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lunes, 31 de marzo de 2008

“Cuento Sátiro”- "El Cumpleaños de tia Marta"

“Cuento Sátiro”
“El Cumpleaños de Tía Marta”

Mañana será el cumpleaños de tía Marta. A tía Marta es difícil regalarle
algo. Ella es muy exigente. El año pasado le regalé unas zapatillas de paño, de
esas que suelen ser oscuras y forradas por dentro y se ofendió muchísimo porque
decía que ese regalo era para gente de la tercera edad. Yo no sé bien a que edad
piensa ella que pertenece, si fuera por años, debería de estar en la cuarta o en la
quinta.
Siempre me acuerdo del cumpleaños de tía Marta porque es justamente
después del aniversario de la muerte de mama.
Mamá murió un día antes, atropellada por un autobús precisamente
cuando estaba preparando la fiesta para la celebración de su cumpleaños.
Aquello no fue motivo para que la fiesta se anulara, ni muchísimo menos,
todo lo contrario. Aquel año celebramos el cumpleaños de tía Marta con más
alegría que nunca. No se me olvidan las últimas palabras de mamá, tirada en la
carretera, con las ruedas del autobús marcadas en su vientre rompiéndola en dos:
-“Hijo mío, hijo mío,- me dijo la pobre- no te preocupes por mi, y recoge todas
las latas de cervezas que están rodando por la acera de enfrente. Son para la
fiesta de tu tía. No se te olvides de meterlas en el refrigerador, porque la verdad
es que tiene leches beber cerveza caliente. No me llores ahora. Ahora lo único
importante es la fiesta de tu tía. Ve y disfruta, pásalo bien y brinda por mí, y
cuando la fiesta termine ven a verme entonces al cementerio, allí sí, allí lloras un
ratito frente a mi tumba, pero llora alto, que te pueda oír bien, que ya sabes que
últimamente estoy fatal del oído.”-
-No te preocupes mama, que así lo haré.
-Muy bien hijo, muy bien, así me gusta.
-¿Y ahora que?. ¿Te dejo toda tirada y desangrándote?
-Si, déjame, déjame.- Y diciendo esto mama la palmó dando su ultimo
suspiro pronunciando un ¡Hay!, muy cursi.
Mamá siempre fue una santa, un poquitin pija, pero una santa muy santa.
Cuando terminamos de celebrar el cumpleaños aquel año, como me había
dicho mama, me fui para el cementerio, y allí estaba la pobre, toda enterradita.
Me puse a llorar y lloré alto, muy alto, lo mas alto que pude para que
mama me oyera, como ella me dijo. Lloré tan alto que todas las ancianas que
rezaban por allí, suspendieron sus oraciones por un instante para mirarme
escandalizadas. Alguna incluso salió corriendo del sitio, huyendo como alma
que persigue el diablo. Era gracioso ver a la vieja vestida de negro con las
enaguas remangadas y corriendo por las calles del cementerio como si fuera
“Card Lewis” en las Olimpiadas de “Barcelona 92”.
Desde entonces voy al cementerio cada año y siempre consulto el regalo
de Tia Marta con mama, pero este año ha sido imposible. Mamá ha debido de
enterarse de mis obsesiones con Angélica, mi compañera, y como no le gustan
esas cosas del sexo, debe andar algo enfadada, pues por mas que le rezo, y por
mas que le lloro, en esta ocasión está pasando de mi y no me dice que regalar a
su hermana.
¡Bueno!, pues peor para tía Marta. Como no se que regalarle y ando un
poquito mal de liquidez, podría regalarle... ¡Leches!, ¡releches!, ¡Que gran idea!,
podría regalarle el Arcángel de granito que preside el panteón de la familia
Ristori. Los Ristori están ya todos muertos y nadie echará de menos al Ángel
ese de piedra. Total, a tía Marta siempre le encantó el arte y la la escultura en
particular.
Existe un gran problema. Al Arcángel no hay quien lo separe del suelo.
Primero porque está perfectamente anclado y pegado con cemento del bueno, y
segundo porque debe de pesar una barbaridad. Desde lejos no parecía tan
grande. Vamos, que aunque se pudiera arrancar, esta estatua debe de pesar un
hartón. Yo no creo que pueda llevarla desde el cementerio hasta casa de tía
Marta cargando con ella. Terminaría muerto.
Trato de buscar alguna forma de llevar ese peso pesado a casa de tía
Marta, pero no, no hay forma. Cuanto más lo pienso más difícil se me hace.
Seguro que hay otras soluciones más factibles. Miro a mi alrededor buscando
algo que me inspire qué regalar a tía Marta, y ¡leches!, ¡releches!, como no había
caído antes, le regalaré un ramo de flores. Las flores son muy bonitas y también
les encanta. Además, por aquí hay muchas.
Arrancaré algunas rosas de los ramos, rosas rojas que son las que más me
gustan. Esas que tiene la lápida tercera de la segunda fila son geniales. Ya está
ya las tengo, ya son mías. Cogeré algunos gladiolos y unos cuantos crisantemos.
Ahora trataré de formar el ramo.
Formar un ramo de flores es tarea sumo complicada. Por mas que he
mareado a las flores no he conseguido disponerlas en forma original y
estéticamente aceptable. Les he dado tantas vueltas que las flores al final se han
chuchurido. Mas vale que las tire. Está bien que se regalen flores gratis del
cementerio a una tía en su cumpleaños, pero no flores marchitas, ya eso sería el
colmo de los colmos. ¿Qué puedo hacer?, ¿cómo podré componer un ramo sin
que se me estropeen las flores?. ¡Ahhh!, ya sé lo que haré. Le regalaré a tía
Marta el ramo de mama. Total, ella este año no se lo ha merecido. ¡Ea!, toma ya,
por no hablarme, y para que sigas enfadada por que me guste tocarle las piernas
a mi compañera Angélica. Ahora te aguantas, y si quieres flores, te esperas hasta
el año que viene.
¡Mira que hacerme venir hasta el cementerio para luego quedarse mas
callada que una muerta...!
Desde luego algunas veces a mama no hay quien la entienda.

EL MARTILLO DE LAS BRUJAS - ( MALLEUS MALEFICARUM ) HEINRICH KRAMER - JACOB SPRENGER

A MODO DE PROLOGO
El Malleus Maleficarum, o «Martillo de las Brujas», es probablemente el tratado más importante que se haya publicado en el contexto de la persecución de brujas y la histeria brujeril del Renacimiento. Es un exhaustivo libro sobre la caza de brujas, que, luego de ser publicado primeramente en Alemania en 1487, tuvo docenas de nuevas ediciones, se difundió por Europa y tuvo un profundo impacto en los juicios contra las brujas en el continente por cerca de 200 años. Esta obra es notoria por su uso en el período de la histeria por la caza de brujas que alcanzo su máxima expresión entre mediados del siglo XVI hasta mediados del XVII.
El Malleus Maleficarum fue compilado y escrito por dos monjes inquisidores dominicos, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, quienes aseguraron en el libro que les habían sido otorgados poderes especiales para procesar brujas en Alemania por el Papa Inocencio VIII, por medio de un decreto papal del 5 de diciembre de 1484; pero este decreto había sido emitido antes de que el libro fuese escrito y antes de que sus planeados métodos fueran dados a conocer.
El Malleus Maleficarum fue originalmente precedido por la bula Summis desiderantes, emitida por el Papa Inocencio VIII el 5 de diciembre de 1484, el principal documento papal sobre brujería. En ella se menciona a Sprenger y Kramer por sus nombres (Iacobus Sprenger y Henrici Institoris), y los conmina a combatir la brujería en el norte de Alemania.
El libro en sí no fue específicamente ordenado por la Iglesia. Los escritores adjuntaron una nota de aprobación de la Universidad de Colonia, ostensiblemente firmada por 4 de sus profesores. Sin embargo, esta nota era una falsificación. La Universidad nunca aprobó el libro, y de hecho lo condenó por el uso de procedimientos antiéticos, y porque su demonología no era acorde con la doctrina católica. Kramer fue condenado por la Inquisición en 1490, pero el libro continuó siendo publicado, manteniéndose a flote por la creciente hambre popular de soluciones contra la brujería.
El libro está dividido en tres secciones, cada una de las cuales plantea preguntas específicas y se propone responderlas a través de argumentos contrarios. Hay poco material original en el libro; es más que nada una recopilación de creencias y prácticas preexistentes con abundantes partes tomadas de obras anteriores tales como Directorium Inquisitorum (1376), de Nicolau Aymerich, o Formicarius (1435) de Johannes Nider.
La Parte I busca probar que la brujería o hechicería existía. Detalla cómo el Demonio y sus seguidores, las brujas y hechiceros, perpetran una plétora de males «con el permiso de Dios Todopoderoso». Más que explicar esto como un castigo, tal como muchas autoridades eclesiales de la época hacían, los autores de este libro proclaman que Dios permite estos actos, con tal que el Diablo no gane poder ilimitado y destruya el mundo.
Parte de esta sección explica por qué las mujeres, por su supuesta naturaleza más débil e intelecto inferior, son por naturaleza más propensas a la tentación de Satán que los hombres. El propio título del libro contiene la palabra maleficarum, la forma femenina del sustantivo, y los escritores declaran (incorrectamente) que la palabra femina (mujer) es una derivación de fe+minus, sin fe (o infiel, o desleal).
La Parte II del Malleus Maleficarum describe las formas de brujería. Esta sección detalla como las brujas lanzan hechizos, y cómo sus acciones pueden ser prevenidas o remediadas. Un fuerte énfasis se le da al Pacto con el Diablo y la existencia de brujas es presentada como un hecho. Muchos de las informaciones del libro de hechizos, pactos, sacrificios y cópula con el Diablo fueron obtenidos (supuestamente) de juicios inquisitoriales llevados a cabo por Sprenger y Kramer.
La Parte III detalla los métodos para detectar, enjuiciar y sentenciar o destruir brujas. La tortura en la detección de brujas es vista como algo natural; si el brujo o bruja no confesaba voluntariamente su culpa, la tortura era aplicada como un incentivo para confesar. Los jueces eran instruidos para engañar al acusado de ser necesario, prometiendo misericordia por la confesión.
Esta sección también habla de la confianza que se puede poner en los testimonios de los testigos y la necesidad de eliminar acusaciones maliciosas, pero también sostiene que el rumor público es suficiente para llevar a la persona a juicio y que una defensa demasiado vigorosa es evidencia de que el defensor está embrujado. Hay reglas acerca de cómo prevenir que las autoridades sean embrujadas y el consuelo de que, como representantes de Dios, los investigadores están protegidos de todos los poderes de las brujas.
y no hay mayor crimen que matar por escusa de Dios
*
*
HEINRICH KRAMER - JACOBUS SPRENGER
Malleus
Maleficarum
(El martillo de los brujos)
*
PROLOGO
El más famoso de todas los libros sobre brujería, Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos)
fue escrito en 1486 por dos monjes dominicos. En el acto, y a lo largo de los tres siglos siguientes, se
convirtió en el manual indispensable y la autoridad final para la. Inquisición, para todos 'los jueces,
magistrados y sacerdotes, católicos y protestantes, 'en la lucha contra la brujería en Europa.
Abarcaba los poderes y prácticas de los brujos, sus relaciones con el demonio, su descubrimiento.
La Inquisición, la hoguera, la tortura, mental y física, de la cruzada contra 'la brujería: todo esto es
conocido. Y detrás de cada uno de los actos sanguinarios se encontraba este libro, a la vez
justificación y manual de 'instrucción.
Para cualquier comprensión de la historia y naturaleza de la brujería y el satanismo, Malleus
Maleficarum es la fuente importante. La primera fuente.
*
Los AUTORES:
Heinrich Kramer nació en Schlettstadt, ciudad de la baja Alsacia, al sudeste de Estraburgo. A edad
temprana ingresó en la Orden de Santo Domingo y luego fue nombrado Prior de la Casa Dominica
de su ciudad natal. Fue predicador general y maestro de teología sagrada. Antes de 1474 se lo
designó Inquisidor para el Tirol, Salzburgo, Bohemia y Moravia.
]acobus Sprenger nació en Basilea. Ingresó como novicio en la Casa Dominica de esa ciudad en
1452. 'Se graduó de maestro de teología y fue elegido Prior 'y Regente de Estudios del convento de
Colonia. En 1480 se lo eligió decano de la facultad de Teología de la Universidad. En 1488,
Provincial de toda la Provincia Alemana.
Ambos fueron nombrados Inquisidores con poderes especiales, por bula papal de Inocencio VIII,
para que investigasen los delitos de brujería de las provincias del norte de Alemania. Malleus
Maleficarum es el resultado final y autorizado de esas investigaciones y estudios.
*
Los EDITORES

BULA DE INOCENCIO VIII
Inocencio, Obispo, Siervo de los siervos de Dios,
para eterna memoria
Nos anhelamos con la más profunda ansiedad, tal como lo requiere Nuestro
apostolado, que la Fe Católica crezca y florezca por doquier, en especial en este
Nuestro día, y que toda depravación herética sea alejada de los límites y las
fronteras de los fieles, y con gran dicha proclamamos y aun restablecemos los
medios y métodos particulares por cuyo intermedio Nuestro piadoso deseo pueda
obtener su efecto esperado, puesto que cuando todos los errores hayan sido
desarraigados por Muestra diligente obra, ayudada por la azada de un providente
agricultor, el celo por nuestra Santa Fe y su regular observancia que darán
impresos con más fuerza en los corazones de los fieles. Por cierto que en los
últimos tiempos llegó a Nuestros oídos, no sin afligirnos con la más amarga pena,
la noticia de que en algunas partes de Alemania septentrional, así como en las
provincias, municipios, territorios, distritos y diócesis de Magancia, Colonia,
Tréveris, Salzburgo y Bremen, muchas personas de uno y otro sexo,
despreocupadas de su salvación y apartadas de la Fe Católica, se abandonaron a
demonios, íncubos y súcubos, y con sus encantamientos, hechizos, conjuraciones
y otros execrables embrujos y artificios, enormidades y horrendas ofensas, han
matado niños que estaban aún en el útero materno, lo cual también hicieron con
las crías de los ganados; que arruinaron los productos de la tierra, las uvas de la
vid, los frutos de los árboles; más aun, a hombres Y mujeres, animales de carga,
rebaños y animales de otras clases, viñedos, huertos, praderas, campos de
pastoreo, trigo, cebada Y todo otro cereal; estos desdichados, además, acosan y
atormentan a hombres Y mujeres, animales de carga, rebaños y animales de otras
clases, con terribles dolores Y penosas enfermedades, tanto internas como
exteriores; impiden a los hombres realizar el acto sexual y a las mujeres concebir,
por lo cual los esposos no pueden conocer a sus mujeres, ni éstas recibir a
aquéllos; por añadidura, en forma blasfema, renuncian a la Fe que les pertenece
por el sacramento del Bautismo, y a instigación del Enemigo de la Humanidad no
se resguardan de cometer y perpetrar las más espantosas abominaciones y los
más asquerosos excesos, con peligro moral para su alma, con lo cual ultrajan a la
Divina Majestad y son causa de escándalo y de peligro para muchos. Y aunque
Nuestros amados hijos Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger, profesores de
teología de la orden de los Frailes Predicadores, han sido nombrados, por medio de
Cartas Apostólicas, Inquisidores de estas depravaciones heréticas, y lo son aún, el
primero en las ya mencionadas regiones de Alemania septentrional en las que se
incluyen los ya citados municipios, distritos, diócesis y otras localidades
específicas, y el segundo en ciertos territorios que se extienden a lo largo de las
márgenes del Rín, no obstante ello, no pocos clérigos y laicos de dichos países
tratan, con excesiva curiosidad, de enterarse de más cosas de las que les
conciernen, y como en las ya aludidas cartas delegatorias no hay mención expresa
y específica del nombre de estas provincias, municipios, diócesis y distritos, y
dado que los dos delegados y las abominaciones que deberán enfrentar no se
designan en forma detallada y especial, esas personas no se avergüenzan de
aseverar, con la más absoluta desfachatez, que dichas enormidades no se
practican en aquellas provincias, y que en consecuencia los mencionados
Inquisidores no tienen el derecho legal de ejercer sus poderes inquisitoriales en las
provincias, municipios, diócesis, distritos y territorios antes referidos, y que no
pueden continuar castigando, condenando a prisión y corrigiendo a criminales
convictos de las atroces ofensas y de las muchas maldades que se han expuesto.
Por consiguiente, en las referidas provincias, municipios, diócesis y distritos, las
abominaciones y enormidades de que se trata permaneces apunes, no sin
manifiesto peligro para las almas de muchos y amenaza d8 eterna condenación.
Por cuanto Nos, como es Nuestro deber, Nos sentimos profundamente deseosos de
eliminar todos los impedimentos y obstáculos que pudieren retardar y dificultar la
buena obra de los Inquisidores, así como de aplicar potentes remedios para
impedir que la enfermedad de la herejía y otras infamia dan su ponzoña pace
destrucción de muchas almas inocentes, y como Nuestro celo por la Fe nos incita
a ello en especial, y para que estas provincias, municipios, diócesis, distritos y de
Alemania, que ya hemos especificado, no se vean privados de los beneficios del
Santo Oficio a ellos asignado, por el tenor de estos presentes, y en virtud de
Nuestra. autoridad Apostólica, decretamos y mandamos que los mencionados
Inquisidores tengan poderes para proceder a la corrección, encarcelamiento y
castigo justos de cualesquiera personas, sin impedimento ni obstáculo algunos, en
todas las maneras, como si las provincias, municipios, diócesis, distritos,
territorios, e inclusive las personas y sus delitos, hubiesen sido específicamente
nombrados y particularmente designados en Nuestras cartas. Más aun, decimos, y
para mayor seguridad extendemos estas cartas, de delegación de esta autoridad,
de modo que alcancen a las aludidas provincias, municipios, diócesis, distritos y
territorios, personas y delitos ahora referidos, y otorgamos permiso a los
antedichos Inquisidores, a cada uno de ellos por separado o a ambos, así como
también a Nuestro amado hijo Juan Gremper, cura de la diócesis de Constanza,
Maestro en Artes, como su notario, o a cualquier otro notario público que
estuviere junto a ellos, o junto a uno de ellas, temporariamente delegado en las
provincias, municipios, diócesis, distritos y aludidos territorios, para proceder, en
consonancia con las reglas de la Inquisición, contra cualesquiera personas, sin
distinción de rango ni estado patrimonial, y para corregir, multar, encarcelar y
castigar según lo merezcan sus delitos, a quienes hubieren sido hallados
culpables, adaptándose la pena al grado del delito. Más aun, decimos que
disfrutarán de la plena y total facultad de exponer y predicar la palabra de Dios a
los fieles, tan a menudo como la oportunidad se presentare y a ellos les pareciere
adecuada, en todas y cada una de las iglesias parroquiales de dichas provincias, y
podrán celebrar libre y legalmente cualesquiera ritos o realizar cualesquiera actos
que parecieren aconsejables en los casos mencionados. Por Nuestra suprema
Autoridad, les garantizamos nuevamente facultades plenas y totales.
Al mismo tiempo, y por Cartas Apostólicas, solicitamos a Nuestro venerable
Hermano el Obispo de Estrasburgo* que por si mismo anuncie o por medio de
otros haga anunciar el contenido de Nuestra Bula, que publicará con solemnidad
cuando y siempre lo considere necesario, o cuando ambos Inquisidores o uno de
ellos le pidan que lo haga. También procurará que en obediencia a Nuestro
mandato no se los moleste ni obstaculice por autoridad ninguna, sino que
amenazará a todos los que intenten molestar o atemorizar a los Inquisidores, a
todos los que se les opongan, a esos los rebeldes, cualesquiera fuere su rango,
fortuna, posición, preeminencia, dignidad o condición, o. ,cualesquiera sean los
privilegios de exención que puedan reclamar, con la excomunión, la suspensión, la
interdicción y penalidades, censuras y castigos aun más terribles, como a él le
1pluguiere, y sin derecho alguno a apelación, y que según su deseo puede por
Nuestra autoridad acentuar y renovar estas penalidades , tan a menudo como lo
encontrare conveniente, y llamar en su ayuda, si así lo deseare, al brazo Secular
Non obstantibus . . . Que ningún hombre, por lo tanto. Pero si alguno se atreviere
a hacen tal cosa, Dios no lo quiera,. hacedle saber que sobre él caerá la ira de Dios
todopoderoso, y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.
Dado en Roma, en San Pedro, el 9 de diciembre del Año de la Encarnación de
Nuestro Señor un mil y cuatrocientos y cuarenta y ocho, en el primer Año de
Nuestro pontificado.
1 ° Alberto de Baviera 1478-1508. ( Ed.
*
PRIMERA PARTE
Que trata de los tres concomitantes necesarios de la
brujería, cuales son el demonio, un brujo y el permiso
de Dios Todopoderoso
*

AQUÍ COMIENZA AUSPICIOSAMENTE LA PRIMERA PARTE DE ESTA OBRA
PREGUNTA. De si la creencia de que seres como las brujas existen es parte tan
esencial de la fe católica, que mantener con obstinación la opinión contraria
tiene un manifiesto sabor a herejía.
Y se afirma que una sólida creencia en los brujos no es doctrina católica: véase el
capítulo 26, pregunta 5 de la obra de Epíscopo. Quien crea que cualquier criatura
puede ser cambiada para mejor o para peor, o transformada en otra cosa u otro
ser, por cualquiera que no sea el Creador de todas las cosas, es peor que un
pagano y un hereje. De manera que cuando informan que tales cosas son
efectuadas por brujos, su afirmación no es católica, sino simplemente herética.
Más aun, no existe acto de brujería que posea efecto permanente entre nosotros. Y
esta es la prueba de ello: que si así fuera, sería efectuada por obra de los
demonios. Pero asegurar que el diablo tiene el poder de cambiar los cuerpos
humanos e infligirles daño permanente no parece estar de acuerdo con las
enseñanzas de la Iglesia. Porque de este modo podrían destruir el mundo' entero, y
llevarlo a la más espantosa confusión.
Más aún, toda alteración que se produce en el cuerpo humano -por, ejemplo el
estado de salud o el de enfermedad - puede atribuirse a causas naturales, como
nos lo demostró Aristóteles en su séptimo libro de la Física. Y la mayor de estas
causas es la influencia de las estrellas. Pero los demonios no pueden inmiscuirse
en el movimiento de las estrellas. Esta es la. opinión de Dionisio en su epístola, a
San Policarpo. Porque eso sólo puede hacerlo Dios. Por lo tanto es evidente que los
demonios no pueden en verdad efectuar ninguna transformación permanente en
los cuerpos de los humanos; es decir, ninguna metamorfosis real Y de ese modo
debemos atribuir la aparición de cualquiera de esos cambios a alguna causa
oscura y oculta.
Y el poder de Dios es más fuerte que el del diablo, así que las obras divinas son
más verdaderas que las demoniacas. De donde, cuando el mal es poderoso en el
mundo, tiene que ser obra del diablo, en permanente conflicto con la de Dios. Por
lo tanto, como es ilegal mantener que las malas artes del demonio pueden en
apariencia superar la obra, de Dios, del mismo modo es ilegal creer que las más
nobles obras de la creación, es decir, los hombres y los animales, puedan ser
dañadas o estropeadas por el poder del diablo.
Más aun, que lo que se encuentra bajo la influencia de un objeto material no
puede tener poder sobre los objetos corpóreos. Pero los demonios están
subordinados a ciertas influencias de las estrellas, porque los magos observan el
curso de determinadas estrellas para invocar a los demonios. Por lo tanto, ellos
carecen del poder de provocar cambio alguno en un objeto corpóreo, y de ahí que
las brujas poseen menos poder que los demonios.
