de los cuentos hindúes de Kipling es exótico, pero no en el sentido esteticista y decadente, sino en cuanto que nace del contraste entre el mundo religioso, moral y social de la India y el mundo inglés. Lo sobrenatural a menudo es una presencia invisible, aunque sea terrorífica, como en La marca de la bestia; a veces el escenario del trabajo cotidiano, como el de Los constructores de puentes, se desgarra y, en una aparición visionaria, se revelan las antiguas divinidades de la mitología hindú. Kipling ha escriro también muchos cuentos fantásticos de ambiente inglés donde lo sobrenatural es casi siempre invisible (como en They) y domina la angustia de la muerte.
Con Wells se inaugura la ciencia ficción, un nuevo horizonte de la imaginación que conorerá un gran desarrollo en la segunda mitad de nuestro siglo. Pero el genio de Wells no reside sólo en formular hipótesis maravillosas y terrores futuros desvelando visiones apocalípticas; sus cuentos extraordinarios se basan siempre en un hallazgo de la inteligencia que puede ser muy simple. El caso del difunto Mr. Evelsham trata de un joven que es nombrado heredero universal por un viejo desconocido a condición de que acepte tomar su nombre. He aquí que se despierta en casa del viejo; se mira las manos: están arrugadas; se mira al espejo: él es el viejo; entonces se da cuenta de que el viejo ha tomado su identidud y su persona y está viviendo su juventud. Exteriormente todo es idéntico a la normal apariencia de antes; pero la realidad es de un horror sin límites.
Quien con más facilidad conjuga el refinamiento del literato de calidad y el brío del narrador popular (entre sus autores favoritos siempre citaba a Dumas) es R. L. Stevenson. En su corta vida de enfermo llegó a hacer muchas obras perfectas, de las novelas de aventuras al Dr. Jekyll, y numerosas narraciones fantásticas muy breves: Olalla, historia de vampiresas en la España napoleónica (el mismo ambiente de Potocki, a quien no sé si él llegó a leer); Thrown Janet, historia escocesa de brujería; los Island's Entertainements, donde con pluma ligera muestra lo mágico del exotismo (y también exporta motivos escoceses adaptándolos a los ambientes de la Polinesia); Markheim, que sigue el camino de lo fantástico interiorizado, como El corazón revelador de Poe, con una presencia más marcada de la conciencia puritana.
Uno de los más firmes seguidores de Stevenson es precisamente un escritor que no tiene nada de popular: Henry James. Con este escritor, que no sabemos si llamar americano, inglés o europeo, el género fantástico del siglo XIX tiene su última encarnación ‑o, mejor dicho, desencarnación; ya que se hace más invisible e impalpable que nunca: una emanación o vibración psicológica. Es necesario considerar el ambiente intelectual del que nace la obra de Henry James, y particularmente las teorías de su hermano, el filósofo William James, sobre la realidad psíquica de la experiencia: podemos decir que a finales de siglo el cuento fantástico vuelve a ser cuento filosófico como a principios de siglo.
Los fantasmas de las ghost stories de Henry James son muy evasivos: pueden ser encarnaciones del mal sin rostro o sin forma, como los diabólicos servidores de La vuelta de tuerca, o apariciones bien visibles que dan forma sensible a un pensamiento dominante, como Sir Edmund Orme, o mixtificaciones que desencadenan la verdadera presencia de lo sobrenatural, como en El alquiler del fantasma. En uno de los cuentos más sugestivos y emocionantes, The Jolly Corner, el fantasma apenas entrevisto por el protagonista es el mismo que él habría sido si su vida hubiese tomado otro camino; en La vida privada hay un hombre que sólo existe cuando otros lo miran, en caso contrario se disipa, y otro que, sin embargo, existe dos veces, porque tiene un doble que escribe los libros que él no sabría escribir.
Con James, autor que pertenece al siglo XIX por la cronología, pero a nuestro siglo por el gusto literario, se cierra esta reseña: He dejado a un lado a los autores italianos porque no me agradaba hacerlos figurar sólo por obligación: lo fantástico representa en la literatura italiana del XIX algo «menor». Antologías especiales (Poesie e racconti de Arrigo Boito, y Racconti neri della scapigliatura), así como algunos textos de escritores más conocidos por otros aspectos de su obra, de De Marchi a Capuana, pueden ofrecer preciosos hallazgos y una interesante documentación sobre el gusto de la época. Entre las demás literaturas que he omitido, la española tiene un autor de cuentos fantásticos muy conocido, Gustavo Adolfo Bécquer. Pero esta antología no pretende ser exhaustiva. Lo que he querido ofrecer es un panorama centrado en algunos ejemplos y, sobre todo, un libro fácil de leer.

Italo Calvino

***

sábado, 7 de abril de 2007

BIOGRAFIA // HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT

Howard Phillips Lovecraft



Fecha de nacimiento:
20 de agosto, 1890Providence - Rhode Island,Estados Unidos de América
Fecha de su muerte:
15 de marzo, 1937Providence - Rhode Island,Estados Unidos de América
Ocupación:
Escritor.
Educación:
Dos cursos y medio de la Educación Secundaria.


Howard Phillips Lovecraft (*20 de agosto de 1890 - †15 de marzo de 1937). Autor de literatura narrativa, novela y relato de ficción, especialmente en los géneros de terror y ciencia ficción. Fue un gran innovador del cuento de terror, gracias a su personal tratamiento de la atmósfera de sus historias. Además,se le considera como uno de los precursores del llamado Terror Cósmico Materialista. También cultivó la poesía y el ensayo, en gran parte desarrollado en el género epistolar.

