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domingo, 6 de diciembre de 2009

E.T.A. HOFFMAN

E.T.A. HOFFMAN
Ernest Theodor Amadeus Hoffmann (24 de enero de 1776- 25 de junio de 1822), jurista, pintor, cantante (tenor) y compositor alemán, que participó activamente en el movimiento romántico de la literatura alemana.
Biografía
Nació en Königsberg (Prusia Oriental; actualmente Kaliningrado, en Rusia), hijo y sobrino de abogados, aunque tras la separación de sus padres en 1778 se crió con la familia de su madre.
Su tercer nombre era originalmente Wilhelm, pero más tarde adoptó el de Amadeus en honor del compositor Wolfgang Amadeus Mozart. Hoffmann estudió Derecho en la Universidad de Königsberg pero sólo lo ejerció un corto período antes de dedicarse forzosamente a la pintura, la crítica musical y la composición debido a la derrota de Prusia por parte de Napoleón.
En 1814 volvió a la administración civil prusiana en Berlín y ejerció exitosamente como juez hasta su muerte.
Hoffmann es mucho más conocido como escritor siendo una figura de gran influencia en los grandes escritores posteriores como Edgar Allan Poe y Theophile Gautier. Sus obras de ficción, de horror y de suspenso que combinan lo grotesco y lo sobrenatural con un poderoso realismo psicológico, se encuentran entre las mejores y más influyentes del movimiento romántico.
Inspiración en otros autores
Siendo Hoffmann un magnífico músico, admirado por Beethoven y otros, sus creaciones literarias inspiraron muchas piezas musicales. Algunas de las más famosas son, indudablemente, los cuentos fantásticos en los que Jacques Offenbach basó su ópera Los cuentos de Hoffmann (1880) en donde coloca a Hoffmann como el protagonista de las historias: Der Sandmann (El hombre de la arena), La Noche de San Silvestre o del año viejo, El Puchero de oro, Kleinzach y El violín de Cremona. Léo Delibes, el célebre compositor francés, también utilizó -El hombre de arena- para su ballet Copelia (1870). Su personaje del kapellmeister Johannes Kreisler también inspiró la obra para piano Kreisleriana del compositor alemán Robert Schumann. Richard Wagner usó un tratamiento de Hoffmann en Los maestros cantores de Núremberg. Vincenzo Bellini usó El dux y la dogaresa para la ópera Marino Faliero, Gaetano Donizetti toma muchos rasgos de "Signore Formica" para su ópera bufa -Don Pasquale-, etc. Así mismo, Hoffmann se inspiró en la Ópera Don Giovanni de su admirado Mozart para su complejo relato Don Juan. Hoffmann, siempre artista completísimo, imprime un horror deliciosamente elegante en obras magistrales como "El Magnetizador", "El Mayorazgo", "Vampirismo", "Los autómatas" y otros.
Muchas de las novelas cortas más famosas de Hoffmann fueron reunidas en sus Piezas fantásticas (2 volúmenes, 1814-1815), que también contiene una colección de crítica musical y sus propias ilustraciones. Una de sus obras considerada homónima es la estupenda novela Los elixires del diablo (1816), famosa por el uso del doppelgänger, es decir, un doble fantasmal y está clasificada como una de las grandes glorias del romanticismo alemán y la literatura universal. Hoffmann compuso música religiosa y música incidental para obras de teatro, sinfonías y ballets, y la ópera Ondina (1816).
E.T.A Hoffmann, además de notable literato fue dramaturgo. Fruto de tal actividad es la propia ópera "Undine", de 1816, con un libreto basado en un cuento que Friedrich de la Motte Fouqué había escrito en 1811 en pleno auge de las narraciones fantásticas o cuentos de hadas (no debemos olvidar que las colecciones de los hermanos Grimm aparecieron entre 1812 y 1815). En el libreto de "Undine" realidad y fantasía se fusionan, se interrelacionan, al menos; concretamente narra la venganza de los seres sin alma(o sea el mundo fantasmal), que se cierne sobre los seres con alma (es decir, el mundo real), al haberse opuesto los segundos al deseo de Ondina, hija de las aguas, de ser aceptada por los hombres y de acceder en última instancia al amor humano. Tras esta bella poesía, debemos centrar nuestra atención en el trasfondo temático, por su poder simbólico y evocador así como por su preferencia hacia unos temas que serán germen de la ópera romántica alemana y más concretamente de la de Richard Wagner. Por eso es fundamental conocer la obra tanto literaria como teatral de Hoffmann, en cuanto supone un antecedente inmediato de la obra operística posterior.
A pesar de su amplia influencia, sus obras han sido adaptadas al cine esporádicamente, debido probablemente a su dificultad escenográfica, enorme intensidad psicológica y manejo de matices conductuales. La versión más renombrada es la adaptación de la ópera Los cuentos de Hoffmann, realizada por los directores-productores Powell y Pressburger en 1951. El cuento que ha tenido más versiones ha sido su fantasmagórico El Cascanueces, célebre gracias al famosísimo ballet de Tchaikovsky, especialmente en series de dibujos animados para TV.
Algunos cineastas como David Lynch pueden considerarse herederos lejanos del planteamiento psicológico propuesto por Hoffmann, especialmente por ahondar en la situación espectral del "doble". La última adaptación al cine ha sido llevada a cabo en el cortometraje Don Giovanni por Ricard Carbonell (2006), en el que se moderniza el cuento Don Juan y se plantean cuestiones relacionadas con el doppelgänger
(doble personal).
FUENTE :WIKIPEDIA

