STEPHEN
KING
La Planta II
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S I N O P S I S
S I N O P S I S
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JOHN KENTON, quien asistió a la Universidad Brown, especializado en Inglés, y quien
fuera presidente de la Sociedad Literaria, ha tenido un brusco despertar en el mundo real: él
es uno de los cuatro editores de Zenith House, una editorial de libros de bolsillo de Nueva
York.
Zenith tiene el 2% del mercado de libros en rústica y es decimoquinto en una lista de quince
editoriales. Todo el personal de Zenith House está angustiado ya que Apex, la corporación
dueña, puede decidir poner la casa en el mercado si no hay un repunte en las ventas en el año
civil de 1981... y debido a la pobre red de distribución de Zenith, eso parece improbable.
El 4 de enero de 1981, Kenton recibe una solicitud por carta de CARLOS DETWEILLER,
de Central Falls, Rhode Island. Detweiller, de veintitrés años, trabaja en la Casa de Flores de
Central Falls, y está ofreciendo un libro escrito por él llamado Verdaderos Cuentos de las
Plagas Demoníacas. Para Kenton es obvio que Detweiller no tiene absolutamente ningún
talento de escritor... pero en ese caso, ninguno de la mayoría de los escritores de la lista de
Zenith lo tiene (el más vendido: la serie de Macho Man). Él alienta a Detweiller para que
envíe algunos capítulos de prueba y un borrador.
En cambio, Detweiller envía la obra completa, que es aun peor que lo que Kenton –quien
pensó que el libro quizás pudiera recortarse, re-escribirse, y exprimirse para el público de
The Amityville Horror– hubiera imaginado en sus peores pesadillas. Pero la peor pesadilla
de todas está en las fotografías que Detweiller adjunta. Algunas son fotos penosamente
falsificadas del desarrollo de una sesión de espiritismo, pero una serie de cuatro fotos
muestra un sacrificio humano repugnantemente realista, en el que el pecho de un anciano es
abierto y un goteante corazón humano es arrancado de la incisión.
La historia, contada en un estilo epistolar, continúa con una carta de John Kenton a su novia,
RUTH TANAKA, quien está en California trabajando en su tesis.
30 de enero de 1981
Querida Ruth,
Sí, para mí también fue estupendo hablar contigo anoche. No sé lo que haría sin tí,
aunque estés en la otra punta del país. Creo que éste ha sido el peor mes de mi vida, y sin tus
palabras y tu cálido apoyo, no sé si lo podría haber superado. La revulsión y el terror
iniciales que me produjeron esas fotos fueron bastante desagradable, pero he descubierto que
puedo lidiar con el terror; y Roger puede encasillarse en su personificación de algún rudo
editor salido de una historia de Damon Runyon (o quizá, ahora que lo pienso, esté actuando
como ese Ben Hecht), pero lo realmente divertido es que tiene un corazón de oro. Cuando
toda aquella mierda se nos cayó encima, él permaneció como una piedra; su fuerza nunca
vaciló.
El terror es malo, pero he descubierto que la sensación de que te comportaste como un
pelotudo es mucho peor. Cuando estás asustado, puedes recurrir a tu valentía. Cuando estás
humillado, supongo que lo único que puedes hacer es llamar a tu novia por larga distancia y
berrear en su hombro. Todo lo que te estoy diciendo, creo, es gracias; gracias por estar allí y
gracias por no reírte... o tomarme como si fuera una vieja histérica asustándose de las
sombras. Anoche, luego de haber hablado contigo, tuve una última llamada telefónica, de
Barton Iverson, Jefe del Departamento de Policía de Central Falls. Él también fue
extraordinariamente compasivo, pero antes de que te cuente la esencia final del asunto,
permíteme intentar aclararte toda la serie de acontecimientos que siguieron a mi recepción
del manuscrito de Detweiller el miércoles pasado. Tu confusión estaba justificada; creo que
puedo llegar a estar un poco más despejado ahora que he tenido una noche de sueño (¡y sin
Mamá Bell en mi oreja, descontando dólares de mi desnutrido sueldo!).
Tal como creo que te conté, la reacción de Roger a las "Fotos del
*Nota del Traductor: Mamá Bell es el apodo con el que se conoce a la compañía Bell
Telephone.
Sacrificio" fue todavía más fuerte y más inmediata que la mía. Se apareció en mi oficina
como si tuviera cohetes en los talones, dejando a dos distribuidores esperando en su oficina
exterior (y, como me parece que señaló Flannery O'Connor alguna vez, un buen distribuidor
es algo difícil de encontrar), y cuando le mostré las fotos se puso pálido, se llevó una mano a
la boca, y emitió unos sonidos amordazados, como de arcadas. Así que supongo que se
podría decir que yo estaba más que en lo cierto acerca de la calidad de las fotos
(considerando el tema, "calidad" es una palabra extraña para usar, pero es la única que
parece encajar).
Se tomó un minuto o dos para pensar; luego me dijo que haría mejor llamando a la
policía de Central Falls, pero que no le dijera nada a nadie más. "Todavía podrían ser
falsificaciones," dijo, "pero lo mejor es no arriesgarse. Ponlas en un sobre y ya no las toques
más. Podrían tener huellas digitales."
No parecen falsificaciones le dije.¿A ti te lo parecen?
No.
Él volvió con los distribuidores y yo llamé a los polis de Central Falls; fue mi
primera conversación con Iverson. Él escuchó la historia entera y luego tomó nota de mi
número telefónico. Dijo que me volvería a llamar en cinco minutos, pero no me dijo por qué.
Me llamó en tres minutos, aproximadamente. Me dijo que llevara las fotografías a la
Comisaría 31, en el 140 de Park Avenue South, y que la Policía de New York transmitiría las
"Fotos del Sacrificio" a Central Falls.
Deberíamos tenerlas para esta tarde, a eso de las tres dijo. Puede que antes, incluso.
Le pregunté qué se proponía hacer hasta entonces.
No mucho respondió. Voy a enviar a un agente de civil a rondar esta Casa de Flores y
tratar de determinar si Detweiller todavía está trabajando allí o no. Espero que lo haga sin
despertar ninguna sospecha. Hasta que no vea las fotos, Sr. Kenton, eso es realmente todo lo
que puedo hacer.
Tuve que morderme la lengua para no decirle que yo pensaba que había mucho más que
podía hacer. No quería que me desdeñara como un típico neoyorquino insistente, ni tampoco
quería tener al compañero exasperado conmigo desde un comienzo. Y me recordé que
Iverson no había visto las fotos. Supongo que dadas las circunstancias él iba tan rápido como
podía en base a la llamada de un extraño; un extraño que podría estar chiflado.
Conseguí que prometiera volver a llamarme en cuanto tuviera las fotografías, y luego yo
mismo las acerqué a la Comisaría 31. Ellos estaban esperándome; un tal Sargento Tyndale
me encontró en el área de recepción y tomó el sobre con las fotos. También me hizo
prometer que me quedaría en mi oficina hasta tener noticias de ellos.
El Jefe de Policía de Central Falls...
No el dijo Tyndale, como si yo le estuviera hablando de un mono amaestrado. Nosotros.
Todas las películas y novelas tienen razón, nena; no pasa mucho tiempo antes de que
empieces a sentirte como un delincuente. Esperas que alguien gire una luz brillante en tu
cara, ponga una pierna por encima de un viejo escritorio, se recline, te sople el humo del
cigarro en tu cara, y diga "Bien, Carmody, ¿dónde escondiste los cadáveres?" Ahora puedo
reírme de esto, pero te aseguro no estaba riéndome entonces.
Yo quería que Tyndale le echara un vistazo a las fotografías y que me dijera lo que
pensaba de ellas –si eran o no auténticas– pero lo único que hizo antes de largarse fue
recordarme que "permaneciera cerca". Había empezado a llover y no pude conseguir un taxi,
y cuando ya había llegado a siete calles de Zenith House estaba empapado. También me
había tragado medio rollo de Tums.
Roger estaba en mi oficina. Le pregunté si los distribuidores se habían ido, y él agitó
una mano en su dirección. Mandé uno a Queens y al otro a Brooklyn dijo. Motivados. Van a
vender otras cincuenta copias de Hormigas del Infierno entre los dos. Imbéciles encendió un
cigarro . ¿Qué dijeron los polis?
Le conté lo que Tyndale me había dicho.
Inquietante dijo. Jodidamente inquietante.
Te parecieron reales, ¿no es así?
Lo consideró, luego asintió. Tan reales como la lluvia.
Bien.
¿Qué quieres decir con bien? No hay nada bueno en todo esto.
Yo sólo quise decir...
Sí, ya sé lo que quisiste decir se levantó, agitó las perneras de sus pantalones de esa
manera en que siempre lo hace, y me dijo que le llamara si tuviera noticias de alguien. Y no
le digas nada a nadie más.
Herb ha pasado por aquí un par de veces le dije. Creo que se piensa que vas a
despedirme.
La idea tiene algo de mérito. Si él pregunta...
Le miento.
Exacto.
Siempre es un placer mentirle a Herb Porter.
Se detuvo de nuevo en la puerta, comenzó a decir algo, y entonces llegó Riddley, el
chico del correo, empujando un cesto con manuscritos rechazados.
Se pasó aquí casi toda la ma'ana, Seor'Adler dijo. ¿ Va'eshpedir al Seor'Kenton?
Lárgate de aquí, Riddley le dijo Roger o te despediré a tí si no dejas de insultar a toda tu
raza con ese repugnante acento Rasta.
¡Siuro, Seor'Adler! dijo Riddley, e hizo rodar de nuevo el carro del correo. ¡M'voy!
¡M'voy!
Roger me miró y giró los ojos desesperadamente. Tan pronto como tengas noticias
repitió, y salió.
En las primeras horas de la tarde tuve noticias del Jefe Iverson. Su hombre había
comprobado que Detweiller estaba en la Casa de Flores, trabajando como de costumbre.