Porque éstos no tienen poder alguno, salvo cierto arte sutil. Pero un arte no puede
producir permanentemente una forma verdadera. (Y cierto autor dice: los que
escriben sobre alquimia saben que no existe .esperanza de ninguna trasmutación
real.) Por lo tanto los demonios, por su parte, mediante el uso de lo más selecto de
su industria, no pueden producir curaciones permanentes, ni permanentes
enfermedades. Pero si tales estados existen, se debe en verdad a otra causa, que
puede ser desconocida y que nada tiene que ver con las obras de diablos o brujos.
Pero según las Decretales (33), el caso es el inverso. "Si por brujería o por
cualquier arte mágica permitida por el oculto pero justísimo designio de Dios, y
con la ayuda del poder del demonio, etc ...." Esto se refiere a cualquier acto de
brujería, que pueda impedir la finalidad del matrimonio, v para que este
impedimento produzca efecto pueden concurrir tres causas, a saber: la brujería, el
demonio y el permiso de Dios. Más aun, la más fuerte puede influir sobre la que lo
sea menos. Pero el poder del demonio es más fuerte que cualquier poder humano
(Job, XL). No hay en la tierra poder que pueda compararse con el suyo, que fue
creado de modo que no temiese a nadie.
Respuesta. He aquí tres errores heréticos que se deben enfrentar, y cuando se
hayan refutado se verá la verdad con sencillez. Porque ciertos autores que
pretenden basar su opinión en las palabras de Santo Tomás (IV, 24), cuando trata
de los impedimentos causados por los encantamientos mágicos, intentaron
afirmar que no existe la magia, y que ella sólo está en la imaginación de los
hombres que atribuyen efectos naturales, cuyas causas no son conocidas, a la
brujería y los hechizos.
Hay otros que reconocen, por cierto, que los brujos existen, pero declaran que la
influencia de la magia y los efectos de los sortilegios son puramente imaginarios y
fantásticos. Un tercer tipo de escritores sostiene que los efectos que según se dice
causan los hechizos mágicos son por completo ilusorios y fantasiosos, aunque
bien pudiera ser que el diablo asista a algunos brujos.
De esta manera, es posible exponer y refutar los errores de cada una de estas
personas. Porque, en primer lugar, muchos escritores ortodoxos, en especial Santo
Tomás, demostraron que sus opiniones son desde todo ,punto de vista heréticas;
este autor sostiene que tales opiniones son en absoluto contrarias a la autoridad
de los santos, y que se basan en una total infidelidad. Porque la autoridad de las
Sagradas Escrituras dice que los demonios tienen poder sobre los cuerpos y las
mentes de los hombres, sólo cuando Dios les permite ejercer ese poder, tal como
se desprende con claridad de varios pasajes de las Escrituras. Por lo tanto, yerran
quienes dicen que la brujería no existe, sino que es algo puramente imaginario,
aunque no creen que los diablos existan, salvo en la imaginación de la gente
ignorante y vulgar, y los accidentes naturales que le ocurren al hombre los
atribuye él por error a un supuesto demonio. Pues la imaginación de algunos
hombres es tan vívida, que les hace creer que ven figuras y apariciones reales, que
no son otra cosa que el reflejo de sus pensamientos, y entonces éstos son tomados
por apariciones de espíritus malignos, y aun por espectros de brujas. Pero esto es
contrario a la verdadera fe, que nos enseña que ciertos ángeles cayeron del cielo y
ahora son demonios, y debemos reconocer que por naturaleza son capaces de
hacer cosas que nosotros no podemos. Y quienes tratan de inducir a otros a
realizar tales maravillas de malvada índole son llamados brujos o brujas. Y como
le, infidelidad en una persona bautizada se denomina técnicamente herejía, esas
personas son lisa, y llanamente herejes.
En lo qué se refiere a quienes sostienen los otros dos errores, es decir, quienes no
niegan que haya demonios y que éstos posean un poder natural, pero que difieren
entre sí acerca de los posibles efectos de la magia y de las posibles obras de los
brujos: escuela, una, que afirma que éstos pueden en verdad provocar
determinados efectos, y que sin embargo tales efectos no son reales, sino
fantásticos, mientras que la otra escuela admite que es verdad que algún daño
real cae sobre la persona o personas atacadas, pero que cuando un brujo imagina
que este daño es efecto de sus artes, se engaña groseramente. Este error parece
basarse en dos pasajes de los Cánones en los cuales se condena a unas mujeres
por imaginar falsamente que durante la noche cabalgaban con Diana o Herodías.
Esto puede leerse en el Canon. Sin embargo, puesto que tales cosas suceden a
menudo por ilusión, quienes suponen que todos los efectos de las brujerías son
simple ilusión e imaginación, se equivocan en grande. En segundo lugar, con
respecto a un hombre que cree o afirma que una criatura puede ser hecha o
trasformada para mejor o para peor, o convertida en otra cosa o semejanza, Por
cualquiera que no sea Dios, Creador de todas las cosas, dicho hombre es un infiel
y peor aun que un pagano. Por lo que,, y teniendo en cuenta las palabras
"trasformado para peor". dicen que si tal efecto es provocado por brujería, no
puede ser real, sino que debe ser pura fantasía.
Pero como estos errores saben a herejía y contradicen el sentido del Canon,
primero probaremos nuestras afirmaciones por medio de la ley divina, así como
por la ley eclesiástica y civil, pero ante todo de manera general
Por empezar, las expresiones del Canon deben ser tratadas en detalle (aunque el
sentido del Canon quedará más en claro aun en el interrogante siguiente). Porque
en muchas partes la ley divina ordena que no sólo se debe evitar a los brujos, sino
que también tienen que ser ejecutados, y en verdad no impondría esta pena
extrema si los brujos no hicieran reales y auténticos pactos con los demonios para
provocar daños y males verdaderos. Pues la pena de muerte se impone sólo en
casos de delitos graves y notorios, pero a veces adopta la forma de muerte del
alma, que puede ser causada por el poder de una ilusión fantástica o aun por la
tensión de la tentación. Esta es la opinión de Santo Tomás, cuando considera si es
malo utilizar la ayuda de los demonios (II, 7). Pues en el capítulo 18 del
Deuteronomio se ordena la destrucción de todos los magos y encantadores.
También el Levítico dice, en su capítulo 19: "Nos os volváis a los encantadores o
adivinos; no los consultéis ensuciándoos con ellos; yo pondré mi rostro contra tal
varón, y lo apartaré de su pueblo". Asimismo en el 20: "Y el hombre ola mujer que
evocaren espíritus de muertos o se entregaren a la adivinación, han de ser
muertos; los apedrearán con piedras; su sangre sobre ellos". Se dice que son
adivinas las personas en quienes los demonios han obrado cosas extraordinarias.
Más aun, debe recordarse que a causa de este pecado enfermó Ocozías y murió
(IV, Reyes, 22). Igualmente Saúl, según I Paralipómenos, 10. Tenemos, además,
las autorizadas opiniones de los Padres que comentaron las Escrituras y que
trataron en detalle sobre el poder de los demonios y las artes mágicas. Pueden
consultarse los escritos de muchos doctores acerca del Libro 2 de las Sentencias, y
se comprobará que todos concuerdan en decir que existen brujos y hechiceros que
por el poder del diablo son capaces de producir efectos reales y extraordinarios, y
que éstos no son imaginarios, y que Dios permite que tal cosa suceda. No
mencionaré las muchas otras obras en que Santo Tomás considera en gran detalle
las acciones de este tipo. Como por ejemplo en su Summa contra Gentiles, libro
III, capítulos 1 y 2, pregunta 114, argumento 4. Y en el Segando de los Segundos,
preguntas 92 y 94.
También podemos consultar a los comentaristas y exegetas que escribieron sobre
los sabios y los magos del Faraón, Exodo, VII. Otro texto de consulta seria la
opinión de San Agustín en La ciudad de Dios, Libro 18, cap. 17. Véase asimismo
su segundo libro, De la doctrina cristiana. Muchos otros doctores de la Iglesia
adelantan la misma opinión, y sería el colino de la locura que cualquier persona
intentara contradecirlos, y no podría afirmarse que estuviese libre de la culpa de la
herejía. Porque a cualquiera que yerre gravemente en la exposición de las
Sagradas Escrituras se lo considera con toda razón un hereje. Y quien piense en
forma diferente en lo tocante a estos asuntos que conciernen a la fe que sostiene la
Santa Iglesia Romana, es un hereje. Esa es la Fe. que negar la existencia de los
brujos es contrario al sentido evidente del Canon, lo demuestra la ley eclesiástica.
Pues tenemos las opiniones de los comentaristas del Canon, que comienzan
diciendo: "Si cualquiera, por medio de artes mágicas o brujería..." Y también están
los autores que hablan de hombres impotentes y embrujados, y que a causa de
este impedimento causado por la brujería se ven imposibilitados de copular, con lo
cual el contrato matrimonial queda nulo y en esos casos el matrimonio es
imposible. Porque dicen, y Santo Tomás se muestra de acuerdo con ellos, que si la
brujería produce su efecto en el casos de un matrimonio, antes que haya existido
contacto carnal, si es duradera anula y destruye el contrato matrimonial; y es muy
evidente que no puede decirse que tal situación sea ilusoria y efecto de la
imaginación.
Acerca de estos puntos, véase lo que tan exhaustivamente escribió el Beato
Enrique de Segusio en su Summa super Titulis Decretalium (Estrasburgo,
1512), también llamada Summa arrea o Summa archiepiscopi; asimismo, las
obras de Godofredo de Fontaines .y San Raimundo de Peñafort, quienes trataron
este asunto con suma claridad y en detalle, sin preguntarse si tal estado físico
podía considerarse imaginario e irreal, sino que dieron por seguro que se trataba
de casos ciertos y comprobados; y luego establecen si debe tratarse como
enfermedad duradera o temporaria cuando se prolonga durante más de tres años,
y no dudan de que puede ser provocada por el poder de la brujería, aunque es
verdad que ese estado podría ser intermitente. Pero lo que sí es un hecho que está
más allá de toda discusión ea que dicha impotencia puede ser causada mediante
el poder de un demonio, por medio de un pacto celebrado con él, e inclusive por el
diablo mismo, sin contar con la asistencia de brujo alguno, aunque esto último
rara vez ocurre en el seno de la iglesia, puesto que el matrimonio es un
excelentísimo sacramento. Pero entre los paganos en verdad sucede, y ello se debe
a que los espíritus del mal actúan como si tuviesen dominio legítimo sobre ellos,
como relata Pedro de Paludes en su cuarto libro, acerca de un joven que se había
prometido en matrimonio a cierto ídolo, pese a lo cual se casó con una doncella,
con la cual fue incapaz de mantener contacto alguno porque siempre Intervenía.
e1 diablo, apareciéndose en forma física. Sin embargo, en la iglesia el demonio
prefiere actuar por intermedio de brujos y provocar esos efectos para su provecho
propio, es decir, para la pérdida de las almas. Y entre los otros interrogantes que
teólogos y canonistas plantean con referencia a estos puntos, hay uno muy
importante, puesto que trata de cómo puede curarse esa impotencia, y de si es
permisible curarla por medio de un contrahechizo, y qué debe hacerse si el brujo
que obró el encantamiento está muerto, hecho que trata Godofredo de Fontafnes
en su Summa.
Esta, pues, es la razón de que los canonistas hayan elaborado con tanto cuidado
un catálogo que contiene las diferentes penas, con la diferenciación entre la
práctica privada y la práctica abierta de la brujería, o más bien de la adivinación,
puesto que esta inmunda superstición tiene varios grados y especies, de modo que
a todo aquel que se entregue en forma manifiesta a ella debe negársele la
Comunión. Si se practica de manera encubierta, el culpable ha de hacer
penitencia durante cuarenta días. Si se trata de un clérigo, será suspendido y
encerrado en un monasterio. Si es un laico, se lo excomulgará, puesto que todas
estas infames personas deben ser castigadas, junto con quienes a ellas recurren,
sin que pueda admitirse excusa alguna.
La misma pena impone la ley civil. En su Summa sobre el Libro 9 del Códice, en el
rubro que trata de los hechiceros, dos rubros después de la Lea Cornelia, en que
se habla de asesinos y criminales, Azo establece: "Hágase saber que todos aquellos
a quienes por lo común se llama hechiceros, y también los diestros en el arte de la
adivinación, incurren en delito penado por la muerte". Más adelante vuelve a
aludirse a esta penalidad, de la cual este es, el teto exacto: "Es ilegal que cualquier
hombre practique la adivinación; si así lo hace, su recompensa, será la muerte por
la espada del verdugo. También existen otros que con encantamientos mágicos
procuran quitar la vida a personas inocentes, que convierten las pasiones de las
mujeres en toda clase de lujurias; estos criminales deben ser arrojados a los
anímales salvajes. Y la ley permite que cualquier testigo sea admitido como
probatorio contra ellos. Esto lo especifica con toda claridad la parte del Canon que
trata sobre la defensa de la Fe. Y se permite el mismo procedimiento en una.
acusación de herejía. Cuando se presenta tal acusación, cualquier testigo puede
prestar testimonio, tal como si se tratara de un caso de lesa majestad. Porque la
brujería es alta traición contra la Majestad de Dios. Y deben ser sometidos a
tortura para hacerlos confesar. Cualquier persona, fuese cual fuere su rango o
profesión, puede ser torturada ante una acusación de esa clase, y quien sea
hallado culpable, aunque confiese su delito, será puesto en el potro, y sufrirá
todos los otros tormentos dispuestos por la ley, a fin de que sea castigado en
forma proporcional a sus ofensas". Nota: en edades doradas estos criminales
sufrían doble castigo, y a menudo eran arrojados a las fieras para que éstas los
devorasen. Hoy se los quema en la hoguera, y tal vez ello se deba a que la mayoría
son mujeres.
La ley civil también prohibe la connivencia y participación en tales prácticas, ya
que ni siquiera permite que un adivinador penetre en la casa de otra persona, y a
menudo ordena que todas sus posesiones sean quemadas, así como que nadie lo
proteja o consulte; muchas veces se los deportaba a alguna isla desierta y
distante, y todos sus bienes se vendían en subasta pública. Más aun, quienes
consultaban a brujos o recurrían a ellos eran castigados con gel exilio y la
confiscación de todas sus propiedades. Estas penas se pusieron en práctica con e1
consenso de todas las naciones y gobernantes, y contribuyeron en gran medida a
la supresión del cultivo de tales artes prohibidas.
Debe observarse que las leyes mucho alaban a quienes tratan de anular los
encantamientos de los brujos. Y los que se ponen en grandes esfuerzos para que la
obra de los hombres no resulte dañada por la fuerza de las tormentas o del granizo
son dignos de gran recompensa, antes que de castigo. Más adelante se analizará
cómo puede prevenirse legalmente ese daño. Por lo tanto, ¿cómo es posible que la,
negación o la frívola contradicción de cualquiera de estas proposiciones esté libre
de la señal de alguna herejía notable? Que cada hombre juzgue por sí, a menos de
que su ignorancia lo excuse de ello. Pero en seguida explicaremos qué clase de
ignorancia puede excusarlo. De lo que ya se dijo podemos extraer la. siguiente
conclusión: es opinión muy cierta y muy católica que existen encantadores y
brujos quienes, con la ayuda del diablo y en virtud de un pacto con él establecido,
son capaces, puesto que Dios lo permite, de producir males y daños reales y
verdaderos, lo cual no excluye que también puedan causar ilusiones fantásticas y
visiones por medio de alguna arte extraordinaria y peculiar. No obstante, los
alcances de esta investigación abarcan a la brujería, la cual difiere mucho de esas
otras artes, y por lo tanto, la consideración de éstas nada agregaría a nuestro
propósito, ya que quienes la practican pueden, con gran exactitud, ser
denominados adivinos y charlatanes, antes que Hechiceros.
Debe señalarse, muy en particular, que estos dos últimos errores se basan en una
total incomprensión de las palabras del Canon (no hablaré del primer error, que
como es evidente lleva su condena en sí mismo, puesto que es por completo
contrario a las enseñanzas de las Sagradas Escrituras). Pasemos, pues, a una
correcta comprensión del Canon. Y ante todo hablaremos del primer error, que
dice que el medio es pura ilusión, aunque los dos extremos sean reales.
Aquí habrá que señalar que existen catorce especies diferentes a las que les cabe
el término de superstición, pero en homenaje a la brevedad casi no es necesario
detallarlas, puesto que San Isidoro las expuso con claridad en su Etimologice,
Libro 8, y Santo Tomás en su Segando de los Segundos pregunta 92. Más aun, se
hará mención explícita del tema más adelante, cuando hablemos de la gravedad de
esta herejía.
La categoría en que han de clasificarse las mujeres de esta clase se denomina de
las Pitonisas, personas en o por medio de quienes el diablo habla. o realiza alguna
obra asombrosa, y a menudo esta es la primera categoría. Pero aquella. bajo la
cual se agrupa a los brujos es la de los Hechiceros.
Y dado que estas personas difieren mucho entre sí, no seria correcto que no se las
incluyese en las especies que abarcan a tantas otras; por lo tanto, como el Canon
menciona de modo expreso a ciertas mujeres, peso no habla de las brujas en otras
tantas palabras, se equivocan por completo quienes entienden que el Canon habla
sólo de viajes imaginarios y de traslaciones corpóreas, y quienes intentan reducir
todas las supersticiones a esta ilusión; porque así como aquellas mujeres se
transportan en su imaginación, así las brujas se transportan real y físicamente.
Y quien desee argumentar a partir de este Canon que los efectos de la brujería, el
hecho de infligir cualquier enfermedad o dolencia, son puramente imaginarios,
confunde por completo el significado del Canon, y yerra groseramente.
Además, es de señalar que aquellos que, si bien admiten que los dos extremos, es
decir, la. obra del diablo y su efecto, una enfermedad perceptible, son reales y
verdaderos, al mino tiempo niegan que esto lo realice por medio de un
instrumento; es decir, que niegan que bruja alguna pueda haber participado en tal
causa y efecto; ellos, digo, yerran muy gravemente, porque en filosofía el medio
debe participar de la naturaleza de los dos extremos.
Más aun, es inútil argumentar que cualquier resultado de la brujería puede ser
fantasioso e irreal, porque tal fantasía no puede lograrse sin acudir a los poderes
del demonio, y es preciso que se haya establecido un contrato con éste, por medio
del cual la bruja, real y verdaderamente, se obligue a ser la sierva del diablo y se
consagre a éste por entero, y ello no se hace en sueños, ni bajo la influencia de
ilusión alguna, sino que colabora real y físicamente con el demonio y se consagra`
a él. Pues en verdad, este es el fin de toda brujería; se trate de efectuar
encantamientos por medio de la mirada o por una fórmula do palabras, o por
cualquier otro hechizo, todo ello pertenece al diablo, como se verá en la pregunta
que sigue.
En verdad, si alguien se toma el trabajo de leer las palabras del Canon, encontrará
en él cuatro puntos que le llamarán la atención en especial. Y el primer punto es
este: es de la absoluta incumbencia de todas las criaturas y de los Sacerdotes, y
de todos los responsables del cuidado de las almas, enseñar a sus rebaños que
existe un solo, único y verdadero Dios, y que a nadie más debe venerarse en el
cielo ni en la tierra. El segundo punto es que, aunque estas mujeres imaginen
cabalgar (que así lo piensan y dicen) con Diana o Herodías, en verdad cabalgan
con el diablo, quien se llama con algunos de esos nombres paganos y arroja un
reflejo seductor ante sus ojos. Y el tercer punto es este: que el acto de cabalgar
puede ser meramente ilusorio, puesto que el diablo posee un extraordinario poder
sobre las mentes de quienes a él se entregaron, de manera que las cosas que
hacen en su imaginación creen que las hicieron real y verdaderamente en el
cuerpo. Y el cuarto punto es este: las brujas firmaron un pacto que consiste en
obedecer al demonio en todas las cosas, de donde la afirmación de que las
palabras del Canon debieran extenderse hasta incluir y abarcar todos los actos
brujeriles es un absurdo, puesto que las brujas hacen mucho más que estas
mujeres, y en verdad son de una especie diferente.
Y hay un tercer error, que equivocando las palabras del Canon dice que todas las
artes mágicas son ilusión, que puede corregirse con las palabras del propio Canon.
Porque en la medida ven que dice que quien cree que una criatura cualquiera
puede ser hecha o trasformada para mejor a para peor, o metamorfoseada en
alguna otra especie o semejanza, como no haya sido por el propio Creador de
todas las cosas, etc..., es peor que un infiel. Si estas tres proposiciones se entienden
así, como podrían parecer a simple vista, son todo lo contrario del sentido de las
Sagradas Escrituras y de los comentarios de los doctores de la iglesia. Pues el
siguiente Canon dice con claridad que las brujas pueden hacer criaturas, aunque
por fuerza serán muy imperfectas, y es probable que resulten deformadas de
alguna, manera. Y resulta claro que el sentido del Canon coincide con lo que nos
dice San Agustín acerca de los magos en la Corte del Faraón, que convirtieron sus
varas en serpientes, como escribe el santo doctor en el cap. 7 de Exodo. vera 11 . .
"y el Faraón llamó a los sabios y encantadores...". También podemos referirnos a
los comentarios de Estrabón, quien dice que los diablos corren de un lado a otro
de la tierra, cuando con sus encantamientos las brujas los emplean en distintas
obras, y dichos diablos pueden reunir diversos gérmenes o simientes, y de éstos
hacer que crezcan varias especies.
También podemos referirnos al Beato Alberto Magno, De animalibus. Y asimismo
a Santo Tomás, Primera Parte, pregunta 114, artículo 4. Para ser concisos, no los
citaremos aquí en detalle, pero queda demostrado que es posible crear a ciertas
criaturas de esa manera.
Con referencia al segundo punto, de que una criatura puede ser modificada para
mejor o para peor, siempre debe entenderse que ello sólo puede hacerse con el
permiso, y en verdad por el poder de Dios, y que sólo se hace para corregir o
castigar, pero que es muy frecuente que Dios permita que los diablos actúen como
Sus ministros y Sus servidores, aunque siempre es Dios únicamente quien puede
enfermar y sólo É1 puede curar, pues "yo hago morir y yo hago vivir"
(Déuteronomio, XXXII, 39.) Y en consecuencia los ángeles malos pueden cumplir y
cumplen con la voluntad de Dios. De ello también ofrece testimonio San Agustín
cuando dice: "En verdad existen encantamientos mágicos y hechiza malignos, que
no sólo afectan a los hombres con enfermedades, sino que inclusive los matan".
También debemos esforzarnos por entender ton claridad qué ocurre en realidad
cuando hoy en día, y por el poder del diablo, los magos y las brutas se convierten
en lobos y otros animales salvajes Pero el Canon habla de un cambio corporal y
duradero, y no habla de las cosas extraordinarias que pueden hacerse por el
encantamiento al que se refiere San Agustín en el libro 18, cap. 17, de La ciudad
de Dios, cuando refiere muchas extrañas historias de la famosa, bruja Circe, y de
los compañeros de Diomedes, y del padre de Prestancio. Esto se analizará en la
Segunda Parte.