Biografía

H. P. Lovecraft nació en el hogar familiar situado en el Nº 194 (hoy 454) de Angell Street, en Providence, capital del Estado de Rhode Island, el más pequeño de los Estados Unidos de América y uno de los seis que componen la Región de Nueva Inglaterra.
Howard Phillips Lovecraft era el hijo único de Winfield Scott Lovecraft (1853-1898) - representante de ventas de la Gorham Silver Company, dedicada al comercio de la plata - y de Sarah Susan Phillips Lovecraft (1857-1921), la segunda de cuatro hijos de Whipple Van Buren Phillips y Rhoby Alzada Place.
Lovecraft procedía de unos ancestros distinguidos: en cuanto a su línea materna, los Phillips, se podría rastrear su linaje casi hasta el "Mayflower", ya que los antepasados de su madre se podrían rastrear hasta la llegada de George Phillips a Massachusetts en 1630. Cuando Lovecraft visitó algunas de las tierras de sus antepasados al este del estado de Rhode Island, el nombre de Phillips era recordado con cariño y respeto ; su línea paterna era de origen británico y Lovecraft se podría rastrear hasta el apellido de Lovecraft o Lovecroft hasta el siglo XV.
A Howard, el pequeño Lovecraft, le gustaba frecuentar parajes extraños y apartados para poder dar rienda suelta a su desbordante imaginación. En esos sitios (cuevas, arboledas alejadas, etc.) él recreaba situaciones históricas o se ensimismaba en la observación de pequeños detalles, que para el resto de las personas pasaban totalmente inadvertidos, pero que a Lovecraft le fascinaban, como detenerse a escuchar a las hadas del bosque, o imaginar lo que podría existir en el espacio exterior. Quizás una de las razones por las que le gustaba tanto evadirse era por la estricta atadura a la que lo sometía su madre, diciéndole que él no debía jugar con niños de menor categoría, o insistiendo en que era feo y que nunca llegaría a triunfar.
Cuando Lovecraft tenía tres años, su padre sufrió una crisis nerviosa en la habitación de un hotel de Chicago, donde estaba alojado por motivos de trabajo, y le ingresaron en el Butler Hospital, Centro Psiquiátrico de Providence y fue incapacitado legalmente debido a una serie de trastornos de índole neurológica. A partir de ese momento y durante los siguientes cinco años, estuvo ingresado en varias ocasiones en este Hospital, donde murió el 19 de Julio de 1898 con el diagnóstico de paresia general, una fase terminal de la neurosíflis. Aunque algunos biógrafos afirman que al niño Lovecraft le informaron de que su padre estaba paralizado y en estado comatoso durante ese período, todas las evidencias parecen demostrar que no fue así.
Con la muerte del padre de Lovecraft, la educación del niño recayó sobre su madre, sus dos tías y en especial en su abuelo materno, un importante empresario llamado Whipple Van Buren Phillips. Muchos críticos consideran a la madre de Lovecraft la causante de todos los comportamientos peculiares y un tanto extravagantes que Lovecraft mostró durante su existencia. Parece ser que después de la muerte de Winfield (su marido), Sarah descargó todas las frustraciones de una burguesa venida a menos sobre su único hijo, sobreprotegiéndolo hasta límites demenciales y tratándole como si fuera su único bien en la tierra, favoreciendo así el desarrollo de unas determinadas características de personalidad, comunes en estos casos, que condicionarían su patrón conductual mientras vivió; entre otros aspectos destacados, prefiriendo las relaciones humanas con su pequeño entorno que le ofrecía una mayor seguridad antes que con un entorno social más amplio y desconocido que no controlaba debido a ese déficit en habilidades sociales óptimas por falta de aprendizajes adecuados en su infancia y adolescencia.
A diferencia de los mínimos efectos producidos en el niño Lovecraft por la muerte de su padre, en 1921 tuvo lugar la muerte de su madre, que supuso una fuerte conmoción. Ocurrió después de una larga enfermedad, que algunos biógrafos suelen relacionar con la sífilis de su padre, aunque en cualquier caso la realidad es que la causa inmediata de la muerte fue un posoperatorio deficiente después de una intervención quirúrgica de vesícula biliar.
Lovecraft fue un niño prodigio: recitaba poesía a los dos años, leía a los tres y empezó a escribir a los seis o siete años de edad. Uno de los géneros que más le apasionó en su infancia fue el de las novelas policíacas, llevándolo incluso a formar la "Agencia de detectives de Providence" a la edad de trece años. A los quince creó su primera obra, La bestia en la cueva, imitación de los cuentos de horror góticos. A los dieciséis escribía una columna de astronomía para el "Providence Tribune".
Una de las aficiones favoritas de Lovecraft era la lectura, y la inmensa biblioteca de su abuelo materno tuvo un papel decisivo al respecto. En ella descubrió (con un ejemplar de La Ilíada para niños entre las manos) el paganismo grecolatino y Las mil y una noches, a una edad muy temprana, aunque posteriormente (a los cinco años) se declaró ateo, convicción que mantuvo hasta su muerte. Esto ayudó a que su imaginación se desarrollase rápidamente en comparación con el resto de los chicos de su edad, produciéndole una falta de adaptación con estos. Cuando ellos querían jugar con espadas o a juegos fundamentalmente físicos, él prefería llevar a cabo entretenimientos más pausados e imaginativos, como representaciones históricas.
Aunque su mentalidad respondía a un racionalismo empirista, a Lovecraft le atraía la literatura imaginativa, seguramente influido por su escepticismo; encerrado en el pesimismo de la soledad y considerando que «el pensamiento humano es el espectáculo más divertido y más desalentador de la Tierra».
Debido a su falta de perseverancia y de salud, no asistió al colegio hasta los ocho años y tuvo que dejarlo después de un año. Durante su absentismo escolar, leía con voracidad. Adquirió conocimientos de química y astronomía, llegando incluso a escribir en algunas revistas científicas. Publicó varias revistas de circulación limitada, comenzando en 1899 con La Gaceta Científica. Cuatro años después, regresó a la escuela pública. Cursó dos años y medio en la Educación Secundaria, hasta que abandonó los estudios definitivamente.
La muerte de su madre y la pérdida de la riqueza familiar en 1921, le llevaron a abandonar la idea de llevar una vida dedicada a la escritura, obligándolo a trabajar en pequeños encargos, que en la mayoría de las situaciones consistirían en retocar escritos de otros autores, menos dotados para la escritura que él. Gracias a este tipo de trabajos conoció a muchos de los que después formarían el famoso "Círculo de Lovecraft", entre ellos
Robert E. Howard, Clark Ashton Smith, Robert Bloch, Frank Belknap Long, August Derleth y otros más. Para estos escritores y "amigos", Lovecraft presentaba una gran diferencia entre su personalidad a través de cartas, frente a su forma de ser en persona. Lo definían como entusiasta y generoso, creativo y prodigio de inteligencia... pero también con una faceta racista que no abandonó hasta los últimos meses de su vida.
En 1924 se casa con Sonia Haft Greene, empleada en la United Amateur Press Association y siete años mayor que él, separándose de ella dos años después. Los motivos que Lovecraft argumenta para justificar la separación, son las grandes divergencias entre ambos y los problemas económicos... aunque también existen rumores -desmentidos por Sonia- sobre su horror a las relaciones sexuales. Tras la estancia en Brooklyn de dos años, Lovecraft retorna a Providence, donde vivirá con sus tías. Ya en Providence, se ve superado por la sensación de fracaso que lo rodea, abandonándose a la soledad y la frustración. En esta época disfruta de paseos nocturnos, que repercuten en su hundimiento personal, y crean una esfera invisible de miedos que nunca le permitirán recuperarse.