Dijo que la Casa de Flores es una construcción muy elegante en una calle que se está "yendo
pendiente abajo" (la frase es de Iverson). Su hombre entró, compró dos rosas rojas, y volvió
a salir. Lo atendió la señora Tina Barfield, la propietaria del negocio según los papeles del
archivo del Ayuntamiento. El tipo que realmente tomó las flores, las cortó, y las envolvió
llevaba una etiqueta con la palabra CARLOS en ella. El hombre de Iverson lo describió
como de unos 25 años, moreno, no mal parecido, pero corpulento. El hombre dijo que daba
la impresión de tomárselo todo muy seriamente; apenas sonreía.
Hay un invernadero excepcionalmente grande detrás de la tienda. El hombre de Iverson
hizo un comentario sobre él y la señora Barfield le dijo que era tan profundo como la
manzana; ella dijo que lo llamaban "la pequeña selva."
Le pregunté a Iverson si ya había recibido las telefotos. Dijo que no las tenía, pero
quería confirmarme que Detweiller estaba allí. El solo hecho de saber que él estaba me
produjo cierto alivio; no me molesta decirte eso, Ruth.
Así que aquí está el Acto Tercero, Escena Primera, y una trama nauseabunda, como nos
gusta decir a nosotros, los tipos del negocio editorial. Recibí una llamada del Sargento
Tyndale, de la Comisaría 31. Me dijo que Central Falls había recibido las fotos, que Iverson
les había echado un vistazo, y que había ordenado que le trajeran a Carlos Detweiller para un
interrogatorio. Tyndale me quería de inmediato en la 31 para tomarme declaración. Debía
llevar conmigo el manuscrito de Plagas Demoníacas, y toda mi correspondencia con
Detweiller. Le dije que estaría encantado de ir la 31 tan pronto como hablase de nuevo con
Iverson; de hecho, estaba deseando tomar "El Peregrino" en la Estación Penn y de allí
derecho en tren a...
Por favor no llame a nadie dijo Tyndale,y no vaya a ninguna parte –a ninguna parte, Sr.
Kenton– hasta que ponga sus pies aquí y haga la declaración.
Me había pasado el día sintiéndome descompuesto e inquieto. Mi estado nervioso
empeoraba en lugar de mejorar, y supongo que le hablé con cierta brusquedad al tipo.
Pareciera como si yo fuera el sospechoso.
No dijo él. No, Sr. Kenton una pausa. No por el momento otra pausa. ¿Pero él le envió
las fotos, no es así?
Por un momento quedé tan asombrado que sólo pude boquear como un pez. Luego le
dije Pero ya expliqué eso...
Sí, lo hizo. Ahora venga aquí y explíquelo para el expediente, por favor. Tyndale colgó,
dejándome tanto enfadado como en una especie de existencialismo –pero te mentiría, Ruth,
si no te dijera que lo que principalmente me sentía era asustado–. Me había metido hasta el
fondo y en muy poco tiempo.
Irrumpí en la oficina de Roger, le conté lo que estaba pasando tan rápida y
cuerdamente como pude, y luego me dirigí hacia el ascensor. Riddley salió de la habitación
del correo haciendo rodar su carrito Dandux; vacío,esta vez.
¿Está usted en p'oblema con l'ley, Seor'Kenton? me susurró roncamente mientras lo
dejaba atrás; te aseguro, Ruth, que ésto no logró en lo absoluto mejorar mi paz mental.
¡No! le respondí, tan fuerte que dos personas que venían por el pasillo echaron una
mirada en mi dirección.
Porque si lo está, mi primo Eddie es un shtupendo abogado. ¡Siuro!
Riddley le dije ¿a qué universidad fuiste?
¡Co'nell, Seor'Kenton, y era shtupenda! Riddley sonrió abiertamente, mostrando unos
dientes tan blancos como teclas de piano (y estoy tentado a pensar que casi tan numerosos).
Si fuiste a Cornell le pregunté ¿por qué, en el nombre de Dios, hablas de esta forma?
¿Qué forma es'sa, Seor'Kenton?
Olvídalo le dije, ojeando el reloj. Siempre está bien tener una de estas discusiones
filosóficas contigo, Riddley, pero tengo una cita y debo apurarme.
¡Siuro! me dijo, lanzando esa mueca obscena de nuevo. Y si usted quiere el nume'o
telefónico de mi primo Eddie...
Pero por entonces ya me había perdido en el vestíbulo. Siempre es un alivio poder
librarse de Riddley. Supongo que es horrible decirlo, pero desearía que Roger lo despidiera;
miro esa gran sonrisa de teclas de piano y, Dios me asista, me pregunto si Riddley no habrá
hecho un pacto para beberse la sangre del hombre blanco cuando llegue el fuego la próxima
vez. Junto con su primo Eddie, por supuesto.
Bien, olvídate de todo esto; he estado más de una hora y media pegándole a las teclas de
la máquina de escribir, y ésto está empezando a parecerse a una novela corta. Mejor me doy
prisa con el resto. De manera que... Acto Tercero, Escena Segunda.
Llegué tarde y empapado de nuevo a la estación de policía; no había taxis y la lluvia se
había convertido en un fuerte aguacero. Sólo una lluvia de enero en la ciudad de Nueva York
puede ser así de fría (¡California me parece cada día mejor, Ruth!).
Tyndale me echó una mirada, me dedicó una fina sonrisa sin humor visible en ella, y
dijo: En Central Falls acaban de soltar a su autor. ¿Ningún taxi allí afuera, eh? Nunca están
cuando llueve.
¿Dejaron ir a Detweiller? pregunté sin poder creerlo. Y él no es nuestro autor. No lo
tocaría ni con un palo para plagas de tres metros de largo.
Bien, sea él lo que sea, la cosa es que no es nada más que una tempestad en un vaso de
agua me dijo, y me ofreció la que puede haber sido la taza de café mas repugnante que
alguna vez haya tomado en mi vida.
Me condujo hasta una oficina libre, lo cual fue una especie de favor; esa sensación de
que todos los demás en la comisaría estaban mirando de reojo al editor prematuramente
calvo, vestido con un empapado saco de lana, probablemente fuera paranoia, pero de todas
formas era poderosa.
Para no hacer que una historia larga lo sea aun más, aproximadamente cuarenta y cinco
minutos después que llegaron las telefotos, y alrededor de quince minutos después de la
llegada de Detweiller (no esposado, pero flanqueado por dos corpulentos hombres con traje
azul), volvieron los hombres de civil que habían sido despachados a la Casa de Flores
después de mi primera llamada. Él había estado en otra parte de la ciudad durante toda la
tarde.
Tyndale me dijo que habían dejado a Detweiller solo en una pequeña sala de
interrogatorios para que se ablandara; para que tuviera todo tipo de pensamientos sucios. El
policía de civil que había verificado el hecho de que Detweiller todavía trabajaba en la Casa
de Flores estaba mirando las "Fotos del Sacrificio" cuando el Jefe Iverson salió de su
oficina y se encaminó a la sala de interrogatorios donde tenían a Detweiller.
Jesús le dijo el de civil a Iverson, éstas se ven casi reales, ¿no le parece?
Iverson se detuvo. ¿Tiene usted alguna razón para creer que no lo son? le preguntó.
Bueno, esta mañana, cuando entré en esa tienda para inspeccionar a ese tipo Detweiller,
este fulano al que le hicieron la cirugía de corazón informal estaba sentado a un lado, detrás
del mostrador, jugando un solitario y mirando La Esperanza de Ryan en la tele.
¿Está usted seguro de eso? le preguntó Iverson.
El de civil dió uno golpecitos sobre la primera de las "Fotos del Sacrificio," donde se
mostraba claramente la cara de la "víctima". Ningún error dijo. Este era el tipo.
Pero, ¿por qué en el nombre de Dios no me dijo usted que él se encontraba allí? le
reclamó Iverson, sin ninguna duda con visiones de Detweiller presentando cargos por
detención falsa y maliciosa comenzando a bailar lúgubremente en su cabeza.
Porque nadie me preguntó por este tipo dijo el detective, de manera bastante razonable.
Se suponía que yo debía reconocer a Detweiller, y lo hice. Si alguien me hubiera pedido que
reconociera a este tipo, lo habría hecho. Nadie lo hizo. Hasta luego. Y se alejó, dejando a
Iverson sosteniendo las fotos. De manera que así fue.
Yo miré a Tyndale.
Tyndale me devolvió la mirada.
Tras unos instantes, la desvió. De todas formas, señor Kenton, esa foto en particular se
veía real... tan real como el infierno. Pero así hacen los efectos en algunas de esas películas
de horror. Hay un tipo –se llama Tom Savini– que hace unos efectos...
De modo que lo dejaron marchar. Cierto temor estaba emergiendo dentro de mi
cabeza, como uno de esos pequeños submarinos rusos que los suecos nunca consiguen
atrapar.
Por si le sirve de algo, su culo está cubierto con tres pares de calzoncillos y cuatro de
pantalones, con los dos del medio acorazados dijo Tyndale, y luego agregó, con una seriedad
que sin dudas era Alexander Haigiana: le estoy hablando desde el punto de vista legal, usted
me entiende. Actuó de buena fe, como un ciudadano. Si el tipo pudiera demostrar que hubo
malicia, eso sería otra cosa... pero, rayos, usted ni siquiera lo conocía.
El submarino ascendió un poco más. Porque sentí como si justo desde entonces
estuviera empezando a conocerlo, Ruth, y mis sentimientos sobre Carlos Detweiller ni fueron
entonces ni lo son ahora algo que pudiera describir como joviales o benignos.
Además, nunca es al informante al que ellos quieren demandar por un falso arresto, sino
al poli que vino y les leyó sus derechos y luego lo llevó al centro de la ciudad en un
automóvil sin manijas en las puertas traseras.
Informante. Ésa era la fuente del temor. El submarino estaba bien arriba y flotando en la
superficie como un pez muerto a la luz de la luna.