DE SI ES UNA HEREJIA AFIRMAR QUE LAS BRUJAS EXISTEN

La segunda parte de nuestra investigación consiste en averiguar si es herejía
afirmar con obstinación la existencia de las brujas. El interrogante es el de si las
personas que sostienen que las brujas no existen deben ser consideradas como
herejes, o si se las tiene que considerar como gravemente sospechosas de
sustentar opiniones heréticas. Parece que la primera opinión es la correcta. Pues
no cabe duda de que coincide con la opinión del erudito Bernardo. Pero acerca, de
las personas que en forma abierta y con empecinamiento perseveran en la herejía
hay que demostrar, por medio de pruebas incontrovertibles, que son herejes, y por
lo general esa demostración es una de tres: o bien un hombre predicó y proclamó
doctrinas heréticas en forma abierta; o se demuestra que es un hereje por la
declaración de testigos dignos de confianza; o se demuestra que es un hereje
gracias a su propia y libre confesión. Y sin embargo existen quienes se oponen con
irreflexión a todas las autoridades y proclaman ene público que las brujas no
existen, o por lo menos que en modo alguno pueden herir y lesionar al género
humano. Por lo tanto, y para, hablar en términos estrictos, .los convictos de tan
maligna doctrina pueden ser excomulgados, según el comentario de Bernardo, ya
que están abierta e inconfundiblemente convictos de la difusión de una falsa
doctrina. El lector puede consultar las obras de Bernardo, donde encontrará que
esta sentencia es justa, correcta y fiel Pero tal vez este parece un juicio demasiado
severo, ante todo por las penalidades que siguen a la excomunión; pues el Canon
prescribe que el clérigo será degradado y el lego entregado al poder de los
tribunales seculares, a los cuales se ordena castigarlo como lo merece su delito.
Más aun, debemos tener en cuenta la gran cantidad de personas que sin duda,
debido a su ignorancia, serán encontradas culpables de este error. Y como el error
es muy común, el rigor de la justicia estricta puede ser atemperado por la piedad.
Y en verdad es nuestra intención tratar de excusar a quienes son culpables de
esta herejía, antes que acusarlos de hallarse infectados de la malicia de la herejía.
Es preferible, entonces, que si existieran graves sospechas de que un hombre
sostiene esa falsa opinión, no sea condenado en seguida por el gran delito de
herejía. (Véase la glosa de Bernardo a la palabra condenado.) En verdad se puede
juzgar a ese hombre como a una persona de quien se tienen serias sospechas,
pero no se lo condenará en su ausencia, ni sin escucharlo. Empero, la sospecha
puede ser muy grave, y no podemos abstenernos de sospechar de esas personas,
pues en verdad sus frívolas afirmaciones parecen afectar la pureza de la fe. Porque
existen tres clases de sospechas: la sospecha leve, la seria y la grave. Se las trata
en el capítulo sobre las Acusaciones y en el referido a la Contumacia, Libro 6, De
herética. Y estas cosas caen bajo la jurisdicción del tribunal arquidiocesano.
También puede hacerse referencia a los comentarios de Giovanni d'Andrea, y en
particular a sus glosas sobre las frases acusado, gravemente sospechoso, y a su
nota sobre una presunción de herejía. También es indudable que algunos que
sienten la ley al respecto no advierten que sostienen falsas doctrinas y errores,
pues muchos no conocen la ley canónica, y hay quienes, debido a que están mal
informados y tienen insuficientes lecturas, vacilan en sus opiniones y no pueden
decidirse, y como una idea que se mantiene en el fuero interno no es herejía, salvo
que después se la formule con obstinación, y se la mantenga en forma abierta, por
cierto que debemos decir que las personas que mencionamos no deben ser
condenadas abiertamente por el delito de herejía. Pero que nadie piense que puede
escapar alegando ignorancia. Porque quienes se han extraviado por ignorancia de
esta clase pueden haber pecado muy gravemente.
Aunque existen muchos grados de ignorancia, los encargados de la curación de las
almas no pueden alegar una ignorancia insuperable, que los escritores de la ley
canónica y los teólogos denominan Ignorancia del Hecho. Mas lo que puede
censurarse en esas personas es la ignorancia Universal, o sea, una ignorancia de
la ley divina, que, como estableció el papa Nicolás, pueden y deben conocer. Pues
dice: "La dispensa de estas enseñanzas divinas ha sido confiada a nuestra guarda,
y guay de nos si no sembramos la buena simiente, guay de nos si no enseñamos a
nuestra grey . Y así, quienes tienen la guarda de las almas están obligados a
poseer un sólido conocimiento de las Sagradas Escrituras. Es cierto que según
Raymundo de Sabunde y Santo Tomás, no cabe duda de que quienes tienen la
guarda de las almas no tienen por qué ser hombres de extraordinarios
conocimientos, pero deben poseer un conocimiento competente, el suficiente para
cumplir con las obligaciones del cargo.
Y sin embargo, y este puede ser un pequeño consuelo para ellos, la, severidad
teórica, de la ley queda contrarrestada a menudo por la práctica concreta, y
pueden saber que si bien a veces esta ignorancia de la ley canónica es culpable y
digna de censura, se considera desde dos puntos de vista.. Porque s veces las
personas no saben, no desean saber y no tienen intenciones de saber. Para tales
personas no existe excusa, y deben ser condenadas. Y de ellas habla el Salmista:
"No quiere entender para no poder hacer el bien." Pero en segundo lugar están
quienes son ignorantes, pero no por deseo de no saber. Y ello disminuye la
gravedad del pecado, porque no existe un consentimiento real de la voluntad. Y un
caso tal es el de quien debería saber algo, pero no se da cuenta de que debería
saberlo, como dice San Pablo en su Primera Epístola a Timoteo (I, 13): "Mas fui
recibido a misericordia porque lo hice con ignorancia, en incredulidad". Y en
términos técnicos se dice que esto es una ignorancia que por lo menos de manera
indirecta es falta de la persona, en la, medida en que, a consecuencia de muchas
otras ocupaciones, descuida informarse sobre asuntos que debería conocer, y no
usa esfuerzo alguno para conocerlos, y esta ignorancia no lo excusa por completo,
pero sí en cierto grado. Así dice San Ambrosio, al escribir sobre ese pasaje de
Romanos (II, 4): "¿No sabes que la benignidad de Dios te gofa a arrepentimiento?".
Si no lo sabes por tu propia falta,, tu pecado es grande y doloroso. Y más en
especial en estos días, en que las almas son acosadas por tantos peligros,
debemos adoptar medidas para disipar la Ignorancia, y siempre saber que se
pronunciarán contra nosotros severos juicios si no usamos; cada quien según su
adecuada capacidad, el único talento que nos ha sido dado. De este modo nuestra
ignorancia no será densa ni estúpida, pues en términos metafóricos decimos que
son densos y estúpidos los honrares que no vea lo que se encuentra ante sus
propios ojos.
Y en el Flores regularum moralium el canciller romano comenta la segunda
regla, y dice; uña ;ignorancia culpable de la ley divina, no afecta por fuerza a la
persona ignorante. La razón es la siguiente: el Espirito Santo es capaz de instruir
en forma directa a un hombre en todos .los conocimientos esenciales para la
salvación, si estas cosas son demasiado difíciles para que las entienda sin ayuda,
con su intelecto natural.
Por lo tanto, la, respuesta a la primera objeción es una comprensión clara y
correcta del Canon. A la segunda, Pedro di Tarentasia (Beato Inocencio V) replica:
no cabe duda de que el diablo, debido a la malicia que abriga contra el género
humano destruiría a la humanidad si Dios le permitiese hacerlo. El hecha de que
Dios le permita a veces hacer daño y otras se lo impida y prohiba, lleva al diablo,
como es manifiesto, a un desprecio 0 odio más francos, ya que en todas las cosas,
para manifestación de Su Gloria, Dios usa al diablo, aunque éste no lo quiera,
come su servidor y esclavo. Con respecto a la tercera objeción, de que una
enfermedad o cualquier otro daño es siempre el resultado del esfuerzo humano,
por medio del cual la bruja somete si voluntad al mal, y por lo tanto, como
cualquier otro malhechor por su voluntad puede dañar a una persona, o
producirle el mal o ejecutar un acto ruin. Si se pregunta si el movimiento de
objetos materiales, de un lugar a otro, por el diablo, puede equipararse al
movimiento de las esferas, la respuesta es No. Porque los objetos materiales no se
mueven de tal modo por un pode natural que les sea inherente, sino por cierta
obediencia al poder del diablo, quien en virtud de su propia naturaleza posee
determinado dominio sobre los cuerpos y las cosas materiales; afirmo que posee
ese poder, pero no puedo agregar a los objetos materiales creados ninguna forma o
aspecto, sea sustancias o accidental, sin cierta mezcla o colaboración de otro
objeto natura: creado. Pero como, por voluntad de Dios, en verdad puede mover
objetos materiales de un lugar a otro, por conjunción de vario: objetos puede
producir enfermedades o alguna otra circunstancia que desee. De ahí que los
hechizos y efectos de la brujería no se encuentran gobernados por el movimiento
de las .esferas, n: el diablo está gobernado de tal manera. ya que a menudo puede
utilizar esas condiciones para su provecho.
La respuesta a la cuarta objeción. La obra de Dios puede ser destruida por la del
diablo, de acuerdo con lo que ahora decimos respecto del poder y los efectos de la
brujería. Pero como ello sólo puede ser con permiso de Dios, no se sigue que el
demonio sea más fuerte que Dios. Por lo demás, no puede usar tanta violencia
como desee para dañar las obras de Dios, porque si no tuviese limitaciones podría
destruirlas por completo.
La respuesta a la quinta objeción puede exponerse con claridad de la siguiente
manera: los planetas y estrellas no tienen poder para empujar y obligar a los
diablos a ejecutar una acción contra su voluntad, aunque en apariencia los
demonios están más dispuestos a presentarse cuando los convocan los magos bajo
:a influencia de ciertas estrellas. Parece que lo hacen por dos razones. Primero,
porque saben que el poder de ese planeta colaborará en el efecto que los magos
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desean obtener. Segundo, lo hacen para engañar a los hombres, con lo cual les
hacen suponer que las estrellas poseen algún poder divino o una divinidad real, y
sabemos que en los días de la antigüedad esta veneración de los astros condujo a
la más vil idolatría.
Con referencia a la última objeción, que se basa en. el argumento de que los
alquimistas fabrican oro, podemos formular la opinión de Santo Tomás, cuando
estudia el poder del demonio y cómo actúa. Aunque determinadas formas que
tienen sustancia pueden producirse por el arte y el poder de un agente natural,
como por ejemplo la forma del fuego es producida por el arte empleado en la
madera, ello no puede hacerse siempre, porque el arte no siempre puede encontrar
o mezclar los agentes adecuados en la proporción conveniente para producir algo
similar. Y de tal manera los alquimistas crean algo parecido al oro, es decir, en lo
que se refiere a los accidentes exteriores, pero no hacen verdadero oro, porque la
sustancia de éste no se encuentra formada por el calor del fuego que emplean los
alquimistas, sino .por el del sol, que actúa y reacciona, sobre cierto punto en que
se concentra y amasa el calor mineral, y por lo tanto ese oro es de la misma
semejanza, pero no de la misma especie que el natural. Y el mismo argumento rige
para todas sus otras operaciones. Por lo tanto, nuestra proposición es la siguiente:
con su arte, los diablos producen efectos perniciosos por medio de la brujería, pero
es cierto que sin la ayuda de algún agente no pueden crear ninguna. forma, ni
sustancial ni accidental, y no afirmamos que puedan causar daño sin la ayuda de
algún agente, pero con ese agente es posible provocar enfermedades, y
cualesquiera otras pasiones o dolencias humanas, y son reales y verdaderas. En
los capítulos que siguen se aclarará cómo esos agentes o el empleo de tales medios
pueden resultar eficaces en colaboración con los demonios.
PREGUNTA. Si concuerda con la Fe Católica la afirmación de que para producir
algún efecto de magia el diablo tiene que colaborar íntimamente con el brujo, o si el
uno sin el otro, es decir, el diablo sin el brujo, o ala inversa, pueden producir ese
efecto.
Y el primer argumento es el que sigue. Que el diablo puede provocar un efecto
mágico sin la colaboración de un brujo. As¡ lo afirma San Agustín. Todas las cosas
que suceden en forma visible, de modo que es posible verlas, pueden (se cree) ser
obra de los poderes inferiores del aire. Pero los males y dolencias corporales no
son por cierto invisibles; antes bien, resultan visibles a los sentidos, por lo cual
pueden ser provocados por los diablos. Más aun, por las Sagradas Escrituras
conocemos los desastres que cayeron sobre Job, cómo el fuego descendió del cielo
y al caer sobre las ovejas y los criados los consumió, y de cómo un viento violento
derribó los cuatro costados de una casa, de modo que cayeron sobre sus hijos y
los mataron. El diablo por sí mismo, sin colaboración de brujos, sino nada más
que con el permiso de Dios, pudo provocar todos esos desastres. Por lo tanto no
cabe duda de que puede hacer muchas cosas que a menudo se asignan al poder
de los brujos.
Y ello resulta evidente del relato de los siete esposos de la doncella Sara, a quienes
un diablo mató. Más aun, haga una potencia superior lo que hiciere, lo puede
hacer sin referencia a un poder superior a ella, y una potencia superior puede
actuar mucho más sin referencia a una inferior. Pero una inferior puede causar
tormentas de granizo y enfermedades, sin la ayuda de una mayor que ella,. Pues el
Beato Alberto Magno dice, en su obra De passionibus aeris, que si la salvia
podrida se usa como él explica, y se la arroja al agua corriente, producirá las más
temibles tempestades y tormentas.
Mas aún, puede decirse que el diablo usa a un brujo, no porque necesite tal
agente, sino porque busca la perdición de éste. Podemos referirnos a lo que dice
Aristóteles en el Libro tercero de su Etica. El mal es un acto voluntario
demostrado por el hecho de que nadie ejecuta una acción injusta nada más que
por cometer una acción de injusticia, y quien comete una violación lo hace con
vistas a su placer, y no sólo para hacer el mal por el mal. Pero la ley castiga a
quienes hacen el mal, como si hubiesen actuado sólo por hacer el mal. Por lo
tanto, si el diablo trabaja por medio de una bruja, no hace otra cosa que emplear
un instrumento; y como' un instrumento depende de la voluntad de la ,persona
que lo utiliza, y no actúa por su propia y libre voluntad, la culpa de la acción no
debe achacarse a la bruja, y por lo tanto no hay que castigarla.
Pero una, opinión contraria afirma que el diablo no puede hacer daño a la
humanidad por sí mismo, con tanta facilidad y sencillez, como el que le es posible
provocar por intermedio de las brujas, aunque sean sus servidoras. En primer
lugar podemos considerar el acto de engendrar. Pero en cada acto que tiene efecto
sobre otro es preciso establecer algún tipo de contacto, y como el diablo, que es un
espíritu, no puede tener ese contacto real con un cuerpo humano, puesto que no
hay nada en común entre ellos, utiliza algún instrumento humano, y le otorga el
poder de herir por medio del contacto físico. Y muchos afirman que esto lo
demuestra el texto y sus glosas, en el capítulo 3 de la Epístola de San Pablo a los
Gálatas: "Oh gálatas insensatos, ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad?'°
Y la glosa de este pasaje se refiere a quienes tienen ojos singularmente feroces y
funestos, que con una simple mirada pueden dañar al prójimo, en especial a los
niños pequeños. Y esto también lo confirma Avicenna, Naturalium, Libro 3, último
cap., cuando dice: "Muy a menudo el alma puede tener tanta influencia sobre el
cuerpo del otro, en la misma medida en que la tiene sobre su propio cuerpo, pues
tal es la influencia de los ojos de quien con la mirada atrae y fascina, a otro". Y la
misma opinión la mantiene
Al-Gazali en el Quinto Libro y décimo cap. de su Física. Avicenna también sugiere,
aunque no presenta esta opinión como irrefutable, que el poder de la imaginación
puede modificar o parecer modificar cuerpos extraños, en los casos en que dicho
poder es demasiado ilimitado; y por lo tanto suponemos que el poder de la
imaginación no debe ser considerado como distinto de los otros poderes sensibles
del hombre, pues es común a todos ellos, pero en cierta medida los incluye. Y ello
es cierto, porque tal poder de la imaginación puede cambiar los cuerpos
adyacentes, como por ejemplo, cuando un hombre puede caminar por una
estrecha viga tendida en el centro de una. calle. Pero si esa viga flotase sobre
aguas profundas, no se atrevería a caminar por ella, porque la imaginación le
pintaría en la mente, con gran fuerza, la idea de la caída, y entonces el cuerpo y el
poder de sus miembros obedecerían a su imaginación, y no a lo contrario de ésta,
es decir, caminar en forma directa y sin vacilaciones. Este cambio puede
,compararse a la influencia que ejercen los ojos de una persona que la posee, con
lo cual se provoca una modificación mental, aunque no hay cambios reales y
corporales.
Más aun si se argumenta que ese cambio lo provoca un cuerpo vivo, debido a la
influencia de la mente sobre otro cuerpo vivo, puede darse la siguiente respuesta.
En presencia de un asesino, la sangre fluye de las heridas del cadáver de la
persona quien asesinó. Por lo tanto, sin poderes mentales, los cuerpos pueden
producir efectos maravillosos, y de tal modo, si un hombre pasa cerca del cadáver
de un hombre asesinado, aunque no lo vea, resulta a menudo presa de terror. Por
lo demás, existen en la naturaleza algunas cosas que poseen ciertos poderes
ocultos, cuya razón el hombre no conoce; tal, por ejemplo, es la piedra imán, que
atrae el acero, y muchas otras cosas por el estilo, que San Agustín menciona en el
Libro 20 de La ciudad de Dios.
Y así las mujeres, para provocar cambios en el cuerpo de otros, usan a veces
ciertas cosas que van más allá de nuestro conocimiento, pero eso lo hacen sin
ayuda del diablo. Y porque esos remedios sean misteriosos no hay motivos para
asignarles el poder del demonio, como lo asignaríamos a los encantamientos
maléficos producidos por las brujas.
Lo que es más, éstas usan ciertas imágenes y algunos amuletos, que suelen
colocar bajo los umbrales de las puertas de las casas, o en los prados en que
pastan los rebaños, o inclusive donde se congregan los hombres, y de ese modo
hechizan a sus víctimas, que muchas veces han muerto. Pero como esas imágenes
pueden causar efectos tan extraordinarios, parecería que su influencia es
proporcional a la que ejercen los astros sobre los cuerpos humanos, pues como los
cuerpos naturales son influidos por los celestes, así también pueden serlo los
artificiales. Pero los cuerpos naturales pueden encontrar el beneficio de algunas
influencias, secretas pero buenas. Por lo tanto, los cuerpos artificiales pueden
recibir tal influencia. En consecuencia, está claro que quienes ejecutan obras de
curación pueden muy bien ejecutarlas por medio de esas influencias benéficas, y
ello nada tiene que ver con un poder maligno.
Además, parecería que sucesos muy extraordinarios y milagrosos ocurren por obra
de los poderes de la naturaleza. Pues cosas maravillosas y terribles y
sorprendentes suceden a las fuerzas naturales. Y esto lo señala San Gregorio en
su Segundo Diálogo. Los santos ejecutan milagros, a veces por medio de una
oración, otras sólo por su poder. Hay un ejemplo para cada uno de estos medios:
San Pedro, con oraciones devolvió la vida a Tabitha, quien estaba muerta. Al
reprender a Ananías y Sapfira, quienes decían una mentira, los mató sin
oraciones. Así, con su influencia mental, un hombre puede convertir un cuerpo
material en otro, o hacerlo pasar de la salud a la enfermedad, y viceversa. Más
aun, el cuerpo humano es más noble que ningún otro, pero debido a las pasiones
de la mente cambia y se vuelve caliente o frío, como ocurre con los hombres
coléricos o los que tienen miedo; y así se produce un cambio aun mayor, respecto
de los efectos de la enfermedad y la muerte, que con su poder pueden modificar en
gran medida un cuerpo material.
Pero han de admitirse algunas objeciones. La influencia de la mente no puede
producir impresiones sobre ninguna forma, como no sea por la intervención de
algún agente, como dijimos antes. Y estas son las palabras de San Agustín en el
libro ya citado: "Es increíble que los ángeles que cayeron del cielo obedezcan a
ninguna cosa material, pues sólo obedecen a Dios". Y mucho menos puede un
hombre, con sus poderes naturales, provocar efectos extraordinarios y malignos.
Hay que responder que aun hoy existen muchos que se equivocan en grande en
este sentido, que excusan a las brujas y cargan toda la. culpa sobre las artes del
demonio, o atribuyen los cambios que aquéllas provocan a alguna alteración
natural. Estos errores pueden aclararse con facilidad, primero, por la descripción
de las brujas que San Isidoro ofrece en su Etimologice, cap. 9: "Las brujas se
llaman así debido a lo negro de su culpa, es decir, que sus actos son más
malignos que los de cualquier otro malhechor". Y continúa: "Agitan y confunden
los elementos con la ayuda del diablo, y crean terribles tormentas de granizo y
tempestades". Más aun, dice que confunden la mente de los hombres, que los
empujan a la locura, a un odio insano y a desmesurados apetitos. Además,
continúa, con la terrible influencia de sus hechizos, como si fuera con una pócima
o veneno, pueden destruir la vida.
Y las palabras de San Agustín en su libro La ciudad de Dios vienen muy al caso,
pues nos dicen quiénes son en verdad los magos y las brujas. Los magos, a
quienes por lo general se llama brujos, son denominados así debido a la magnitud
de sus actos malignos. Son quienes con permiso de Dios perturban los elementos,
que llevan a la locura la mente de los hombres que perdieron su confianza en
Dios, y que con el terrible poder de sus malos encantamientos, sin pócimas ni
venenos, matan a los seres humanos. Como dice Lucano: "Una mente que no ha
sido corrompida por ningún brebaje nocivo perece a consecuencia de un
encantamiento maléfico". Por haber llamado a los demonios en su ayuda, se
atreven a derramar males sobre la humanidad, y aun a destruir a sus enemigos
con sus encantamientos maléficos. Y es indudable que en operaciones de esta
clase el brujo trabaja en estrecha conjunción con el demonio. En segundo lugar,
los castigos son de cuatro tipos: beneficiosos, dañosos, infligidos por brujería y
naturales. Los castigos beneficiosos se infligen por el ministerio de los ángeles
buenos, tal como los dañosos provienen de los espíritus malignos. Moisés azotó a
Egipto con diez plagas mediante la intervención de los ángeles buenos, y los magos
sólo pudieron cumplir tres de estos milagros con la ayuda del demonio. Y la peste
que cayó sobre el pueblo durante tres días, por el pecado de David, que hizo el
recuento de la población, y los 72.000 hombres muertos en una, noche en el
ejército de Senaquerib, fueron milagros realizados por los ángeles de Dios, es
decir, por ángeles buenos, temerosos de Dios, y que sabían que cumplían con Sus
órdenes. Pero el daño destructivo se lleva a cabo por medio de los ángeles malos,
por cuyas manos fueron atacados muchas veces los hijos de Israel, en el desierto.
Y los daños que son sencillamente malos y nada más, las provoca el demonio,
quien trabaja por intermedio de hechiceros y brujas. También hay daños
naturales, que de alguna manera dependen de la conjunción dé los cuerpos
celestes, tales coma la escasez, la sequía, las tempestades y parecidos efectos de la
naturaleza. Resulta evidente que hay una enorme diferencia entre todas estas
causas, circunstancias y acontecimientos. Pues Job fue atacado por el demonio
mediante una, maligna enfermedad, pero ello no viene al caso. Y si a alguien
demasiado listo y demasiado curioso pregunta cómo fue que Job resultó atacado
por el demonio mediante esa enfermedad, sin la ayuda de un hechicero o bruja,
que sepa que no hace otra cosa que andarse por las ramas y no se informa sobre i
la verdad verdadera. Porque en tiempos de Job no había hechiceros y brujas, y
aún no se practicaban esas abominaciones. Pero la providencia de Dios deseaba
que con el ejemplo de Job se manifestara el poder del demonio, inclusive sobre los
hombres buenos, para que pudiéramos aprender a estar en guardia contra Satán,
y más aun, para que gracias al ejemplo de ese patriarca la gloria de Dios brillara
entodas partes, ya que nada ocurre, aparte de lo que Dios permite.