"Yo Soy Providence"
En sus últimos años, su naturaleza enfermiza fue minando su salud. Su anormal sensibilidad a cualquier temperatura inferior a los 20º se agudizó hasta el punto de que se sentía realmente enfermo a tales temperaturas. Durante el último año de su vida, sus cartas estaban llenas de alusiones a sus malestares y dolencias. A finales de febrero de 1937, cuando contaba con cuarenta y seis años, ingresó en el hospital Jane Brown Memorial, de Providence. Allí murió a primeras horas de la mañana del 15 de marzo de 1937, de cáncer intestinal complicado con la denominada enfermedad de Bright. Aunque actualmente este término no suele utilizarse se refiere a una serie de enfermedades inflamatorias de los riñones. Es decir, parece ser que Lovecraft tuvo una complicación de su enfermedad tumoral intestinal con una grave insuficiencia renal que provocó su fallecimiento. El diagnóstico de su enfermedad tuvo lugar apenas un mes antes de su muerte.
Fue enterrado tres días después en el panteón de su abuelo Phillips en el cementerio de Swan Point; aunque su nombre está inscrito en la columna central, ninguna lápida señala su tumba. Muchos años después de su muerte, en la lápida que le erigió un grupo de aficionados puede leerse una línea tomada de una de sus miles de cartas que escribía a sus corresponsales: "Yo soy Providence".

Biografías sobre H.P. Lovecraft y Comentarios Críticos
L. Sprague de Camp, Lovecraft, Una Biografía
"Susie Lovecraft había deseado ardientemente tener una niña; había empezado un arca de vestidos para cuando esto sucediera. De ahí que favoreciese persistentemente las características de su hijo que consideraba femeninas. Le vestía con ropas estilo Lord Fauntleroy, y trataba deliberadamente de feminizarle. De pequeñito, Lovecraft insistió durante algún tiempo: Soy una niña.
Era un niño de ojos castaños y largos y dorados bucles. Cuando los Lovecraft se hospedaron con una familia llamada Guiney en Massashusetts, estos bucles indujeron a la señora Guiney a llamarle rayito de sol.
Susie le hizo llevar bucles hasta los seis años, aunque él se quejó de ellos a la edad de tres. Durante algún tiempo, Susie le apaciguó mostrándole retratos del siglo XVIII del Spectator, que representaban a hombres maduros con cabello largo y calzón corto, como él. Aquí se inició su inveterado entusiasmo por el barroco, aunque no se reconcilió con los bucles. Por último al cumplir los seis años, Susie tuvo que ceder a sus quejas. Llorando amargamente, le cortó el pelo."
Este texto y algunos más con similares características, a los que se han sumado algunos prologuistas de sus obras, han contribuido a crear ciertos mitos sobre H.P. Lovecraft.
Con respecto a la femenización del niño Lovecraft, hay que decir que la actitud de su madre no tuvo que influir necesariamente en la vida adulta de su hijo, puesto que el período infantil de indefinición sexual es una etapa perfectamente normal y que corresponde al desarrollo y la maduración de la personalidad de Lovecraft y de cualquier otra persona.
Es a partir de los tres años de edad cuando los niños comienzan a ser conscientes de las diferencias existentes entre los dos sexos, los varones y las mujeres. Precisamente es en este momento evolutivo cuando, según la biografía de Sprague de Camp, el pequeño Lovecraft se rebela contra su madre con referencia a su corte de pelo “poco varonil” para la época, y debido a sus continuas quejas Susie, su madre, no tuvo más remedio que cortárselo adquiriendo en este instante una imagen de “niño” diferente a la de “niña”. Como podemos observar estamos ante un proceso de diferenciación de sexos completamente natural que tiene lugar en el ser humano a la edad de tres años; hasta ese momento psicoevolutivo un niño o una niña no posee la suficiente madurez psicológica para sentirse “diferente” respecto a uno u otro sexo. A partir de esta edad se comienza a comparar el propio cuerpo con el de los padres y con el cuerpo de otros niños del mismo grupo de edad y se empieza a percibir el sentimiento de pertenencia al sexo al que biológicamente se pertenece. Evidentemente es esto mismo lo que le ocurrió a Lovecraft, hecho natural que ha sido increíble y sensacionalistamente mitificado de manera insistente e inexplicable.

