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sábado, 26 de diciembre de 2009

MARIE CURIE:

MARIE CURIE:
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Marie Curie, de soltera Sklodowska, nació en Varsovia en 1867. Instalada en París, se licenció en ciencias físicas y matemáticas en la Sorbona. En 1894 conoció a Pierre Curie, con el que contrajo matrimonio al año siguiente. Movida por los descubrimientos de Becquerel sobre la emisión espontánea de las sales de uranio, se dedicó al estudio de las sustancias radiactivas. Más tarde, con la colaboración de su marido, que había abandonado sus investigaciones, descubrió el radio y el polonio a partir de la pecblenda (1898). Por este descubrimiento les fue concedido a ambos el premio Nobel de Física en 1903, compartido con Becquerel. A la muerte de su marido, en 1906, le sucedió en la cátedra de física de la Sorbona. En 1911 recibió el premio Nobel de Química y en 1914 fundó el Instituto del Radio, en París, que dirigiría hasta su muerte, ocurrida en Sancellemoz el año 1934.

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Biografía escrita por Eve Curie, hija de Marie y Pierre Curie.
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En el otoño de 1891 se matriculó en el curso de ciencias de la Universidad parisiense de la Sorbona una joven polaca llamada Marie Sklodowska. Los estudiantes, al tropezarse con ella en los corredores de la Facultad, se preguntaban: ¿Quién es esa muchacha de aspecto tímido y expresión obstinada, que viste tan pobre y austeramente? Nadie lo sabía a ciencia cierta: "Es una extranjera de nombre impronunciable. Se sienta siempre en la primera fila en clase de física." Las miradas de sus condiscípulos la seguían hasta que su grácil figura desaparecía por el extremo del corredor. "Bonito pelo." Su llamativa cabellera, de color rubio cenizo, fue durante mucho tiempo el único rasgo distintivo en la personalidad de aquella tímida extranjera para sus compañeros de la Sorbona.
Pero los jóvenes no ocupaban la atención de Marie Sklodowska; su pasión era el estudio de las ciencias. Consideraba perdido cualquier minuto que no dedicara a los libros.

Demasiado tímida para hacer amistades entre sus compañeros franceses, se refugió dentro del circulo de sus compatriotas, que formaban una especie de isla polaca en medio del Barrio Latino de París. Incluso allí, su vida se deslizaba con sencillez monástica, consagrada enteramente al estudio. Sus ingresos, algunos ahorros de su trabajo como institutriz en Polonia y cantidades pequeñas que le enviaba su padre, oscuro aunque competente profesor de matemáticas en su país natal, ascendían a cuarenta rublos al mes. Disponía, pues, al cambio, de tres francos diarios para pagar todos sus gastos, inclusive los de sus estudios universitarios.
Para ahorrar carbón no encendía el calentador, y pasaba horas y horas escribiendo números y ecuaciones sin apenas enterarse de que tenía los dedos entumecidos y de que sus hombros temblaban de frío.
Llegó a pasar semanas enteras sin tomar otro alimento que té con pan y mantequilla. Cuando quería festejar algo compraba un par de huevos, una tableta de chocolate o algo de fruta.
Este escaso régimen alimentario volvió anémica a la muchacha que unos meses antes había salido de Varsovia rebosante de salud. Frecuentemente, al incorporarse, sentía desvanecimientos y tenía que recostarse en la cama, donde a veces perdía el conocimiento. Al volver en si, pensaba que estaba enferma, pero procuraba olvidarse de ello, igual que hacia con todo lo que pudiera entorpecer su trabajo.
Jamás pensó que su única enfermedad era la inanición.
Ni el amor ni el matrimonio figuraban en los proyectos de Marie.
Dominada por la pasión científica, mantenía, a los veintiséis años de edad, una decidida independencia personal. Entonces conoció a Pierre Curie, científico francés. Pierre tenía treinta y cinco años, era soltero y, al igual que Marie, estaba dedicado en cuerpo y alma a la investigación científica. Era alto, tenía manos largas y sensitivas y una barba pobladísima; la expresión de su cara era tan inteligente como distinguida.
Desde su primer encuentro en un laboratorio, en el año 1894, ambos simpatizaron. Para Pierre Curie, la señorita Sklodowska era una personalidad desconcertante; le asombraba poder hablar con una joven tan encantadora en el lenguaje de la técnica y de las fórmulas más complicadas... ¡Era delicioso! Pierre Curie trató de hacer amistad con ella y le pidió permiso para visitarla. Con cordialidad no exenta de reserva, la joven lo recibió en la habitación modesta que le servía de alojamiento. En medio de aquel desván casi vacío, con su rostro de facciones firmes y decididas, y su pobre vestido, Marie nunca había estado tan hermosa. Lo que fascinaba a Pierre no era solo su devoción por el trabajo, sino su valor y nobleza de espíritu.
A los pocos meses, Pierre Curie le propuso matrimonio. Pero casarse con un francés, abandonar para siempre a su familia y su amada Polonia, parecía imposible para la señorita Sklodowska. Hubieron de pasar diez meses antes de que Marie aceptara la propuesta.
Pierre y Marie pasaron los primeros días de su vida de casados paseando por el campo en bicicletas compradas con dinero que habían recibido como regalo de bodas. Comían frugalmente y se contentaban con un régimen de pan, fruta y queso; paraban al acaso en posadas desconocidas, y por el reducido precio de varios millares de golpes de pedal y unos pocos francos para pagar el alojamiento en los pueblos, disfrutaron de una larga luna de miel.
La joven pareja estableció su hogar en un diminuto apartamento, situado en el número 24 de la calle de la Glacière. Estanterías de libros decoraban las desnudas paredes; en el centro de la habitación tenían dos sillas y una gran mesa blanca, de madera. Sobre la mesa, tratados de física, una lámpara de petróleo y un ramo de flores. Eso era todo.
Poco a poco Marie aprendió a llevar la casa. Inventaba platos que podía preparar en muy corto tiempo. Antes de salir dejaba la llama graduada con la precisión propia de un físico; echaba una Ultima mirada al puchero puesto a la lumbre y salla corriendo para alcanzar en la escalera a su marido, en compañía del cual se dirigía al laboratorio. Un cuarto de hora después podían verla graduando la llama de un soplete con la misma precisión y cuidado que le eran característicos.
Durante el segundo año de su matrimonio nació la primera hija, Irène, que con el correr de los años ganaría el premio Nobel. Jamás pensó Marie Curie que se vería en la necesidad de elegir entre el hogar y su carrera científica. Cuidaba de su casa, atendía a su hijita y preparaba la comida, sin descuidar por ello el trabajo en el laboratorio, trabajo que debía llevarla al descubrimiento más importante de la ciencia moderna.
Hacia finales de 1897 Marie había obtenido dos títulos universitarios y una beca, y había publicado una importante monografía acerca de la imantación del acero templado. Su próxima meta era el doctorado. Al buscar un proyecto de investigación que le sirviera de tema para la tesis, se interesó vivamente por una reciente publicación del sabio francés Antoine Henri Becquerel, quien había descubierto que las sales de uranio emitían espontáneamente, sin exposición a la luz, ciertos rayos de naturaleza desconocida. Un compuesto de uranio colocado sobre una placa fotográfica cubierta de papel negro, dejaba una impresión en la placa a través del papel. Era la primera observación del fenómeno al que Marie bautizó después con el nombre de radiactividad; pero la naturaleza de la radiación y su origen seguían siendo un misterio.