Con respecto a la época en que apareció esa maligna superstición, la brujería,
debemos distinguir primero a los adoradores del demonio de quienes eran simples
idólatras. Y Vincent de Beauvais, en su Speculum Historiale, cita a muchas
autoridades eruditas y dice que quien primero practicó las artes de la magia y la
astrología fue Zoroastro, de quien se dice que fue Cam, el hijo de Noé. Y según San
Agustín, en su libro La ciudad de Dios, Cam lanzó grandes carcajadas cuando
nació, con lo cual demostró que era un servidor del demonio, y aunque era un rey
grande y poderoso, fue vencido por Nino, hijo de Belo, quien construyó a Nínive,
cuyo reinado fue el comienzo del reino de Asiria, en la época de Abraham.
Ese Nino, a consecuencia de su demencial amor por su padre, cuando éste murió
ordenó que le levantaran una estatua, y cualquier criminal que se refugiase allí
estaba a salvo de todo castigo en que hubiera, podido incurrir. Desde entonces los
hombres comenzaron a adorar imágenes, como si fuesen dioses; pero ello ocurrió
después de los primeros años de la historia, pues en los primeros tiempos no
había idolatría, ya que entonces los hombres conservaban aún algún recuerdo de
la creación del mundo, coma dice Santo Tomás, Libro 2, pregunta 95, artículo 4. O
bien puede haberse originado en Nembroth, quien obligó a los hombres a adorar el
fuego; y así, en la segunda era del mundo comenzó la idolatría, que es la primera
de todas las supersticiones, tal como la Adivinación es la segunda y la
Observación de los Tiempos y las Estaciones la tercera.
Las prácticas de los brujos se incluyen en el segundo tipo de supersticiones, a
saber, la Adivinación, ya que invocan al demonio en forma expresa. Y hay tres
tipos de esta superstición: la Nigromancia, la, Astrología, o más bien la
Astromancia, observación supersticiosa de las estrellas, y la Oniromancia.
Explico todo esto en detalle para que el lector pueda entender que estas males
artes no estallaron de repente en el mundo, sino que más bien se desarrollaron
con el tiempo, y por lo tanto es pertinente señalar que no había brujos en los días
de Job. Pues a medida que pasaban los años, tamo dice San Gregorio en su
Moralia, crecía el conocimiento de los santos, y por lo tanto también aumentaban
las negras artes del demonio. El profeta Isaías dice: "La tierra está henchida del
conocimiento del Señor" (xi, 6). Y así en ese ocaso y anochecer del mundo, en que
florece el pecado por todos lados y en todas partes, en que la caridad se enfría,
sóbreabundan las obras de los brujos y sus iniquidades.
Y como Zoroastro se entregó por entero a las artes mágicas, sólo el demonio lo
empujó a estudiar y observar los astros. Desde muy temprano hicieron los
hechiceros y las brujas pactos con el diablo, y entraron en connivencia con él para
causar daño a los seres humanos. Ello lo demuestra el séptimo capítulo del Exodo,
donde, por el poder del demonio, los magos dei Faraón obran cosas
extraordinarias, a imitación de las plagas que Moisés lanzó sobre Egipto por el
poder de los ángeles buenos.
De ello se sigue la enseñanza católica, de que para provocar un mal una, bruja
puede colaborar y colabora con el diablo. Y cualquier objeción a esto puede
responderse en pocas palabras como sigue.
1. En primer lugar, nadie niega que ciertos daños y perjuicios que en la práctica y
en forma visible aquejan a los hombrea, animales, frutos de la tierra, y que con
frecuencia se producen bajo la influencia de los astros, pueden ser muchas veces
provocados por los demonios, cuando Dios les permite que así actúen. Pues como
dice San Agustín en el Cuarto Libro de La ciudad de Dios, los demonios pueden
usar el fuego y el aire, si Dios les deja hacerlo. Y un comentarista señala,: Dios
castiga por el poder de dos ángeles malos.
2. De esto se sigue, como es evidente, la respuesta a cualquier objeción relativa a
Job, y a cualquier objeción que pueda presentarse frente a nuestra exposición de
los comienzos de la magia en el mundo.
3. En relación con el hecho de que la salvia podrida que se deja caer en el agua
corriente produce, se dice, algún mal efecto sin la ayuda del demonio, aunque
puede no estar dei todo separado de la influencia de algunos astros, queremos
señalar que no tenemos la intención de discutir la buena o mala influencia de los
astros, sino sólo la brujería, y por lo tanto esto es ajeno al asunto.
4. Con respecto al cuarto argumento, no cabe duda de que el demonio sólo emplea
a los brujos para provocar su daño y destrucción. Pero cuando se deduce que no
se los debe castigar, porque sólo actúan como instrumentos, no movidos por su
volición, sino a voluntad y placer del agente principal, existe una respuesta:
porque son instrumentos humanos y libres agentes, y aunque han firmado un
pacto y contrato con el demonio, gozan de libertad absoluta; porque, como se supo
por sus propias revelaciones -y hablo de mujeres convictas y quemadas en la
hoguera, empujadas a la venganza, el mal y el daño, si querían escapar a los
castigos y golpes infligidos por el demonio-, dichas mujeres colaboran con el
demonio, aunque están unidas a él por la profesión por 1a cual ad comienzo se
entregaron a su poder libre y voluntariamente.
En relación con los otros argumentos en los cuales se demuestra que ciertas
ancianas tienen conocimientos ocultos que les permiten provocar efectos
extraordinarios y por cierto que malignos sin la ayuda del diablo. Es preciso
entender que extraer de un argumento particular uno universal es contrario a la
razón. Y cuando, como parece, en todas las Escrituras no se puede encontrar un
solo caso de esos, en que se hable de los hechizos y encantamientos que practican
las viejas, no debemos llegar a la conclusión de que nunca sea así. Más aun,
respecto de esos pasajes las autoridades dejan abierto el interrogante, es decir,
con referencia al asunto de si esos encantamientos tienen eficacia sin la
colaboración del demonio. Esos hechizos o fascinaciones parecen poder dividirse
en tres tipos. Primero, los sentidos se engañan, y ello, en verdad, puede hacerse
por medios mágicos, o sea, por el poder del diablo, si Dios lo permite. Y los
sentidos pueden ser esclarecidos por el poder de los ángeles buenos. En segundo
término, la fascinación puede obrarse por cierto deslumbramiento y extravío, como
cuando el apóstol dice: "¿Quién os fascinó?" Gálatas, III 1. En tercer lugar,
determinada fascinación puede ejercerse por medio de los ojos, sobre otra.
persona, y ello puede ser pernicioso y malo.
Y de esta fascinación hablaron Avicenna y Al-Gazali; también Santo Tomás
menciona dicha fascinación, Parte 1, pregunta 117. Pues dice que la mente de un
hombre puede ser modificada por la influencia de otra. Y la influencia que se
ejerce sobre otro procede a menudo de los ojos, pues en éstos puede concentrarse
cierta influencia sutil. Porque los ojos dirigen la mirada hacia cierto objeto sin
prestar atención a otras cosas, pero ante la visión de una impureza, como por
ejemplo una mujer durante sus períodos mensuales, los ojos, por decirlo así,
contraen cierta impureza. Eso es lo que dice Aristóteles en su libro Sobre el sueño
y la vigilia, y así, si el espíritu de alguien se encuentra inflamado de malicia y
cóleras como ocurre con frecuencia en el caso de las viejas, su espíritu perturbado
mira a través de sus ojos, pues su semblante es muy maligno y dañino, y a
menudo aterrorizan a niños de tierna, edad, en extremo impresionables. Y es
posible que muchas veces esto sea natural, permitido por Dios; por otro lado,
puede ser que estas miradas malas sean inspiradas muchas veces por la malicia
del demonio, con quien las viejas brujas han establecido algún contrato secreto.
E1 siguiente interrogante surge en relación con la influencia de los cuerpos
celestes, y aquí encontramos tres errores muy comunes, pero se los explicará a
medida que explicamos otros asuntos.
Con respecto a las operaciones de brujería, vemos que algunas de ellas pueden
deberse a la influencia mental sobre otros, y en algunos casos esa influencia
mental puede ser buena, pero el motivo es lo que la hace maligna.
Y existen cuatro argumentos principales que deben objetarse contra quienes
niegan que haya brujas u operaciones mágicas que pueden ejecutarse en ha
conjunción de ciertos planetas y astros, y que por la malicia de los seres humanos
puede hacerse el mal mediante el modelado de Imágenes, el uso de
encantamientos y el trazado de caracteres misteriosos. Todos los teóloga y filósofos
coinciden en que los cuerpos celestes son guiados ; dirigidos por ciertos médiums
espirituales. Pero esos espíritu; son superiores a nuestra mente y alma, y por lo
tanto pueden influir sobre la mente y el cuerpo de un hombre, de modo que
resulte persuadido y orientado a ejecutar algún acto humano Pero para intentar
una, solución más plena de estos asuntos podemos considerar ciertas dificultades
con cuyo análisis llegaremos a la verdad con mayor claridad aun. Primero, las
sustancias espirituales no pueden llevar los cuerpos a alguna otra forma natural,
a menos que lo hagan por intermedio de algún agente. Por lo tanto, por fuerte que
pueda ser una, influencia mental no puede producir cambio alguno en la mente o
índole de un hombre. Más aun, varias universidades, en especial la de París,
condenaron el siguiente artículo: Que un encantador puede lanzar a un camello a
una profunda zanja con sólo dirigirle la mirada. Y entonces se condena el artículo
según el cual un cuerpo corpóreo debe obedecer a una sustancia espiritual, si ello
se entiende en forma sencilla, es decir, si la obediencia implica algún cambio o
transformación. Pues en relación con ello sólo Dios puede ser obedecido en forma
absoluta. Si tenemos en cuenta estos puntos, podemos ver muy pronto de qué
modo la fascinación o influencia de los ojos, de que hemos hablado, resulta
posible, y en qué sentido no lo es. Porque no es posible que por medio de los
poderes naturales de su mente un hombre dirija esos poderes con los ojos de
manera tal, que, sin la acción de su propio cuerpo o de algún otro medio, pueda
dañar el cuerpo de otro hombre. Ni es posible que con los poderes naturales de su
mente un hombre produzca algún cambio a voluntad, y que dirigiendo ese poder
por intermedio de los ojos trasforme por entero el cuerpo de un hombre en quien
fije su mirada, tal como le plazca.
Y por lo tanto, de ninguna de estas maneras puede un hombre influir sobre otro o
fascinarlo, pues hombre alguno, sólo con los poderes naturales de su mente, posee
una influencia tan extraordinaria. En consecuencia, querer demostrar que los
malos efectos pueden ser provocados por algún poder natural es decir que éste es
el poder del demonio, lo cual está, por cierto, muy lejos de la verdad.
Ello no obstante, podemos exponer con más claridad cómo es posible que una
mirada cuidadosa haga daño. Puede ocurrir que si un hombre o una mujer miran
con fijeza a un niño, éste, debido a su poder de visión y a su imaginación, recibe
una impresión muy sensible y -directa. Y es frecuente que una impresión de esta
clase vaya acompañada por un cambio corporal, y como los ojos son los órganos
más tiernos del cuerpo, son muy pasibles de tales impresiones. Por ende, puede
muy bien suceder que reciban alguna mala, impresión y cambien para peor, ya
que muy a menudo los pensamientos de la mente o los movimientos del cuerpo
quedan impresos en especial en los ojos y mostrados por ellos. Y así es posible que
suceda que una mirada colérica y maligna, fija con firmeza en un niño, se imprima
de tal manera en la memoria de éste, y en su imaginación, que se refleje en su
propia mirada, y entonces se siguen resultados concretos, como por ejemplo, que
pierda el apetito y no pueda ingerir alimentos, y que empeore y caiga enfermo. Y
aveces vemos que la visión de un hombre que padece de los ojos puede hacer que
los de quienes lo miran se enceguezcan y debiliten, aunque en gran medida esto
no es más que el electo de la pura imaginación. Aquí se podrían presentar varios
otros ejemplos del mismo tipo, pero con vistas a la concisión no los analizaremos
más en detalle.
Todo esto lo confirman los comentaristas del Salmo Qui timent te uidebunt me. Hay
gran poder en los ojos, y ello aparece inclusive en las cosas naturales. Pues si un
lobo ve a un hombre primero, el hombre queda mudo. Más aun, si un basilisco ve
a un hambre primero, su mirada es fatal; pero si éste lo ve primero, puede
matarlo; y la razón de que un basilisco puede matar a un hombre con la mirada es
que cuando lo ve, debido a su cólera se pone en movimiento cierto terrible veneno
en su cuerpo, que puede salirle por los ojos, con lo cual infecta la, atmósfera de
una ponzoña mortal. Y así el hombre respira el aire infectado, y queda anonadado
y muere. Pero cuando el animal es visto primero por el hombre, si éste desea
matar al basilisco se provee de espejos, y al verse el animal en el espejo lanza su
veneno al reflejo, pero el veneno rebota y el animal muere. Pero no parece claro por
qué el hombre que así mata al basilisco no muere a su vez, y sólo podemos llegar a
la conclusión de que ello se debe a, alguna razón que aún no se entiende con
claridad.
Hasta ahora expusimos nuestras opiniones sin prejuicio ninguno, nos abstuvimos
de todo juicio apresurado o irreflexivo, y no nos desviamos de las enseñanzas y
escritos de los santos. Llegamos, pues, a la conclusión, de que la verdad católica
es la de que, para provocar esos males que constituyen el tema de la discusión, las
brujas y el demonio siempre trabajan juntos, y en lo que se refiere a estos
aspectos, las unas nada pueden hacer sin la ayuda y colaboración del otro.
Ya hemos tratado acerca de esa fascinación. Y ahora, con referencia. al segundo
punto, a saber, el de que la sangre fluye de un cadáver en presencia del asesino.
Según Speculum naturale de Vincent de Beauvais, cap. 13, la herida, por decirlo
así, resulta influido por la, mente del asesino, y recibe cierta atmósfera
impregnada por la violencia, y el odio de éste, y cuando él se acerca,. la sangre se
acumula, y brota del cadáver. Pues parecería que esa atmósfera, que fue causada
y por así decirlo penetró en la herida debido al asesino, ante la presencia de éste
se perturba y conmueve en gran medida, y a consecuencia de ese movimiento sale
la sangre del cuerpo muerto, guay quienes declaran que ello se debe a otras
causas, y dicen que ese manar de la sangre es la voz de ésta que grita desde la,
tierra contra el asesino que se encuentra presente, y que ello es consecuencia de
la maldición pronunciada contra el primer asesino, Caín. Y con respecto al horror
que siente una persona cuando pasa cerca del cadáver de un hombre asesinado,
aunque no conozca, en manera alguna la proximidad de un cuerpo muerto, el
horror es psíquico, infecta el ambiente y trasmite a la mente un estremecimiento
de temor. Pero adviértase que todas estas explicaciones no afectan en manera
alguna la verdad del mal provocado por las brujas, ya que son todas muy
naturales y surgen de causas naturales.
En tercer lugar, como ya dijimos más arriba, las operaciones y ritos de las brujas
se ubican en la segunda categoría de las supersticiones, llamada Adivinación; y de
la adivinación existen tres especies, pero el argumento no rige con respecto a la
tercera, que corresponde a una especie distinta, pues la brujería no es sólo una
adivinación cualquiera, sino que es la adivinación cuyas operaciones se ejecutan
mediante invocaciones expresas y explícitas del demonio; y ello puede hacerse de
muchas maneras, como por ejemplo por Nigromancia, Geomancia, Hidromancia,
etcétera.
De donde esta adivinación, que usan cuando efectúan sus hechizos, debe ser
juzgada como el colmo de la perversidad criminal, aunque algunos intentaron
considerarla desde otro punto de vista. Y argumentan que como no conocemos los
poderes ocultos de la naturaleza, puede ser que las brujas empleen o traten de
emplear esos poderes ocultos; por supuesto, que si utilizaran los poderes
naturales de las cosas naturales para producir un efecto natural, ello sería muy
correcto, como resulta en exceso evidente. O supongamos inclusive que si en
forma supersticiosa emplean cosas naturales, como por ejemplo mediante la
escritura de ciertos caracteres o nombres desconocidos de algunos, y que luego
usan esas runas para restablecer la salud de una persona, o para engendrar una
amistad, o con alguna finalidad útil, y en manera alguna para hacer daños o
perjuicios, digo que es preciso admitir que en tales casos no hay invocación
expresa de los demonios; ello no obstante, no es posible que esos hechizos se usen
sin una invocación tácita, por lo cual debe considerarse que esos encantamientos
son totalmente ilegales.
Y porque estos y muchos otros encantamientos parecidos puedan ubicarse en la
tercera categoría de las supersticiones, es decir, en la ociosa y vana observación
del tiempo y las estaciones, ello no es en manera alguna un argumento pertinente
en cuanto a la herejía de las brujas. Pero de esta categoría, de la observación del
tiempo y las estaciones, hay cuatro especies diferentes. Un hombre puede usar las
observaciones para adquirir ciertos conocimientos; o de esa manera tratar de
informarse respecto de los días y cosas castos y nefastos; o emplear palabras y
oraciones sagradas como un encantamiento, sin relación con su significado; o
querer y desear provocar algún cambio benéfico en un cuerpo. Todo esto lo trató
con amplitud Santo Tomás en el interrogante en que pregunta si esas
observaciones son legales, en especial cuando se trata de producir un cambio
benéfico en un cuerpo, a saber, el restablecimiento de la salud de una persona.
Pero cuando las brujas observan el tiempo y las estaciones, debe entenderse que
sus prácticas corresponden al segundo tipo de superstición, y por lo tanto, en lo
que a ellas se refiere, las preguntas referentes a esa tercera clase son en todo
sentido ajenas al asunto.
Pasamos ahora a una cuarta proposición, en la medida en que de las
observaciones del tipo de las que hemos analizado se suelen hacer ciertos
diagramas e imágenes, pero son de dos clases distintas, que difieren por entero
entre sí, y son las astronómicas y las nigrománticas. Ahora bien, en la nigromancia
hay siempre una expresa y especial invocación de los demonios, pues esa arte
implica que hubo con ellos un pacto y contrato expresos. Por lo tanto,
consideremos sólo la astrología. En ésta no hay pacto, y en consecuencia, tampoco
invocación, salvo que por casualidad exista cierto tipo de invocación tácita, pues
las figuras de los demonios y sus nombres aparecen a veces en diagramas
astrológicos. Y una vez más, los signos nigrománticos se escriben bajo la
influencia de determinados astros, para contrarrestar la influencia y oposiciones
de otros cuerpos celestes, y se los inscribe, pues los signos y caracteres de esa
ciase se encuentran a menudo grabados en anillos, joyas o algún otro metal
precioso, pero los signos mágicos se graban sin referencia alguna a la influencia
de los astros, y con frecuencia en cualquier sustancia, más aun, inclusive en
sustancias sórdidas y viles, que, cuando se las entierra en ciertos lugares,
provocan daños y per juicio y enfermedad. Pero estamos analizando los diagramas
que se trazan con referencia a los astros. Y estos diagramas e imágenes
nigrománticos no tienen relación ninguna con los cuerpos celestes. Por lo tanto,
su consideración no tiene que ver con este estudio.
Más aun, muchas de estas imágenes que se hicieron con ritos supersticiosos no
tienen eficacia, es decir, en lo que se refiere a su fabricación, aunque es posible
que el material del cual están compuestas posea determinado poder, si bien ello
no se debe al hecho de que hayan sido fabricadas bajo da. influencia de ciertos
astros. Pero muchos afirman que de todos modos es ilegal utilizar inclusive
imágenes como esas. Pero las imágenes creadas por las brujas no poseen poderes
naturales, ni los tiene el material del cual están formadas; mas modelan esas
imágenes por orden del demonio, para que al hacerlo puedan, por decirlo así,
burlarse de la obra del Creador, y provocar Su cólera, de modo que, en castigo de
las fechorías de ellas, É1 permita que muchas plagas caigan sobre la tierra. Para
aumentar su culpa, se complacen en modelar tales imágenes en las estaciones
más solemnes del año.
Con respecto al quinto punto, San Gregorio habla del poder de la gracia y no del
de la naturaleza. Y puesto que, como dice San Juan, nacemos de Dios, qué de
extraño, entonces, que los hijos de Dios gocen de poderes extraordinarios.
Respecto del último punto diremos que una simple semejanza está fuera del
asunto, porque la influencia de la propia mente sobre el propio cuerpo es distinta
de su influencia sobre otro cuerpo. Porque, dado que la mente se encuentra unida
al cuerpo como si éste fuese la forma material de aquélla,, y las emociones son un
acto del cuerpo, pero separado, las emociones pueden ser modificadas por la
influencia de la mente, siempre que exista algún cambio corporal, calor o frío, o
alguna alteración, inclusive la muerte misma. Pero para cambiar el cuerpo no
basta un acto de la mente en sí mismo, salvo que pueda haber algún resultado
físico que modifique el cuerpo. De ahí que las brujas, sin ejercicio de un poder
natural, sino sólo con la ayuda del diablo, pueden provocar efectos dañinos. Y los
demonios mismos pueden hacerlo sólo mediante la utilización de objetos
materiales como instrumentos, tales como huesos, pelo, madera, hierro y toda
clase de objetos de ese tipo, respecto de cuya acción trataremos más en detalle en
otro punto
Y ahora con respecto ad tenor de la Bula de nuestro Santísimo Padre el Papa,
analizaremos el origen de las brujas, y cómo es que en años recientes sus obras se
han multiplicado tanto entre nosotros. Y debe tenerse en cuenta que para que así
ocurra, tienen que coincidir tres cosas: el demonio, la bruja y el permiso de Dios,
quien tolera, que tales cosas existan. Pues San Agustín dice que la abominación
de la brujería surgió de la pestífera vinculación del género humano con el diablo.
Por lo tanto es claro que el origen y aumento de esa herejía nacen de esa pestífera
vinculación, hecho que muchos autores confirman.
Debemos observar en especial que esta herejía, la brujería, no sólo difiere de todas
las otras en. el sentido de que no sólo por un pacto tácito, sino por uno definido y
expresado con exactitud, blasfema del Creador y se esfuerza al máximo por
profanarlo y por dañar a Sus criaturas, pues todas las demás herejías simples no
han hecho un pacto abierto con el demonio, es decir, ningún pacto tácito o
expreso, aunque sus errores e incredulidades deben atribuirse en forma directa al
Padre de los errores y las mentiras. Más aun, la brujería difiere de todas las demás
artes perniciosas y misteriosas en el sentido de que, de todas las supersticiones,
es la más repugnante, la más maligna, y la peor, por lo cual deriva su nombre de
hacer el mal, y aun de blasfemar contra la fe verdadera. (Maleficae dictae, a
Maleficiendo, seu a mate de fide sentiendo. )
Señalemos, además, en especial, que en la, práctica de este abominable mal hacen
falta en particular cuatro puntos. Primero, renunciar de la manera más profana a
la fe católica, o por lo menos negar ciertos dogmas de la fe; segundo, dedicarse en
cuerpo y alma a todos los males; tercero, ofrecer a Satán niños no bautizados;
cuarto, dedicarse a todo tipo de lujuria carnal con íncubos y súcubos, y a todo
tipo de asquerosos deleites.