"Era hijo de Winfield Scott Lovecraft, negociante, putero y sifilítico, y de Sarah Susan Phillips, mujer prognata como los reyes de la casa de Habsburgo, pero a diferencia de éstos proclive al sufragismo. En una fotografía de 1891, el niño H. P. L., vestido y peinado como una niña, aparece entre una madre de pelo recogido y mirada de institutriz histérica y un padre de ojos claros y mueca burlona que dos años más tarde sería recluido en un frenocomio. El 13 de marzo de 1919, Susan Phillips, que tocaba el piano, odiaba a su hijo y sabía francés, siguió los pasos de su marido."
El fragmento muestra una interpretación muy subjetiva de los datos biográficos referentes a los padres de H.P. Lovecraft.
Ciertamente la paresia general es una complicación de la sífilis terciaria que aparece tras muchos años después (15 o más años) de la infección por sífilis y cuando ésta no ha sido tratada. En los años en que vivió Winfeld S. Lovecraft no existía tratamiento para esta enfermedad, siendo mortal a largo plazo; es el descubrimiento de los antibióticos (penicilina) el que logró conseguir que la sífilis, producida por una bacteria, dejase de ser una infección de fatal pronóstico. Este tipo de complicación de la que se habla en las boigrafías (paresia general) consiste en un progresivo deterioramiento de los nervios cerebrales que lleva a toda una serie de sintomatología relacionada hasta que se produce la muerte del individuo. Aunque se trata de una E.T.S. (Enfermedad de Transmisión Sexual) tal y como se menciona, no está claro en que momento de su vida fue contagiado. El hecho de definirlo como “juerguista y mujeriego” , independientemente de que pudiese ser cierto, es evidente que quienes así lo han descrito se han dejado influir por el estereotipo que la hipócrita sociedad refiere a los varones que por cuestiones laborales viajan constantemente. Y, como todos sabemos, la promiscuidad no es únicamente un aspecto inherente a quienes viajan; la persona promiscua puede serlo sin moverse de su domicilio.
No obstante en cualquier referencia biográfica es indispensable realizar un ejercicio de traslación a los momentos socioculturales del personaje. En aquellos momentos era muy común que la esposa “decente y repetable” no fuese demasiado receptiva a la intimidad sexual con el esposo por considerar que la sexualidad “casta” tenía que fundamentarse en la reproducción de la especie. Por esta razón era muy común en la época que muchos varones acudían a los servicios de la prostitución como “desahogo viril” y así no “molestar sexualmente” a la esposa que se dedicaba a cuestiones propias de su condición de dama respetable y que conocía e incluso admitía estos usos y costumbres extramatrimoniales “propias” de los varones. Por estas razones expuestas el término “mujeriego/putero” tendría connotaciones diferentes o al menos divergentes a las que pudo tener en otros momentos sociales.
Introducción a "Obras Escogidas de H.P. Lovecraft".

"Howard Phillips Lovecraft nació el 20 de agosto de 1890 en Providence, Rhode Island (Estados Unidos). Su padre era un viajante de comercio, encarcelado por estafa cuando Howard tenía tres años, y fallecido cinco años después. Su madre era una mujer atractiva, pero mal armada para tratar contra el mundo, volcando contra su hijo el resentimiento que debió experimentar contra su marido, repitiéndole constantemente que era un muchacho feo."
El Padre de Lovecraft, Winfield Scott Lovecraft, apenas convivió con él, ya que murió cuando Lovecraft era sólo un niño. De carácter dictatorial, que apenas le pudo afectar, ya que -por su trabajo- estaba mucho tiempo ausente. Según comenta Sonia en su escrito Memoir sobre su marido Lovecraft, sin duda contado por él mismo, su padre fue empleado de comercio de la compañía llamada Gorham & Co., Plateros, de Providence. Era una especie de agente comercial o viajante de comercio, pues resulta difícil creer que fuera un simple vendedor ambulante y que de esta manera pudiera haber conocido a su madre, hija de una familia burguesa con ciertas aspiraciones aristocráticas.
El autor del Prólogo en esta frase utiliza unos términos altamente impactantes para el lector sobre el progenitor de Lovecraft: "Encarcelado por estafa". Perfectamente podía haber referido algo como: Problemas con la justicia, fue juzgado por cuestiones económicas, o similar. Sin duda, está en la línea de la infancia desdichada y desgraciada del autor y potencia la problemática de ese momento histórico de Lovecraft.
El Prologuista quiere dar a entender que la vida del padre de Lovecraft era poco edificante. Es cierto que su trabajo como viajante le impedía pasar más tiempo con su familia y, al parecer, también es cierto que frecuentaba aventuras extramatrimoniales, siempre ocasionales y probablemente pagadas. La relación con su mujer siempre fue correcta, aunque había entre ellos grandes desigualdades culturales, económicas y sociales.
La Madre de Lovecraft, Sarah Susan Phillips, pertenecía a una familia aristocrática, que podía rastrear sus orígenes hasta los tiempos de los primeros colonizadores. Muchos autores, que la han considerado posesiva y neurótica, le inculcó una educación británica de carácter aristocrático. Siempre le decía que la gente era tonta y mala. Tras el internamiento y posterior muerte de de su padre, Howard creció bajo la protección e influencia de su madre y creciendo entre personas mayores, con muy poco contacto con los niños de su edad. La excesiva protección con la que el joven Lovecraft fue criado le llevó a padecer una precoz soledad y represión que sólo se veían aliviadas cuando representaba escenas imaginarias o históricas. Así, no es de extrañar su gusto por la lectura, afición que practicaba a menudo gracias a la magnífica biblioteca que había atesorado su abuelo materno.
Lovecraft no solamente quería a su madre, sino que la respetaba y admiraba; nunca se sintió el blanco de sus desprecios, sino - al contrario - procuró en la medida de sus posibilidades hacerle la vida fácil, tal y como sus padres lo hicieron con ella.
En primer lugar, el atractivo físico de la madre es irrelevante a la hora de hablar de la obra de un escritor. Por otra parte, el hecho de afirmar que estaba mal armada para tratar con el mundo es una opinión del prologuista demasiado lanzada, atrevida y poco elaborada. El hecho de que se tenga problemas emocionales no implica ni que estos estén presentes desde siempre ni que los mismos impidan la adaptación al medio, para afirmar la poca disponibilidad psíquica de la madre de H.P. Lovecraft para tratar con el mundo.
Se percibe un deseo novelar el Prólogo referenciando puntuales datos poco agradables de la propia biografía de H. P. Lovecraft destacando y potenciando algunos aspectos de su familia que no son de interés general para hablar de su obra. Tengamos en cuenta que estamos ante un Prólogo no ante una biografía del autor.
La afirmación de que la madre de Lovecraft volcó sobre su hijo el resentimiento que debió experimentar contra su marido, resulta muy poco adecuada y, a todas luces, muy sensacionalista.
En primer lugar se constata una negativa, resentida, relación de pareja entre los padres de Lovecraft que, aunque es posible que así lo fuera, no hay constancia explícita de ello.
Seamos claros, el hecho de que un señor comerciante, Mr. Lovecraft tuviese relaciones sexuales en sus viajes con cierto tipo de mujeres, lo único que implica y que se puede inferir es que la fidelidad conyugal no estaba entre los valores personales de dicho señor, nada más.
Por estas anteriores razones era altamente común en ese momento social, finales del siglo XIX, que los caballeros buscaran su desahogo sexual en mujeres menos decentes sexualmente hablando.