Informante. No conocí a Carlos Detweiller gracias a una begonia
psíquica... aunque él sí sabe algo sobre mí. No que fuí la cabeza de la sociedad literaria de la
Universidad Brown, ni que estoy prematuramente calvo, ni que estoy comprometido con una
bonita señorita de Pasadena llamada Ruth Tanaka... ninguna de estas cosas (y, gracias a
Dios, tampoco la dirección de mi casa,que nunca conozca la dirección de mi casa), pero él
sabe que yo soy el editor que hizo que lo detengan por un asesinato que no cometió.
Sabe usted le pregunté si Iverson o algún otro del Departamento de Policía de Central
Falls le mencionó a él mi nombre? Tyndale encendió un cigarrillo. No lo sérespondió,
aunque estoy bastante seguro de que nadie lo hizo.
¿Por qué no?
Habría sido poco profesional. Cuando usted está trabajando en un caso –incluso uno que
se muere tan rápido como éste– cada nombre que el sospechoso no conoce o que incluso no
llega a conocer se convierte en una carta de póker.
Cualquier alivio que pude haber sentido me duró poco.
Pero el tipo tendría que ser un perfecto idiota para no saberlo. A menos que, eso es, le
enviara las fotografías por correo a cada editorial de Nueva York. ¿Piensa que pudo haber
hecho eso?
No dije desconsoladamente. En primer lugar, ningún otro editor en Nueva York habría
respondido a su carta de presentación.
Ya veo.
Tyndale se levantó, arrugando los vasitos plásticos de café, haciendo esos gestos de seacabó-
la-fiesta que significaban que esperaba que yo pusiera un huevo en mi zapato y lo
pisara.
Una pregunta más y lo dejaré en paz dije. Las otras fotografías eran obvias
falsificaciones. Penosas. ¿Cómo esas parecen tan malas y las falsificadas parecen tan
malditamente buenas?
Quizá el propio Detweiller preparó las fotos de la 'Sagrada Reunión' y algún otro –el
equivalente a Tom Savini en Central Falls, por ejemplo– preparó la 'víctima del sacrificio'. O
quizá Detweiller las preparó todas e intencionalmente hizo que las otras se vieran mal para
que usted tomara éstas más en serio.
¿Por qué haría eso?
Para que usted metiera la pata, tal y como ha hecho. Tal vez es así cómo él se coloca.
¡Pero le arrestaron en el proceso!
Él me miró, casi compadeciéndome. Suponga que hay un tipo en un bar, Sr. Kenton, y
que tiene esos petardos de broma que se meten en los cigarrillos. Así que, sólo para
divertirse, mete uno de ellos en el cigarrillo de su colega mientras éste se encuentra en el
servicio o escogiendo algunas canciones en la gramola. Le parece la idea más divertida del
mundo en ese momento, aunque el sentido del humor de su colega sólo se manifiesta cuando
un petardo explota en el cigarrillo de algún otro, y el tipo que mete el petardo debería
saberlo. Así que el colega regresa, y enseguida toma el cigarrillo trucado. Da dos caladas y...
¡ka-bang! Toda la cara llena de tabaco, quemaduras de pólvora en sus dedos, y se tira la
cerveza encima. Y su colega –su ex-colega– está sentado en el taburete de al lado,
partiéndose de risa. ¿Entiende la situación?
Sí dije de mala gana, porque la entendí.
Ahora bien, el tipo que metió el petardo en el cigarrillo no era un imbécil, aunque tengo
que decir que, según mi criterio, un tipo que cree que es divertido meter un petardo en el
cigarrillo de otro, es un un poco deficiente en la sección del sentido del humor. Pero incluso
si su sentido del humor se activase con algún tipo llevándose un susto de muerte y
derramando su cerveza encima de sus pelotas, pensarías que un tipo que no fuese un imbécil
al menos tendría interés en conservar todos los dientes y no lo haría. Y sin embargo, lo
hacen. Lo hacen todo el puto tiempo. Así que, siendo usted un hombre literario... –(Ruth, él,
obviamente, no sabía nada acerca de Acuchíllame, Hormigas del Infierno, ni del próximo a
salir, Moscas del infierno)– ¿puede decirme por qué él sigue adelante, y acaba recogiendo
sus dientes por todo el bar y pidiendo un crédito con el que poder pagarse los empastes?
Porque no tiene ningún sentido de lo futurible dije desconsoladamente, y, por primera
vez, Ruth, sentí como si realmente pudiera ver a Carlos Detweiller.
¿Eh? No conozco esa palabra.
Él no lo sabe... es incapaz de anticipar las consecuencias.
Sí... usted es un hombre literario, de acuerdo. Yo no hubiera podido decirlo tan
bien ni en mil años.
¿Y esa es mi respuesta?
Ésa es su respuesta . Me palmeó el hombro y me acompañó hasta la puerta. Váyase a
casa, Sr. Kenton. Tómese un trago, una ducha, y después otro trago. Mire algo en la tele.
Duerma toda la noche. Cumplió su deber como ciudadano. La mayoría de la gente
simplemente habría tirado esas fotos... o las habría guardado para sus álbumes de recortes.
Suena raro, pero yo soy del tipo policial, no del tipo literario, y sé que algunas personas lo
hacen. Váyase a casa. Olvídelo. Y conténtese con esto: si el libro del tipo es tan malo como
usted dijo, entonces le envió una carta de rechazo de la puta madre.
De manera que hice lo que él me dijo, querida; vine a casa, tomé un trago, me duché,
comí algo, tomé otro trago, miré un poco de tele, y me fuí a la cama. Entonces, después de
alrededor de tres horas de tortura de no poder dormir –seguía viendo esa foto, la de la
abertura en el pecho y el corazón chorreante– me levanté, tome como tres copas más, miré en
la tele una película de John Wayne llamada La Estela de la Bruja Roja (te diría que John
Wayne se ve mucho mejor con un casco de soldado que con un casco de buzo), me acosté de
nuevo, y me desperté con resaca.
Todo estará mejor en un par de dias, y creo –creo– que las cosas están comenzando a
volver a la normalidad, tanto en Zenith House como dentro de mi cabeza. Pienso (pienso)
que todo terminó; pero que va a ser uno de esos Incidentes que me perseguirán durante toda
la vida, supongo, como los sueños que tenía de chico en el que me ponía de pie para saludar
la bandera y se me caían los pantalones. O, aún mejor, algo que una vez me contó Bill Gelb,
mi ilustre co-editor en Zenith. Dijo que le contó este chiste a un tipo en una fiesta: ¿Cómo
haces para impedir que cinco negros violen a una chica blanca? Respuesta: les das una
pelota de básquet. "Yo pensé que el tipo al que se lo conté sólo tenía un buen bronceado
hasta que me arrrjó la bebida en la cara y se marchó," dijo Bill. Ésa es la clase de historia
que yo nunca podría contar de mí mismo, lo cual pienso que puede ser una de las razones por
las que no haya perdido todo mi respeto por Bill, aunque es un intolerante y fanático
pelotudo. Con esto quiero decir que me siento un poco como un pelotudo... pero por lo
menos se ha terminado. Si todo esto me hace parecer un histérico –alguien que testificaría
entusiasmado en los juicios contra las brujas de Salem– por favor escribe y rompe nuestro
compromiso cuanto antes... porque si ése fuera el caso, yo tampoco me casaría conmigo.
En cuanto a mí, estoy aferrado a lo que me dijo Tyndale; eso de que actué de buena fe,
como un ciudadano. La único que no haré es enviarte las fotografías, que hoy me fueron
devueltas. Podrían ocasionarte la clase de sueños que he estado teniendo; y esos sueños son,
sin ninguna duda, malévolos. He llegado a la conclusión de que todos esos magos de los
efectos especiales deben ser cirujanos frustrados. De hecho, si Roger me da el visto bueno,
voy a quemarlas.
Te amo, Ruth.
Tu adorado pelotudo,
John
de la oficina del editor en jefe
A: John Kenton
FECHA: 2/2/81
MENSAJE: Prosigue y quémalas. No quiero volver a oír hablar de Carlos Detweiller nunca
más.
Escúchame, John; un poco de excitación está bien, pero si no comenzamos a hacer algo
aquí en Zenith, estaremos todos saliendo a buscar trabajo. He oído que Apex puede estar
buscando compradores. Que es como buscar pájaros dodo o pterodáctilos.
Tenemos que conseguir el libro o libros que hagan algo de ruido en este verano, y eso
significa que sería mejor empezar buscando desde ayer. Comienza a sacudir los árboles, ¿de
acuerdo?
Roger
memorándum de oficina
DE: John
A: Roger
REF: Sacudida de árbol
¿Qué árboles? Zenith House está ubicado en las Grandes Planicies de la publicación
Americana, y tú lo sabes condenadamente bien.
John
de la oficina del editor en jefe
A: John Kenton
FECHA: 3/2/81
MENSAJE: Encuentra un árbol o encuentra un trabajo. Así están las cosas, encanto.
Roger
4 de febrero de 1981
Sr. John "Judas Iscariote" Kenton
Zenith Agujerodelculo-House, Editores de Kaka,
490 Avenida de la Mierda-de-Perro
New York, New York 10017,
Estimado Judas,
Éste es el agradecimiento que recibo por ofrecerle mi libro. De acuerdo, lo entiendo.
Debería haber sabido qué esperar. Usted piensa que es TAN LISTO. De acuerdo, lo
entiendo. Usted no es más que un sucio y traicionero bastardo. Cuánto habrá robado. Un
montón, supongo. Usted piensa que es TAN LISTO pero no es nada más que un "Tablón
Torcido" en "EL GRAN SUELO DEL UNIVERSO". Hay formas de tratar con los TIPOS
COMO USTED. Probablemente piense que voy a ir y buscarlo. Pero no lo haré. Yo "no
mancharía las manos con su suciedad," como decía el Sr. Keen. Pero puedo ajustarle las
cuentas si quiero. ¡Y quiero! ¡¡¡Lo QUIERO!!!!