Ojalá pudiéramos suponer que nada de esto es cierto, y todo puramente
imaginario, y que nuestra Santa Madre, la Iglesia, estuviera libre de la lepra de tal
abominación. Ay, el juicio de la Sede Apostólica, única Señora y Maestra de toda la
verdad, ese juicio, digo, expresado en la Bula de nuestro Santo Padre el Papa, nos
asegura y nos infunde la conciencia de que estos delitos y males florecen entre
nosotros, y no nos atrevemos a abstenernos de nuestra investigación de ellos, no
sea que pongamos en peligro nuestra propia salvación. Y por lo tanto debemos
examinar en detalle el origen y aumento de esas abominaciones; ha sido fruto de
muchos trabajos, por cierto, pero confiamos en que cada uno de los detalles será
sopesado con la mayor exactitud y cuidado por quienes lean este libro, pues aquí
no se encontrará nada contrario a la razón, nada que difiera de las palabras de las
Escrituras y de la tradición de los Padres. Ahora bien, existen, por cierto, dos
circunstancias muy comunes en la actualidad, a saber, la vinculación de las
brujas con familiares, íncubos y súcubos, y el horrible sacrificio de niños
pequeños. Por lo tanto trataremos en especial estos asuntos, de modo que en
primer lugar analizaremos a esos mismos demonios, en segundo a las brujas y sus
actos, y en tercer término investigaremos por qué se tolera que existan esas cosas.
Pues bien, esos demonios actúan debido a su influencia sobre la mente del
hombre, y prefieren copular bajo la influencia de ciertos astros antes que bajo la
de otros, pues parecería que en ciertas ocasiones su semen engendra y procrea
niños con más facilidad. Por consiguiente, debemos estudiar por qué los demonios
actúan en la conjunción de determinados astros, y cuáles son esos momentos.
Hay tres puntos principales que examinar. Primero, si estas abominables herejías
pueden multiplicarse por el mundo gracias a, quienes se entregan a los incubas y
súcubos. Segundo, si sus acciones no tienen ciertos poderes extraordinarios
cuando se ejecutan bajo la influencia de determinados astros. Tercero, si esta
abominable herejía no la difunden quienes sacrifican niños a Satán de manera
profana. Más aun, cuando hayamos estudiado el segundo punto, y antes de pasar
al tercero, consideraremos la influencia de los astros, y qué poder ejercen en actos
de brujería.
Con respecto al primer asunto, existen tres dificultades que deben aclararse.
La primera es una consideración general de esos demonios llamados íncubos.
La segunda es más especial, pues debemos interrogar "¿Cómo es posible que esos
íncubos ejecuten el acto humano de la copulación?"
La tercera también es especial. ¿Cómo se unen las brujas a esos demonios y
copulan con ellos?
PREGUNTA: Si los íncubos y los súcubos pueden engendra niños.
A primera vista podría parecer, en verdad, que no concuerda con la fe católica
afirmar que los niños pueden ser engendrada por demonios, es decir, por íncubos
y súcubos: pues Dios mismo antes que el pecado llegase al mundo, instituyó la
procreación humana, pues creó a la mujer de la costilla del hombre para ser la
compañera del hambre: "Y a ellos les dijo Creced y multiplicaos", Génesis, 1,28. Y
Adán, inspirado por Dios, dijo: "Serán dos en una sola carne", Génesis, a, 24. Del
mismo modo, luego que el pecado llegó al mundo, se le dijo a Noé: "Fructificad y
multiplicaos", Génesis, ix, 1. Cristo confirmó esa unión, también en la época de la
nueva ley: "¿No habéis leído que el que los hizo al principio, macho y hembra los
hizo?" San Mateo, xix, 4. Por lo tanto, los hombres no pueden ser engendrados de
ninguna manera que no sea esa.
Pero puede argumentarse que los demonios tienen su papel en esa gestación, no
como causa esencial, sino como causa secundaria y artificial, para que se ocupan
de entrometerse en el proceso de la copulación y la concepción normales, pues
obtienen semen humano y ellos mismos lo trasladan.
Objeción. El demonio puede ejecutar este acto en cada etapa de la vida, es decir,
en el estado matrimonial o en otro que no sea éste. O puede ejecutarlo en un solo
estado. Pero no puede cumplirlo en el primer estado, porque entonces el acto del
demonio sería más poderoso que el de Dios, Quien instituyó y confirmó ese
sagrado estado, ya que se trata de un estado de continencia y matrimonio. Ni
puede efectuarlo en cualquier otro estado, ya que jamás leemos en las Escrituras
que los niños pueden ser engendrados en un estado y no en otro.
30
Más aun, engendrar un niño es un acto de un cuerpo vivo, pero los demonios no
pueden dar vida a los cuerpos que adoptan, porque la vida, en términos formales,
sólo procede del alma, y el acto de engendrar es el de los órganos físicos que
poseen vida corporal. Por lo tanto, los cuerpos que se adoptan de esa manera no
pueden engendrar ni procrear.
Pero puede decirse que esos demonios adoptan un cuerpo, no para infundirle vida,
sino para conservar, por medio de ese cuerpo, el semen humano, y para pasar el
semen a otro cuerpo.
Objeción. En la acción de los ángeles, sean ellos malos o buenos, nada hay de
superfluo e inútil, lo mismo que nada de superfluo e inútil hay en la naturaleza.
Pero el demonio, por su poder natural, que es mucho mayor que cualquier poder
físico humano, puede ejecutar cualquier acción espiritual, y ejecutarla una y otra
vez, aunque no sea capaz de discernirla. Por lo tanto puede ejecutar esa acción,
aunque el hombre no discierna cuándo tiene que ver el demonio con ella. Porque
todas las cosas materiales y espirituales se encuentran en una escala inferior a la
de las inteligencias puras y espirituales, pero los ángeles, sean buenos o malos,
son inteligencias parea y espirituales. Por lo tanto pueden dominar lo que se
encuentra por debajo de ellos. En consecuencia el demonio puede reunir y utilizar
a voluntad el semen humano que pertenece al cuerpo. Sin embargo, reunir el
semen humano de una persona y trasmitirlo a otra implica ciertas acciones
locales. Pero los demonios no pueden llevar cuerpos de un lugar a otro en
términos locales. Y este es el argumento que formulan. El alma es una pura
esencia espiritual, lo mismo que el diablo; pero el alma no puede mover un cuerpo
de un lugar a otro, salvo que se trate del cuerpo en que mora y al cual da vida. De
ahí que si cualquier miembro del cuerpo perece, queda muerto e inmóvil. Por lo
tanto los demonios no pueden trasladar un cuerpo de un lugar a otro, salvo que se
trate de uno al cual dan vida. Pero se ha mostrado y se reconoce que los demonios
no conceden la vida a nadie, y por lo tanto no pueden trasladar el semen humano
localmente, es decir, de lugar en lugar, de cuerpo en cuerpo.
Más aun, todas las acciones se ejecutan por contacto, y en especial el acto de
engendrar. Pero no parece posible que exista contacto entre el demonio y los
cuerpos humanos, ya que aquél no tiene un punto de contacto - concreto con
ellos. Por consiguiente no .puede inyectar semen en un cuerpo humano, y en
consecuencia ello exige cierta acción corporal, por lo cual parecería que el demonio
no puede ejecutarla..
Además, ,los demonios no poseen poderes para mover los cuerpos que en un
orden natural tienen una relación más estrecha con ellos, por ejemplo los cuerpos
celestes, y por lo tanto carecen de poderes para mover los cuerpos más distantes y
distintos de ellos. La premisa mayor está demostrada, ya que el poder que mueve y
el movimiento son una sola y la misma cosa, según Aristóteles, en su Física. Se
sigue, pues, que los demonios que mueven cuerpos celestes tienen que estar en el
cielo, lo cual es en todo sentido falso, tanto en nuestra opinión como en la, de los
platonistas.
Más aun, San Agustín, Sobre la Trinidad, III, dice que el demonio reúne en verdad
semen humano, por medio del cual puede producir efectos corporales; pero ello no
puede hacerse sin cierto movimiento local, con lo cual los demonios pueden
31
trasladar el semen que han reunido e inyectarlo en los cuerpos de otros. Pero
como dice Walafrido Estrabón en su comentario sobre Exodo, va, 11: "Entonces
llamó también el Faraón a sabios y encantadores": los demonios van por la tierra
reuniendo todo tipo de simientes, y trabajando con ellas pueden difundir varias
especies. Véase también la glosa sobre esas palabras (el Faraón llamó). Y también,
en el Génesis, III, la glosa presenta dos comentarios sobre las palabras: "Y los hijos
de Dios vieron a las hijas de los hombres". Primero, que por hijos de Dios se
entiende a los hijos de Set, y por hijas de los hombres a las de Caín. Segundo,
quelos gigantes fueron creados, no por algún acto increíble de los hombres, sino
por ciertos demonios, que son desvergonzados respecto de las mujeres. Pues la
Biblia dice que los gigantes estaban sobre la tierra. Más aun, inclusive antes del
Diluvio, no sólo los cuerpos de los hombres, sino también los de las mujeres, eran
destacada e increíblemente bellos.
Respuesta. Con fines de brevedad se omite buena aparte de lo relativo al poder del
demonio y de sus obras, en el aspecto de los efectos de la brujería. Pues el lector
piadoso lo acepta como demostrado, o, si desea investigar, puede encontrar todos
los puntos aclarados en el segundo Libro de Sentencias, 5. Pues verá que los
demonios ejecutan todas sus obras de manera consciente y voluntaria; pues la
naturaleza que les dio no ha cambiado. Véase Dionisio, en su cuarto capítulo, al
respecto; la naturaleza de ellos se mantiene intacta y espléndida, aunque no
pueden utilizarla para ningún buen fin. En cuanto a su inteligencia, advertirá que
descuellan en tres puntos de comprensión, a saber, en la sutileza de su
naturaleza, en su antigua experiencia y en la revelación de los espíritus
superiores. También descubrirá que, por influencia de los astros, conocen las
características dominantes de los hombres, y por lo tanto descubren que algunos
están más dispuestos a ejecutar obras de hechicería que otros, y que molestan a
éstos ante todo con vistas a tales acciones.
Y en cuanto a su voluntad, el lector hallará que se orienta en forma inmutable
hacia el mal, y que continuamente peca por orgullo, envidia y grosera codicia; y
que Dios, para Su propia gloria, le permite trabajar contra Su voluntad. También
entenderá que con estas dos cualidades del intelecto y la voluntad los demonios
obran milagros, de modo que no existe poder en la tierra que se compare con ellos:
Job, n. No hay en la tierra poder que pueda compararse con el que fue creado para
no tener a nadie. Pero aquí la glosa dice que si bien no teme a nadie, está
sometido a los méritos de los Santos.
También verá que el demonio conoce los pensamientos de nuestros corazones; que
en forma esencial y desastrosa puede metamorfosear los cuerpos con la ayuda de
un agente; que puede trasladar los
cuerpos de un lugar a otro y alterar los sentimientos exteriores e internos en
cualquier medida concebible; y que le es posible modificar el intelecto y la
voluntad del hombre, por indirectamente que lo hiciere.
Pues si bien todo esto es pertinente para nuestra investigación, sólo deseamos
extraer de ello una conclusión en cuanto a la naturaleza de los demonios, y de ese
modo seguir el estudio de nuestro interrogante.
Ahora bien, los Teólogos les asignaron ciertas cualidades, como la de que son
espíritus impuros, pero no por su naturaleza. Pues según Dionisio hay en ellos
una locura natural, una feroz concupiscencia, una desenfrenada fantasía, como se
advierte en sus .pecados espirituales de orgullo, envidia, y cólera. Por este motivo
son los enemigos de la raza humana: racionales de mente, pero razonan sin
palabras; sutiles en maldad, ansiosos de hacer daño; siempre fértiles en nuevos
engaños, modifican las percepciones y enturbian las emociones de los hombres,
confunden a los vigilantes y en los sueños perturban a los durmientes; provocan
enfermedades, engendran tempestades, se disfrazan de ángeles de luz, siempre
llevan en torno el infierno; a las brujas les usurpan para sí la adoración de Dios, y
por este medio se efectúan encantamientos mágicos; tratan de obtener el dominio
sobre los buenos, y molestarlos hasta el máximo de su poderío; a los elegidos se
les entregan como tentación, y siempre se encuentran al acecho de la destrucción
de los hombres.
Y aunque tienen mil maneras de hacer daño, y desde su caída intentaron provocar
cismas en la iglesia, impedir la caridad, infectar con la bilis de la envidia la
dulzura de los actos de los santos, y perturbar de todas las maneras posibles a la
raza humana, _ su poder se mantiene limitado a las partes privadas y al ombligo.
Véase Job, XLI. Pues gracias al desenfado de la carne posee gran poder sobre los
hombres; y en los hombres la fuente del desenfreno se encuentra en las partes
privadas, ya que de ellas emana el semen, tal como en las mujeres mana del
ombligo. Por lo tanto, sobrentendidas estas cosas para una adecuada comprensión
del problema de los íncubos y los súcubos, debe decirse que es una concepción
tan católica afirmar que en ocasiones los hombres pueden ser engendrados por
medio de íncubos y súcubos, como es contrario alas palabras de los santos, y aun
a la tradición delas Sagradas Escrituras, mantener la opinión contraria. Y esto se
demuestra como sigue. En un lugar San Agustín formula este interrogante, no
respecto de las brujas, sino con referencia a las obras mismas de los demonios, y a
las fábulas de los poetas, y deja el asunto envuelto en ciertas dudas, aunque más
tarde se muestra definido al respecto, en. las Sagradas Escrituras. Pues en su de
Ciutate Dei, Libro 3, capítulo a 2, dice: "Dejamos abierto el interrogante en cuanto
. a si era posible que Venus diese nacimiento a Eneas por medio del coito con
Anquises". Pues un interrogante similar surge en las Escrituras, donde se
pregunta si los ángeles malos se acuestan con las hijas de los hombres, y de este
modo la tierra se llenó entonces de gigantes, es decir, de hombres enormemente
grandes y fuertes. Pero soluciona el tema en el Libro 5, cap. 25, con estas
palabras: "Es creencia muy general, cuya veracidad muchos confirman por
experiencia propia, o al menos de oídas, por haber sido experimentada por
hombres de indudable confianza, que los sátiros y los faunos (que por lo general se
denominan íncubos) se aparecieron ante mujeres lascivas y trataron de obtener y
obtuvieron el coito con ellas. Y que ciertos demonios (que los galos llaman dusios)
intentan en forma asidua, y lo logran, esta actividad repugnante, cosa que
confirman tantos testigos dignos de crédito, que sería insolente negarlo".
Más tarde, en el mismo libro, soluciona la segunda afirmación, a saber, que el
pasaje del Génesis Sobre los Hijos de Dios (es decir, Set) y las hijas de los hambres
(o sea, Caín) no habla sólo de los íncubos, ya que la existencia de éstos no es
creíble. En ese sentido existe la glosa que ya mencionamos antes. Dice que no es
ajeno a la creencia el hecho de que los gigantes de quienes hablan las Escrituras
fuesen engendrados, no por hombres, sino por ángeles o ciertos demonios que
buscan a las mujeres. El mismo sentido tiene la glosa de Isaías, XIII donde el
profeta predica la desolación de Babilonia y los monstruos que la habitarán. Dice:
"Los búhos morarán allí, y los sátiros bailarán allí". Aquí, por sátiros se entiende
demonios; como dice la glosa, los sátiros son criaturas salvajes y velludas de los
bosques, que representan cierto tipo de demonios llamados íncubos. Y una vez
más Isaías, xxxiv, donde profetiza la desolación del país de los idumeos porque
persiguieron a los judíos, y dice: "Será morada de dragones y refugio para
mochuelos. También los animales salvajes del desierto se encontrarán allí..." La
glosa interlineal interpreta esto como referido a monstruos y demonios. Y en el
mismo lugar el Beato Gregorio explica que estos son dioses de los bosques con
otro nombre, no los que los griegos llamaban Pan, y los latinos íncubos.
De la misma manera, el Beato Isidoro, en el último capítulo de su octavo libro,
dice: los sátiros son aquellos que se denominan Pan en griego e íncubos en latín. Y
se los denomina íncubos por su práctica de superposición, es decir, de orgía.. Pues
a menudo ansían rijosamente a las mujeres, y copulan con ellas; y los galos los
llaman dusios, porque sor. diligentes en esa animalidad. Pero el demonio que la
gente común llama íncubo, es denominado fauno de los higos por los romanos; a
lo cual Horacio dijo: "Oh, fauno, amor de las ninfas que huyen, que recorre con
dulzura, mis tierras y mis sonrientes campos".
Y en cuanto a lo de San Pablo, en I Corintios, x4 una mujer debe llevar cubierta la
cabeza, por los ángeles, y muchos católicos creen que "por los ángeles" se refiere a
los íncubos. La misma opinión ostenta el Venerable Bede en su History of the
English; también Guillermo de París en su libro De Universo, última parte del
tratado sexto. Más aun, Santo Tomás habla de ello (I, 25 y II, 8 y en otras partes;
también en Isaías, XII y XIV). por lo tanta dice que es irreflexivo negar esas cosas.
Pues lo que parece cierta para muchos no puede ser del todo falso, según
Aristóteles (a3 final de De Somno et Vigilia, y en la segunda Etica). Nada diga de
las muchas historias auténticas, tanto católicas como paganas, que afirman de
manera abierta la existencia de los íncubos.
Pero el motivo de que los demonios se conviertan en íncubos o súcubos no es con
vistas al placer, ya que un espíritu no tiene carne ni sangre; sino que ante todo es
con la intención de que por medio del vicio de la lujuria puedan provocar un doble
daño contra los hombres, es decir, en el cuerpo y en el alma, de modo que los
hombres puedan entregarse más a todos los vicios. Y no cabe duda de que saben
bajo qué astros es más vigoroso el semen, y que los hambres así concebidos
estarán siempre pervertidos por la brujería.
Cuando Dios todopoderoso enumeró muchos vicios de lujuria que reinaban entre
los no creyentes y los herejes, de los cuales deseaba que Su pueblo quedase
purificado, dijo, en Levítico, XVIII: "En ninguna, de estas cosas os amancillaréis;
porque en todas estas cosas se ha ensuciado la gente que yo he hecho delante de
vosotros. Y la tierra fue contaminada y yo visité su maldad sobre ella, y la, tierra
vomitó sus moradores". Por el contrario, la glosa explica la palabra "tierras", que
significa demonios que, debido a su multitud, se denominan las gentes del mundo,
y se regocijan en todos los pecados, en especial el de fornicación e idolatría.,
porque gracias a ellos quedan mancillados en cuerpo y en alma, y el hombre
entero, que se denomina "la tierra". Porque cada uno de los pecados que el hombre
comete se encuentra fuera de su cuerpo, pero el hombre que carrete fornicación
peca. en este cuerpo. Si alguien quiere seguir estudiando las historias relativas a
los íncubos y súcubos, que lea (como se dijo) a Bede en su History of the English y
a Guillermo, y por último a Tomás de Brabante en su libro Sobre Besa.
Para volver a nuestro asunto. Y ante todo, al acto natural dé propagación
instituido por Dios, es decir, entre el hombre y la mujer: que como si fuese por
permiso de Dios, el Sacramento del Matrimonio puede ser anulado por la, obra del
demonio mediante la brujería, como se mostró más arriba. Y lo mismo rige con
mucha más fuerza para cualquier otro acto venéreo entre hombre y mujer.
Pero si se pregunta por qué se permite al demonio efectuar hechizos sobre el acto
venéreo, antes que sobre cualquier otro acto humano, se responde que los
Doctores dan muchas razones, que se analizarán más adelante, en la parte
referente al permiso divino. Por el momento debe bastar la. razón que se mencionó
antes, a saber, que el poder del demonio reside en las partes privadas de los
hombres. Pues de todas las luchas, las más difíciles son aquellas en que el
combate es continuo, y rara la victorias,. Y es poco sólido afirmar que en ese caso
la obra del demonio es más fuerte que la de Dios, ya que el acto matrimonial
instituido por Dina puede ser anulado; pues el demonio no lo anula, por la
violencia, ya que no tiene poder alguno en el asunto, salvó en la medida en que
Dios selo permite. Por lo tanto sería mejor argumentar, a partir de esto, que carece
de poderes.
Segundo, es verdad que procrear a un hombre es el acto de un cuerpo vivo. Pero
cuando se dice que los demonios no pueden dar vida porque ésta fluye
formalmente del alma, es cierto; pero en términos materiales, la vida nace del
semen, y el demonio incubo, con permiso de Dios, puede lograrlo por medio del
coito. Y el semen no brota tanto de él, ya que es el de otro hombre recibido por él
para tal fin ( véase Santo Tomás, I, 51, art. 3 ). Pues el demonio es el súcubo del
hombre, y se convierte en incubo de una mujer. Asimismo, absorben las simientes
de otras cosas para engendrar distintas cosas, como dice S. Agustín, de Trinitate,
M.
Y ahora podría preguntarse, ¿de quién es hijo el niño así nacido? Resulta claro que
no del demonio, sino del hombre cuyo semen se recibió. Pero cuando se insiste en
que, tal como en las obras de la naturaleza, tampoco hay nada superfluo en las de
los ángeles, hay que admitirlo; pero cuando se infiere que el demonio puede recibir
e inyectar semen de manera invisible, ello también es cierto; pero prefiere
ejecutarlo de manera visible, como un súcubo y un incubo, para que mediante esa
asquerosidad pueda infecta; a toda la humanidad en cuerpo y alma, es decir,
tanto al hombre como a la mujer, pues existe, por decirlo así, con tanto físico real
Más aun, en forma invisible los demonios pueden hacer más cosas de las que se
les permite hacer de manera visible, aunque lo deseen así; pero se les permite
hacerlas de<>;l dijo: "Mas guarda su vida", es decir,
manténla intacta. Y ese poder que É1 le concedió sobre su cuerpo, también se lo
concedió sobre todas las facultades vinculadas con el cuerpo, que son las cuatro o
cinco percepciones exteriores e internas, a saber, el Buen Sentido, la Fantasía o
Imaginación, el Pensamiento y la Memoria.
Si no puede darse otro caso, tomemos un ejemplo de los cerdos y las ovejas. Pues
los cerdos conocen por instinto el camino a su refugio. Y por instinto natural, las
ovejas distinguen un lobo de un perro, y saben que uno es el enemigo y el otro el
amigo de su naturaleza.
Por consiguiente, ya que todos nuestros conocimientos razonados provienen de los
sentidos (porque Aristóteles, en el segundo libro Sobre la mente dice que un
hambre inteligente debe tener en cuenta a los fantasmas), el diablo puede afectar
la fantasía interior, y nublar el entendimiento. Y esto no es actuar de manera
inmediata sobre la mente, sino por medio de fantasmas. Porque, además, nada es
amado hasta que se lo conoce.
Se podrían sacar del oro tantos ejemplos como fuesen necesarios, del oro que el
avaro ama porque conoce su poder, cte. Por lo tanto, cuando el entendimiento se
oscurece, también la voluntad queda nublada en sus afectos. Más aun, el demonio
puede lograr esto con o sin ayuda de una bruja; y estas cosas pueden inclusive
ocurrir por simple falta de previsión. Pero daremos ejemplos de cada tipo. Pues,
como se dice en Santiago, i: "Sino que cada uno es tentado cuando de su propia
concupiscencia es atraído y cebado. Y la concupiscencia, después que ha
concebido, pare el pecado; y el pecado, siendo cumplido, engendra muerte". Y una
vez más, cuando Sichem vio a Dina salir para ver a las hijas de la. tierra, la amó y
la tomó y se acostó con ella, y su alma se unió a ella (Génesis, xxxiv). Y según la
glosa: cuando la mente débil olvida sus propios asuntos, y se ocupa, como Dina,
de los de otras personas, es extraviada por la costumbre, y se convierte en una de
las pecadoras.
En segundo lugar, que este apetito puede surgir aparte de la brujería, y nada más
que por la tentación del demonio, se muestra como sigue. Pues leemos en II
Samuel, m, que Ammón amaba con desesperación a su hermana Tamar, y la
ansiaba mucho, de modo que enfermó de amor por ella.. Pero nadie caería en un
delito tan grande e inicuo, si no estuviese corrompido por completo y grandemente
tentado por el demonio. Por lo cual la glosa dice: esta es una advertencia para
nosotros, y fue permitida por Dios para que siempre estemos en guardia, no sea
que el vicio nos domine y el príncipe del pecado, quien promete una falsa paz a los
que se encuentran en peligro, al hallarnos dispuestos nos mate sin que lo
advirtamos.