Trasfondo del trabajo de Lovecraft
El trabajo de Lovecraft ha sido agrupado en tres categorías por algunos críticos. Mientras que Lovecraft prefirió no referirse a estas categorías el mismo, sí escribió en alguna ocasión: "Existen mis piezas Edgar Allan Poe y mis piezas Edward Plunket, 18 Barón de Dunsany -pero- ¿dónde estás mis piezas Lovecraft?

Historias macabras (c. 1905–1920)
Historias del ciclo del sueño (c. 1920–1927)
Mito de Cthulhu / Lovecraft (c. 1925–1935)

Algunos críticos no ven la diferencia entre el ciclo del sueño y el mito, frecuentemente señalando el recurrente Necronomicón y los subsiguientes dioses. Una explicación frecuentemente argüida es el que el ciclo del sueño pertenece más a un género de fantasía en tanto que el mito pertenece a la ciencia ficción.
Mucho del trabajo de Lovecraft fue directamente inspirado de sus pesadillas y es quizás una visión directa de su inconsciente y su simbolismo explica su continuo revuelo y popularidad. Todos estos intereses lógicamente le llevaron a apreciar de manera especial el trabajo de
Edgar Allan Poe, quien influyó fuertemente sus primeras historias macabras y estilo literario. El descubrimiento de Lovecraft de las historias de Edward Plunkett llevó su literatura en una nueva dirección resultando en una serie de fantasias imitativas en un escenario de ensueño. Fue probablemente la influencia de Arthur Machen, con sus bien construidos cuentos sobre la supervivencia del antiguo mal y de sus creencias místicas en misterios ocultos que yacían detrás de la realidad que finalmente ayudaron a inspirar a Lovecraft a encontrarse a sí mismo a partir de 1923.
Esto lo llevó a un trono oscuro con la creación de lo que es hoy llamado comúnmente el Mito de Cthulhu, un panteón de deidades alienígenas extradimensionales y horrores que se alimentan de la humanidad y que tienen trazos de antiguos mitos y leyendas. El término Mito de Cthulhu fue acogido por el autor
August Derleth después de la muerte de Lovecraft. El autor se refería a su mitología artificial como Yog-Sothothery.
Sus historias crearon uno de los elementos de mayor influencia en el género del horror: el Necronomicón, el escrito secreto del árabe Abdul Alhazred. El impacto y la fortaleza del concepto del mito ha llevado a algunos a concluir que Lovecraft basó su trabajo en mitos pre-existentes y en creencias ocultistas. Ediciones falseadas del Necronomicón también han sido publicadas a través de los años.

Nota: Al leer Lovecraft Las Mil y Una Noche, tal fue el impacto que creo en el, que se puso el sobrenombre de Abdul Alhazred; nombre que llego ser en sus escritos el "autor del Necronomicon".

Su prosa es anticuaria. Frecuentemente utilizaba vocabulario arcaico u ortografía en desuso, así como adjetivos de extraño uso e intentos de transcribir dialectos, que han sido calificados de imprecisos. Su trabajo, al ser Lovecraft un anglófilo, está plasmado de un inglés británico utilizando comúnmente escritura anacrónica.
Lovecraft fue un prolífico escritor de cartas. En algunas ocasiones las fechaba 200 años antes de la fecha en que habían sido escritos. Explica que, según él, los siglos XVIII y XX habían sido los mejores; el primero siendo el siglo de nobleza y de gracia y el segundo de la ciencia, en tanto que el siglo XIX, en particular la era Victoriana habría sido un error.
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Obras escogidas:
En español:

Cthulhu, una celebración de los mitos,
Dagon y otros cuentos macabros, Descripción de la ciudad de Quebec, El abismo en el tiempo, El alquimista, El caos reptante, El caso de Charles Dexter Ward, El ciclo de Dunnich, El ciclo Nyarlathotep, El clérigo malvado y otros relatos, El color que cayó del cielo, El extraño caserón en la niebla, El hombre de piedra, El horror de Dunwich, El horror en el cementerio, El horror en la literatura, El intruso y otros cuentos,
El lazo de medusa,
El museo de los horrores, El Necronomicon, El que acecha en la oscuridad, El que susurra en la oscuridad. El sepulcro y otros relatos, En la cripta, En las montañas de la locura, El verdugo eléctrico, El viejo Bugs, En los muros de Eryx,
Enciclopedia de los mitos de Cthulhu,
Herbert West: reanimador, Hongos de Yuggoth, Horror en el museo, La bestia en la cueva, La busqueda onírica de la desconocida Kadath, La ciudad sin nombre, La habitación cerrada y otros cuentos de terror, La hechicería de Aphlar, La llamada de Cthulhu, La llave de plata, La Maldición de Sarnath, La maldición de Yig,
La saga de Cthulhu,
La sombra fuera del tiempo, La sombra sobre Insmouth, La trampa, La transición de Juan Romero, La tumba, La última prueba, Los mitos de Cthulhu, Los que vigilan desde el tiempo y otros cuentos, Los sueños en la casa de la bruja, Más allá de los eones y otros relatos, Muerte alada, Narrativa completa, Noche del océano, Obras completas. Tomo I, Obras completas. Tomo II, Polaris..., Relatos de terror, Sordo, mudo y ciego, Viajes al otro mundo: aventuras oníricas de Randolph Carter.
En inglés:
Fungi from Yuggoth, Beyond the wall of sleep, The lurking fear, The dream-quest of unknown Kadath, The doom that came to Sarnath, Selected letters, To Quebec and the Stars, A winter wish, H.P. Lovecraft Christmas book, Herbert West Reanimator, Uncollected letters, First Writings, Commonplace book, Four prose poems, European glimpses, The lurker at the treshold, The vivisector, The fantastic poetry, Miscellaneous writings, The Necronomicon,
The Nyarlathotep cycle, Crawling Chaos, Lord of a visible world: an autobiography in letters,
Ancient track: the complete poetical works, The Thing on the Doorstep, Lovecraft at last.