El descubrimiento de Becquerel fascinaba a los esposos Curie. Se preguntaban de dónde proviene la energía que los compuestos de uranio radian constantemente. Se enfrentaban con un absorbente tema de investigación, un salto al reino de lo desconocido.
Merced a la intervención del director de la Escuela de Física donde enseñaba Pierre, Marie logró permiso para utilizar un pequeño depósito que había en el sótano de la misma. La investigación científica en aquel cuartucho no era nada fácil, y el ambiente, fatal para los sensitivos instrumentos de precisión, no lo fue menos para la salud de la investigadora.
Mientras se hallaba enfrascada en el estudio de los rayos de uranio, Marie descubrió que los compuestos formados por otro elemento, el torio, también emitían espontáneamente rayos como los del uranio.
Por otra parte, en ambos casos la radiactividad era mucho más fuerte de lo que podía atribuirse lógicamente a la cantidad de uranio y torio contenida en los productos examinados.
¿De dónde provenía esta radiación anormal? Solo había una explicación posible: los minerales estudiados debían contener, aunque en pequeña cantidad, una sustancia radiactiva muchísimo más poderosa que el uranio y el torio. ¿Pero cuál era esa sustancia? En sus experimentos, Marie había examinado todos los elementos químicos conocidos. Por tanto, los minerales examinados debían contener una sustancia radiactiva que por fuerza tenía que ser un elemento químico hasta entonces desconocido.
Pierre Curie, que había seguido con apasionado interés el rápido progreso de los experimentos de' su esposa, resolvió abandonar sus propios trabajos para dedicarse a ayudarla. Ambos buscaron entonces en el diminuto y húmedo laboratorio el elemento desconocido.
Marie y Pierre comenzaron separando y midiendo pacientemente la radiactividad de todos los elementos que contiene la pecblenda (mineral de uranio), pero a medida que fueron limitando el campo de su investigación sus hallazgos indicaron la existencia de dos elementos nuevos en vez de uno. El mes de julio de 1898 los esposos Curie pudieron anunciar el descubrimiento de una de estas sustancias.
Marie le dio el nombre de polonio en recuerdo de su amada Polonia.
En diciembre del mismo año revelaron la existencia de un segundo elemento químico nuevo en la pecblenda, al que bautizaron con el nombre de radio, elemento de enorme radiactividad. Pero nadie había visto el radio; nadie podía decir cuál era su peso atómico. Tendrían que pasar cuatro años para que los esposos Curie pudieran probar la existencia del polonio y el radio, y aun cuando conocían bien el método que les permitiría aislar los dos elementos, les era preciso disponer de grandes cantidades de material en bruto de donde extraerlos.
De las minas de St. Joachimsthal, situadas en Bohemia, se extraía pecblenda, mineral de donde proceden ciertas sales de uranio empleadas en la fabricación de lentes. La pecblenda es un mineral costoso, pero, según los cálculos del matrimonio Curie, aun aislando el uranio, el polonio y el radio quedarían intactos. ¿Por qué, entonces, no tratar químicamente los residuos que tenían escaso valor comercial?
El Gobierno austríaco facilitó una tonelada de tales residuos, y con ellos empezaron a trabajar en una barraca abandonada, cercana al cuartucho en donde Marie había realizado sus primeros experimentos. La barraca no tenía suelo, unas desvencijadas mesas de cocina, un pizarrón y una cocinilla de hierro viejo constituían todo el mobiliario.