Mientras tanto, usted lo ha estropeado todo, así que supongo que estará satisfecho. Eso
no me importa. Me he ido al Oeste. Le diría "ojalá se lo jodan" pero quién sería capaz de
hacerle eso. Yo no. No lo haría ni siquiera si yo fuera una niña y usted Richard Gear. No lo
haría ni aunque usted fuese una de esas lindas chicas de buena figura.
Bueno, me marcho, pero mi material es copywright y solo espero que usted sepa qué
significa copywright, aun cuando no sepa distinguir la "mierda" del "betún de zapatos". Así
que nada más métase eso en su pipa y fúmeselo todo el puto día, Sr. Judas Kenton. Adiós.
Lo odia,
Carlos Detweiller
De Viaje
E.U. de A.
7 de febrero de 1981
Querida Ruth,
Me esperaba una carta del estilo "váyase-a-la-mierda" de Carlos Detweiller –la
esperaba inconscientemente, en cualquier caso– y la recibí el otro día. Utilicé la crujiente
máquina Xerox pre-Guerra Mundial que tenemos en Zenith House para hacerte una
fotocopia, y la he adjuntado con esta carta. En su cólera, él es casi lírico, sobre todo en la
parte en que dice que soy un tablón torcido en el suelo del universo... una frase que hasta
Carlyle admiraría. Deletreó mal el nombre de Richard Gere, pero quizá fuera una
licencia artística. En general, diría que me siento aliviado; al menos, esto ya se terminó. El
tipo se ha largado al Gran Oeste Americano, sin duda con sus tijeras de podar rosas
colgándole de la cadera (¿de una cadera rosa? oh, olvídalo).
"Sí, pero ¿se ha ido realmente?" te preguntarás. La respuesta es: sí, lo hizo.
Recibí la carta ayer y casi en seguida puse al corriente a Barton Iverson de la Policía de
Central Falls (luego de conseguir que Roger autorizara de mala gana la llamada de larga
distancia, he de añadir). Pensé que a Iverson le interesaría mi requerimiento de salir a
comprobar el asunto, y lo hizo. Parece que también él pensaba que las "fotos del sacrificio"
eran demasiado reales como para quedarse tranquilo, y la última comunicación de Detweiller
tenía más bien un tono amenazante.
Envió a un hombre llamado Riley –creo que el mismo hombre que fue antes– a
comprobar la salida de Carlos, y él (Iverson, no Riley) me volvió a llamar en noventa
minutos. Al parecer, Detweiller renunció casi enseguida de ser puesto en libertad, y Barfield
incluso ha puesto un anuncio en los periódicos locales pidiendo un nuevo ayudante de
floristería. Algo ligeramente interesante: Riley reconoció al tipo de las "fotos del sacrificio,"
y mencionó un nombre que yo ya conocía: era el Sr. Norville Keen, el mismo tipo, estoy
bastante seguro, que Detweiller mencionó en sus primeras dos cartas ("Por qué
*Nota del Traductor: Gear: voz del argot del Village cuya traducción es "maravilloso":
Richard Maravilloso sería el nombre del actor Richard Gere.
describir a un invitado cuando usted puede ver a ese invitado," y otras perlas de sabiduría).
El poli le hizo algunas preguntas sobre la puesta en escena de esas fotografías, y la Barfield
se entrometió, ka-bang, inmediatamente. Le preguntó si era una investigación oficial, o qué.
No lo era, por supuesto, así que eso fue todo... y en mi mente, el todo el asunto está cerrado.
Iverson me dijo que Riley no pudo identificar a la Barfield en ninguna de las fotografías, de
modo que no hubo ninguna base como para interrogarla más adelante... ni tampoco nadie allí
en Central Falls quiere realmente hacerlo, me parece. Iverson fue muy franco conmigo.
"Deje descansar lo sobrenatural," fue lo que realmente me dijo, y yo estoy de acuerdo en un
doscientos por ciento.
Si la nueva novela de Anthony LaScorbia terminara llamándose Plantas del Infierno,
renuncio.
Te escribiré una carta más normal durante la semana, espero, pero pensé que querrías
saber cómo terminó todo. Mientras, vuelvo a pasarme las noches en mi novela y los días
buscando un bestseller que podamos comprar por $2500. Como creo que dijo el Presidente
Lincoln alguna vez, "Jodida buena suerte, pavo."
A todo esto, gracias por tu llamada telefónica, y tu última carta. Y en respuesta a tu
pregunta, sí, yo también estoy E*X*C*I*T*A*D*O.
Te ama,
John
19 de febrero de 1981
Estimado Sr. Kenton,
Usted no me conoce, pero yo sí a usted. Mi nombre es Roberta Solrac, y soy una ávida
lectora de la serie de novelas de Anthony LaScorbia. ¡¡¡Al igual que el Sr. LaScorbia, siento
que la ecología está a punto de sublevarse!!! De cualquier modo,el mes pasado le escribí
una "carta de admiración" al Sr. LaScorbia ¡y él me contestó! Como estaba muy
entusiasmada y honrada, le envié una docena de rosas. Él dijo que estaba entusiasmado y
honrado (por las rosas) ya que nadie le había enviado flores antes.
Sin embargo, en nuestra correspondencia, él mencionó su nombre y dijo que usted era el
responsable de sus éxitos literarios. No puedo enviarle rosas ya que estoy "en quiebra,"
pero le mendo una pequeña plantita para su oficina, vía UPS. Se supone que trae buena
suerte. ¡¡¡Espero que se encuentre bien, y prosiga con su estupendo trabajo!!!
Suya atentamente,
Roberta Solrac
memorándum de oficina
A: Roger
DE: John
REF: La locura continúa
Echa una mirada a la carta adjunta, Roger. Luego deletrea "Solrac" al revés. Creo que
realmente me estoy volviendo loco. ¿Qué he hecho para merecerme a este tipo?
de la oficina del editor en jefe
A: John Kenton
FECHA: 23/2/81
MENSAJE: Puede que te estés internando en las sombras. Si no es así, ¿qué pretendes hacer?
¿Reabrir las cosas con el D. de P. de Central Falls? Asumiendo que sea Detweiller –y admito
que el último nombre sobrevuela los límites de la coincidencia y que el estilo tiene una cierta
similitud, aunque obviamente sea una tipografía diferente– es, si me permites la aliteración,
una inofensiva muestra de una pataleta infantil. Mi consejo es que te olvides de él. Si
"Roberta Solrac" te envía una planta por correo, tírala por el tubo del incinerador.
Probablemente sea hiedra venenosa. Estás dejando que esto te ataque los nervios, John. Y te
lo digo en serio: Olvídate de él.
Roger
memorándum de oficina
A: Roger
DE: John
REF: "Roberta Solrac"
Hiedra envenenada, las pelotas. El tipo trabajaba en un invernadero. Probablemente sea
belladona, o hierba mora mortal, o algo parecido.
John
de la oficina del editor en jefe
A: John Kenton
FECHA: 23/2/81
MENSAJE: Pensé en mover el culo por el pasillo para hablar contigo, pero estoy esperando
una llamada de Harlow "Hombre del Hacha Cometh" Enders en unos minutos, y no quiero
salir de mi oficina. Pero quizá sea mejor que te lo diga por escrito, porque da la impresión de
que no crees realmente en algo hasta que esté impreso.
John, déjalo pasar. El asunto Detweiller está acabado. Entiendo que todo el asunto te
haya afectado –rayos, también a mí– pero tienes que dejarlo pasar. Tenemos algunos serios
problemas aquí en casa, en el caso de que no te hayas enterado. En junio va a llevarse a cabo
una re-evaluación de nuestra situación, y lo que tenemos no es demasiado. Esto significa que
en septiembre podemos tener el culo en la calle. Nuestro "año de gracia" ha empezado a
acortarse. Deja de preocuparte por Detweiller y, por el amor de Cristo, encuentra algo que se
pueda publicar y que haga dinero.
No puedo decírtelo más claro. Te aprecio, John, pero abandona esto y vuelve al trabajo,
o me veré obligado a tomar medidas drásticas.
Roger
memorándum de oficina
A: Riddley
DE: John Kenton
REF: Posible paquete entrante
Es muy probable que reciba un paquete de la UPS desde alguna parte del medio oeste
durante la próxima semana o en unos diez días. El nombre del remitente es Roberta Solrac.
Si ves tal paquete, asegúrate de que yo no lo vea. En otras palabras, tíralo inmediatamente
por el tubo del incinerador más cercano. Sospecho que ya sabes la mayoría de lo que hay que
saber sobre el asunto de Detweiller. Esto puede estar asociado con eso, y el contenido del
paquete puede ser peligroso. Es improbable, pero existe una posibilidad.
Gracias,
John Kenton
memorándum de oficina
A: John Kenton
DE: Riddley
REF: Posible paquete entrante
¡Siuro, Seor'Kenton!
Riddley/Sección Correo
de EL LIBRO SAGRADO DE CARLOS
SAGRADO MES DE FEBRE (Entrada #64)
Sé cómo atraparlo. He puesto las cosas en movimiento, alabado sea Abbalah. Alabada
sea la Demeter Verde. Los atraparé a todos. ¡Verde Verde "debe verse"! ¡Ja! ¡So Judas! ¡Qué
poco que sabes! ¡Pero yo sí lo sé! ¡También sé todo sobre tu novia; solo que tu novia, es
ahora la niña DEMONIO, ¡Qué poco sabes de lo que ella es capaz! ¡Hay otro mulo coceando
en tu establo, Sr. Editor Pez-Gordo Judas! ¡La OUIJA dice que el nombre de este mulo es
GARY !
Nota del Traductor: Demeter: diosa griega de las cosechas, hija de Rhea y Cronos, madre
de Perséfone.
Juego de palabras intraducible: girlfriend significa "novia" y girlFIEND puede traducirse
como "niña DEMONIO"
¡En mis sueños los he visto y GARY es PELUDO! ¡No como tú, pequeño y enclenque
JUDAS! ¡Muy pronto te estaré enviando un presente! ¡Todo el mundo medra! ¡Cada Judas a
salvo en los brazos de Abbalah! ¡Ven Abbalah!
¡VEN GRAN DEMETER!