Esta lista, son los libros/cuentos/relatos mas conocidos, pero toda la obra Lovecrfaniana es totalmente estensa, de tal manera que es muy dificil de cuantos escritos estamos hablando; ademas de todos los relatos conocidos, hay muchos que de ellos solo se conservan una copia, y nunca se han llegado a imprimir, tambien hay manuscritos inconclusos, de los cuales, algunos "alucnos/amigos" han terminado para que la gente llegue a ellos, como muchos escritos de August Derleth; tambien muchas de las correcciones que hizo en su epoca joven, a la muerte de el, la mayoria pusieron el nombre de Lovecraft como co-autor.
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BIBLIORAFIA
"A mi parecer, no hay nada más misericordioso en el mundo que la incapacidad del cerebro humano de correlacionar todos sus contenidos. Vivimos en una plácida isla de ignorancia en medio de mares negros e infinitos, pero no fue concebido que debiéramos llegar muy lejos. Hasta el momento las ciencias, cada una orientada en su propia dirección, nos han causado poco daño; pero algún día, la reconstrucción de conocimientos dispersos nos dará a conocer tan terribles panorámicas de la realidad, y lo terrorífico del lugar que ocupamos en ella, que sólo podremos enloquecer como consecuencia de tal revelación, o huir de la mortífera luz hacia la paz y seguridad de una nueva era de tinieblas."
LA LLAMADA DE CTHULHU