"A pesar de todo - escribiría Marie, tiempo después -, en aquella miserable barraca pasamos los mejores y más felices años de nuestra vida, consagrados al trabajo. A veces me pasaba todo el día batiendo una masa en ebullición con un agitador de hierro casi tan grande como yo misma. Al llegar la noche estaba rendida de fatiga."
En estas condiciones trabajó el matrimonio Curie desde 1898 a 1902. Vestida con su vieja bata, donde el polvo y las salpicaduras de los ácidos marcaban claras huellas, suelto al viento el cabello y en medio de vapores que le atormentaban por igual ojos y garganta, trabajaba Marie.
Finalmente, en 1902, a los cuarenta y cinco meses de haber anunciado los esposos Curie la probable existencia del radio, Marie obtuvo la victoria: había logrado, al fin, preparar un decigramo de radio puro, y había determinado el peso atómico del nuevo elemento. Los químicos tuvieron que rendirse ante la evidencia de los hechos. A partir de aquel momento el radio existía oficialmente.
Desgraciadamente, los esposos Curie tenían que luchar con otros problemas. El sueldo de Pierre en la Escuela de Física no era muy holgado, y con la llegada de Irène hubo de emplear una niñera, que aumentó considerablemente sus gastos. Había que buscar más recursos. En 1898 quedó libre en la Sorbona la cátedra de química, y Pierre decidió presentarse como candidato. Su candidatura fue, sin embargo, rechazada. Solo seis años después, en 1904, cuando ya el mundo entero proclamaba la fama del hombre de ciencia, logró Pierre Curie formar parte del claustro de profesores del renombrado centro. Marie logró obtener empleo como profesora de un colegio de señoritas cercano a Versalles.
Los esposos Curie continuaron su labor docente con buena voluntad y cariño, sin amargura. Apremiados por sus dos ocupaciones, la enseñanza y la investigación científica, a menudo se olvidaban de comer y aun de dormir. En varias ocasiones Pierre tuvo que guardar cama con fuertes dolores en las piernas. Los nervios sostenían a Marie en pie, pero sus amigos estaban seriamente alarmados por la palidez y delgadez de su rostro. Mientras la investigación de la radiactividad progresaba, la pareja de sabios que le había dado vida se iba agotando poco a poco.
Purificado en forma de cloruro, el radio aparecía como un polvo blanco similar a la sal de mesa; pero sus cualidades eran extraordinarias. La intensidad de sus radiaciones sobrepasaron todo lo esperado, pues era dos millones de veces mayor que la del uranio. Los rayos que despedía atravesaban las sustancias más duras y más opacas, y solo una gruesa plancha de plomo era capaz de resistir su penetración destructora.
El último y más maravilloso milagro era que el radio podía convertirse en un aliado del hombre en su lucha contra el cáncer. Tenía pues, una utilidad práctica, y su extracción había dejado de tener un simple interés experimental. Iba a nacer la industria del radio.
En varios países se habían hecho ya planes para la explotación de minerales radiactivos, principalmente en Bélgica y en los Estados Unidos. Sin embargo, los ingenieros sólo podrían producir el "fabuloso metal" si dominaban el secreto de las delicadas operaciones a que había de someterse la materia prima. Cierta mañana de domingo, Pierre explicó a su esposa lo que ocurría. Acababa de leer una carta que le habían dirigido en demanda de información varios ingenieros de los Estados Unidos, que querían utilizar el radio en Norteamérica.
-Tenemos dos caminos - le dijo Pierre -, o bien describir los resultados de nuestra investigación, sin reserva alguna, incluyendo el proceso de la purificación...
Marie hizo mecánicamente un gesto de aprobación y murmuró:
-Si, desde luego.
-O bien podríamos considerarnos propietarios e "inventores" del radio, patentar la técnica del tratamiento de la pecblenda y asegurar- nos los derechos de la fabricación del radio en todo el mundo.
Marie reflexionó unos segundos: -Es imposible- dijo luego -. Sería contrario al espíritu científico.
Pierre sonrió con satisfacción. Marie continuó: -Los físicos siempre publican el resultado completo de sus investigaciones. Si nuestro descubrimiento tiene posibilidades comerciales, será una circunstancia de la cual no debemos sacar partido. Además, el radio se va a emplear para combatir una enfermedad. Seda imposible aprovecharnos de eso...
-Esta misma noche escribiré a los ingenieros norteamericanos para darles toda la información que nos piden.
Un cuarto de hora después, Pierre y Marie rodaban sobre sus bicicletas hacia el bosque. Acababan de escoger para siempre entre la fortuna y la pobreza. Al caer la tarde regresaban exhaustos, con los brazos cargados de hojas y flores silvestres.
En junio de 1903, el Real Instituto de Inglaterra invitó oficialmente a Pierre a dar en Londres una serie de conferencias sobre el radio. A continuación recibieron un alud de invitaciones a comidas y banquetes, pues todo Londres quería conocer a los padres del nuevo elemento.
En noviembre de 1903, el Real Instituto de Inglaterra confirió a Pierre y a Marie una de sus más distinguidas condecoraciones: la Medalla de Davy.
El siguiente reconocimiento público a su labor vino de Suecia. El 10 de diciembre de 1903, la Academia de Ciencias de Estocolmo anunció que el Premio Nobel de Física correspondiente a aquel año se dividiría entre Antoine Henri Becquerel y los esposos Curie, por sus descubrimientos relacionados con la radiactividad.
Este premio era una suma equivalente a 15,000 dólares, y su aceptación no era en modo alguno "contraria al espíritu científico". Pierre pudo dejar la pesada carga de sus muchas horas de clase y salvar así su salud. Cuando recibieron el dinero hubo regalos para el hermano de Pierre, para las hermanas de Marie, donaciones a varias sociedades científicas, a estudiantes polacos y a una amiga de la infancia de Marie.
Marie se dio también el gusto de instalar un baño moderno en su casa y de renovar el papel de una habitación; pero no se le ocurrió comprarse un sombrero nuevo, y continuó con sus clases, aunque insistió en que Pierre dejara su trabajo en la Escuela de Física.
Cuando la fama les abrió los brazos, los telegramas de felicitación se apilaban sobre su gran mesa de trabajo; los periódicos publicaban miles de artículos acerca de ellos, llegaban centenares de peticiones de autógrafos y fotografías, cartas de inventores e incluso poemas sobre el radio. Un norteamericano llegó hasta solicitar permiso para bautizar a una yegua de carreras con el nombre de Marie. Pero para los esposos Curie su misión no había terminado; su único deseo era continuar trabajando.
En la primavera de 1904, Marie escribió: "...¡Siempre hay ruido a nuestro alrededor! La gente nos distrae de nuestro trabajo. He decidido no recibir más visitas; pero de todos modos se me importuna. Los honores y la fama han estropeado nuestra vida. La existencia pacífica y laboriosa que llevábamos ha sido completamente desorganizada."
Al final de su segundo embarazo, Marie estaba completamente agotada. El 6 de diciembre de 1904 nació otra hija, Ève, la autora de esta biografía.
Pronto volvió Marie a la rutina de la escuela y el laboratorio. El matrimonio no asistía jamás a fiestas sociales, pero no podía eludir los banquetes oficiales en honor de sabios extranjeros. Para tales ocasiones, Pierre vestía su frac brillante y Marie se ataviaba con su finito traje de noche.
El 3 de julio de 1905 ingresó Pierre Curie en la Academia de Ciencias. Mientras tanto, la Sorbona había creado para él una cátedra de Física (el puesto que tanto había deseado), pero todavía no disponía de un laboratorio adecuado.
Pasaron otros ocho años de paciente labor antes de que Marie lograra instalar la radiactividad en un hogar digno de tan importante descubrimiento, hogar que Pierre no habría de conocer.
Hacia las dos y media de la tarde del jueves 19 de abril de 1906, un día opaco y lluvioso, Pierre se despidió de los profesores de la Facultad de Ciencias, con quienes había almorzado, y salió bajo la lluvia. Al atravesar la calle Dauphine, pasó distraído detrás de un coche de caballos y se interpuso en el camino de un pesado carro que, tirado por un caballo, avanzaba con rapidez. Sorprendido, trató de asirse al arnés del bruto, que se encabritó; los pies del sabio resbalaron sobre el pavimento húmedo; en vano trató el conductor de detener el vehículo tirando fuertemente de las riendas: el enorme carro, con todo el peso de sus seis toneladas, siguió rodando varios metros más; la rueda izquierda trasera pasó por encima de Pierre. La policía recogió un cuerpo aún cálido del cual acababa de escaparse la vida.
A las seis de la tarde de aquel mismo día, Marie, alegre y llena de vida, estaba en el portal de su casa cuando empezaron a llegar visitantes, en los que vagamente percibió signos de compasión. Mientras los amigos le relataban lo que acababa de suceder, Marie permaneció como petrificada. Al fin de un largo y obstinado silencio movió los labios para inquirir:
-¿Ha muerto Pierre? ¿Muerto? ¿No hay ninguna esperanza de vida?
Desde aquel momento, cuando las tres terribles palabras "Pierre ha muerto" llegaban al fondo de su conciencia, Marie se convirtió en un ser incurablemente solo.
Después del funeral de Pierre Curie, el Gobierno francés propuso se concediera a la viuda y los hijos del ilustre físico una pensión nacional. Marie la rechazó:
-No quiero una pensión -dijo-. Soy joven todavía y capaz de ganar la vida para mi y para mis hijas.
El 13 de mayo de 1906 el Consejo de la Facultad de Ciencias, por decisión unánime, otorgó a la viuda Curie la cátedra que había desempeñado su esposo en la Sorbona. Era esta la primera vez que se concedía tan alta posición en la enseñanza universitaria de Francia a una mujer.
Llegó el día de la primera lección que había de dar en la Sorbona Marie Curie; el aula estaba completamente llena, así como también los pasillos y corredores de acceso a la clase. En todos los rostros se revelaba la curiosidad. ¿Cuáles serían las primeras palabras de la nueva profesora? ¿Empezarla expresando su agradecimiento al ministro y al Consejo Universitario? ¿Evocaría la memoria de su marido? No podía ser de otra manera. La costumbre exigía que todo nuevo profesor elogiara la tarea de su predecesor...
A la una y media de la tarde se abrió la puerta situada al fondo del aula para dar paso a Marie Curie. Marie se dirigió a ocupar su sillón en medio de una tempestad de aplausos, a los que correspondió con una ligera inclinación de cabeza a manera de saludo. En pie, esperó a que cesara la ovación. Cuando se hizo el silencio, Marie, mirando al frente, inició así su lección:
-Cuando consideramos los progresos logrados en los dominios de la Física durante los diez años últimos, nos sorprende el gran avance de nuestras ideas en lo concerniente a la electricidad y a la materia...
Madame Curie había reanudado el curso con la misma frase con que había terminado el suyo Pierre Curie.
Terminada la lección, la profesora, sin una vacilación, sin un titubeo, se retiró tan rápidamente como había entrado.
La fama de Marie Curie subió como un cohete y se extendió. Recibía diplomas y honores de distintas academias extranjeras. Aunque no fue admitida como miembro de la Academia Francesa de Ciencias -perdió la votación por un voto-, Suecia le concedió el Premio Nobel de Química el año 1911. Durante más de cincuenta años no hubo nadie, hombre o mujer, que mereciera esta recompensa por segunda vez.
La Sorbona y el Instituto Pasteur fundaron conjuntamente el Instituto Curie de Radio, dividido en dos secciones: un laboratorio de radiactividad, dirigido por Madame Curie, y otro dedicado a las investigaciones biológicas y al estudio del tratamiento del cáncer, dirigido por un médico eminente. Contra el parecer de su familia, Marie regaló al Instituto un gramo de radio que ella y su marido habían aislado con sus propias manos, cuyo valor puede estimarse en un millón de francos oro. Hasta el final de su vida hizo de este laboratorio el centro de su existencia.
En 1921 las mujeres norteamericanas reunieron cien mil dólares, el valor de un gramo de radio, para donárselos, a Madame Curie; a cambio le pidieron que hiciera una visita a los Estados Unidos. Marie vaciló, pero impresionada por tanta generosidad, dominó sus temores y aceptó por primera vez en su vida, a la edad de cincuenta y cuatro años, las obligaciones de una importante visita oficial.
Todas las universidades norteamericanas invitaron a Madame Curie; en todas partes le otorgaron medallas, títulos y grados honoríficos.
Se sentía abrumada por el ruido y las aclamaciones; las miradas de las multitudes la intimidaban y sentía cierto temor de verse aplastada por una de aquellas oleadas humanas. Los continuos desplazamientos la debilitaron y por recomendación médica hubo de regresar a Francia.
Creo que el viaje a los Estados Unidos le mostró a mi madre lo contraproducente de su aislamiento voluntario. Si como investigadora podía alejarse del mundo y dedicarse por entero a su trabajo, lo cierto es que Madame Curie, a los cincuenta y cinco años de edad, era más que una simple investigadora científica. Era tanto su prestigio personal, que con su sola presencia podría asegurar el éxito de cualquier obra en que ella estuviera interesada.
A partir de entonces, sus viajes fueron muy similares. Congresos científicos, conferencias, ceremonias universitarias y visitas a laboratorios la llevaron a muchas capitales del globo, donde la festejaban y aclamaban por igual. Trató de ser útil en todo lo posible, luchando en muchas ocasiones contra el impedimento de su salud ya desfalleciente.
En Varsovia se construyó un instituto del radio al que se dio el nombre de Instituto Marie Sklodowska Curie, y las mujeres norteamericanas repitieron el milagro de reunir el dinero necesario para comprar un nuevo gramo de radio con que equiparlo. Era el segundo gramo del precioso elemento que regalaban a la descubridora.
Marie siempre había desdeñado las precauciones que ella misma imponía estrictamente a sus discípulos. Apenas se sometía a los exámenes de sangre que eran norma obligatoria en el Instituto del Radio.
Estos análisis mostraron que su fórmula sanguínea no era normal, pero eso no le preocupó gran cosa. Durante treinta y cinco años había estado manejando el radio y respirando el aire viciado de sus emanaciones, y durante los cuatro años de la guerra se había expuesto frecuentemente a las radiaciones, todavía más peligrosas, de los aparatos de rayos Roentgen. Un pequeño trastorno de la sangre, y algunas quemaduras dolorosas en las manos, no eran, al fin y al cabo, un castigo demasiado severo si se tenía en cuenta el número de riesgos que había corrido.
Marie no le dio importancia a una ligera fiebre que finalmente comenzó a molestarla; pero en mayo de 1934, víctima de un ataque de gripe, se vio obligada a guardar cama. Ya no volvió a levantarse. Cuando al fin falló su vigoroso corazón, la ciencia pronunció su fallo: los síntomas anormales, los extraños resultados de los análisis de sangre, que no tenían precedente, acusaban al verdadero asesino: el radio.
El viernes 6 de julio de 1934, a mediodía, sin discursos ni desfiles, sin que estuviera presente ni un político, ni un solo funcionario público, Madame Curie fue enterrada en el cementerio de Sceaux, en una tumba inmediata a la de Pierre Curie. Sólo los parientes, los amigos y los colaboradores de su obra científica, que le profesaban entrañable afecto, asistieron al sepelio.