¡VEN VERDE!
JOHN KENTON, quien asistió a la Universidad Brown, especializado en Inglés, y quien
fuera presidente de la Sociedad Literaria, ha tenido un brusco despertar en el mundo real: él
es uno de los cuatro editores de Zenith House, una editorial de libros de bolsillo de Nueva
York.
Zenith tiene el 2% del mercado de libros en rústica y es decimoquinto en una lista de quince
editoriales. Todo el personal de Zenith House está angustiado ya que Apex, la corporación
dueña, puede decidir poner la casa en el mercado si no hay un repunte en las ventas en el año
civil de 1981... y debido a la pobre red de distribución de Zenith, eso parece improbable.
El 4 de enero de 1981, Kenton recibe una solicitud por carta de CARLOS DETWEILLER,
de Central Falls, Rhode Island. Detweiller, de veintitrés años, trabaja en la Casa de Flores de
Central Falls, y está ofreciendo un libro escrito por él llamado Verdaderos Cuentos de las
Plagas Demoníacas. Para Kenton es obvio que Detweiller no tiene absolutamente ningún
talento de escritor... pero en ese caso, ninguno de la mayoría de los escritores de la lista de
Zenith lo tiene (el más vendido: la serie de Macho Man). Él alienta a Detweiller para que
envíe algunos capítulos de prueba y un borrador.
En cambio, Detweiller envía la obra completa, que es aun peor que lo que Kenton –quien
pensó que el libro quizás pudiera recortarse, re-escribirse, y exprimirse para el público de
The Amityville Horror– hubiera imaginado en sus peores pesadillas. Pero la peor pesadilla
de todas está en las fotografías que Detweiller adjunta. Algunas son fotos penosamente
falsificadas del desarrollo de una sesión de espiritismo, pero una serie de cuatro fotos
muestra un sacrificio humano repugnantemente realista, en el que el pecho de un anciano es
abierto y un goteante corazón humano es arrancado de la incisión.
La historia, contada en un estilo epistolar, continúa con una carta de John Kenton a su novia,
RUTH TANAKA, quien está en California trabajando en su tesis.
30 de enero de 1981
Querida Ruth,
Sí, para mí también fue estupendo hablar contigo anoche. No sé lo que haría sin tí,
aunque estés en la otra punta del país. Creo que éste ha sido el peor mes de mi vida, y sin tus
palabras y tu cálido apoyo, no sé si lo podría haber superado. La revulsión y el terror
iniciales que me produjeron esas fotos fueron bastante desagradable, pero he descubierto que
puedo lidiar con el terror; y Roger puede encasillarse en su personificación de algún rudo
editor salido de una historia de Damon Runyon (o quizá, ahora que lo pienso, esté actuando
como ese Ben Hecht), pero lo realmente divertido es que tiene un corazón de oro. Cuando
toda aquella mierda se nos cayó encima, él permaneció como una piedra; su fuerza nunca
vaciló.
El terror es malo, pero he descubierto que la sensación de que te comportaste como un
pelotudo es mucho peor. Cuando estás asustado, puedes recurrir a tu valentía. Cuando estás
humillado, supongo que lo único que puedes hacer es llamar a tu novia por larga distancia y
berrear en su hombro. Todo lo que te estoy diciendo, creo, es gracias; gracias por estar allí y
gracias por no reírte... o tomarme como si fuera una vieja histérica asustándose de las
sombras. Anoche, luego de haber hablado contigo, tuve una última llamada telefónica, de
Barton Iverson, Jefe del Departamento de Policía de Central Falls. Él también fue
extraordinariamente compasivo, pero antes de que te cuente la esencia final del asunto,
permíteme intentar aclararte toda la serie de acontecimientos que siguieron a mi recepción
del manuscrito de Detweiller el miércoles pasado. Tu confusión estaba justificada; creo que
puedo llegar a estar un poco más despejado ahora que he tenido una noche de sueño (¡y sin
Mamá Bell en mi oreja, descontando dólares de mi desnutrido sueldo!).
Tal como creo que te conté, la reacción de Roger a las "Fotos del
*Nota del Traductor: Mamá Bell es el apodo con el que se conoce a la compañía Bell
Telephone.
Sacrificio" fue todavía más fuerte y más inmediata que la mía. Se apareció en mi oficina
como si tuviera cohetes en los talones, dejando a dos distribuidores esperando en su oficina
exterior (y, como me parece que señaló Flannery O'Connor alguna vez, un buen distribuidor
es algo difícil de encontrar), y cuando le mostré las fotos se puso pálido, se llevó una mano a
la boca, y emitió unos sonidos amordazados, como de arcadas. Así que supongo que se
podría decir que yo estaba más que en lo cierto acerca de la calidad de las fotos
(considerando el tema, "calidad" es una palabra extraña para usar, pero es la única que
parece encajar).
Se tomó un minuto o dos para pensar; luego me dijo que haría mejor llamando a la
policía de Central Falls, pero que no le dijera nada a nadie más. "Todavía podrían ser
falsificaciones," dijo, "pero lo mejor es no arriesgarse. Ponlas en un sobre y ya no las toques
más. Podrían tener huellas digitales."
No parecen falsificaciones le dije.¿A ti te lo parecen?
No.
Él volvió con los distribuidores y yo llamé a los polis de Central Falls; fue mi
primera conversación con Iverson. Él escuchó la historia entera y luego tomó nota de mi
número telefónico. Dijo que me volvería a llamar en cinco minutos, pero no me dijo por qué.
Me llamó en tres minutos, aproximadamente. Me dijo que llevara las fotografías a la
Comisaría 31, en el 140 de Park Avenue South, y que la Policía de New York transmitiría las
"Fotos del Sacrificio" a Central Falls.
Deberíamos tenerlas para esta tarde, a eso de las tres dijo. Puede que antes, incluso.
Le pregunté qué se proponía hacer hasta entonces.
No mucho respondió. Voy a enviar a un agente de civil a rondar esta Casa de Flores y
tratar de determinar si Detweiller todavía está trabajando allí o no. Espero que lo haga sin
despertar ninguna sospecha. Hasta que no vea las fotos, Sr. Kenton, eso es realmente todo lo
que puedo hacer.
Tuve que morderme la lengua para no decirle que yo pensaba que había mucho más que
podía hacer. No quería que me desdeñara como un típico neoyorquino insistente, ni tampoco
quería tener al compañero exasperado conmigo desde un comienzo. Y me recordé que
Iverson no había visto las fotos. Supongo que dadas las circunstancias él iba tan rápido como
podía en base a la llamada de un extraño; un extraño que podría estar chiflado.
Conseguí que prometiera volver a llamarme en cuanto tuviera las fotografías, y luego yo
mismo las acerqué a la Comisaría 31. Ellos estaban esperándome; un tal Sargento Tyndale
me encontró en el área de recepción y tomó el sobre con las fotos. También me hizo
prometer que me quedaría en mi oficina hasta tener noticias de ellos.
El Jefe de Policía de Central Falls...
No el dijo Tyndale, como si yo le estuviera hablando de un mono amaestrado. Nosotros.
Todas las películas y novelas tienen razón, nena; no pasa mucho tiempo antes de que
empieces a sentirte como un delincuente. Esperas que alguien gire una luz brillante en tu
cara, ponga una pierna por encima de un viejo escritorio, se recline, te sople el humo del
cigarro en tu cara, y diga "Bien, Carmody, ¿dónde escondiste los cadáveres?" Ahora puedo
reírme de esto, pero te aseguro no estaba riéndome entonces.
Yo quería que Tyndale le echara un vistazo a las fotografías y que me dijera lo que
pensaba de ellas –si eran o no auténticas– pero lo único que hizo antes de largarse fue
recordarme que "permaneciera cerca". Había empezado a llover y no pude conseguir un taxi,
y cuando ya había llegado a siete calles de Zenith House estaba empapado. También me
había tragado medio rollo de Tums.
Roger estaba en mi oficina. Le pregunté si los distribuidores se habían ido, y él agitó
una mano en su dirección. Mandé uno a Queens y al otro a Brooklyn dijo. Motivados. Van a
vender otras cincuenta copias de Hormigas del Infierno entre los dos. Imbéciles encendió un
cigarro . ¿Qué dijeron los polis?
Le conté lo que Tyndale me había dicho.
Inquietante dijo. Jodidamente inquietante.
Te parecieron reales, ¿no es así?
Lo consideró, luego asintió. Tan reales como la lluvia.
Bien.
¿Qué quieres decir con bien? No hay nada bueno en todo esto.
Yo sólo quise decir...
Sí, ya sé lo que quisiste decir se levantó, agitó las perneras de sus pantalones de esa
manera en que siempre lo hace, y me dijo que le llamara si tuviera noticias de alguien. Y no
le digas nada a nadie más.
Herb ha pasado por aquí un par de veces le dije. Creo que se piensa que vas a
despedirme.
La idea tiene algo de mérito. Si él pregunta...
Le miento.
Exacto.
Siempre es un placer mentirle a Herb Porter.
Se detuvo de nuevo en la puerta, comenzó a decir algo, y entonces llegó Riddley, el
chico del correo, empujando un cesto con manuscritos rechazados.
Se pasó aquí casi toda la ma'ana, Seor'Adler dijo. ¿ Va'eshpedir al Seor'Kenton?
Lárgate de aquí, Riddley le dijo Roger o te despediré a tí si no dejas de insultar a toda tu
raza con ese repugnante acento Rasta.
¡Siuro, Seor'Adler! dijo Riddley, e hizo rodar de nuevo el carro del correo. ¡M'voy!
¡M'voy!
Roger me miró y giró los ojos desesperadamente. Tan pronto como tengas noticias
repitió, y salió.
En las primeras horas de la tarde tuve noticias del Jefe Iverson. Su hombre había
comprobado que Detweiller estaba en la Casa de Flores, trabajando como de costumbre.