martes, 6 de octubre de 2009

LAS AFLICCIONES DEL ARTISTA


LAS AFLICCIONES
DEL ARTISTA
RICARDO RIVERA AYBAR

Trátese de un pintor desorejado y suicida
como Vicente Van Gogh o de escritores de
la estatura de un Cervantes o de un Dostoievski,
que conocieron las penalidades de la
cárcel y de una vida cargada de deudas, privaciones
y padecimientos de toda laya, el paso
de los artistas por el mundo parece marcado
de principio a fin por una dolorosa adversidad.
Casi podría decirse que jamás hombres
algunos han experimentado los abatimientos
de espíritu que tienen que padecer muchos
artistas, generalmente los más notables. El
caso de Van Gogh se repite con bastante frecuencia.
Resonantes han sido los suicidios de
Alfonsina Storni, Ernest Hemingway, Stefan
Sweig, Horacio Quiroga y muchos otros. El
propio Leon Tolstoy, quien una vez se sintiera
sumergido en un abismo de desesperación,
confesó que en esos instantes pensó que ya no
le quedaba nada de que asirse y que espiritualmente
su vida estaba aniquilada, una
fuerza invencible lo impelía a privarse de su
existencia y que sólo la fe en Dios lo libró de
esa tentación.
Son muchos los buenos artistas que tienen
que pasar por el estremecimiento de un
gran dolor. Esto tiene su anverso porque resulta
que cuando la vida discurre plácidamente
y todo se hace muy fácil, no se está en
condiciones de producir lo mejor que hay dentro
de cada quien. Se infiere que sólo aquellos
artistas que han sufrido mucho en la vida
son los únicos capaces de producir grandes
obras, las que nunca podrán realizarse por el
camino apacible de la bienandanza. Es evidente
que se necesita luchar y sufrir, a lo cual
es ajeno todo aquel cuya vida ha sido un lecho
de rosas, un recibirlo todo a pedir de boca y
sin muchos sacrificios. Este género de vida
podrá convenirles y acomodarles a quienes no
tienen otro aliciente ni otra ambición que no
sea el mero disfrute de bienes materiales y
placeres mundanos, pero nunca a los que aspiran
a producir obras de arte meritorias,
porque las grandes realizaciones se fraguan
en las brasas del sufrimiento. Es poco conocido
pero aleccionador el caso de aquella joven
dotada de una bellísima voz y que fue llevada
por sus padres ante un célebre profesor para
que éste le diera la educación necesaria. Pero
aconteció que al cabo de unos meses el profesor
la envió de nuevo a su casa. Los padres
volvieron a donde él para saber qué sucedía
con su hija, si era que la muchacha carecía de
las dotes necesarias para convertirse en una
gran cantante. El profesor les respondió que
era lo contrario, que ella poseía una lindísima
voz, una presencia muy atractiva y que todavía
podía señalar otras cualidades más. Los
padres preguntaron entonces qué era lo que
le faltaba a la hija, a lo que el profesor contestó:
“Tan sólo le falta haber sufrido un poco.
Ha sido una joven mimada. El día que pase
por la experiencia de un gran sufrimiento, su
voz adquirirá una calidad única, un matiz
incomparable y las multitudes correrán para
escucharla”.
Si entre los artistas y escritores hay mediocridades,
ello se debe en gran medida a
que no saben lo que es sufrir. Es como si el
sufrimiento le diera a la vida una reciedumbre,
una hondura particular, una nueva y
ejemplarizadora dimensión.
Hay ciertas actividades en las que la
mediocridad es rotundamente insoportable: la
literatura, la música, la pintura, escultura...
en fin, todo el arte. Se puede ser mediocre
hasta en la medicina, en la ingeniería, en
la abogacía (hay abogados que ni siquiera se
saben expresar correctamente) y en prácticamente
todas las profesiones. Ello no les impide,
sin embargo, a los profesionales de esas
carreras alcanzar una relativa superación
como para lograr ganancias monetarias considerables
en el ejercicio de tales menesteres.
No lograron terminar con honores, pero se
graduaron, ejercen con innegable éxito...¡y
ganan papeletas! En el arte, la mayoría de las
veces no hay graduaciones ni se cuenta con
esa gracia ni esas ganancias.
En ninguna otra labor humana se pone
más de manifiesto la excelencia o mediocridad
que en la expresión del arte en cualquiera
de sus múltiples facetas. Y es que, como
decía Alejandro Dumas, el arte necesita de la
soledad, de la miseria y la pasión. Es una flor
de roca que pide vientos fuertes y terrenos
duros.
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