NAPOLEON BONAPARTE (1769-1821)

NAPOLEON BONAPARTE (1769-1821)
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Introducción Histórica:
El trono de Francia, vacante por la muerte de Luis XIV, rey que se caracterizó por su firmeza de carácter y absolutismo ("El Estado Soy Yo"), fue ocupado por su bisnieto, Luis XV, niño de 5 años. El reinado de este soberano duró 59 años, desde 1715 hasta 1774. Durante su minoría de edad, gobernó su tío, el duque de Orleans, príncipe de costumbres deshonestas, que terminó por arruinar las finanzas públicas.
Cuando Luis XV llegó a la mayoría de edad, continuó el gobierno con la misma política de su tío. Fue una época de corrupción y despilfarro. En varias guerras Francia, perdió territorios , colonias y ejércitos. Luego de su desastroso reinado, en 1774, asume a la corona, su nieto: Luis XVI, que hereda un país arruinado y tambaleante, que no podía arreglar ni con sus mejores intensiones. Para comenzar la organización llamó a hombres competentes, pero fue en vano, porque la nobleza no deseaba hacer ningún tipo de sacrificio por el bien público. Entonces Luis XVI convoca a Estados Generales, compuesta por representantes del clero, la nobleza y el pueblo que eran las tres clases sociales existentes en aquel momento. Las medidas adoptadas en ella, fueron anuladas por el rey, medida muy imprudente, que unida al estado alterado de un pueblo cansado de injusticias, produjo un estallido revolucionario. El 14 de Julio de 1789, el pueblo dirigido por oradores y agitadores, asalta y destruye la Bastilla, fortaleza medieval, que había sido usada como prisión del estado. De esta forma cae la monarquía y comienza un nuevo estado republicano, regido por una Constitución. Luis XVI, el 21 de Enero de 1793, fue procesado y condenado a muerte por la guillotina. Más tarde, su mujer María Antonieta, también es ejecutada.
En 1769, nacía en Córcega, un niño llamado Napoleón Bonaparte, hombre que durante esta nueva etapa de Francia, presta importantes servicios, y el Directorio lo nombra general en jefe del ejército, que debía operar en el norte de Italia, cuando ésta estaba sometida por el dominio austríaco. Este hombre llegó a tener en sus manos el destino de Europa.
Un año y medio duró su campaña en Italia, dominando a italianos y austríacos. Fue la revelación de un genial estratega. Como Inglaterra era inaccesible por su potente escuadra naval, Napoleón decide atacar Egipto ( en poder de los turcos), para luego conquistar la India. Napoleón en la batalla de Pirámides, vence a los turcos, pero Inglaterra destruye mas tarde sus flotas, y Napoleón debe retirarse a su país.
Al llegar a Francia, a pesar de su derrota, es recibido con todos los honores y con un entusiasmo delirante. Válido de su prestigio, Napoleón trata de reformar la Constitución, como el Directorio se opone, Napoleón lo clausura mediante un golpe militar, creando el Consulado, siendo él, el Primer Cónsul.
A partir de esta usurpación, Napoleón se dedica a reorganizar su país con inteligencia y previsión en todas las áreas de la administración.
Inmediatamente vence a Austria, dos años más tarde Inglaterra firma la paz. Por el prestigio militar, que dieron sus victorias militares, el pueblo de Francia, acepta el cambio de gobierno, y el Papa Pio VII, le corona con el título de Emperador de los franceses, con el nombre de Napoleón I.
Las naciones europeas sintieron recelos e intranquilidad frente a esta política expansionistas de Napoleón. Inglaterra, Austria y Rusia aliadas fueron sucesivamente vencidas por los franceses. Luego fueron vencidos los prusianos. Más tarde se apodera de España, colocando a su hermano José Bonaparte a cargo del trono, soberano que nunca tuvo adhesión popular.
El dominio de Francia se extendía por toda Europa, pero faltaba la conquista de Rusia. Con un formidable ejército de 500.000 hombres, llegó a Moscú. Los rusos se opusieron inicialmente, pero siempre retrocedían, y Napoleón los perseguía sin cansancio. Cuando quiso retirarse, un invierno espantoso lo tenía aprisionado. Carente de abrigos y alimentos y rodeado de desiertos helados, el formidable ejército quedo reducido a 18.000 hombres. La fortuna se alejaba del emperador. Esta vez Europa unida, se enfrentaba a Napoleón, el cual es vencido finalmente en la Batalla de Leipzig, en 1813. El trono de Francia es ocupado ahora por Luis XVIII, hermano de Luis XVI. Napoleón no se dio por vencido, y con un escaso ejército invade Francia, y ocupa nuevamente el trono francés. Cien días le duró este imperio, Europa estaba cansada de él, y mandó en contra sus ejércitos, derrotándolo en la Batalla de Waterloo, el 18 de Junio de 1815. Prisionero de los ingleses, lo confinaron en un islote en Santa Elena, donde falleció 6 años despúes. Napoleón tenía 52 años. El trono de Francia fue recuperado por Luis XVIII.
Sus restos fueron trasladados a París en 1840 a petición del rey Luis Felipe I de Orleans y se enterraron con grandes honores en los Inválidos, donde permanecen actualmente
El Arco del Triunfo (París)
Napoleón Bonaparte, emperador de Francia, encargó en 1806 la construcción del Arco del Triunfo para conmemorar sus victorias. Este monumento, que tiene 50 metros de alto y 45 de ancho, está situado en el extremo occidental de los Campos Elíseos de París. En sus muros interiores se hayan inscritos los nombres de numerosos generales y victorias de Napoleón.

ARQUIMIDES (287-212 a. de C.)