UN CABALLERO DE PROVIDENCE
Howard Phillips Lovecraft, uno de los creadores narrativos del género de terror y fantasía más trascendente del siglo XX, nació el 20 de agosto de 1890 en Providence, Rhode Island, hijo de Winfield Scott Lovecraft y Sarah Susan (Phillips) Lovecraft. A los 8 años, el joven Howard sufrió la pérdida de su padre, quedando bajo la tutela de su madre, sus abuelos maternos y sus tías, siendo mimado y sobreprotegido, convirtiéndose en un muchacho enfermizo y solitario. La niñez de Lovecraft fue solitaria y retraída, debido a sus frecuentes períodos de enfermedad, y la sobreprotección de su madre. En el colegio, no congeniaba con los demás niños y sus juegos bruscos; en cambio, pasaba largas horas en la biblioteca de su abuela materna leyendo especialmente tratados sobre astronomía, ciencia que fue su pasión por el resto de su vida. Durante sus primeros años de adolescencia, ya había publicado una revista mimeografiada llamada "The Rhode Island Journal of Astronomy" ; posteriormente, publicó en el Tribune de Providence un artículo mensual sobre fenómenos astrológicos de la época. El solitario mundo de lovecraft se nutría en la lectura de variados temas: la astronomía, la historia de Grecia y Roma, las mil y Una Noches, la Inglaterra del siglo XVIII y las novelas góticas. A los 15 años, ya había escrito su primer cuento: "La Bestia en la Cueva".El afiliarse a la United Amateur Press Association, le permitió publucar sus obras, comenzando con "El Alquimista", en 1917, escribió "Dagón", el primero aparecido en "Weird Tales" (1923). En 1921, tras fallecer su madre y menguar la fortuna familiar, Lovecraft se dedica a escribir artículos firmados por otros, revisor de obras y crítico, todo esto por una mínima paga. En 1924, Lovecraft contrae matrimonio con Mrs. Sonia Greene, diez años mayor que él, pero la pareja duraría poco; al cabo de dos años, la pareja se separa. Al ir publicando su obra, Lovecraft se ganó rápidamente un público entusiasta entre los lectores de "Weird Tales", además del reconocimiento de la crítica especializada.LAS TENDENCIAS LITERARIAS DE LOVECRAFT
Su narrativa se puede dividir en dos corrientes principales: los relatos fantásticos de tendencia Dunsaniana, o los cuentos de misterio y terror cósmico, influenciado por autores como Edgar Allan Poe, y especialmente por Arthur Manchen y Algernoon Blackwood. La segunda corriente, los relatos de misterio y terror, se subdividen a la vez en "Cuentos de Nueva Inglaterra" y los "Mitos de Cthulhu". Entre los primeros, se cuentan "El Extraño", "El Modelo de Pickman", "Herbert West, Reanimador", "Él", "En la Cripta", etc. Las de corte Dunsaniano, tenemos "Dagón", "Los Gatos de Ulthar", "La Extraña Casa en la Niebla", y el fabuloso ciclo de Randolph Carter: "La Declaración de Randolph Carter", "La Llave de Plata", "A Través de las Puertas de la Llave de Plata", "La búsqueda de la Ciudad del Sol Poniente", entre las más destacadas. Las narraciones de los "Mitos de Cthulhu" giran alrededor del argumento que trata acerca de unos seres llegados a la tierra desde oscuras y lejanas estrellas, dimensiones o galaxias, que debido a su extrema malignidad fueron expulsados no sólo de la tierra, también de la dimensión, encerrados entre ellas; en nuestra época, existirían ciertas sectas e individuos que tratarían de hacerlos volver a nuestro mundo mediante prácticas y conjuros abominables. Lovecraft, junto a sus amigos y colegas escritores, crearon todo un panteón de dioses malignos; entre estos relatos están "La Ciudad sin Nombre", "La Llamada de Cthulhu", "El Caso de Charles Dexter Ward", "El Horror de Dunwich", "Los Sueños de la Casa de la Bruja", etc... LAS OBRAS LITERARIAS DE LOVECRAFTAquí puedes ver una relación cronológica de las obras de Lovecraft, y las ediciones en que forman parte las mismas, tanto en castellano como en inglés. 1905 LA BESTIA EN LA CUEVA (The Beast in the Cave )En castellano: en El sepulcro, Polaris y El clérigo malvado y otros relatos. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. 1908 EL ALQUIMISTA (The Alchemist) En castellano: en El sepulcro, Polaris y El clérigo malvado y otros relatos. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. 1917 DAGON En castellano: en Dagon y otros cuentos macabros y Polaris. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. 1919 MAS ALLÁ DEL MURO DEL SUEÑO (Beyond the Wall of Sleep) En castellano: en Dagon y otros cuentos macabros, La maldición de Sarnath y Polaris. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. LA MALDICIÓN QUE CAYÓ SOBRE SARNATH (The Doom That Came to Sarnath)En castellano: en La maldición de Sarnath, Los mitos de Cthulhu y Polaris. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. LA CALLE (The Street) En castellano: en El sepulcro y Polaris. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. MEMORIA (Memory) En castellano: en Del más allá y La maldición de Sarnath. En inglés: en Miscellaneous Writings. POLARIS En castellano: en Dagon y otros cuentos macabros, La maldición de Sarnath y Polaris. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. LA DECLARACIÓN DE RANDOLPH CARTER (The Statement of Randolph Carter)En castellano: en Viajes al otro mundo y Polaris. En inglés: en At the Mountains of Madness and Other Novels. LA TUMBA (The Tomb) En castellano: en El sepulcro, Dagon y otros cuentos macabros, La maldición de Sarnath y Polaris. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. LA TRANSICIÓN DE JUAN ROMERO (The Transition of Juan Romero)En castellano: en El sepulcro, Polaris y El clérigo malvado y otros relatos. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. LA NAVE BLANCA (The White Ship) En castellano: en Dagon y otros cuentos macabros y Polaris. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. 1920 ARTHUR JERMYN En castellano: en Del más allá y Dagon y otros cuentos macabros. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. LOS GATOS DE ULTHAR (The Cats of Ulthar) En castellano: en Del más allá, Dagon y otros cuentos macabros y La maldición de Sarnath. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. CELEPHAIS En castellano: en Dagon y otros cuentos macabros y Polaris. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. DEL MÁS ALLÁ (From Beyond) En castellano: en Del más allá, Dagon y otros cuentos macabros y La maldición de Sarnath. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. NYARLATHOTEP En castellano: en Del más allá y La maldición de Sarnath. En inglés: en Miscellaneous Writings EL CUADRO EN LA CASA (The Picture in the House) En castellano: en Del más allá y En la cripta. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. EL TEMPLO (The Temple) En castellano: en Del más allá y Dagon y otros cuentos macabros. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. EL TERRIBLE ANCIANO (The Terrible Old Man) En castellano: en Del más allá y En la cripta. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. EL ÁRBOL (The Tree) En castellano: en Del más allá, Dagon y otros cuentos macabros y La maldición de Sarnath. En inglés: Dagon and Other Macabre Tales. 1921 EX OBLIVIONE En castellano: en Del más allá y La maldición de Sarnath. En inglés: en Miscellaneous Writings. EL PANTANO DE LA LUNA (The Moon Bog) En castellano: en Del más allá y Dagon y otros cuentos macabros. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. LA CIUDAD SIN NOMBRE (The Nameless City) En castellano: en Del más allá, Dagon y otros cuentos macabros, La maldición de Sarnath y Antología de cuentos de terror. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. LA MÚSICA DE ERICH ZANN (The Music of Erich Zann) En castellano: en Del más allá y En la cripta. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. EL EXTRAÑO (The Outsider) En castellano: en Del más allá, Antología de cuentos de terror y El horror de Dunwich. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. LOS OTROS DIOSES (The Other Gods) En castellano: en Del más allá, Dagon y otros cuentos macabros y La maldición de Sarnath. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. LA BÚSQUEDA DE IRANON (The Quest of Iranon) En castellano: en Del más allá, Dagon y otros cuentos macabros y La maldición de Sarnath. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. 1922 HERBERT WEST, REANIMADOR (Herbert West, Reanimator) En castellano: en Dagon y otros cuentos macabros. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. EL SABUESO (The Hound) En castellano: en Dagon y otros cuentos macabros. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. HYPNOS En castellano: en Dagon y otros cuentos macabros. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. EL HORROR OCULTO (The Lurking Fear) En castellano: en Dagon y otros cuentos macabros. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. 1923 EL CEREMONIAL (The Festival) En castellano: en El sepulcro, La maldición de Sarnath y Los mitos de Cthulhu. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. LAS RATAS EN LAS PAREDES (The Rats in the Walls) En castellano: en En la cripta y Antología de cuentos de terror. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. LO INNOMBRABLE (The Unnamable) En castellano: en Dagon y otros cuentos macabros. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. LO QUE LA LUNA TRAE (What the Moon brings) En castellano: en La maldición de Sarnath. En inglés: en Miscellaneous Writings. 1924 LA CASA MALDITA (The Shunned House) En castellano: en En las montañas de la locura. En inglés: en At the Mountains of Madness and Other Novels. 1925 ÉL (He) En castellano: en El sepulcro y El clérigo malvado y otros relatos. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. EL HORROR DE RED HOOK (The Horror at Red Hook) En castellano: en El sepulcro y El clérigo malvado y otros relatos. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. EN LA CRIPTA (In the Vault) En castellano: en En la cripta. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. 1926 LA LLAMADA DE CTHULHU (The Call of Cthulhu) En castellano: en En la cripta y Relatos de los Mitos de Cthulhu. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. AIRE FRÍO (Cool Air) En castellano: en En la cripta. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. EL MODELO DE PICKMAN (Pickman's Model) En castellano: en El horror de Dunwich. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. LA LLAVE DE PLATA (The Silver Key) En castellano: en Viajes al otro mundo. En inglés: en At the Mountains of Madness and Other Novels. LA EXTRAÑA CASA EN LA NIEBLA (The Strange High House in the Mist) En castellano: en El sepulcro y El clérigo malvado y otros relatos. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales. 1927 EL CASO DE CHARLES DEXTER WARD (The Case of Charles Dexter Ward) En castellano: El caso de Charles Dexter Ward. En inglés: en At the Mountains of Madness and Other Novels. EL COLOR SURGIDO DEL ESPACIO (The Colour Out of Space) En castellano: en En la cripta y El color que cayó del cielo. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. EN BUSCA DE LA CIUDAD DEL SOL PONIENTE (The Dream-Quest of Unknown Kadath) En castellano: en Viajes al otro mundo. En inglés: en At the Mountains of Madness and Other Novels. 1928 EL HORROR DE DUNWICH (The Dunwich Horror) En castellano: en El horror de Dunwich. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. 1930 EL SUSURRADOR EN LA OSCURIDAD (The Whisperer in the Darkness) En castellano: en El horror de Dunwich. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. 1931 EN LAS MONTAÑAS DE LA LOCURA (At the Mountains of Madness) En castellano: en En las montañas de la locura. En inglés: en At the Mountains of Madness and Other Novels. LA SOMBRA SOBRE INNSMOUTH (The Shadow over Innsmouth) En castellano: en Los mitos de Cthulhu. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. 1932 LOS SUEÑOS EN LA CASA DE LA BRUJA (The Dreams in the Witch House) En castellano: en En las montañas de la locura. En inglés: en At the Mountains of Madness and Other Novels. 1933 EL SER EN EL UMBRAL (The Thing in the Doorstep) En castellano: en En la cripta. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. 1934 LA SOMBRA FUERA DEL ESPACIO (The Shadow out of Time) En castellano: en Los mitos de Cthulhu. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. 1935 EL MORADOR DE LAS TINIEBLAS (The Haunter of the Dark) En castellano: en Los mitos de Cthulhu y Relatos de los Mitos de Cthulhu. En inglés: en The Dunwich Horror and Others. 1937 EL CLÉRIGO MALVADO (The Evil Clergyman) En castellano: en El sepulcro y El clérigo malvado y otros relatos. En inglés: en Dagon and Other Macabre Tales.