Dijo que la Casa de Flores es una construcción muy elegante en una calle que se está "yendo
pendiente abajo" (la frase es de Iverson). Su hombre entró, compró dos rosas rojas, y volvió
a salir. Lo atendió la señora Tina Barfield, la propietaria del negocio según los papeles del
archivo del Ayuntamiento. El tipo que realmente tomó las flores, las cortó, y las envolvió
llevaba una etiqueta con la palabra CARLOS en ella. El hombre de Iverson lo describió
como de unos 25 años, moreno, no mal parecido, pero corpulento. El hombre dijo que daba
la impresión de tomárselo todo muy seriamente; apenas sonreía.
Hay un invernadero excepcionalmente grande detrás de la tienda. El hombre de Iverson
hizo un comentario sobre él y la señora Barfield le dijo que era tan profundo como la
manzana; ella dijo que lo llamaban "la pequeña selva."
Le pregunté a Iverson si ya había recibido las telefotos. Dijo que no las tenía, pero
quería confirmarme que Detweiller estaba allí. El solo hecho de saber que él estaba me
produjo cierto alivio; no me molesta decirte eso, Ruth.
Así que aquí está el Acto Tercero, Escena Primera, y una trama nauseabunda, como nos
gusta decir a nosotros, los tipos del negocio editorial. Recibí una llamada del Sargento
Tyndale, de la Comisaría 31. Me dijo que Central Falls había recibido las fotos, que Iverson
les había echado un vistazo, y que había ordenado que le trajeran a Carlos Detweiller para un
interrogatorio. Tyndale me quería de inmediato en la 31 para tomarme declaración. Debía
llevar conmigo el manuscrito de Plagas Demoníacas, y toda mi correspondencia con
Detweiller. Le dije que estaría encantado de ir la 31 tan pronto como hablase de nuevo con
Iverson; de hecho, estaba deseando tomar "El Peregrino" en la Estación Penn y de allí
derecho en tren a...
Por favor no llame a nadie dijo Tyndale,y no vaya a ninguna parte –a ninguna parte, Sr.
Kenton– hasta que ponga sus pies aquí y haga la declaración.
Me había pasado el día sintiéndome descompuesto e inquieto. Mi estado nervioso
empeoraba en lugar de mejorar, y supongo que le hablé con cierta brusquedad al tipo.
Pareciera como si yo fuera el sospechoso.
No dijo él. No, Sr. Kenton una pausa. No por el momento otra pausa. ¿Pero él le envió
las fotos, no es así?
Por un momento quedé tan asombrado que sólo pude boquear como un pez. Luego le
dije Pero ya expliqué eso...
Sí, lo hizo. Ahora venga aquí y explíquelo para el expediente, por favor. Tyndale colgó,
dejándome tanto enfadado como en una especie de existencialismo –pero te mentiría, Ruth,
si no te dijera que lo que principalmente me sentía era asustado–. Me había metido hasta el
fondo y en muy poco tiempo.
Irrumpí en la oficina de Roger, le conté lo que estaba pasando tan rápida y
cuerdamente como pude, y luego me dirigí hacia el ascensor. Riddley salió de la habitación
del correo haciendo rodar su carrito Dandux; vacío,esta vez.
¿Está usted en p'oblema con l'ley, Seor'Kenton? me susurró roncamente mientras lo
dejaba atrás; te aseguro, Ruth, que ésto no logró en lo absoluto mejorar mi paz mental.
¡No! le respondí, tan fuerte que dos personas que venían por el pasillo echaron una
mirada en mi dirección.
Porque si lo está, mi primo Eddie es un shtupendo abogado. ¡Siuro!
Riddley le dije ¿a qué universidad fuiste?
¡Co'nell, Seor'Kenton, y era shtupenda! Riddley sonrió abiertamente, mostrando unos
dientes tan blancos como teclas de piano (y estoy tentado a pensar que casi tan numerosos).
Si fuiste a Cornell le pregunté ¿por qué, en el nombre de Dios, hablas de esta forma?
¿Qué forma es'sa, Seor'Kenton?
Olvídalo le dije, ojeando el reloj. Siempre está bien tener una de estas discusiones
filosóficas contigo, Riddley, pero tengo una cita y debo apurarme.
¡Siuro! me dijo, lanzando esa mueca obscena de nuevo. Y si usted quiere el nume'o
telefónico de mi primo Eddie...
Pero por entonces ya me había perdido en el vestíbulo. Siempre es un alivio poder
librarse de Riddley. Supongo que es horrible decirlo, pero desearía que Roger lo despidiera;
miro esa gran sonrisa de teclas de piano y, Dios me asista, me pregunto si Riddley no habrá
hecho un pacto para beberse la sangre del hombre blanco cuando llegue el fuego la próxima
vez. Junto con su primo Eddie, por supuesto.
Bien, olvídate de todo esto; he estado más de una hora y media pegándole a las teclas de
la máquina de escribir, y ésto está empezando a parecerse a una novela corta. Mejor me doy
prisa con el resto. De manera que... Acto Tercero, Escena Segunda.
Llegué tarde y empapado de nuevo a la estación de policía; no había taxis y la lluvia se
había convertido en un fuerte aguacero. Sólo una lluvia de enero en la ciudad de Nueva York
puede ser así de fría (¡California me parece cada día mejor, Ruth!).
Tyndale me echó una mirada, me dedicó una fina sonrisa sin humor visible en ella, y
dijo: En Central Falls acaban de soltar a su autor. ¿Ningún taxi allí afuera, eh? Nunca están
cuando llueve.
¿Dejaron ir a Detweiller? pregunté sin poder creerlo. Y él no es nuestro autor. No lo
tocaría ni con un palo para plagas de tres metros de largo.
Bien, sea él lo que sea, la cosa es que no es nada más que una tempestad en un vaso de
agua me dijo, y me ofreció la que puede haber sido la taza de café mas repugnante que
alguna vez haya tomado en mi vida.
Me condujo hasta una oficina libre, lo cual fue una especie de favor; esa sensación de
que todos los demás en la comisaría estaban mirando de reojo al editor prematuramente
calvo, vestido con un empapado saco de lana, probablemente fuera paranoia, pero de todas
formas era poderosa.
Para no hacer que una historia larga lo sea aun más, aproximadamente cuarenta y cinco
minutos después que llegaron las telefotos, y alrededor de quince minutos después de la
llegada de Detweiller (no esposado, pero flanqueado por dos corpulentos hombres con traje
azul), volvieron los hombres de civil que habían sido despachados a la Casa de Flores
después de mi primera llamada. Él había estado en otra parte de la ciudad durante toda la
tarde.
Tyndale me dijo que habían dejado a Detweiller solo en una pequeña sala de
interrogatorios para que se ablandara; para que tuviera todo tipo de pensamientos sucios. El
policía de civil que había verificado el hecho de que Detweiller todavía trabajaba en la Casa
de Flores estaba mirando las "Fotos del Sacrificio" cuando el Jefe Iverson salió de su
oficina y se encaminó a la sala de interrogatorios donde tenían a Detweiller.
Jesús le dijo el de civil a Iverson, éstas se ven casi reales, ¿no le parece?
Iverson se detuvo. ¿Tiene usted alguna razón para creer que no lo son? le preguntó.
Bueno, esta mañana, cuando entré en esa tienda para inspeccionar a ese tipo Detweiller,
este fulano al que le hicieron la cirugía de corazón informal estaba sentado a un lado, detrás
del mostrador, jugando un solitario y mirando La Esperanza de Ryan en la tele.
¿Está usted seguro de eso? le preguntó Iverson.
El de civil dió uno golpecitos sobre la primera de las "Fotos del Sacrificio," donde se
mostraba claramente la cara de la "víctima". Ningún error dijo. Este era el tipo.
Pero, ¿por qué en el nombre de Dios no me dijo usted que él se encontraba allí? le
reclamó Iverson, sin ninguna duda con visiones de Detweiller presentando cargos por
detención falsa y maliciosa comenzando a bailar lúgubremente en su cabeza.
Porque nadie me preguntó por este tipo dijo el detective, de manera bastante razonable.
Se suponía que yo debía reconocer a Detweiller, y lo hice. Si alguien me hubiera pedido que
reconociera a este tipo, lo habría hecho. Nadie lo hizo. Hasta luego. Y se alejó, dejando a
Iverson sosteniendo las fotos. De manera que así fue.
Yo miré a Tyndale.
Tyndale me devolvió la mirada.
Tras unos instantes, la desvió. De todas formas, señor Kenton, esa foto en particular se
veía real... tan real como el infierno. Pero así hacen los efectos en algunas de esas películas
de horror. Hay un tipo –se llama Tom Savini– que hace unos efectos...
De modo que lo dejaron marchar. Cierto temor estaba emergiendo dentro de mi
cabeza, como uno de esos pequeños submarinos rusos que los suecos nunca consiguen
atrapar.
Por si le sirve de algo, su culo está cubierto con tres pares de calzoncillos y cuatro de
pantalones, con los dos del medio acorazados dijo Tyndale, y luego agregó, con una seriedad
que sin dudas era Alexander Haigiana: le estoy hablando desde el punto de vista legal, usted
me entiende. Actuó de buena fe, como un ciudadano. Si el tipo pudiera demostrar que hubo
malicia, eso sería otra cosa... pero, rayos, usted ni siquiera lo conocía.
El submarino ascendió un poco más. Porque sentí como si justo desde entonces
estuviera empezando a conocerlo, Ruth, y mis sentimientos sobre Carlos Detweiller ni fueron
entonces ni lo son ahora algo que pudiera describir como joviales o benignos.
Además, nunca es al informante al que ellos quieren demandar por un falso arresto, sino
al poli que vino y les leyó sus derechos y luego lo llevó al centro de la ciudad en un
automóvil sin manijas en las puertas traseras.
Informante. Ésa era la fuente del temor. El submarino estaba bien arriba y flotando en la
superficie como un pez muerto a la luz de la luna.