ARQUIMIDES (287-212 a. de C.)
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Nació y murió en Siracusa. Fue el más grande matemático y físico hasta Leonardo de Vinci. Descubrió el principio que lleva su nombre, enunciado así:
"Todo cuerpo sumergido en un líquido pierde una parte de su peso, igual al peso del volumen de líquido desalojado"...luego generalizado para todos los fluidos.(aire) Una aplicación importante luego de más de 1500 años fue la invención, por parte de los hermanos Montgolfier en 1782, de los globos aerostáticos. Cuenta la historia que Hierón, tirano de Siracusa, entregó a su joyero oro y plata para que le hiciese una corona. Cuando estuvo hecha, Hierón sospechó que el joyero hubiera cambiado algo de oro por plata, entonces pidió a Arquímides que averiguase si tenía la cantidad de oro correcta. El sabio anduvo vario tiempo preocupado por su problema, entre otras cosas, por la condición impuesta por el tirano: si no lo resolvía, le cortaba la cabeza. Un día mientras tomaba un baño en su bañera, observó que cuando él se sumergía en el agua, ésta lo empujaba hacia arriba, pero sólo el chispazo de un genio como él pudo interpretar tal fenómeno. Fue tal su alegría que salió corriendo desnudo por la calle gritando Eureka!!, que en griego significa lo encontré.
Realizó 40 inventos, entre los que se citan la rueda dentada y el tornillo sin fin. Arquímedes invento el "tornillo sin fin" estando en Alejandría , que se usa aún hoy en Egipto, para regar los campos. Cuando los romanos sitiaron Siracusa, construyó dos grandes espejos cóncavos para incendiar las naves romanas, y una serie de máquinas que arrojaban proyectiles de gran peso sobre las mismas, llamada catapulcas.De esta manera con sus inventos logró mantener alejados a los romanos durante 3 años. Escribió varios libros.
En el campo de las matemáticas puras, se anticipó a muchos de los descubrimientos de la ciencia moderna, como el cálculo integral, con sus estudios de áreas y volúmenes de figuras sólidas curvadas y de áreas de figuras planas. Demostró también que el volumen de una esfera es dos tercios del volumen del cilindro que la circunscribe.
En mecánica, Arquímedes definió la ley de la palanca y se le reconoce como el inventor de la polea compuesta.
Al ser conquistada Siracusa, durante la segunda Guerra Púnica, fue asesinado por un soldado romano que le encontró dibujando un diagrama matemático en la arena. Se cuenta que Arquímedes estaba tan absorto en las operaciones que ofendió al intruso al decirle: "No desordenes mis diagramas". Todavía subsisten muchas de sus obras sobre matemáticas y mecánica, como el Tratado de los cuerpos flotantes, El arenario y Sobre la esfera y el cilindro. Todas ellas muestran el rigor y la imaginación de su pensamiento matemático

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Un Poco Más de Historia:
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ARQUÍMEDES
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(Siracusa, h.287-Siracusa, 212 a C.) Matemático y físico griego, conocido especialmente por sus inventos. pasó la mayor parte de su vida en Siracusa (Sicilia). Descubrió que el volumen de la esfera es igual a dos tercios del volumen del cilindro circunscrito y que la superficie de la esfera es cuatro veces mayor que su círculo máximo. Determinó que el valor de "" está comprendido entre 22/7 y 221/71. El primero de estos valores fue utilizado durante gran parte de la edad media como aproximación a "". También ideó la espiral de Arquímedes, cuyo radio vector es proporcional al ángulo, aunque algún autor clásico atribuye su descubrimiento a Conón de Samos. En Física descubrió el principio hidrostático que lleva su nombre, después generalizado a todos los fluidos, que se enuncia así: Todo cuerpo sumergido en un líquido pierde una parte de su peso, o sufre un empuje de abajo arriba, igual al del volumen de agua que desaloja. Si el peso del objeto es menor que el del agua que ocupa el mismo volumen, el cuerpo flota. Si es igual, permanece en equilibrio hundido en el líquido, y si es mayor se hunde. Se cuenta que dio con este principio cuando el rey de Siracusa le ordenó descubrir si una corona que había encargado estaba realmente hecha de oro macizo, sin romperla ni destruirla. Preocupado por el problema, Arquímedes se sumergió con ella en el baño, y cuando notó que el agua de la bañera rebordaba, se le ocurrió la idea y corrió desnudo por las calles de Siracusa, mientras gritaba: Eureka (lo encontré). Se le atribuyen unos cuarenta inventos mecánicos, entre los que destacan la rueda dentada y el tornillo de Arquímedes o tornillo sin fin, una máquina para elevar agua que se supone ideó para extraer agua de la sentina de los barcos, de la que existen varias formas. La más sencilla es una tubería helicoidal que gira mediante una manivela y está inclinada un ángulo de 45 grados. También experimentó con la palanca (se le atribuye la frase: Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo). Cuando los romanos sitiaron Siracusa, construyó una serie de máquinas y catapultas que arrojaban una lluvia de proyectiles de gran peso y sembraron el espanto en los ejércitos de Marcelo, y así logró defender la ciudad durante tres años. También se ha dicho que empleó grandes espejos cóncavos para incendiar las naves, aunque esto puede ser una leyenda posterior. Cuando cayó la ciudad, Marcelo ordenó que se respetara a Arquímedes, pero se cuenta que un soldado le mató porque le reprendió por estropear sus dibujos en la arena, donde estaba resolviendo un problema de Geometría. De sus muchos libros se han conservado nueve: De la esfera y del cilindro, donde realiza los descubrimientos mencionados anteriormente; Sobre la medida del círculo, obra corta en la que halla una aproximación de la longitud de la circunferencia (y por tanto del valor de ), calculando el perímetro de dos polígonos de 96 lados inscrito y circunscrito; Conoides y esferoides; Sobre las hélices; Equilibrio de los planos; Sobre la cuadratura de la parábola; El arenario, donde inventa un sistema de numeración que le permita expresar números muy grandes, que utiliza para calcular el número de granos de arena que podrían llenar la esfera celeste, cuyo diámetro estima en un valor próximo a un año-luz; Equilibro de los cuerpos flotantes; en el que describe sus trabajos sobre hidrostática y el principio de Arquímedes; Y Método respecto a los teoremas mecánicos, descubierto en el siglo XIX. Se le ha dado el nombre de Arquímedes a un círculo de montañas lunares de unos 80 km. de diámetro.

ARMSTRONG, NEIL (1930-) 79-80 años

ARMSTRONG, NEIL (1930-)
-
Comandante de la famosa misión americana "Apolo 11",
fue el primer hombre en pisar suelo lunar, a las 4:56 del 21 de julio de 1969,
pronunciando la histórica frase: "es un pequeño paso para un hombre, pero un gigantesco salto para la humanidad".
Armstrong, a diferencia de la mayor parte de los astronautas de la NASA,
no es de la escala militar (fue el primer civil); participó en la guerra de Corea como piloto de la marina,
realizando 78 vuelos hasta que su avión fue derribado
durante un combate y se salvó saltando en paracaídas.
Entró en la NASA en 1962 como experimentador civil; fue piloto jefe
del avión-cohete "X 15" y de la misión "Géminis 8",
con la que se realizó, en marzo de 1966, el primer amarre en el espacio,
a pesar del imprevisto accidente técnico que él,
junto con su colega David Scott, afrontó con inteligencia y valor.
Lo que sucedió fue que, inmediatamente después del amarre, el "Géminis 8" y el cohete-blanco "Agena" se pusieron a girar sobre sí mismos, a causa de un desperfecto en uno de los servo-motores que regulaban la posición de la astronave.
Con maniobras precisas Armstrong y Scott lograron estabilizar la nave y volver a Tierra. Graduado como ingeniero aeronáutico, después de la misión "Apolo 11" Neil Armstrong abandonó la NASA para convertirse (1971) en profesor de ingeniería aerospacial en la Universidad de Cincinnati.