LOS APÓCRIFOS DE H. P. LOVECRAFT .
Como todo culto abyecto que se precie, los dioses lovecraftianos también cuentan con con libros prohibidos y malditos; el que encabeza la lista es el pavoroso "Necronomicón" o "Al Azif", seguido de los "Manuscritos Pnakóticos", el "Texto de R´lyeh", el "Libro de Dyzan", los "Siete Libros Crípticos de Hsan", los "Cantos de Dhol", el "Libro de Eibon", los "Unaussprechlichen Culten", "De Vermis Mysteriis", los "Cultes des Goules" y los "Fragmentos de Celaeno". Además de estos textos, Lovecraft imaginó varias comarcas ubicadas en su natal Providence, en donde ocurren la mayoría de sus historias: Dunwich, Kingsport, Arkham e Innsmouth.

LOVECRAFT Y SU LEGADO.
A pesar de su prolífica obra, durante muchos años Lovecraft sólo fue conocido entre los lectores de "Weird Tales", entre sus amigos y colegas y entre los críticos especializados, debido principalmente a la naturaleza de revista "Pulp", de tiraje limitado en que fueron publicados sus escritos. Fue sólo mucho después del fallecimiento de Lovecraft que August Derleth, amigo y colaborador póstumo, funda la editorial "Arkham House", la que publica y difunde sus obras, dándose a conocer a través del mundo, concertando, hasta nuestros días, la devoción y admiración de varias generaciones de lectores y escritores que gustan de lo fantástico y macabro. Howard Phillips Lovecraft falleció en las primeras horas del 15 de marzo de 1937, víctima de cáncer intestinal, complicado con nefritis crónica.




Libros gratuitos(descarga de libros):
Aire frío
Bibliografía
Dagon
El caos reptante
El ceremonial
El caso de Charles Dexter Ward
El color venido del espacio
El extraño
El demonio de la peste
El grito del muerto
El horror de Dunwich
El horror de las sombras
El horror en la Playa Martin
El modelo de Pickman
El sabueso
En busca de la ciudad del sol poniente
En la cripta
Herbert West: Reanimator
Historia del Necronomicon
La bestia en la cueva
La declaración de Randolph Carter
La hoya de las brujas
La lámpara de Alhazred
La llamada de Cthulhu
La llave de plata
La sombra fuera del Espacio
La sombra sobre Innsmouth
Las legiones de la tumba
Los gatos de Ulthar
Los otros dioses
Los sueños de la casa de la bruja
Más allá del muro de los sueños
Polaris
Seis disparos a la luz de la luna
Soneto XIV de Hongos de Yuggoth, de Vientos estelares

Enlaces (links)
Wikisource
Wikisource contiene obras originales de Howard Phillips Lovecraft.
En Español/Castellano
Dossier sobre Lovecraft, su vida y obra
Enciclopedia H.P. Lovecraft. Proyecto cronológico exhaustivo sobre la biografía, bibliografía y entorno socio-cultural del autor
Historia del Cuento Clásico de Terror
H. P. Lovecraft.es: Proyecto en español acerca de la vida y obra de Lovecraft
Liga Lovecraftiana. Asociación fundada en 1990 y que se dedica a la difusión y estudio de la obra lovecraftiana. Posee la única revista en español dedicada únicamente al ensayo sobre Fantasía: Yermo Frío
Listado bibliográfico con todas las obras del autor, y su correspondiente edición/es en castellano
Liter Área Fantástica
Nueva Logia del Tentáculo Web de la Asociación Lovecraftiana dedicada a H.P. Lovecraft - Vida, Obra y su Entorno
Sergio Fritz Roa, La Antártica y el mito lovecraftiano
Sergio Fritz Roa, Lovecraf y la modernidad
Textos de Lovecraft
Viejo Reino. H.P. Lovecraft - Maestro del Horror
En Inglés
Miskatonic University
Página Oficial de H.P. Lovecraft (con datos, biografía y estudios de algunos de sus relatos)
Web de la Universidad Miskatonic
Lectura lovecraftiana de Cien años de soledad.
El contenido de este artículo incorpora material de una entrada de la Enciclopedia Libre Universal, publicada en castellano bajo la licencia GFDL.

Informacion obtenida de distintas fuentes: Wikipedia, factoria de libros.

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