Informante. No conocí a Carlos Detweiller gracias a una begonia
psíquica... aunque él sí sabe algo sobre mí. No que fuí la cabeza de la sociedad literaria de la
Universidad Brown, ni que estoy prematuramente calvo, ni que estoy comprometido con una
bonita señorita de Pasadena llamada Ruth Tanaka... ninguna de estas cosas (y, gracias a
Dios, tampoco la dirección de mi casa,que nunca conozca la dirección de mi casa), pero él
sabe que yo soy el editor que hizo que lo detengan por un asesinato que no cometió.
Sabe usted le pregunté si Iverson o algún otro del Departamento de Policía de Central
Falls le mencionó a él mi nombre? Tyndale encendió un cigarrillo. No lo sérespondió,
aunque estoy bastante seguro de que nadie lo hizo.
¿Por qué no?
Habría sido poco profesional. Cuando usted está trabajando en un caso –incluso uno que
se muere tan rápido como éste– cada nombre que el sospechoso no conoce o que incluso no
llega a conocer se convierte en una carta de póker.
Cualquier alivio que pude haber sentido me duró poco.
Pero el tipo tendría que ser un perfecto idiota para no saberlo. A menos que, eso es, le
enviara las fotografías por correo a cada editorial de Nueva York. ¿Piensa que pudo haber
hecho eso?
No dije desconsoladamente. En primer lugar, ningún otro editor en Nueva York habría
respondido a su carta de presentación.
Ya veo.
Tyndale se levantó, arrugando los vasitos plásticos de café, haciendo esos gestos de seacabó-
la-fiesta que significaban que esperaba que yo pusiera un huevo en mi zapato y lo
pisara.
Una pregunta más y lo dejaré en paz dije. Las otras fotografías eran obvias
falsificaciones. Penosas. ¿Cómo esas parecen tan malas y las falsificadas parecen tan
malditamente buenas?
Quizá el propio Detweiller preparó las fotos de la 'Sagrada Reunión' y algún otro –el
equivalente a Tom Savini en Central Falls, por ejemplo– preparó la 'víctima del sacrificio'. O
quizá Detweiller las preparó todas e intencionalmente hizo que las otras se vieran mal para
que usted tomara éstas más en serio.
¿Por qué haría eso?
Para que usted metiera la pata, tal y como ha hecho. Tal vez es así cómo él se coloca.
¡Pero le arrestaron en el proceso!
Él me miró, casi compadeciéndome. Suponga que hay un tipo en un bar, Sr. Kenton, y
que tiene esos petardos de broma que se meten en los cigarrillos. Así que, sólo para
divertirse, mete uno de ellos en el cigarrillo de su colega mientras éste se encuentra en el
servicio o escogiendo algunas canciones en la gramola. Le parece la idea más divertida del
mundo en ese momento, aunque el sentido del humor de su colega sólo se manifiesta cuando
un petardo explota en el cigarrillo de algún otro, y el tipo que mete el petardo debería
saberlo. Así que el colega regresa, y enseguida toma el cigarrillo trucado. Da dos caladas y...
¡ka-bang! Toda la cara llena de tabaco, quemaduras de pólvora en sus dedos, y se tira la
cerveza encima. Y su colega –su ex-colega– está sentado en el taburete de al lado,
partiéndose de risa. ¿Entiende la situación?
Sí dije de mala gana, porque la entendí.
Ahora bien, el tipo que metió el petardo en el cigarrillo no era un imbécil, aunque tengo
que decir que, según mi criterio, un tipo que cree que es divertido meter un petardo en el
cigarrillo de otro, es un un poco deficiente en la sección del sentido del humor. Pero incluso
si su sentido del humor se activase con algún tipo llevándose un susto de muerte y
derramando su cerveza encima de sus pelotas, pensarías que un tipo que no fuese un imbécil
al menos tendría interés en conservar todos los dientes y no lo haría. Y sin embargo, lo
hacen. Lo hacen todo el puto tiempo. Así que, siendo usted un hombre literario... –(Ruth, él,
obviamente, no sabía nada acerca de Acuchíllame, Hormigas del Infierno, ni del próximo a
salir, Moscas del infierno)– ¿puede decirme por qué él sigue adelante, y acaba recogiendo
sus dientes por todo el bar y pidiendo un crédito con el que poder pagarse los empastes?
Porque no tiene ningún sentido de lo futurible dije desconsoladamente, y, por primera
vez, Ruth, sentí como si realmente pudiera ver a Carlos Detweiller.
¿Eh? No conozco esa palabra.
Él no lo sabe... es incapaz de anticipar las consecuencias.
Sí... usted es un hombre literario, de acuerdo. Yo no hubiera podido decirlo tan
bien ni en mil años.
¿Y esa es mi respuesta?
Ésa es su respuesta . Me palmeó el hombro y me acompañó hasta la puerta. Váyase a
casa, Sr. Kenton. Tómese un trago, una ducha, y después otro trago. Mire algo en la tele.
Duerma toda la noche. Cumplió su deber como ciudadano. La mayoría de la gente
simplemente habría tirado esas fotos... o las habría guardado para sus álbumes de recortes.
Suena raro, pero yo soy del tipo policial, no del tipo literario, y sé que algunas personas lo
hacen. Váyase a casa. Olvídelo. Y conténtese con esto: si el libro del tipo es tan malo como
usted dijo, entonces le envió una carta de rechazo de la puta madre.
De manera que hice lo que él me dijo, querida; vine a casa, tomé un trago, me duché,
comí algo, tomé otro trago, miré un poco de tele, y me fuí a la cama. Entonces, después de
alrededor de tres horas de tortura de no poder dormir –seguía viendo esa foto, la de la
abertura en el pecho y el corazón chorreante– me levanté, tome como tres copas más, miré en
la tele una película de John Wayne llamada La Estela de la Bruja Roja (te diría que John
Wayne se ve mucho mejor con un casco de soldado que con un casco de buzo), me acosté de
nuevo, y me desperté con resaca.
Todo estará mejor en un par de dias, y creo –creo– que las cosas están comenzando a
volver a la normalidad, tanto en Zenith House como dentro de mi cabeza. Pienso (pienso)
que todo terminó; pero que va a ser uno de esos Incidentes que me perseguirán durante toda
la vida, supongo, como los sueños que tenía de chico en el que me ponía de pie para saludar
la bandera y se me caían los pantalones. O, aún mejor, algo que una vez me contó Bill Gelb,
mi ilustre co-editor en Zenith. Dijo que le contó este chiste a un tipo en una fiesta: ¿Cómo
haces para impedir que cinco negros violen a una chica blanca? Respuesta: les das una
pelota de básquet. "Yo pensé que el tipo al que se lo conté sólo tenía un buen bronceado
hasta que me arrrjó la bebida en la cara y se marchó," dijo Bill. Ésa es la clase de historia
que yo nunca podría contar de mí mismo, lo cual pienso que puede ser una de las razones por
las que no haya perdido todo mi respeto por Bill, aunque es un intolerante y fanático
pelotudo. Con esto quiero decir que me siento un poco como un pelotudo... pero por lo
menos se ha terminado. Si todo esto me hace parecer un histérico –alguien que testificaría
entusiasmado en los juicios contra las brujas de Salem– por favor escribe y rompe nuestro
compromiso cuanto antes... porque si ése fuera el caso, yo tampoco me casaría conmigo.
En cuanto a mí, estoy aferrado a lo que me dijo Tyndale; eso de que actué de buena fe,
como un ciudadano. La único que no haré es enviarte las fotografías, que hoy me fueron
devueltas. Podrían ocasionarte la clase de sueños que he estado teniendo; y esos sueños son,
sin ninguna duda, malévolos. He llegado a la conclusión de que todos esos magos de los
efectos especiales deben ser cirujanos frustrados. De hecho, si Roger me da el visto bueno,
voy a quemarlas.
Te amo, Ruth.
Tu adorado pelotudo,
John
de la oficina del editor en jefe
A: John Kenton
FECHA: 2/2/81
MENSAJE: Prosigue y quémalas. No quiero volver a oír hablar de Carlos Detweiller nunca
más.
Escúchame, John; un poco de excitación está bien, pero si no comenzamos a hacer algo
aquí en Zenith, estaremos todos saliendo a buscar trabajo. He oído que Apex puede estar
buscando compradores. Que es como buscar pájaros dodo o pterodáctilos.
Tenemos que conseguir el libro o libros que hagan algo de ruido en este verano, y eso
significa que sería mejor empezar buscando desde ayer. Comienza a sacudir los árboles, ¿de
acuerdo?
Roger
memorándum de oficina
DE: John
A: Roger
REF: Sacudida de árbol
¿Qué árboles? Zenith House está ubicado en las Grandes Planicies de la publicación
Americana, y tú lo sabes condenadamente bien.
John
de la oficina del editor en jefe
A: John Kenton
FECHA: 3/2/81
MENSAJE: Encuentra un árbol o encuentra un trabajo. Así están las cosas, encanto.
Roger
4 de febrero de 1981
Sr. John "Judas Iscariote" Kenton
Zenith Agujerodelculo-House, Editores de Kaka,
490 Avenida de la Mierda-de-Perro
New York, New York 10017,
Estimado Judas,
Éste es el agradecimiento que recibo por ofrecerle mi libro. De acuerdo, lo entiendo.
Debería haber sabido qué esperar. Usted piensa que es TAN LISTO. De acuerdo, lo
entiendo. Usted no es más que un sucio y traicionero bastardo. Cuánto habrá robado. Un
montón, supongo. Usted piensa que es TAN LISTO pero no es nada más que un "Tablón
Torcido" en "EL GRAN SUELO DEL UNIVERSO". Hay formas de tratar con los TIPOS
COMO USTED. Probablemente piense que voy a ir y buscarlo. Pero no lo haré. Yo "no
mancharía las manos con su suciedad," como decía el Sr. Keen. Pero puedo ajustarle las
cuentas si quiero. ¡Y quiero! ¡¡¡Lo QUIERO!!!!
Mientras tanto, usted lo ha estropeado todo, así que supongo que estará satisfecho. Eso
no me importa. Me he ido al Oeste. Le diría "ojalá se lo jodan" pero quién sería capaz de
hacerle eso. Yo no. No lo haría ni siquiera si yo fuera una niña y usted Richard Gear. No lo
haría ni aunque usted fuese una de esas lindas chicas de buena figura.