viernes, 25 de diciembre de 2009

gotico

literatura novel,poesia,pulp,undergroud,gotica,dark, y etapas oscuras de muchos escritores

http://bloodgothic.blogspot.com

con referencia a: iGoogle (ver en Google Sidewiki)

viernes, 18 de diciembre de 2009

EL AUGE DE LA BOSTA DE VACA


EL AUGE DE LA BOSTA DE VACA
EL AUGE DE LA BOSTA DE VACA
Damon Knight
-
El coche largo y reluciente frenó con un zumbido de turbinas, levantando una nube de
polvo. El cartel sobre el puesto, en el borde de la carretera, decía: Cestos.
Curiosidades. Un poco más adelante, otro cartel, sobre un rústico edificio con fachada
de vidrio, anunciaba. Cafetería de Crawford. Pruebe Nuestros Churros. Detrás de ese
edificio había un pastizal, con un granero y un silo a cierta distancia de la carretera.
Los dos extraterrestres miraron tranquilamente los carteles. Ambos tenían piel lisa y
púrpura, y pequeños ojos amarillos. Llevaban trajes grises de tweed. Sus cuerpos
tenían forma casi humana, pero no se les podía ver la barbilla, que cubrían con
bufandas anaranjadas.
Martha Crawford se apresuró a salir de la casa para atender el puesto de cestos,
secándose las manos en el delantal. Detrás apareció Llewellyn Crawford, su marido,
masticando palomitas de maíz.
- ¿Señor, señora? - preguntó nerviosamente Martha. Con una mirada le pidió ayuda a
Llewellyn, que le palmeó el hombro. Ninguno de ellos había visto jamás a un
extraterrestre a tan poca distancia.
Uno de los extraterrestres, al ver a los Crawford detrás del mostrador, bajó despacio del
coche. El hombre, o lo que fuera, fumaba un cigarro a través de un agujero en la
bufanda.
- Buenos días - saludó la señora Crawford, nerviosa -. ¿Cestos? ¿Curiosidades?
El extraterrestre pestañeó con solemnidad. El resto de su cara no cambió. La bufanda le
ocultaba la barbilla y la boca, si las tenía. Algunos decían que los extraterrestres no
tenían barbilla, otros que tenían en su sitio algo tan repelente y atroz que ningún ser
humano podría soportar el espectáculo. La gente los llamaba «hercus», porque venían
de un sitio llamado Zera Herculis.
El hercu miró un rato los cestos y las baratijas que pendían sobre el mostrador, sin dejar
de fumar su cigarro. Luego, con voz confusa pero comprensible, dijo:
- ¿Qué es eso?
Señalaba hacia abajo con una mano callosa, de tres dedos.
- ¿El indiecito? - preguntó Martha Crawford, con una voz que terminó en un chillido -.
¿O el calendario de cáscara de abedul?
- No, eso - dijo el hercu, volviendo a señalar hacia abajo. Esta vez los Crawford se
asomaron por encima del mostrador y vieron que lo que indicaba era una forma
grisácea, chata y redonda que había en el suelo.
- ¿Eso? - preguntó dubitativamente Llewellyn.
- Eso.
Llewellyn Crawford se sonrojó.
- Bueno... eso es una bosta de vaca. Una de las vacas se apartó ayer del rebaño, y
debe haber hecho eso ahí sin que yo me diera cuenta.
- ¿Cuánto vale?
Los Crawford miraron al hombre, o lo que fuera, sin comprender.
- ¿Cuánto vale qué? - preguntó al fin Llewellyn.
- ¿Cuánto vale - gruñó el extraterrestre - la bosta de vaca?
Los Crawford se miraron entre sí.
- Yo nunca oí... - comenzó a decir Martha en voz baja, pero su marido la hizo callar.
Llewellyn carraspeó.
- ¿Qué le parece unos diez cen...? Bueno, no quiero engañarlos... ¿Qué le parece
veinticinco centavos?
El extraterrestre sacó una enorme bolsa repleta de monedas y dejó veinticinco centavos
sobre el mostrador, y le murmuró algo a su compañera.
Esta salió del coche con una caja de porcelana y una pala con mango de oro. Con la
pala, la mujer - o lo que fuera - recogió cuidadosamente la bosta y la depositó en la caja.
Ambos extraterrestres entraron luego en su coche y arrancaron con un zumbido de
turbinas y una nube de polvo.
Los Crawford vieron cómo se alejaban, luego miraron el brillante cuarto de dólar que
había sobre el mostrador. Llewellyn lo recogió y lo hizo saltar en la palma de la mano.
- Bueno... ¿qué te parece? - sonrió.
Toda esa semana las carreteras estuvieron colmadas de extraterrestres con sus largos
y relucientes automóviles. Iban a todas partes, lo veían todo, todo lo pagaban con
monedas recién acuñadas y con billetes flamantes.
Había gente que hablaba mal del gobierno por haberles permitido entrar, pero
beneficiaban el comercio y no causaban ningún problema. Algunos se proclamaban
turistas, otros estudiantes de sociología en viaje de estudios.
Llewellyn Crawford fue hasta el pastizal vecino y recogió cuatro bostas para
depositarlas cerca del mostrador. Cuando vino el próximo hercu Llewellyn pidió, y
obtuvo, un dólar por cada una.
- ¿Pero para qué las quieren? - gemía Martha.
- ¿Qué nos importa? - decía su marido -. ¡Ellos las quieren y nosotros las tenernos! Si
vuelve a llamar Ed Lacey, por ese asunto de la hipoteca, dile que no se preocupe.
Despejó el mostrador y exhibió en él la nueva mercadería. Subió el precio a dos
dólares, luego a cinco.
Al día siguiente hizo preparar un nuevo cartel: BOSTAS.
Una tarde de otoño, dos años más tarde, Llewellyn Crawford entró en la sala, tiró el
sombrero en un rincón y se dejó caer en una silla. Por encima de los anteojos miró el
enorme objeto circular - exquisitamente pintado con anillos concéntricos de azul,
naranja y amarillo - que había sobre la repisa. Un observador casual podía haberlo
considerado una pieza de museo, una genuina bosta de concurso pintada en el planeta
Herculis; pero en realidad la había pintado y armado la señora Crawford, siguiendo el
ejemplo de muchas damas contemporáneas con pretensiones artísticas.
- ¿Qué te pasa, Lew? - preguntó la señora Crawford con aprensión. Llevaba un nuevo
peinado, y lucía un vestido hecho en Nueva York, pero parecía alterada y ansiosa.
- ¡Qué pasa, qué pasa! - gruñó Llewellyn -. Ese viejo Thomas está loco, eso es lo que
pasa. ¡Cuatrocientos dólares la cabeza! Ya no puedo comprar vacas a un precio
decente.
- Pero Lew, ya tenemos siete rebaños, ¿no es así? Además...
- Necesitamos más para afrontar la demanda, Martha - dijo Llewellyn, incorporándose -.
Dios mío, pensé que te darías cuenta. La bosta tipo reina se va a quince dólares, y no
tenemos cantidades suficientes, y la emperador a mil quinientos. Si tenemos la suerte...
- Es raro, pero nunca se nos había ocurrido pensar que hubiese tantas clases de bostas
- dijo Martha, nostálgicamente -. La emperador... ¿es ésa que tiene la doble espiral?
Llewellyn recogió una revista, con un gruñido.
- Quizá las podamos cambiar un poco v...
Los ojos de Llewellyn se iluminaron.
- ¿Cambiarlas? - exclamó -. No... ya lo intentaron. Lo leí aquí mismo, ayer.
Le mostró un ejemplar de El bostero norteamericano, y comenzó a pasar las satinadas
páginas.
- Bostagramas - leyó en voz alta -. Cómo conservar las bostas. La lechería: un
provechoso negocio lateral. No. Ah, aquí está. El fracaso de las bostas falsas. Mira,
aquí dice que un tipo de Amarillo consiguió una emperador y fabricó un molde de yeso.
Después metió en el molde un par de bostas comunes... aquí dice que eran tan
perfectas que nadie veía la diferencia. Pero los hercus no las compraron. Ellos se
daban cuenta.
Tiró la revista, y se volvió para mirar los establos por la ventana trasera.
- ¡Ahí está otra vez ese idiota en el patio! ¿Por qué no trabaja?
Llewellyn se incorporó, abrió la persiana y gritó:
- ¡Hey, Delbert! ¡Delbert! - y aguardó -. Además es sordo - refunfuñó.
- Le iré a avisar que quieres... - comenzó a decir Martha, quitándose el delantal.
- No, deja... voy yo. Hay que estarles encima todo el tiempo.