En el Libro de los Santos Padres se menciona esta clase de pasión, cuando se dice
que, por lejos que se retirasen de todas las ansias carnales, fueron a veces
tentados por el amor de las mujeres en mayor medida de lo que podría creerse. Por
lo cual en II Corintios, a el Apóstol dice: "Me es dado un aguijón en mi carne, un
mensajero de Satanás que me abofetee". Acerca de lo cual la glosa dice: me es
dado dejarme tentar por la lujuria. Pero quien es tentado y no cede no es pecador,
sino que es cosa para el ejercicio de la virtud. Y por tentación se entiende la del
demonio, no la de la carne, que es siempre venial en un pecado menor. Si lo
quisiera, el predicador podría encontrar muchos ejemplos.
El tercer punto, que el amor enardecido procede de las malas artes del demonio,
se analizó ya, y hablamos de esta tentación. Podrá preguntarse cómo es posible
decir si ese amor enardecido, procede, no del demonio, sino sólo de una bruja. Y la
respuesta es que existen muchas maneras. Si el hombre tentado tiene una esposa
bella y honrada, o si lo contrario ocurre en el caso de una mujer, etcétera.
Segundo, si el juicio de la razón está encadenado de tal modo, que ni golpes, ni
palabras, ni hechos, ni siquiera la vergüenza, pueden hacer desistir de esa lujuria.
Y tercero, en especial, cuando no puede contenerse, sino que en ocasiones, de
manera inesperada y a pesar de lo dificultoso del viaje, se ve obligado a recorrer
grandes distancias (como puede saberlo cualquiera por las confesiones de esos
hombres), tanto de día como de noche. Porque como dice San Juan Crisóstomo en
Mateo, xx, acerca del asno sobre el cual cabalgaba Cristo: cuando el demonio
posee la voluntad de un hombre por el pecado, lo lleva a su arbitrio, a donde le
plazca, y da el ejemplo de un barco en el mar, sin timón, que los vientos arrastran
a su placer; y de un hombre sentado con firmeza en un caballo; y de un rey que
domina sobre un tirano. Y cuarto, se muestra por el hecho de que a veces son
arrebatados, de repente y en forma inesperada, y transformados y nada puede
impedirlo. También se muestra por lo repugnante de su apariencia.
PREGUNTA. De si las brujas pueden embotar el poder de gestación u obstruir el acto
venéreo.
Ahora bien, el hecho de que las rameras y prostitutas adúlteras se entreguen ante
todo a la brujería está confirmado por los hechizos efectuados por las brujas sobre
el acto de engendrar. Y para hacer más clara la verdad, debemos considerar los
argumentos de quienes no concuerdan con nosotros al respecto. Y ante todo se
afirma que ese encantamiento no es posible, porque si lo fuera regiría por igual
para quienes están casados; y si esto se admitiera, entonces, tamo el matrimonio
es obra de Dios y la brujería obra del demonio, esta íntima sería más fuerte que la
primera. Pero si se admite que sólo puede afectar a los fornicadores y a los
solteros, ello implica la vuelta a la opinión de que en realidad la brujería no existe,
como no sea en la imaginación de los hombres. Y esto ya fue refutado. O bien se
encuentra alguna razón de que afecte a los solteros y no a los casados; y la única
razón posible es que el matrimonio es obra de Dios. Y como, según los Teólogos,
esta razón no es válida, sigue en pie el argumento de que haría la obra del
demonio más fuerte que la de Dios; y como sería injustificado hacer semejante
afirmación, también es injustificado afirmar que el acto venéreo puede ser
obstaculizado por brujería.
Una vez más, el demonio no puede obstaculizar las otras acciones naturales, tales
las de comer, caminar y erguirse, como resulta evidente que, si lo pudiera,
destruiría a todo el mundo.
Además, como el acto venéreo es común a todas las mujeres, si se lo obstaculizara
-sería con respecto a todas las mujeres; pero no es así, y por do tanto vale el
primer argumento. Porque los hechos prueban que no es así; pues cuando un
hombre dice que ha sido embrujado, sigue siendo muy capaz respecto de otras
mujeres, aunque no con aquella con la cual le es imposible copular; y la razón de
ello es que no lo desea, y por lo tanto nada puede hacer en ese sentido.
Hay también otra razón: la de que como el diablo es más poderoso que el hombre,
y un hombre puede obstruir la capacidad de engendrar por medio de hierbas
frígidas o cualquier otra cosa en que se pueda pensar, mucho más puede hacerlo
el demonio ya que tiene mayores conocimientos y astucia.
Respuesta. La verdad resulta bastante evidente de los dos aspectos que ya se han
argumentado, aunque no se declaró de manera específica el método de
obstrucción. Pues se mostró que la brujería no existe sólo en la imaginación de los
hombres, sino en los hechos; en que en verdad y en realidad pueden ocurrir
innumerables encantamientos con el permiso de Dios. También se ha mostrado
que Dios lo permite más en el caso de la capacidad de engendrar, debido a su
mayor corrupción, que en el caso de otras acciones humanas. Pero acerca del
método por el cual se procuran esas obstrucciones, es de señalar que no afecta
sólo el poder de engendrar, sino el de la imaginación o fantasía.
Y en cuanto a esto, Pedro de Paludes (III, 34) señala cinco métodos. Pues dice que
el demonio, por ser un espíritu, tiene poder sobre una criatura corpórea, y puede
causar o impedir un movimiento local. Y por lo tanto puede impedir que los
cuerpos se acerquen entre sí, ya sea de manera directa o indirecta, inter
poniéndose en alguna forma corpórea. Así ocurrió con el joven desposado con un
ídolo, y que sin embargo casó con una joven doncella, y luego fue incapaz de
copular con ella. Segundo, puede excitar a un hombre a ese acto, o congelar su
deseo de él, en virtud de cosas secretas cuyo poder conoce mejor que nadie.
Tercero, puede perturbar de tal manera la percepción e imaginación de un
hombre, que la mujer le parezca repugnante, ya que, como se dijo, puede influir
sobre la imaginación. Cuarto, puede impedir, de manera directa, la erección del
miembro adaptado a la fructificación, del mismo modo que obstaculizar un
movimiento local. Quinto, puede impedir el aflujo de la esencia vital a los
miembros en que reside la energía motriz, cerrando, por decirlo así, los canales
seminales, de modo que no descienda a las vías de gestación, o retroceda de ellas,
o no se proyecte de ellas, o en alguna de muchas maneras fracase en su función.
Y continúa, en consonancia con lo que se trató más arriba, por otros Doctores.
Pues Dios otorga al demonio más espacio respecto de este acto por medio del cual
se difundió primero el pecado, que de otros actos humanos. De la misma forma,
las serpientes están más sometidas a los encantamientos mágicos que los demás
animales. Y un poco más adelante dice: lo mismo ocurre en el caso de la mujer,
pues el demonio puede nublarle de tal modo el entendimiento, que considere a su
esposo tan repugnante, que por nada del mundo le permita acostarse con ella.
Más tarde desea encontrar la razón de por qué más hombres que mujeres se
encuentran hechizados respecto de esa acción; y dice que tal obstrucción ocurre
por lo general en el conducto seminal, o en la incapacidad en materia de erección,
que con más facilidad puede suceder en los hombres; y por lo tanto hay más
hombres embrujados que mujeres. También podría decirse que, como la mayor
parte de las brujas son mujeres, ansían más a los hombres que a las mujeres.
Además, actúan por despecho contra las mujeres casadas, y encuentran todas las
oportunidades para el adulterio cuando el esposo puede copular con otras
mujeres, pero no con la propia, y de la misma manera, la esposa también debe
buscar otros amantes.
Agrega asimismo que Dios permite que el demonio afecte a los pecadores con más
encono que a los justos. Por lo cual el ángel dijo a Tobías: otorga al demonio poder
sobre aquellos que se han entregado a la lascivia. Pero también tiene, a veces,
poder sobre los justos, como en el caso de Job, pero no en relación con las
funciones genitales. Por lo cual deberían dedicarse a la confección de otras buenas
obras, no sea que el hierro permanezca en la herida, y resulte inútil aplicar
remedios.
SE ACLARAN ALGUNAS DUDAS PASAJERAS SOBRE EL TEMA DE LA COPULACION
IMPEDIDA POR LOS ENCANTAMIENTOS MALIGNOS

Pero de pasada, si se pregunta por qué esta función es a veces obstaculizada
respecto de una mujer, pero no de otra, la respuesta, según San Buenaventura, es
esta. O bien la encantadora o bruja afecta de ese modo a las personas que el
demonio ha determinado, o es porque Dios no permite que ello se inflija sobre
ciertas personas. Pues el objetivo oculto de Dios en este aspecto es oscuro, como
se muestra en el caso de la esposa de Tobías: Y agrega: Si se pregunta cómo hace
esto el demonio, hay que decir que obstruye la capacidad genital, no en forma
intrínseca, mediante una lesión del órgano, sino de manera extrínseca,
inutilizándolo. Por lo tanto, como es una obstrucción artificial, y no natural, puede
hacer a un hombre impotente hacia una mujer, pero no hacia otras: arrebatando
la inflamación de su lujuria por ella, pero no por otras mujeres, ya sea por medio
de su propio poder, o por alguna hierba, o piedra, o ciertos medios naturales
ocultos. Y esto coincide con las palabras de Pedro de Paludes.
Además, como la impotencia en este acto se debe a veces a la frialdad de la
naturaleza, o a algún defecto natural, se pregunta cómo es posible distinguir si se
debe o no ala brujería: Hostiensis da la respuesta en su Summa (pera esto no debe
predicarse en público): cuando el miembro no se conmueve de ninguna manera, y
no puede ejecutar el acto del coito, ello es signo de frigidez de la naturaleza; pero
cuando se conmueve y se yergue, y sin embargo no puede ejecutar, es un signo de
brujería.
También debe señalarse que la impotencia del miembro para ejecutar el acto no es
el único encantamiento, sino que a veces se hace que la mujer no pueda concebir,
o bien que aborte.
Obsérvese, además, que según lo que establecen los Cánones, quien por deseo de
venganza o por odio hace a un hombre o a una mujer algo que les impide
engendrar o concebir debe ser considerado un homicida. Y adviértase, además,
que el Canon habla de amantes libres que, para salvar a sus enamorados de la
vergüenza, usan anticonceptivos tales como pociones o hierbas que van en contra
de la naturaleza, sin ayuda alguna de los demonios. Y esos penitentes deben ser
castigados como homicidas. Pero las brujas que hacen tales cosas por brujería son
castigables, por ley, con la pena extrema.
Y para una solución de los argumentos; cuando se objeta que estas cosas no
pueden suceder a quienes están unidos en matrimonio, es preciso señalar además
que, aunque la verdad de este asunto no se hubiese ya aclarado lo suficiente, esas
cosas pueden verdadera y ciertamente ocurrir, tanto a quienes están casados
como a quienes no lo están. Y el lector prudente, quien posee abundancia de
libros, se remitirá a los Teólogos y a los Canonistas, en especial cuando hablan de
los impotentes y hechizados. Encontrará que coinciden en condenar dos errores:
en particular con respecto a las personas casadas, que parecen creer que esos
encantamientos no pueden ocurrir a los que están unidos en matrimonio, pues
postulan la razón de que el demonio no puede destruir las obras de Dios.
Y el primer error que condenan es el de quienes dicen que no existen brujerías en
el mundo, sino sólo en la imaginación de los hombres que, por su ignorancia de
las causas ocultas que nadie entiende todavía, asignan ciertos efectos naturales a
la brujería como si fuesen producto, no de causas ocultas, sino de demonios que
trabajan por sí mismos o en conjunción con .las brujas. Y aunque todos los otros
Doctores condenan este error como una .pura falsedad, Santo Tomás lo ataca con
más vigor y lo estigmatiza como verdadera herejía, y dice que este error procede de
la. raíz de la infidelidad. Y como la infidelidad en un cristiano se considera herejía,
esos tales merecen ser sospechados de herejía. Y esto se estudió en la Primera
Pregunta, aunque no se declaró con tanta, claridad. Pues si alguien considera los
otros dichos de Santo Tomás en otros lugares, encontrará las razones por las
cuales afirma que ese error procede de la raíz de la infidelidad.
Pues en sus preguntas referentes al Pecado, donde trata de los demonios, y en su
primera pregunta, donde los demonios tienen un cuerpo que les corresponde por
naturaleza, entre muchas otras cosas menciona, las que refieren todos los efectos
físicos a las virtudes de los astros, a los cuales decían que estaban sometidas las
causas ocultas de los efectos terrestres. Y él decía: debe considerarse que los
Peripatéticos, los discípulos de Aristóteles, afirmaban que los demonios no existen
en la realidad, sino que las cosas que se les atribuyen proceden del poder de los
astros y de otros fenómenos naturales. En tanto que San Agustín dice: (de Ciuitate
Dei, x) que Porfirio opinaba que de las hierbas y animales, y de ciertos sonidos y
voces, y de figuras y ficciones observadas en el movimiento de los astros, los
hombres fabricaban en la tierra poderes correspondientes a los astros, para
explicar diversos efectos naturales. Y el error de ellos es claro, ya que todo lo
referían a causas ocultas en los astros, y afirmaban que los demonios sólo eran
fabricados por la imaginación humana.
Pero Santo Tomás demuestra con claridad, en la misma obra, que esta opinión es
falsa; pues existen algunas obras de los demonios que en manera alguna pueden
proceder de una causa natural. Por ejemplo, cuando quien está poseído por un
demonio habla en un idioma desconocido; y muchas otras obras demoníacas se
encuentran, tanto en las artes rapsódicas como en las nigrománticas, que sólo
pueden proceder de cierta Inteligencia, que por supuesto no es buena, sino mala
en su intención. Y por lo tanto, debido a estas incongruencias, otros Filósofos se
vieron obligados a admitir que había demonios. Pero más tarde cayeron en varios
errores, y algunos pensaron que el alma de los hombres, cuando abandonaba su
cuerpo, se convertía en demonio. Por tal motivo, muchos Adivinos han asesinado a
niños, para poder tener sus almas como colaboradores; y se relatan muchos otros
errores.
De todo esto resulta claro que no -sin motivos el Santo Doctor afirma que
semejante opinión procede de la raíz de la infidelidad. Y quien lo desee puede leer
a San Agustín ( de Ciuitate Dei, vii, ix) sobre los distintos errores de los infieles
acerca de la naturaleza de los demonios. Y por cierto que la opinión común de
todos los Doctores, citada en la obra antes mencionada, contra quienes yerran de
esta manera al negar que existan brujas, tiene gran peso en su significado,
aunque se exprese en pocas palabras. Pues dicen que quienes afirman que no
existe la brujería en el mundo contradicen la opinión de todos los Doctores y de
las Sagradas Escrituras, y declaran que hay demonios, y que éstos tienen poder
sobre el cuerpo y la imaginación de los hombres, con permiso de Dios. Por lo cual,
quienes son los instrumentos de los demonios por cuyo impulso éstos a veces
causan daño a una criatura, son llamadas brujas por ellos.
Ahora bien, en la condenación de este primer error por los Doctores, nada se dice
acerca, de los unidos en matrimonio; pero ello resulta claro en su condenación del
segundo error. Pues dicen que otros caen en el de creer que, aunque la brujería
existe y abunda en el mundo,. inclusive contra la copulación carnal, ninguno de
esos encantamientos puede considerarse permanente, jamás anula un matrimonio
que ya se ha contraído. Allí hablan de los unidos en matrimonio. A1 refutar este
error (pues lo hacemos aunque venga poco al caso, en bien de quienes no poseen
muchos libros), es de señalar que lo refutan afirmando que va contra todos los
precedentes, y es contrario a todas las leyes, antiguas y modernas.
Por lo tanto, los Doctores católicos establecen la siguiente distinción: que la
impotencia causada por la brujería es temporaria o permanente. Y si es
temporaria, no anula el matrimonio. Más aun, se presume que es temporaria si
pueden ser curados del impedimento antes de transcurridos tres años de su
cohabitación, luego de hacer todos los esfuerzos posibles, ya sea por medio de los
sacramentos de la iglesia, o por otros remedios, para curarse. Pero si para
entonces no han sido curados por remedio alguno, a partir de ese momento se
considera permanente. Y en ese caso precede al contrato y consumación del
matrimonio, y entonces impide contraer éste, y anula el que no se ha contraído
aún; o bien sigue al contrato de casamiento, pero impide su consumación, y
entonces, asimismo, según algunos, anula el contrato anterior. (Pues se dice en el
Libro XXXIII, Pregunta 1, cap. 1, que la confirmación de un matrimonio consiste
en su oficio carnal.) O bien es subsiguiente a la consumación del matrimonio, y
entonces el vínculo matrimonial no queda anulado. Allí, Hostiensis y Godofredo y
los Doctores y los Teólogos señalan muchas cosas acerca de la impotencia.
Acerca de los argumentos. En cuanto al primero, queda muy claro por lo que se
dice. Pues respecto del argumento de que las obras de Dios pueden ser destruidas
por las del demonio, si la brujería tiene poder contra quienes están casados,
carece de fuerza; antes bien, parece lo contrario, ya que el demonio nada puede
hacer sin permiso de Dios. Pues no destruye por la fuerza, como, un tirano, sino
por ciertas artes extrínsecas, como se demuestra arriba. Y también queda claro el
segundo argumento, de por qué Dios permite esta obstrucción, más en el caso del
acto venéreo que de otros actos. Pero el demonio también tiene poder sobre otros
actos, cuando Dios lo permite. Por lo cual no es correcto argumentar que podría
destruir al mundo entero. Y de la misma manera, la tercera objeción queda
contestada.
PREGUNTA. De si las brujas pueden operar una ilusión prestidigitatoria, de modo
que el órgano masculino parezca por entero alejado y separado del cu
erpo.
Aquí se declara la verdad acerca de las operaciones diabólicas con referencia al
órgano masculino. Y para dejar en claro los hechos, se pregunta si las brujas, con
la ayuda de los demonios, pueden en realidad y en verdad eliminar el miembro, o
si sólo lo hacen en apariencia, por algún encantamiento o ilusión. Y se afirma a
fortiori que pueden hacerlo; pues como los demonios pueden hacer cosas más
grandes que esa, tales como matarlos o trasportarlos de un lugar a otro -como se
mostró más arriba, en los casos de Job y Tobías- , también pueden, en verdad y en
realidad, eliminar los miembros de los hombres.
Una vez más, se toma un argumento de la glosa sobre las visitas de los ángeles
malos, en los Salmos: Dios castiga por medio de los ángeles malos, como a
menudo castigó al Pueblo de Israel con varias enfermedades, en verdad y en
realidad cayó sobre sus cuerpos. Por lo tanto, el miembro también está sometido a
tales visitas.
Puede decirse que esto se hace con el permiso Divino. Y en ese caso, como ya se
dijo que Dios permite más poder de brujería sobre las funciones genitales, debido
a la primera corrupción de pecado que nos vino del acto de engendrar, así también
otorga mayor poder sobre el órgano genital completo, inclusive hasta su
eliminación total.
Y una vez más, fue una cosa más grande convertir a la esposa de Lot en una
columna de sal, de lo que lo es arrebatar el órgano masculino; y esa (Génesis, =)
fue una metamorfosis real y verdadera, no aparente (pues se dice que esa columna
todavía puede verse). Y eso lo hizo un ángel malo, tal como los ángeles buenos
atacaron de ceguera a los hombres de Sodoma, de modo que no pudiesen
encontrar la puerta de la casa. Y lo mismo sucedió con los otros castigos de los
hombres de Gomorra. Por cierto que la glosa afirma que la esposa de Lot estaba
manchada de ese vicio, y por eso fue castigada.
Y una vez más, quien puede crear una forma natural también puede eliminarla.
Pero los demonios han creado muchas formas naturales, como resulta claro por
los magos del faraón, quienes con la ayuda del demonio hacían sapos y serpientes.
También San Agustín, en el Libro LXXXIII, dice que las cosas que hacen de
manera visible los poderes inferiores del aire no pueden considerarse simples
ilusiones; pero inclusive los hombres, por medio de una hábil incisión, son
capaces de eliminar el órgano masculino; en consecuencia, los demonios pueden
hacer en forma invisible lo que otros hacen de manera visible.
Pero por el lado contrario, San Agustín (de Ciuitate De¡ XVIII) dice: no hay que
creer que por medio del arte o el poder de los demonios, el cuerpo del hombre
pueda cambiarse a semejanza del de un animal. Por eso es también imposible que
pueda eliminarse lo esencial para la verdad del cuerpo humano. Asimismo dice (de
Trinitate, III): no hay que pensar que esta sustancia de materia visible esté
sometida a la voluntad de los ángeles caídos, pues sólo se encuentra sometida a
Dios.
Respuesta. No cabe duda de que ciertas brujas pueden hacer cosas maravillosas
respecto de los órganos masculinos, pues ello coincide con lo que muchos vieron y
oyeron, y con la afirmación general de lo que se conoce acerca del miembro, por
medio de los órganos de la vista y el tacto. Y entonces, en cuanto a la forma en que
esto es posible, debe decirse que se puede hacer de dos maneras, ya sea en verdad
y en la realidad, como lo dijeron los primeros argumentos, o por medio de algún
prestigio o hechizo. Pero cuando lo hacen las brujas, es sólo un asunto de hechizo,
aunque no es una ilusión en opinión del que lo sufre. Pues en verdad y realidad su
imaginación puede creer que algo no se encuentra presente, ya que ninguno de
sus sentidos exteriores como la vista o el tacto, pueden percibir que esté presente.
De esto puede decirse que hay una verdadera atracción del m
iembro en la
imaginación, aunque no en los hechos; y hay que señalar varias cosas en cuanto a
la forma en que esto sucede. Y primero con referencia a los dos métodos por los
cuales puede hacerse. No es extraño que el demonio pueda engañar a los sentidos
humanos exteriores, ya que, como se trató más arriba, puede hacerlo en los
sentidos internos, llevando a la percepción concreta ideas acumuladas en la
imaginación. Más aun, engaña a los hombres en sus funciones naturales, y hace
que lo que es visible resulte invisible para ellos, e intangible lo tangible, e
inaudible lo audible, y lo mismo en lo que se refiere a los otros sentidos. Pero esas
cosas no son ciertas en la realidad, ya que las provoca algún defecto introducido
en los sentidos, tales como los ojos o los oídos, o el tacto, en razón de cuyo defecto
se engaña el juicio del hombre.
Y esto podemos ilustrarlo con ciertos fenómenos naturales. Pues el vino dulce
parece amargo en la lengua del afiebrado, y su gusto se engaña, no por el hecho
real, sino por su enfermedad. Otro tanto ocurre en el caso que se considera, en
que el engaño no se debe al hecho, ya que el miembro sigue en su lugar, sino que
es una ilusión de los sentidos respecto de él.
Además, como se dijo antes, acerca de la capacidad de engendrar, el demonio
puede obstruir esa acción imponiendo algún otro cuerpo del mismo color y
apariencia, de tal manera que un cuerpo muy bien modelado, con el color de la
carne, se interpone entre la vista y el tacto, y entre el verdadero cuerpo del
sufriente, de modo que le parece que no ve ni siente otra cosa que un cuerpo liso,
de superficie no interrumpida por un órgano genital. Véase los dichos de Santo
Tomás acerca de los hechizos e ilusiones, y también en el Segundo de los
Segundos, 91, y en sus preguntas acerca del Pecado; donde a menudo cita a San
Agustín en el Libro LXXXIII. Este mal del demonio se insinúa por todos los accesos
sensuales; se entrega a figuras; se adapta a colores, mora en los sonidos, se
agazapa en los olores, se impregna de sabores.