Bueno, me marcho, pero mi material es copywright y solo espero que usted sepa qué
significa copywright, aun cuando no sepa distinguir la "mierda" del "betún de zapatos". Así
que nada más métase eso en su pipa y fúmeselo todo el puto día, Sr. Judas Kenton. Adiós.
Lo odia,
Carlos Detweiller
De Viaje
E.U. de A.
7 de febrero de 1981
Querida Ruth,
Me esperaba una carta del estilo "váyase-a-la-mierda" de Carlos Detweiller –la
esperaba inconscientemente, en cualquier caso– y la recibí el otro día. Utilicé la crujiente
máquina Xerox pre-Guerra Mundial que tenemos en Zenith House para hacerte una
fotocopia, y la he adjuntado con esta carta. En su cólera, él es casi lírico, sobre todo en la
parte en que dice que soy un tablón torcido en el suelo del universo... una frase que hasta
Carlyle admiraría. Deletreó mal el nombre de Richard Gere, pero quizá fuera una
licencia artística. En general, diría que me siento aliviado; al menos, esto ya se terminó. El
tipo se ha largado al Gran Oeste Americano, sin duda con sus tijeras de podar rosas
colgándole de la cadera (¿de una cadera rosa? oh, olvídalo).
"Sí, pero ¿se ha ido realmente?" te preguntarás. La respuesta es: sí, lo hizo.
Recibí la carta ayer y casi en seguida puse al corriente a Barton Iverson de la Policía de
Central Falls (luego de conseguir que Roger autorizara de mala gana la llamada de larga
distancia, he de añadir). Pensé que a Iverson le interesaría mi requerimiento de salir a
comprobar el asunto, y lo hizo. Parece que también él pensaba que las "fotos del sacrificio"
eran demasiado reales como para quedarse tranquilo, y la última comunicación de Detweiller
tenía más bien un tono amenazante.
Envió a un hombre llamado Riley –creo que el mismo hombre que fue antes– a
comprobar la salida de Carlos, y él (Iverson, no Riley) me volvió a llamar en noventa
minutos. Al parecer, Detweiller renunció casi enseguida de ser puesto en libertad, y Barfield
incluso ha puesto un anuncio en los periódicos locales pidiendo un nuevo ayudante de
floristería. Algo ligeramente interesante: Riley reconoció al tipo de las "fotos del sacrificio,"
y mencionó un nombre que yo ya conocía: era el Sr. Norville Keen, el mismo tipo, estoy
bastante seguro, que Detweiller mencionó en sus primeras dos cartas ("Por qué
*Nota del Traductor: Gear: voz del argot del Village cuya traducción es "maravilloso":
Richard Maravilloso sería el nombre del actor Richard Gere.
describir a un invitado cuando usted puede ver a ese invitado," y otras perlas de sabiduría).
El poli le hizo algunas preguntas sobre la puesta en escena de esas fotografías, y la Barfield
se entrometió, ka-bang, inmediatamente. Le preguntó si era una investigación oficial, o qué.
No lo era, por supuesto, así que eso fue todo... y en mi mente, el todo el asunto está cerrado.
Iverson me dijo que Riley no pudo identificar a la Barfield en ninguna de las fotografías, de
modo que no hubo ninguna base como para interrogarla más adelante... ni tampoco nadie allí
en Central Falls quiere realmente hacerlo, me parece. Iverson fue muy franco conmigo.
"Deje descansar lo sobrenatural," fue lo que realmente me dijo, y yo estoy de acuerdo en un
doscientos por ciento.
Si la nueva novela de Anthony LaScorbia terminara llamándose Plantas del Infierno,
renuncio.
Te escribiré una carta más normal durante la semana, espero, pero pensé que querrías
saber cómo terminó todo. Mientras, vuelvo a pasarme las noches en mi novela y los días
buscando un bestseller que podamos comprar por $2500. Como creo que dijo el Presidente
Lincoln alguna vez, "Jodida buena suerte, pavo."
A todo esto, gracias por tu llamada telefónica, y tu última carta. Y en respuesta a tu
pregunta, sí, yo también estoy E*X*C*I*T*A*D*O.
Te ama,
John
19 de febrero de 1981
Estimado Sr. Kenton,
Usted no me conoce, pero yo sí a usted. Mi nombre es Roberta Solrac, y soy una ávida
lectora de la serie de novelas de Anthony LaScorbia. ¡¡¡Al igual que el Sr. LaScorbia, siento
que la ecología está a punto de sublevarse!!! De cualquier modo,el mes pasado le escribí
una "carta de admiración" al Sr. LaScorbia ¡y él me contestó! Como estaba muy
entusiasmada y honrada, le envié una docena de rosas. Él dijo que estaba entusiasmado y
honrado (por las rosas) ya que nadie le había enviado flores antes.
Sin embargo, en nuestra correspondencia, él mencionó su nombre y dijo que usted era el
responsable de sus éxitos literarios. No puedo enviarle rosas ya que estoy "en quiebra,"
pero le mendo una pequeña plantita para su oficina, vía UPS. Se supone que trae buena
suerte. ¡¡¡Espero que se encuentre bien, y prosiga con su estupendo trabajo!!!
Suya atentamente,
Roberta Solrac
memorándum de oficina
A: Roger
DE: John
REF: La locura continúa
Echa una mirada a la carta adjunta, Roger. Luego deletrea "Solrac" al revés. Creo que
realmente me estoy volviendo loco. ¿Qué he hecho para merecerme a este tipo?
de la oficina del editor en jefe
A: John Kenton
FECHA: 23/2/81
MENSAJE: Puede que te estés internando en las sombras. Si no es así, ¿qué pretendes hacer?
¿Reabrir las cosas con el D. de P. de Central Falls? Asumiendo que sea Detweiller –y admito
que el último nombre sobrevuela los límites de la coincidencia y que el estilo tiene una cierta
similitud, aunque obviamente sea una tipografía diferente– es, si me permites la aliteración,
una inofensiva muestra de una pataleta infantil. Mi consejo es que te olvides de él. Si
"Roberta Solrac" te envía una planta por correo, tírala por el tubo del incinerador.
Probablemente sea hiedra venenosa. Estás dejando que esto te ataque los nervios, John. Y te
lo digo en serio: Olvídate de él.
Roger
memorándum de oficina
A: Roger
DE: John
REF: "Roberta Solrac"
Hiedra envenenada, las pelotas. El tipo trabajaba en un invernadero. Probablemente sea
belladona, o hierba mora mortal, o algo parecido.
John
de la oficina del editor en jefe
A: John Kenton
FECHA: 23/2/81
MENSAJE: Pensé en mover el culo por el pasillo para hablar contigo, pero estoy esperando
una llamada de Harlow "Hombre del Hacha Cometh" Enders en unos minutos, y no quiero
salir de mi oficina. Pero quizá sea mejor que te lo diga por escrito, porque da la impresión de
que no crees realmente en algo hasta que esté impreso.
John, déjalo pasar. El asunto Detweiller está acabado. Entiendo que todo el asunto te
haya afectado –rayos, también a mí– pero tienes que dejarlo pasar. Tenemos algunos serios
problemas aquí en casa, en el caso de que no te hayas enterado. En junio va a llevarse a cabo
una re-evaluación de nuestra situación, y lo que tenemos no es demasiado. Esto significa que
en septiembre podemos tener el culo en la calle. Nuestro "año de gracia" ha empezado a
acortarse. Deja de preocuparte por Detweiller y, por el amor de Cristo, encuentra algo que se
pueda publicar y que haga dinero.
No puedo decírtelo más claro. Te aprecio, John, pero abandona esto y vuelve al trabajo,
o me veré obligado a tomar medidas drásticas.
Roger
memorándum de oficina
A: Riddley
DE: John Kenton
REF: Posible paquete entrante
Es muy probable que reciba un paquete de la UPS desde alguna parte del medio oeste
durante la próxima semana o en unos diez días. El nombre del remitente es Roberta Solrac.
Si ves tal paquete, asegúrate de que yo no lo vea. En otras palabras, tíralo inmediatamente
por el tubo del incinerador más cercano. Sospecho que ya sabes la mayoría de lo que hay que
saber sobre el asunto de Detweiller. Esto puede estar asociado con eso, y el contenido del
paquete puede ser peligroso. Es improbable, pero existe una posibilidad.
Gracias,
John Kenton
memorándum de oficina
A: John Kenton
DE: Riddley
REF: Posible paquete entrante
¡Siuro, Seor'Kenton!
Riddley/Sección Correo
de EL LIBRO SAGRADO DE CARLOS
SAGRADO MES DE FEBRE (Entrada #64)
Sé cómo atraparlo. He puesto las cosas en movimiento, alabado sea Abbalah. Alabada
sea la Demeter Verde. Los atraparé a todos. ¡Verde Verde "debe verse"! ¡Ja! ¡So Judas! ¡Qué
poco que sabes! ¡Pero yo sí lo sé! ¡También sé todo sobre tu novia; solo que tu novia, es
ahora la niña DEMONIO, ¡Qué poco sabes de lo que ella es capaz! ¡Hay otro mulo coceando
en tu establo, Sr. Editor Pez-Gordo Judas! ¡La OUIJA dice que el nombre de este mulo es
GARY !
Nota del Traductor: Demeter: diosa griega de las cosechas, hija de Rhea y Cronos, madre
de Perséfone.
Juego de palabras intraducible: girlfriend significa "novia" y girlFIEND puede traducirse
como "niña DEMONIO"
¡En mis sueños los he visto y GARY es PELUDO! ¡No como tú, pequeño y enclenque
JUDAS! ¡Muy pronto te estaré enviando un presente! ¡Todo el mundo medra! ¡Cada Judas a
salvo en los brazos de Abbalah! ¡Ven Abbalah!
¡VEN GRAN DEMETER!
¡VEN VERDE!
FIN DE LA PLANTA, PARTE DOS
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