Llewellyn salió por la puerta de la cocina y cruzó el patio hasta donde estaba un joven
delgaducho, sentado en una carretilla, comiendo lentamente una manzana.
- ¡Delbert! - dijo Llewellyn, exasperado.
- Ah... hola, señor Crawford - dijo el joven, sonriendo y mostrando el hueco de la
dentadura. Dio un último mordisco y tiró el hueso de la manzana. Llewellyn lo siguió con
la vista. Como le faltaban los dientes de delante, los huesos de manzana que arrojaba
Delbert no se parecían a nada de este mundo.
- ¿Por qué no llevas bostas al mostrador? - preguntó Llewellyn -. No te pago para que te
sientes en una carretilla, Delbert.
- Llevé algunas esta mañana - dijo el muchacho -. Pero Frank me dijo que las trajera de
vuelta.
- ¿Frank qué?
Delbert hizo una seña afirmativa.
- Me dijo que sólo había vendido dos. Pregúntele si miento.
- Ahora mismo - gruñó Llewellyn. Giró sobre los talones, y volvió a cruzar el patio.
En la carretera se había detenido un coche largo, cerca del mostrador, detrás de una
destartalada camioneta. Arrancó cuando Llewellyn se acercaba, y en ese momento
llegó otro. Cuando Llewellyn estaba llegando al puesto, el extraterrestre regresó a su
automóvil, que se alejó en seguida.
Sólo quedaba un cliente, un granjero de largas patillas con camisa a cuadros. Frank,
que atendía el mostrador, se apoyaba cómodamente en un codo. A sus espaldas, los
exhibidores estaban colmados de bostas.
- Buenos días, Roger - dijo Llewellyn con fingido placer -. ¿Cómo anda tu familia? ¿Qué
te vendemos, una linda bosta?
- Bueno, no sé - dijo el hombre de las patillas, frotándose el mentón -. A mi mujer le
gustaba ésa - señaló una enorme y simétrica que había en el estante del centro -. Pero
a estos precios...
- Más barato no se puede, Roger. Es toda una inversión - dijo enfáticamente Llewellyn -
Frank, ¿qué compró ese último hercu?
- Nada - dijo Frank. De la radio que tenía en el bolsillo salía un persistente zumbido
musical -. Sacó una foto del puesto y se fue...
- Bueno, ¿y el anterior?
Se oyó un zumbido de turbinas, y un automóvil largo y reluciente frenó a sus espaldas.
Llewellyn se volvió. Los tres extraterrestres del coche usaban sombreros rojos de fieltro,
cubiertos de cómicos botones, y llevaban insignias de Yale. Tenían los trajes grises de
tweed cubiertos de confetti.
Uno de los hercus salió y se acercó al puesto, fumando un cigarro por el agujero de la
bufanda anaranjada.
- ¿Sí, señor? - dijo enseguida Llewellyn, uniendo las manos e inclinándose levemente
hacia adelante -. ¿Una linda bosta?
El extraterrestre miró los objetos grisáceos que había detrás del mostrador; guiñó los
ojos amarillos, e hizo un curioso ruido con la garganta. Tras un instante, Llewellyn
decidió que eso era risa.
- ¿Qué hay de gracioso? - preguntó, mientras su propia sonrisa se desvanecía.
- Nada - respondió el extraterrestre -. Me río porque soy feliz. Mañana me voy a casa...
nuestro viaje de estudios terminó. ¿Puedo sacarle una foto?
Alzó una pequeña cámara en una garra purpúrea.
- Bueno, creo que... - dijo Llewellyn con voz vacilante -. En fin, ¿dice usted que regresa?
¿Quiere decir que se van todos? ¿Y cuándo volverán por aquí?
- Nunca - respondió el extraterrestre; apretó la cámara, sacó la fotografía, la miró,
murmuró algo y la guardó -. Les agradecemos esta interesante experiencia. Adiós.
Dio media vuelta y regresó al coche. El coche se alejó envuelto en una nube de polvo.
- Toda la mañana fue así - dijo Frank -. No compran nada... lo único que hacen es sacar
fotos.
Llewellyn comenzaba a ponerse nervioso.
- ¿Crees que lo dijo en serio? ¿Que se van todos?
- Así lo anunció la radio - respondió Frank -. Y Ed Coon volvió de Hortonville, y anduvo
por aquí esta mañana. Dijo que no había vendido ni una bosta desde anteayer.
- Bueno, no entiendo - dijo Llewellyn -. No pueden irse así como así... - Le temblaban
las manos. Las metió en los bolsillos -. Oye, Roger - le dijo al hombre de las patillas -.
¿Cuánto pagarías por esa bosta?
- Bueno...
- Vale diez dólares, ¿sabes? - dijo Llewellyn, acercándosele. En su voz había ahora
solemnidad -. Es una bosta de primera, Roger.
- Lo sé, pero...
- ¿Qué te parece siete y medio?
- En fin, no sé. Podría pagarte... digamos cinco dólares.
- Vendida. Envuélvesela, Frank.
Miró cómo el hombre de las patillas se llevaba su trofeo a la camioneta.
- Rebájalas, Frank - dijo con voz débil -. Saca lo que puedas.
El trajín del largo día casi había terminado. Abrazados, Llewellyn y Martha Crawford
miraban cómo los últimos clientes se alejaban del puesto de bostas. Frank limpiaba los
estantes. Delbert, reclinado contra el mostrador, comía una manzana.
- Es el fin del mundo, Martha - dijo Llewellyn, agobiado, con lágrimas en los ojos -.
¡Bostas de la mejor calidad vendidas por miserables centavos!
Las luces de un automóvil largo y chato perforaron la penumbra. Se detuvo junto al
puesto: dentro se veían dos criaturas verdes con impermeables; por los agujeros de los
sombreros chatos y azules les sobresalían unas plumíferas antenas. Una de ellas
descendió y se acercó al puesto, con movimientos extraños y acelerados. Delbert,
boquiabierto, dejó caer el hueso de la manzana.
- ¡Serpos! - susurró Frank, inclinándose hacia Llewellyn -. Escuché en la radio que.
habían llegado. La radio dijo que eran de Gamma Serpentis.
La criatura verde examinaba los estantes a medio vaciar. Unos párpados callosos se
movían sobre pequeños ojos brillantes.
- ¿Bostas, señor... señora? - preguntó nerviosamente Llewellyn -. Ya no nos quedan
muchas, pero...
- ¿Qué es eso? - preguntó el serpo en un susurro señalando hacia el suelo con una
garra.
Los Crawford miraron. EL serpo señalaba una cosa amorfa y nudosa tirada junto a la
bota de Delbert.
- ¿Eso? - preguntó Delbert, empezando a revivir -. Eso es un hueso de manzana. - Miró
a Llewellyn, y una luz de inteligencia pareció avivarle los ojos -. Renuncio, señor
Crawford - dijo, pronunciando las palabras con claridad, y luego se volvió hacia el
extraterrestre -. Es un hueso de manzana Delbert Smith - aclaró.
Llewellyn, estupefacto, vio como el serpo sacaba una billetera y daba un paso adelante.
El dinero cambió de manos. Delbert tomó otra manzana y empezó, con todo
entusiasmo, a trabajarla.
- Oye, Delbert - dijo Llewellyn, apartándose de Martha; le temblaba la voz, se aclaró la
garganta -. Me parece que tenemos aquí un buen negocio. Si fueras listo alquilarías
este puesto...
- No, señor Crawford - dijo Delbert con indiferencia, con la boca llena de manzana -.
Imagínese: me voy a lo de mi tío, que tiene un huerto...
El serpo miraba y daba vueltas al hueso de manzana y emitía pequeños chillidos de
admiración.
- Usted sabe, hay que estar cerca de la fuente de abastecimiento - dijo Delbert,
meneando sabiamente la cabeza.
Llewellyn sintió que le tiraban de la manga. Se giró: era Ed Lacey, el banquero.
- ¿Qué pasa, Lew? Estuve tratando de hablar contigo toda la tarde, pero tu teléfono no
contestaba. Es por ese asunto de tu garantía sobre los préstamos...
FIN

sábado, 12 de diciembre de 2009

GUY DE MAUPASSANT ANTE LA MASCARADA DE LA VIDA



GUY DE MAUPASSANT ANTE LA MASCARADA
DE LA VIDA
ENSAYO
-
La soledad de la vida me da más frío que la soledad que habita la casa. Siento
esta inmensa desorientación de los seres, el peso del vacío y en medio de esa
desbandada del Todo, mi cerebro funciona con lucidez, con exactitud, deslumbrándome
con la nada extema.
(Carta a su madre, Laure de Maupassant, enero de 1881)
RESUMEN