Además, hay que considerar que esa ilusión de la vista y el tacto puede ser
causada, no sólo por la interposición de algún cuerpo liso y sin miembros, sino
también por el surgimiento, a la fantasía o imaginación, de ciertas formas e ideas
latentes en la mente, de tal manera que una cosa se imagina como percibida
entonces por primera vez. Pues como se mostró en la pregunta precedentes los
demonios, por su propio poder, pueden cambiar los cuerpos en el plano local; y
así. como la disposición o el humor pueden resultar afectados de esta manera, así
también sucede con las funciones naturales. Hablo de cosas que parecen
naturales para la imaginación o los sentidos. Porque Aristóteles, en de Somno et
vigilia, dice, al atribuir la causa de las apariciones en los sueños, que cuando un
animal duerme afluye mucha sangre a la. conciencia interna, y de ahí provienen
las ideas o impresiones derivadas de experiencias previas reales, acumuladas en la
mente. Ya se definió cómo, de esta manera, ciertas apariencias trasmiten la
impresión de nuevas experiencias. Y como esto puede ocurrir de manera natural,
en mayor medida puede el diablo llevar a la imaginación la apariencia de un
cuerpo liso, no provisto del miembro viril, de manera tal que los sentidos crean
que se trata de un hecho concreto.
En segundo lugar, hay que señalar otros métodos más fáciles de entender y
explicar. Pues según San Isidoro (Etim., VIII, 9), un hechizo no es más que cierta
ilusión de los sentidos, y en especial de los ojos. Y por esta razón también se lo
llama prestigio, de prestringo, ya que la visión de los ojos está tan aherrojada, que
las cosas parecen ser lo que no son. Y Alejandro de Hales, Parte 2, dice que un
prestigio, bien entendido, es una ilusión del demonio no causada por cambio
alguno en la materia, sino que sólo existe en la mente del engañado, ya sea en
relación con sus percepciones internas o exteriores.
Por lo cual, por hablar así, podemos decir inclusive, del arte prestidigitatoria
humana, que puede efectuarse de tres maneras.
Por la primera, puede hacerse sin demonios, ya que se hace de forma artificial, por
la agilidad de los hombres que muestran cosas y las ocultan, como en el caso de
los trucos de los prestidigitadores o ventrílocuos. El segundo método también
carece de la ayuda de los demonios, como cuando los hombres pueden usar
alguna virtud natural de los cuerpos o minerales naturales, de modo de dar a tales
objetos alguna otra apariencia, muy diferente de la verdadera. Por eso, según
Santo Tomás (I, 114, 4) y varios otros, los hombres, por medio del humo de ciertas
hierbas encendidas, pueden hacer que las varas parezcan serpientes.
El tercer método de engaño se efectúa con la ayuda de los demonios, otorgado el
permiso de Dios. Pues resulta claro que poseen, por su naturaleza, algún poder
sobre ciertas materias terrenales, que ejercen sobre ellas, cuando Dios lo permite,
de modo que las cosas parecen lo que no son.
Y en cuanto a este tercer método, hay que observar que el demonio tiene cinco
maneras por las cuales puede engañar a cualquiera, de modo que piense que una
cosa es lo que no es. Primero, por una treta artificial, según se dijo, pues lo que un
hombre puede hacer por sus artes el demonio puede hacerlo mejor. Segundo, por
un método natural, por la aplicación, como se dijo, e interposición de alguna
sustancia para ocultar el cuerpo verdadero, o para confundirlo en la fantasía del
hombre. El tercer método es cuando en un cuerpo adoptado se presenta como algo
que no es, como lo atestigua la historia que San Gregorio narra en su Primer
diálogo, de una Monja que comió lechuga, que sin embargo, como confesó el
demonio mismo, no era una lechuga, sino el demonio en forma de lechuga, o en la
lechuga misma. O como cuando se apareció San Antonio en un trozo de oro que
encontró en el desierto. O como cuando toca a un hombre verdadero, y lo hace
aparecer como un animal, como muy pronto se explicará. El cuarto método es
cuando confunde el órgano de la vista, de modo que una cosa clara parece
brumosa, o a la inversa, o como cuando una. anciana parece ser una jovencita.
Pues inclusive después de llorar la luz parece distinta de lo que era antes. Su
quinto método consiste en trabajar sobre el poder de imaginación, y, por una
perturbación de los humores, efectuar una trasmutación en las formas que
perciben los sentidos, como se trató antes, de modo que los sentidos perciben
entonces, por decirlo así, imágenes nuevas. Y en consecuencia, por los tres
últimos métodos, y aun por el segundo, el demonio puede obrar un hechizo sobre
los sentidos de un hombre. Por lo cual no hay dificultades en su ocultamiento del
miembro viril por algún prestigio o hechizo. Y una prueba o ejemplo manifiestos de
esto, que se nos reveló en nuestra condición de inquisidores, se expondrá más
adelante, cuando se exponga más acerca de este y otros asuntos, en la Segunda
Parte de este Tratado.
COMO PUEDE DISTINGUIRSE UN ENCANTAMIENTO DE UN DEFECTO NATURAL
Sigue un tema incidental, con algunas otras dificultades. El miembro de Pedro ha
sido arrebatado, y no sabe si por brujería o de alguna, otra manera, por el poder
del demonio, con permiso de Dios. ¿Existe alguna forma de determinar o distinguir
entre éstas? Puede contestarse como sigue. Primero, que aquellos a quienes estas
cosas ocurren más a menudo son adúlteros o fornicadores. Pues cuando no
responden a la exigencia de sus queridas, o si desean abandonarlas y unirse a
otras mujeres, entonces su querida, por venganza, hace que suceda esa cosa, o
por algún otro poder consigue que su miembro sea eliminado. Segundo, puede
distinguirse por el hecho de que no es permanente. Pues si no se debe a la
brujería, la pérdida no es permanente, sino que se restablece con el tiempo.
Pero aquí surge otra duda, acerca de si se debe a la naturaleza de la brujería el
hecho de que no sea permanente. Se contesta que puede ser permanente, y durar
hasta la muerte, tal como juzgan los Canonistas y los Teólogos respecto del
impedimento de la brujería en el matrimonio, que lo temporario puede llegar a ser
permanente. Porque Godofredo dice en su Summa: un encantamiento no siempre
puede ser eliminado por quien lo provocó, ya sea porque ha muerto, o porque no
sabe eliminarlo, o porque el encanto se ha perdido. Por lo tanto podemos decir, de
la misma manera, que el hechizo obrado sobre Pedro será permanente si la bruja
que lo hizo no puede curarlo.
Pues hay tres grados de brujas. Porque algunas curan y dañan; otras dañan, pero
no curan; y algunas sólo parecen capaces de curar, es decir, de eliminar daños,
cómo se verá más adelante. Pues así nos ocurrió a nosotros: dos brujas reñían, y
mientras se injuriaban, una dijo: no soy tan malvada como tú porque sé curar a
aquellos a quienes quiero. El hechizo será también permanente si, antes de haber
sido curado, la bruja se ausenta, ya sea porque cambia de morada o porque
muere. Porque Santo Tomás también dice: cualquier hechizo puede ser
permanente cuando es tal, que no tiene remedio humano; o si lo tiene, los
hombres no lo conocen o es ilegal; aunque Dios pueda encontrar un remedio por
medio de un ángel santo que obligue al demonio, cuando no a la bruja.
Pero el principal remedio contra la brujería es el sacramento de la Penitencia.
Porque la enfermedad corporal procede a menudo del pecado. En la Segunda Parte
de este Tratado se mostrará cómo pueden eliminarse los hechizos de las brujas.
SOLUCIONES DE LOS ARGUMENTOS
En cuanto al primero, está claro que no cabe duda de que, tal como, con permiso
de Dios, pueden matar a los hombres, así también los demonios pueden quitar ese
miembro, lo mismo que otros, en verdad y realidad. Pero entonces no actúan por
intermedio de brujas, respecto de lo cual ya se hizo mención. Y de esto también
queda clara la respuesta al segundo argumento. Pero es preciso decir esto: que
Dios otorga más poder de brujería sobre las fuerzas genitales porque, etc.; y por lo
tanto inclusive permite que ese miembro sea quitado en verdad y realidad. Pero no
es válido decir que esto ocurre siempre. Pues no seria propio de la brujería que ello
fuese así; y aunque las brujas, cuando hacen esas obras, no pretenden poseer el
poder de restablecer el miembro cuando lo deseen, ni que sepan hacerlo. Por lo
cual está claro que no se lo quitan en realidad, sino sólo por un hechizo. En
cuanto al tercero, respecto de la metamorfosis de la esposa de Lot, decimos que
fue real, y no un hechizo. Y acerca del cuarto, de que los demonios pueden crear
ciertas formas sustanciales, y por lo tanto, también eliminarlas, se debe decir, con
respecto a los magos del faraón, que crearon serpientes de verdad; y que los
demonios, con la ayuda de otro agente, pueden producir ciertos efectos sobre las
criaturas imperfectas, que no pueden provocar sobre los hombres, que están bajo
la guarda de Dios. Pues se dice: ¿le importa a Dios de los bueyes? Sin embargo
con permiso de Dios pueden hacer a los hombres un verdadero daño, y también
crear un hechizo dañino, y con ello aclara la respuesta al último argumento.
PREGUNTA. Las brujas que son comadronas matan de distintas maneras a los niños
concebidos en el útero, y procuran un aborto; o si no hacen eso, ofrecen a los
demonios los niños recién nacidos.
Aquí se expone la verdad acerca de cuatro horribles delitos que los demonios
cometen contra los niños, tanto en el útero materno como después. Y como lo
hacen por medio de las mujeres, y no de los hombres, esta forma de homicidio se
vincula más bien con las mujeres que con los hombres. Y los que siguen son los
métodos con los cuales se hace.
Los Canonistas tratan más a fondo que los Teólogos las obstrucciones debidas a la
brujería; y dicen que es brujería, no sólo cuando alguien es incapaz de ejecutar el
acto carnal, de lo cual hablamos arriba, sino también cuando a una mujer se le
impide concebir, o se la hace abortar después de haber concebido. Un tercer y
cuarto métodos de brujería es cuando no lograron provocar un aborto, y entonces
devoran al nieto o lo ofrecen a un demonio.
No caben dudas acerca de los dos primeros métodos, ya que, sin la ayuda de los
demonios, un hombre, por medios naturales, tales como hierbas o emenagogos,
procura que una mujer no engendre o conciba, como se mencionó más arriba.
Pero con los otros dos métodos, las cosas son distintas, pues son utilizados por
brujas. Y no hace falta presentar los argumentos, ya que casos y ejemplos muy
evidentes mostrarán con mayor facilidad la verdad del asunto.
La primera de estas dos abominaciones es el hecho de que algunas brujas, contra
el instinto de la naturaleza humana y, en verdad, contra la naturaleza de todos los
animales, con la posible excepción de los lobos, tienen el hábito de devorar y
comer a los niños pequeños. Y acerca de esto, el Inquisidor de Como, antes
mencionado, nos relató lo siguiente: que fue llamado por los habitantes del distrito
de Barby para realizar una inquisición, porque a cierto hombre le había faltado su
hijo de su cuna, y al encontrar un congreso de mujeres en horas nocturnas, juró
que las había visto matar a su hijo y beber su sangre y devorarlo. Y además, en un
solo año, que es el que acaba de pasar, dice que fueron quemadas cuarenta y una
brujas, y varias otras huyeron a buscar la protección del señor archiduque de
Austria, Sigismundo. En confirmación de esto, existen ciertos escritos de Johann
Nider, en su Formicarius, cuyo recuerdo, como el de los acontecimientos que
relata, sigue fresco en la mente de los hombres; por lo cual resulta evidente que
esas cosas no son increíbles. Debemos agregar que en todos estos asuntos las
brujas comadronas provocan daños aun mayores, como a menudo nos dijeron, a
nosotros y a otros, las brujas penitentes afirmando que nadie hace más daño a la
fe católica que las comadronas. Pues cuando no matan a los niños, entonces,
como para cualquier otro propósito, los sacan de la habitación, los levantan en el
aire y los ofrecen a los demonios. Pero el método que observan en delito de este
tipo se mostrará en la Segunda Parte, a la cual pronto llegaremos.
PREGUNTA. Comparación de las obras de las brujas con otras supersticiones
funestas.
Existen catorce tipos de magia, que nacen de las tres clases de Adivinación. La
primera de las tres es la invocación franca de los demonios. La segunda no es más
que una configuración silenciosa de la disposición y movimiento de alguna cosa,
como de los astros, o de los días, o las horas, o algo por el estilo. La tercera es la'
consideración de algún acto humano con el fin de encontrar algo oculto, y se llama
con el nombre de Sortilegio: Y las especies de la primera forma de Adivinación, es
decir, la franca invocación de los demonios, son las siguientes: Hechicería,
Oniromancia, Nigromancia, Horáculos, Geomancia, Hidromancia, Aeromancia,
Piromancia y Augurio (véase Santo Tomás, Segundo de los segundos, preguntas
95, 26 y 5). Las Especies del segundo tipo son la Horoscopía; el trabajo de los
Arúspices, Presagios, Observación de señales, Quiromancia y Espatulomancia.
Las especies de este tercer tipo varían según todas las cosas que se clasifican
como Sortilegio para el hallazgo de algo oculto, tal como la consideración de agujas
y pajas, y figuras de plomo fundido. Y Santo Tomás también habla de ello en la
referencia precitada.
Ahora bien, los pecados de las brujas van más allá de todos estos delitos, como se
probará respecto de las especies precedentes. No cabe duda alguna acerca de los
delitos menores.
Pues consideremos la primera especie, en la cual quienes son diestros en la
brujería y la hechicería engañan a los sentidos humanos con ciertas apariciones,
de modo que la materia corpórea parece volverse distinta a la vista y al tacto, como
se trató más arriba, en el asunto de los métodos de creación de ilusiones. Las

brujas no se conforman con tales prácticas en punto del miembro genital, y de
causar cierta ilusión prestidigitatoria de su desaparición (aunque ésta no sea un
hecho real); sino que a menudo arrebatan la propia capacidad de engendrar, de
modo que una mujer no puede concebir, y un hombre no puede ejecutar el acto
aunque todavía conserve su miembro.
Y sin ilusión alguna, también provocan el aborto después de la concepción,
acompañado a menudo de muchas otras enfermedades. Y aun se aparecen en
distintas formas de animales.
La nigromancia es la convocatoria de los muertos y la conversación con ellos,
como lo muestra su etimología; porque deriva de la palabra griega Nekros, que
significa cadáver, y Manteia, que quiere decir adivinación. Y esto lo logran
operando cierto hechizo sobre la sangre de un hombre o de algún animal,
sabiendo que el demonio se deleita en tal pecado, y adora la sangre y su
derramamiento. Por lo cual, cuando creen que llaman a los muertos del infierno
para responder a sus preguntas, quienes se presentan y ofrecen esas respuestas
son los demonios con el aspecto de los muertos. Y de este tipo fue el arte de la
gran pitonisa de que se habla en I Reyes, xxviii quien levantó a Samuel, por
instancias de Saúl.
Pero no se piense que estas prácticas son legales porque las Escrituras registren
que el alma del Profeta justo, llamado del Hades para predecir el hecho de la
inminente guerra de Saúl, se apareció por intermedio de una mujer que era una
bruja. Porque, como dice San Agustín a Simpliciano: no es absurdo creer que
fuese permitido por alguna dispensa, no por la potencia de una arte mágica, sino
por alguna dispensa oculta, desconocida por la pitonisa o por Saúl, que el espíritu
de ese hombre justo apareciera ante la vista del rey, para pronunciar contra él la
sentencia Divina. O bien no fue en verdad el espíritu de Samuel arrancado de su
descanso, sino algún fantasma e ilusión imaginaria de los demonios, provocada
por las maquinaciones del diablo; y las Escrituras llaman a este fantasma con el
nombre de Samuel, tal como las imágenes de las cosas se denominan por los
nombres de las cosas que representan. Esto lo dice en su respuesta s, la pregunta
de si la adivinación por invocación de los demonios es legal En la misma Summa
el lector encongará la respuesta a la pregunta de si existen grados de profecía
entre los Beatos, y puede remitirse a San Agustín, xxvi, 5. Pero esto tiene poco que
ver con los actos de las brujas, que no conservan en sí vestigios de piedad, como
resulta evidente de una consideración de sus obras, pues no dejan de derramar
sangre Inocente, sacar a la luz cosas ocultas, bajo la guía de los demonios, y al
destruir el alma con el cuerpo, no perdonan a los vivos ni a los muertos.
La Oniromancia puede practicarse de dos maneras. La primera es cuando una
persona, usa los sueños para poder hundirse en lo oculto con la ayuda de la
revelación de demonios invocados con él, con quienes ha firmado un pacto abierto.
La segunda es cuando un hombre usa los sueños para conocer el futuro, en la
medida en que existe en los sueños tal virtud procedente de la revelación Divina,
de una causa natural intrínseca o extrínseca; esa adivinación no sería ilegal Así
dice Santo Tomás.
Y para que los predicadores cuenten por lo menos con un núcleo de una
comprensión de este asunto, debemos hablar primero de los ángeles. Un ángel
tiene poderes limitados, y puede revelar el futuro con más eficacia cuando la
mente se encuentra adaptada a esas revelaciones, que cuando no lo está. Ahora
bien, ante todo la mente se halla adaptada de ese modo después del aflojamiento
del movimiento exterior e interior, como cuando las noches son silenciosas y se
aquietan los vapores del movimiento; y estas condiciones se cumplen cerca dei
alba, cuando se ha completado la digestión. Y digo esto de nosotros, pecadores, a
quienes los ángeles, en su Divina piedad, y en ejecución de sus oficios, revelan
ciertas cosas, de modo que cuando estudiamos a la hora del alba se nos ofrece la
comprensión de ciertos aspectos ocultos de las Escrituras. Pues un ángel bueno
preside nuestra comprensión, tal como Dios rige nuestra voluntad, y los astros
dominan nuestro cuerpo. Pero a ciertos hombres más perfectos el ángel puede
revelarles cosas en cualquier hora, estén despiertos o dormidos. Sin embargo,
según Aristóteles, de Somno et Vigilia, tales hombres son más capaces de recibir
revelaciones en un momento que en otro, y así ocurre en todos los casos de Magia.
Segundo, hay que señalar que ocurre, por el cuidado de la naturaleza y la
regulación del cuerpo, que ciertos hechos futuros tienen su causa natural en los
sueños de un hombre. Y entonces estos sueños o visiones no son causas, como se
dijo en el caso de los ángeles, sino sólo señales de lo que le ocurrirá a un hombre
en el futuro, como en el caso de la salud, la enfermedad o el peligro. Y esta es la
opinión de Aristóteles. Porque en los sueños del espíritu la naturaleza imagina la
disposición del corazón, por la cual la enfermedad o cualquier otra cosa acaece de
manera natural al hombre, en el futuro. Pues si un hombre sueña con fuegos, es
señal de una índole colérica; si de volar o de otra cosa semejante, señal de
disposición sanguínea; si sueña con agua o cualquier otro liquido, es signo de un
humor flemático, y si sueña con cosas terrenas, señal de una disposición
melancólica. Y por lo tanto los médicos reciben a menudo ayuda de los sueños en
sus diagnósticos ( como dice Aristóteles en el mismo libro).
Pero estas son cosas leves en comparación con los sueños impíos de las brujas.
Pues cuando no desean, como se mencionó antes, ser trasladadas físicamente a
un lugar, sino ver qué hacen las otras brujas, tienen por costumbre recostarse
sobre el flanco izquierdo de su propio nombre y en el de todos los demonios; y
estas cosas se revelan a su visión, en imágenes. Y si tratan de conocer algún
secreto, para sí o para otros, lo conocen en sueños, gracias al demonio, por razón
de un pacto abierto, no tácito, firmado con él. Y por lo demás,- éste pacto no es
simbólico, realizado por el sacrificio de -algún animal, o por un acto de sacrilegio,
o por la adoración de algún culto extraño, sino que es una verdadera ofrenda de sí
mismas, en cuerpo y alma, al demonio, por la abnegación de la Fe, pronunciada
en forma sacrílega e interiormente intencional. Y no conformes con esto, inclusive
matan, u ofrecen a los demonios, sus propios hijos y los ajenos.
Otra especie de adivinación es la que practican las pitonisas, así llamadas por
Apolo Pitio, de quien se dice que fue el origínador de este tipo de adivinación,
según San Isidoro. Ello no se efectúa por sueños o por conversaciones con los
muertos, sino por medio de hombres vivos, como en el caso de quienes son
azotados por el demonio hasta el frenesí, por su voluntad o contra ella, sólo con el
fin de predecir el futuro, y no para la perpetración dé ninguna otra
monstruosidad. A esta clase pertenecía la joven mencionada en Hechos, xvi, quien
gritó a los Apóstoles que eran los servidores del Dios verdadero; y San Pablo,
encolerizado por esto, ordenó que el espíritu saliera de ella. Pero está claro que no
hay comparación entre tales cosas y los actos de las brujas, que según San Isidoro
se llaman así por la magnitud de sus pecados y la enormidad de sus crímenes.
Por lo cual, con vistas a la brevedad, no hace falta continuar este argumento
respecto de las formas menores de adivinación, ya que se demostró en relación
con las formas mayores. Porque el predicador, si lo desea, puede aplicar estos
argumentos a las otras formas de adivinación: a la Geomancia, que se ocupa de las
cosas terrenas, como el hierro o la piedra pulida; la Hidromancia, que trata del
agua y los. cristales; la Aeromancia, que se ocupa del aire; la Piromancia, que se
refiere al fuego; el Augurio, que tiene que ver con las entrañas de los animales
sacrificados en los altares del demonio. Pues aunque todo esto se hace por medio
de una franca invocación de los demonios, no se los puede comparar con los
delitos de las brujas, ya que no tienen el objetivo directo de dañar a los hombres,
los animales o los frutos de la tierra, sino sólo la previsión del futuro. Los otros
tipos de adivinaciones, que se ejecutan con una invocación tácita, pero no abierta,
de los demonios, son la Horoscopía o Astrología, así llamada por la consideración
de los astros en el momento del nacimiento; las acciones de los Arúspices, que
observan los' días y las horas; los Augurios, que observan la conducta y los gritos
de las aves; los Presagios, que estudian las palabras de los hombres; y la
Quiromancia, que analiza las líneas de la marco o de las patas de los animales.
Quien lo desee, puede remitirse a las enseñanzas de Nider, y encontrará truchas
aclaraciones en lo referente a cuándo son legales estas cosas, y cuándo no. Mas
los actos de las brujas nunca son legales.
PREGUNTA. Comparación de sus delitos, según catorce rubros, con los pecados de
los demonios de todos los tipos y de cada uno.
Tan horrendos son los delitos de las brujas que inclusive superan sus pecados y la
caída de los ángeles malos; y si esto es así en cuanto a su culpa, ¿cómo no habría
de serlo en lo que se refiere a sus castigos en el infierno? Y no es difícil
demostrarlo mediante varios argumentos referentes a sus culpas. Y primero,
aunque el pecado de Satán es imperdonable, ello no se debe a la magnitud de su
delito, teniendo en cuenta la naturaleza de los ángeles, con especial atención hacia
la opinión de quienes dicen que los ángeles fueron creados sólo en estado de
naturaleza, y nunca en estado de gracia. Y como el bien de la gracia supera el bien
de la naturaleza, los pecados de quienes caen de un estado de gracia, como las
brujas al negar la fe que recibieron en el bautismo, superan los pecados de los
ángeles. Y aunque decimos que los ángeles fueron creados, pero no confirmados,
en gracia, así también las brujas, aunque no fueron creadas en gracia, cayeron de
ésta por su propia voluntad, tal como Satán pecó por la suya propia.
Segundo, se admite que el pecado de Satán es imperdonable por varias otras
razones. Porque San Agustín dice que pecó por instigación de nadie, y por lo tanto,
y con justicia, su pecado es remediable por nadie. Y San Juan Damasceno dice
que pecó en su comprensión contra el carácter de Dios; y que su pecado fue mayor
debido a la nobleza de su entendimiento. Pues el criado que conoce la voluntad de
su amo, etc. La misma autoridad afirma que, dado que Satán es incapaz de
arrepentimiento, es también incapaz de perdón; y ello se debe a su naturaleza, que
por ser espiritual, sólo podía ser modificada una vez, cuando la modificó para
siempre; pero no es así en el caso de los hombres, en quienes la, carne siempre

lucha contra el espíritu. O porque pecó en las altas esferas del cielo, en tanto que
el hombre peca en la tierra.
Pero a despecho de todo esto, su pecado es en muchos sentidos pequeño en
comparación con los delitos de las brujas. Primero, como lo mostró San Anselmo
en uno de sus Sermones, pecó en su orgullo cuando todavía no existía castigo
para el, pecado. Pero las brujas siguen pecando después que a menudo se han
infligido grandes castigos a muchas otras brujas, y luego de que los castigos que
les enseña la iglesia han sido infligidos por causa del demonio y su caída; y se
burlan de todo ello, y se apresuran a cometer, no los pecados menos mortales,
como otros pecadores que pecan por enfermedad o maldad, pero no por malicia
habitual, sino más bien los delitos más horribles, por la profunda malicia de su
corazón.
Segundo, aunque el ángel malo cayó de la, inocencia en la culpa, y de ahí en la
desdicha y el castigo, cayó de la inocencia sólo una, vez, de tal modo que jamás
recuperó la inocencia por el bautismo, y vuelve a caer, y cae muy hondo. Y es así
en especial con las brujas, como lo demuestran sus delitos.
Tercero, pecó contra el Creador; pero nosotros, y en particular las brujas, pecamos
contra el Creador y el Redentor.
Cuarto, abandonó a Dios, quien le permitió pecar pero no le otorgó piedad; en
tanto que nosotros, y ante todo las brujas, nos apartamos de Dios por nuestros
pecados, mientras que, a pesar de su permiso de nuestros pecados, É1 nos
muestra siempre piedad y nos protege en Sus incontables beneficios.
Quinto, cuando pecó, Dios lo rechazó sin mostrarle gracia, en tanto que nosotros,
los desdichados, corremos al pecado aunque Dios nos pide siempre que huyamos
de él.
Sexta, mantiene su corazón enardecido contra un castigador, pero nosotros contra
un piadoso persuasor. Ambos pecamos contra' Dios,
pero él contra un Dios que ordena, y nosotros contra uno que muere por nos, a
Quien, como dijimos, las malvadas brujas ofenden ante todo.
LAS SOLUCIONES DE LOS ARGUMENTOS VUELVEN A DECLARAR LA VERDAD POR
COMPARACIÓN
A los argumentos. La respuesta al primero está clara por lo que se dijo al principio
de toda esta pregunta. Se afirmó que un pecado debería considerarse más intenso
que otro, y que los pecados de las brujas son mayores que todos los demás
respecto de la culpa, pero no de los castigos que implican. A esto debe decirse que
el castigo de Adán, lo mismo que su culpa, tienen que considerarse de dos
maneras: o bien referidos a él en forma personal, o bien referidos al conjunto de la
naturaleza, es decir, de la posteridad que vino tras él. En cuanto a lo primero,
mayores pecados se cometieron después de Adán, pues éste sólo pecó al hacer lo
que era malo, no por sí mismo, sino porque estaba prohibido; pero la fornicación,
el adulterio y el asesinato son en ambos sentidos pecados por sí mismos, y porque
están prohibidos. Por lo cual esos pecados merecen el mayor castigo.
En cuanto a lo segundo, es verdad que el mayor castigo resultó del primer pecado;
pero esto sólo es cierto de modo indirecto, ya que por medio de Adán toda la
posteridad fue infectada por el pecado original, y él fue el primer padre de todos
aquellos a quienes el único Hijo de Dios pudo perdonar por el poder que estaba
ordenado. Más aun, en su propia persona, con la mediación de la gracia Divina,
Adán se arrepintió, y después fue salvado por el Sacrificio de Cristo. Pero los
pecados de las brujas son muchísimo mayores, ya que no se conforman con sus
propios pecados y perdición, sino que siempre arrastran a muchos otros tras ellas.
Y tercero, de lo dicho se sigue que por accidente el pecado de Adán implicó el
mayor daño. Pues encontró la naturaleza incorrupta, y era inevitable, y no por su
voluntad, que la dejase inoculada; por lo cual no se sigue que su pecado fuese
mayor que otros en términos intrínsecos. Y una vez más, la posteridad habría
cometido el mismo pecado si hubiese encontrado la naturaleza en el mismo
estado. De igual manera, quien no encontró la gracia no comete un pecado tan
mortal como quien la encontró y la perdió. Esta es la solución de Santo Tomás (II,
2, art. 2), en su solución del segundo argumento. Y si alguien desea entender a
fondo esta solución, debe considerar que aunque Adán haya conservado su
inocencia primitiva, no la habría trasmitido a toda la posteridad; porque como dice
San Anselmo, quien viniese detrás de él también habría podido pecar. Véase
también Santo Tomás, 20, donde considera si los niños recién nacidos habrían
sido confirmados en gracia, y en 101, si los hombres ahora salvados lo habrían
sido si Adán no hubiese pecado.
PREGUNTA. Aquí sigue el método de predicar y discutir contra los cinco argumentos
de los legos y de la gente lasciva, que parecen contar con diversas aprobaciones, en
el sentido de que Dios no concede tan gran poder al demonio y a las brujas como el
que implica la ejecución de tan poderosas obras de brujería.
Por último, que el predicador se arme contra ciertos argumentos de los legos, y
aun de algunos hombres sabios, quienes niegan, hasta cierto punto, que existan
brujas. Pues si bien admiten la malicia y poder del demonio para infligir esos
daños a voluntad, niegan que se le conceda el permiso Divino, y no admiten que
Dios tolere que se hagan esas cosas. Y aunque carecen de método en su
argumento, y andan a tientas ora hacia un lado, ora hacia el otro, es necesario
reducir sus afirmaciones a cinco argumentos, de los cuales nacen todas sus
cavilaciones. Y el primero es que Dios no permite que el demonio ataque a los
hombres con tan grande potencia.
La pregunta que se formula es de si el permiso Divino debe acompañar siempre un
daño causado por el demonio por intermediación de una bruja. Y se presentan
cinco argumentos para demostrar que Dios no lo permite, y que por lo tanto no
hay brujería en el mundo. Y el primer argumento se toma de Dios;. el segundo, del
demonio; el tercero, de la bruja; el cuarto, de la dolencia asignada a la brujería; y
el quinto, de los predicadores y jueces, en la suposición de que predicaron contra
las brujas, y las castigaron tanto que no tendrán seguridad en su vida.
Y ante todo lo que sigue: Dios puede castigar a los hombres por sus pecados, y los
castiga con la espada, el hambre y las plagas, así como con diversas e incontables
enfermedades a que está sometida la naturaleza humana. Por lo cual, como no
necesita agregar otros castigos, no permite la brujería.
Segundo, si lo que se dice del demonio fuese cierto, a saber, que puede obstruir la
capacidad de engendrar, de manera que una mujer no pueda concebir, o que si
concibe él provoque un aborto; o que si no hay aborto, puede hacer que !os niños
sean muertos después del nacimiento; en ese caso podría destruir al mundo
entero, y también podría decirse que las obras del demonio son más fuertes que
las de Dios, ya que el Sacramento del Matrimonio es obra de Dios.
Tercero, argumentan, a partir del hombre mismo, de que si existiera brujería en el
mundo, algunos hombres estarían más embrujados que otros, _y que es un falso
argumento decir que los hombres están embrujados como castigo de sus pecados,
y por lo tanto es falso mantener que existe la brujería en el mundo. Y demuestran
que es falso mediante el argumento de que, si fuese cierto, los más grandes
pecadores recibirían el mayor castigo, y ello no es así, pues los pecadores son
castigados a veces menos que los justos, como se advierte en el caso de los niños
inocentes, supuestamente hechizados.
Su cuarto argumento puede agregarse a lo que aducen respecto de Dios; a saber,
que una cosa que un hombre puede impedir y no lo hace, sino que permite que
suceda, puede considerarse que procede de su voluntad._ Pero como Dios es Todo
Bondadoso, no puede desear el mal, y en consecuencia no puede permitir que se
haga el mal que É1 es capaz de impedir.
Y una vez más, tomando su argumento del daño mismo, que se supone debido a la
brujería, declaran que es similar a las debilidades y defectos naturales, y por lo
tanto puede ser causado por un defecto natural. Pues puede ocurrir, por algún
defecto natural, que un hombre se vuelva cojo, o ciego, o pierda la razón, o
inclusive muera, por lo cual estas cosas no pueden asignarse con certeza a las
brujas.
Por último, argumentan que los predicadores y jueces predicaron y practicaron
contra las brujas de tal manera, que si fueran brujas, sus vidas jamás estarían a
salvo de ellas, debido al gran odio que las brujas abrigarían contra ellos.
Pero los argumentos contrarios pueden tomarse de la Primera Pregunta, donde
trata del tercer postulado de la Primera Parte; y se pueden proponer a las
personas los puntos más convenientes. De cómo Dios permite que exista el mal,
aunque Él no lo desea, pero lo permite para la maravillosa perfección del universo,
que puede considerarse en el hecho de que las cosas buenas son más altamente
elogiables, más placenteras y laudables, cuando se las compara con las cosas
malas; y pueden citarse autoridades en respaldo de esto. También, que la
profundidad de la sabiduría, justicia y bondad Divinas de Dios deberían
exponerse, ya que de lo contrario permanecerían ocultas.
Para una breve solución de este interrogante existen varios tratados disponibles
sobre el tema, para información de la gente, a saber, en el sentido de que Dios
permitió dos Caídas, la de los ángeles y la de nuestros primeros padres; y como
éstas fueron las mayores de todas las caídas, no es extraño que se permitan otras
menores. Pero estas dos Caídas fueron mayores en sus consecuencias, no en sus
circunstancias, en cuyo último sentido, como se mostró en la última Pregunta, los
pecados de las brujas superan los de los ángeles malos y los de nuestros primeros
padres. En el mismo lugar se muestra que Dios permitió con justicia las primeras
Caídas, y cualquiera puede reunir y ampliar lo que allí se dice, tanto como lo
desee.
Pero debemos responder a sus argumentos. En cuanto al primero, de que Dios
castiga bastante por medio de enfermedades naturales, y por la espada y el
hambre, damos una triple respuesta. Primero, que Dios no limitó Su poder al
proceso de la naturaleza, o siquiera a las influencias de los astros, de tal manera
que no pudiese ir más allá de esos límites, pues a menudo los superó en el castigo
de los pecados, al enviar plagas y otros castigos fuera de la influencia de los
astros; y cuando castigó e¡ pecado de orgullo en David, cuando contó a su pueblo,
al enviar una peste contra el pueblo.
Segundo, conviene con la Sabiduría Divina que Él gobierne de tal modo las cosas,
que les permita actuar por su propia instigación. Por consiguiente, no tiene el
objetivo de impedir por completo la malicia del demonio, sino más bien permitirla
hasta donde la considera necesaria para el bien final del universo, aunque es
cierto que el demonio se ve constantemente frenado por los ángeles buenos de
forma que no pueda impedir todo el daño que desea. De la misma manera, Él no
se propone limitar los pecados humanos que son posibles para el hombre gracias
a su libre albedrío, tales como el de renegar de la Fe y su dedicación al demonio,
cosas que se encuentran en el poder de la voluntad humana. De estas dos
premisas se sigue que cuando Dios está más ofendido, permite los males que ante
todo buscan las brujas, y por los cuales reniegan de la Fe, en la medida del poder
del demonio; y tal es la capacidad de dañar a los hombres, los animales y los
frutos de la tierra.
Tercero, Dios permite los males que de modo indirecto provocan la mayor
inquietud y tormento al demonio; y de tal tipo son los efectuados por las brujas
mediante el poder de los demonios. Porque el diablo se atormenta mucho, de
manera indirecta, cuando ve que, contra su voluntad, Dios usa todo mal para
gloria de Su nombre, para alabanza de la Fe, para purificación de los elegidos y
para la adquisición de méritos. Pues es cierto que nada puede ser más irritante
para el orgullo del demonio, que siempre se eleva contra Dios (como se dice: el
orgullo de quienes te odian aumenta sin cesar), que el hecho de que Dios utilice
sus malévolas maquinaciones para Su propia gloria. Por consiguiente, Dios
permite todas estas cosas.
Su segundo argumento ya fue contestado antes; pero hay dos puntos en los cuales
se lo debe responder en detalle. En primer lugar, lejos de ser cierto que el demonio
o sus obras son más fuertes que Dios, resulta evidente que su poder es pequeño,
ya que nada puede hacer sin el permiso Divino. Por lo cual puede decirse que el
poder del diablo es pequeño en comparación con el permiso Divino, aunque muy
grande en comparación con los poderes terrenales a los que, por supuesto, supera,
como se muestra en el texto, tantas veces citado, de Job, vi: "No hay en la tierra
poder que se compare con él".
En segundo lugar, debemos contestar al interrogante de por qué Dios permite que
la brujería afecte la capacidad de engendrar, más que ninguna otra función
humana. Esto ya sé trató antes, pues se debe a lo vergonzoso del acto, y al pecado
original correspondiente a la culpa de nuestros primeros padres que se eleva por
medio de ese acto. También se simboliza por la serpiente, que fue el primer
instrumento del demonio.
A su tercer argumento respondemos que el demonio tiene más intención y deseo
de tentar a los buenos que a los malvados; aunque en verdad tienta a los
malvados más que a los buenos, porque los primeros tienen más aptitud que éstos
para responder a su tentación. De la misma manera, se muestra más ansioso de
dañar a los buenos que a los malos, pero le resulta más fácil dañar a los
segundos. Y la razón de esto, según San Gregorio, es que cuanto más a menudo
cede un hombre al demonio, más difícil le resulta luchar contra él. Pero como los
malvados son quienes con más frecuencia ceden al demonio, sus tentaciones son
las más intensas y frecuentes, ya que carecen del escudo de la Fe para protegerse.
Acerca de este escudo, San Pablo habla en Efesios, vi. Ante todo, tomando el
escudo de la Fe, con él podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Pero
por otro lado, ataca a los buenos con más encono que a los malos. Y la razón es
que ya posee a estos últimos, mas no a los primeros; y por lo tanto se esfuerza por
atraer a su poder a los justos por medio de tribulaciones, pues no son suyos, y no
tanto a los malvados; que ya le pertenecen. De la misma manera, un príncipe de la
tierra castiga con más severidad a quienes desobedecen sus leyes o perjudican a
su reino, que a quienes no se oponen a él.
En respuesta a su cuarto argumento, además de lo que se escribió al respecto, el
predicador puede exponer la verdad de que Dios permite que el mal se haga, pero
que no lo desea, me diente los cinco signos de la voluntad Divina, que son el
Precepto, la Prohibición, el Consejo, la Acción y el Permiso. Véase Santo Tomás, en
especial en su Primera Parte, Pregunta 18, ad. 12, donde esto se expone con suma
claridad. Pues aunque existe una sola voluntad en Dios, que es Dios Mismo, Su
voluntad se nos muestra y señala de muchas maneras, como dice el Salmo: las
poderosas obras del Señor se cumplen en todos Sus deseos. Por lo cual hay una
diferencia entre la verdadera y esencial Voluntad de Dios y sus efectos visibles; ya
que la voluntad, propiamente dicha, es la voluntad del buen placer de un hombre,
pelo en un sentido metafórico es la voluntad expresada por signos exteriores. Pues
por medio de signos y metáforas se nos muestra que Dios desea que eso sea así.
Podemos tomar un ejemplo de un padre humano quien, si bien posee una sola
voluntad, la expresa de cinco maneras, ya sea por sí mismo, o por medio de algún
otro. Por sí mismo la expresa de dos modos, directo o indirecto. Directo, cuando él
mismo hace una cosa; y entonces es una Acción. Indirecto, cuando no impide que
algún otro actúe (véase la Física de Aristóteles, IV: la prohibición es causación
indirecta), y esto se denomina, la señal del Permiso. Y el padre humano señala su
voluntad por medio de algún otro, de tres formas. O bien ordena que alguien haga
algo, o, a la inversa, prohibe algo; y estos son los signos del Precepto y la
Prohibición. O persuade y aconseja a alguien que haga algo, y esta es la señal del
Consejo. Y tal como la voluntad humana se manifiesta de estas tincó maneras, lo
mismo ocurre con la voluntad de Dios. Pues el hecho de que la voluntad de Dios
se muestra por Precepto, Prohibición y Consejo se ve en San Mateo, vi: "Sea hecha
tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra", es decir, cumplamos en la
tierra Sus Preceptos, evitemos Sus Prohibiciones y sigamos Sus Consejos. Y de la
misma manera, San Agustín muestra que el Permiso y la Acción son señales de la
voluntad de Dios, cuando dice, en el Enquiridión: nada se hace que Dios
Todopoderoso no desee que se haga, bien por su permiso o porque lo hace >1
mismo.
Para volver al argumento; es muy cierto que cuando un hombre puede impedir
una cosa, y no lo hace, puede decirse que esa cosa procede de su voluntad. Y la
inferencia de que Dios, siendo todo Bondad, no puede desear el mal, también es
cierta respecto del verdadero Buen Placer de la Voluntad de Dios, y también en
relación con cuatro de los signos de Su Voluntad; pues ni falta hace decir que >;1
no puede hacer el mal, ni ordenar que se lo haga, ni dejar de oponerse al mal, ni
aconsejar el mal; sin embargo, puede permitir que se lo haga,
Y si se pregunta cómo es posible distinguir si una enfermedad es causada por
brujería o por algún otro defecto físico natural, contestamos que existen varios
métodos. Y el primero es por medio del juicio de los Doctores. Véase las palabras
de San Agustín Sobre la doctrina cristiana: a esta clase de superstición
corresponden todos los encantamientos y amuletos colgados o atados de la
persona, que la escuela de Medicina desprecia. Por ejemplo, los doctores puede
percibir por las circunstancias, tales como la edad del paciente, su contextura
sana y la reacción de sus ojos, que su enfermedad no es producto de ningún
defecto de la sangre o del estómago, o de cualquier otra dolencia; y por lo tanto
juzgan que no se debe a un defecto natural, sino a alguna causa extrínseca. Y
como ésta no podría ser una infección venenosa, que iría acompañada por malos
humores en la sangre y el estómago, tienen motivos suficientes para juzgar que se
debe a un acto de brujería.
Y segundo, cuando la enfermedad es incurable, de modo que el paciente no
encuentra alivio en las drogas, sino que éstas parecen más bien agravarlo.'
Tercero, el mal puede caer tan de repente sobre un hombre, que sólo sea posible
asignarlo a brujería. Se nos ha hecho conocer un ejemplo de cómo esto le ocurrió a
un hombre. Cierto ciudadano de Spires, bien nacido, tenia una esposa de índole
tan obstinada, que, si bien trataba de complacerla de todas las maneras, ella se
negaba casi siempre a cumplir con sus deseos y lo perseguía con injurias y
denuestos. Sucedió que, al entrar un día en su casa, y su esposa atacarlo como de
costumbre, con palabras oprobiosas, él quiso salir de la casa para evitar la
pendencia. Pero ella se le adelantó con rapidez y echó llave a la puerta por la cual
quería salir. Y juró en voz alta que, si no la castigaba, no había en él honradez ni
fidelidad. Ante estas fuertes palabras, él estiró la mano, sin intención de herirla, y
la golpeó con suavidad, con la palma abierta, en la nalga; ante lo cual, de pronto,
cayó al suelo, y perdió el sentido, y guardó cama durante muchas semanas,
aquejado de una gravísima enfermedad. Resulta evidente que no era una
enfermedad natural, sino provocada por alguna brujería de la mujer. Y han
ocurrido muchos casos parecidos, conocidos por muchos.
Existen algunos que pueden distinguir estas dolencias por medio de cierta
práctica, que es como sigue. Sostienen plomo fundido sobre el hombre enfermo, y
lo vierten en un cuenco de agua. Y si el plomo se condensa en alguna imagen,
juzgan que la enfermedad se debe a brujería. Y cuando a esos hombres se les
pregunta si la imagen así formada es causada por obra de los demonios, o si se
debe a una causa natural, responden que es producto del poder de Saturno sobre
el plomo, ya que la influencia de ese planeta es maligna en otros sentidos, y
puesto que el sol tiene un poder similar sobre el oro. Pero lo que debería pensarse
acerca de esta práctica, y de si es legal o no, se analizará en la Segunda Parte de
este Tratado. Porque los Canonistas dicen que es legal que la vanidad sea
confundida por la vanidad; pero los Teólogos sostienen una opinión contraria, y
afirman que no es correcto hacer el mal para obtener el bien.
En su último argumento postulan varios objetos. Primero, ¿por qué las brujas no
se enriquecen? Segundo, ¿por qué, ya que cuentan con el favor de los príncipes,
no cooperan en la destrucción de todos sus enemigos? Tercero, ¿por qué son
incapaces de dañar a los Predicadores y a otros que las persiguen?
En cuanto a lo primero, hay que decir que en general las brujas no son ricas por
esta razón: que a los demonios les agrada mostrar su desprecio por el Creador
comprando a las brujas por el más bajo precio posible. Y además, para que no se
destaquen por sus riquezas.
Segundo, no dañan a los príncipes porque, hasta donde sea posible, desean
conservar su amistad. Y si se pregunta por qué no hieren a sus enemigos, se
responde que un ángel bueno, que trabaja del otro lado, impide esa brujería.
Compárese el pasaje de Daniel: "El príncipe de los persas se puso contra mí
veintiún días". Véase Santo Tomás en el Segundo Libro de sentencias, donde
debate si existe alguna pugna entre los ángeles buenos, y de qué tipo.
Tercero, se dice que no pueden herir a los inquisidores y otros funcionarios,
porque dispensan la justicia pública. Se podrían presentar muchos ejemplos para
demostrarlo, pero el tiempo no lo permite.
*
ESTE LIBRO, HA SIDO, UNO DE LOS LIBROS QUE MAS DAÑO HAN HECHO A LA HUMANIDAD, EN UNA EPOCA OSCURA, CREADA POR LA MISMA IGLESIA PARA PODER MANTENER EL PODER, Y TENER A LA GENTE Y REYES SUBYUGADOS A ELLA, INVENTARON DE TODO, PARA QUE EL "PUEBLO" ADORARA A SU DIOS, Y ESTO PASO DESDE TORTURAS, HASTA CRIMENES INQUISITORIALES, PUES EN AQUEL ENTONCES, "LA SANTA INQUISICION", ESTABA AUN POR ENCIMA DE LOS PODERES JUDICIALES,PODER QUE NO ESTABAN DISPUESTO A PERDER AUN AL PRECIO QUE FUERA; LO MEJOR DE TODO, ESTE LIBRO, ESTABA CONSIDERADO COMO SATANICO, Y HASTA UNO DE LOS ESCRITORES FUE REO DE LA INQUISICION, PERO EL MIEDO QUE CREABA ENTRE LA GENTE DE LA EPOCA, ERA TAL, QUE NO ESTAAN DISPUESTO A CEDER, HASTA TAL PUNTO, QUE TODO DURO MAS DE 200 AÑOS, Y ALGUNOS MAS...

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