La obra de Ouy de Maupassant abarca temas muy diversos según las épocas: él
mismo se define como «ini industrial de las letras» y resulta difícil elegir entre tantos posibles
numdos de ficción. Este artículo .se detiene principalmente en los fenómenos inconscientes
y en la figura obsesiva del hombre alienado que de forma recurrente aparecen
en sus cuentos.
PALABRAS CLAVE: Maupassant; siglo XIX; relato corto; literatura francesa.
____________________________
RESUME
L'oeuvre de Ouv de Maupassant embrasse les themes les plus divers selon les
périodes de sa vie; lui-méme se définit comine «un industriel des Lettres» et il est
difficile de faire un clioix parmi tant de mondes possibles. Cet article s'intéresse
principalemenl aux phénoménes inconscients et á figure obsessive de Thomme aliené qui
apparaít constainment dans ses contes.
MOTS CLEF:
Maupassant, XIX siécle; textes courts: littérature française.
BRIGITTE LEGUEN
______________
Cuando Maupassant escribe esta carta tiene solamente treinta y un años y acaba de
publicar, un año antes, en 1880, el relato que le lanza a la fama Bola de sebo. A pesar del
éxito, de su aspecto jovial y robusto, este hombre joven aficionado a los deportes al aire
libre y a las mujeres no consigue alcanzar la felicidad y considera el mundo con una mirada
cargada de pesimismo y de melancolía. Encuentra en la lectura de las obras de Schopenhauer',
recién traducido al francés, una comunidad de ideas que luego trasladará a sus
cuentos y a la totalidad de su obra: se identifica con el nihilismo, la negación de todos los
afectos, la visión de un mundo sin dioses, vacío y desolador. El rechazo de los valores establecidos
y el ateísmo se extienden mientras tanto en la sociedad de la época y se intentan
sustituir las antiguas costumbres por la fe en el progreso y en las ciencias, por el
culto a la historia y, en el caso de la burguesía recién estrenada, por un nuevo concepto de
confort moral y material. Guy de Maupassant rechaza la banalidad y el nuevo conformismo
burgués y se adentra en un mundo mucho más atormentado, absurdo, trágico y
doloroso. Confía en el conocimiento intuitivo que sólo se puede percibir en su totalidad
a través de la experiencia erótica. Su aproximación existencial rompe decididamente con
el intelectualismo y sale en busca del redescubrimiento del hombre como sujeto aislado
e individualizado.
Maupassant es también un ávido lector de Sade el gran contramoralista que pone en
evidencia la malignidad del ser humano y de la naturaleza que le rodea. A lo largo de todos
sus escritos, tanto crónicas como artículos, cuentos o novelas, el escritor no se cansa
de expresar su malestar en un mundo en el que no se siente en adecuación y que, según
él, un dios monstruoso ha creado.
Junto a esta actitud cargada de desesperación, el escritor novel encuentra en Gustave
Flaubert, el hombre de la famosa novela de la nada, un guía y un maestro que le inicia
en el difícil oficio de escritor. Maupassant seguirá siempre a su mentor y como él buscará
la perfección formal «un libro sin ataduras exteriores, que se sostendría por sí solo,
apoyado en la fuerza intema de su estilo, tal y como lo hace la Tierra, que se mantiene en
el aire sin que nada la sostenga, un libro que casi no tendría tema o al menos cuyo tema
resultaría casi invisible en la medida de lo posible. Las obras más bellas son las que tienen
la menor cantidad posible de materia: cuanto más cerca queda la expresión del
pensamiento, cuanto más se adecué a la palabra dicho pensamiento, sin que se note, más
bello resultará. Creo que el porvenir va en esta dirección» (carta de Flaubert a su amiga
Louise Collet, 16 de enero 1852). Esta reflexión constituye una breve definición de lo que
es para el maestro Flaubert la literatura. Su joven discípulo Maupassant compartirá esta
visión que se aparta en muchos puntos de las consignas naturalistas difundidas por parte
de los miembros del llamado Grupo de Médan.
También influye en los primeros años de formación la presencia de la madre, Laure
de Maupassant, quien se encarga de supervisar los primeros pasos de su hijo en el difícil
mundo de las letras. En cuanto al padre, Gustave de Maupassant, su papel queda en segundo
plano ya que el matrimonio se separa en 1860, dejando a los dos hijos al cuidado
' Arthur Schopenhauer (1788-1860) fue traducido al francés a partir de 1877. Un amigo cercano a Maupassant,
Jean Bourdean tradujo en 1880 pernees, máximes effragments. La filosofía de Schopenhauer influenció
a Guy de Maupassant desde muy joven y existen numerosas alusiones al pensamiento del filósofo alemán en su
obra.
de la madre, en Normandía. Entre los dos «Gustave», el joven Guy elige a Gustave
Flaubert aunque siga manteniendo buenas relaciones con su padre biológico. Hereda la
fragilidad nerviosa del lado materno y sigue los pasos del padre en su incesante p)ersecución
del placer. A Hervé de Maupassant, su único hermano, le une una estrecha relación
que permanecerá hasta la muerte de éste en 1889.
A pesar de la sífilis que consume su vida y de una sensibilidad a flor de piel o precisamente
gracias a ello, el escritor encuentra en el arte su salvación. No forma parte de
los que en Francia se denominan con cierta delectación «los intelectuales». Se deja
guiar por las sensaciones, en busca de la emoción que encuentra en la belleza, en el arte,
en las mujeres, en los paisajes. Desea, dice, «breves y raras y violentas revelaciones de la
belleza» (Carta a su amigo J.Bordeau, 1889). Emprende una busca dionisíaca que le lleva
a las Playas de Etretat, en el seno de su Normandía natal. Le gusta el mar, el barco, las
armas. Navega también por el Sena con sus amigos los «canotiers». Es misógino, solitario
y sensual, independiente en sus juicios y en sus relaciones. Los vínculos que le unen
a la Escuela Naturalista y al grupo de Médan se rompen en cuanto muere su padre
adoptivo Gustave Flaubert en 1880.
A partir de entonces sigue su trayectoria en solitario y se aleja de las escuelas. Dice
a Paul Alexis, en una carta de 1877 «no creo más en el Naturalismo y en el realismo que
en el Romanticismo» y añade que los realistas deberían denominarse «ilusionistas»^.
Es significativo el poco interés que pone en teorizar o simplemente en exponer sus
opiniones literarias. Su Estudio sobre la novela que precede a la novela Fierre et Jean
(1887) constituye su única aportación importante en esta materia junto con algunos artículos
de prensa. Estamos muy lejos del dogmatismo zoliano, lo que no impide que el joven
escritor se impregne de todas las influencias que le rodean: la huella aún fresca del
Romanticismo, la influencia de Baudelaire al que cita repetidas veces. De los románticos
hereda los nuevos criterios estéticos que recuperará toda su generación: no hay temas tabúes,
lo feo puede ser bello, todo es relativo y depende del prisma desde donde se mire.
A continuación el realismo propone una renovada descripción de la realidad; la de la Historia
y de la sociedad contemporánea. La Prensa recién democratizada introduce en los
periódicos las novelas por entregas. Junto a los folletines, los relatos cortos conocen un
renovado éxito.
El género corto de moda responde también a la evolución del gusto artístico en general,
orientado hacia la anécdota sacada de los sucesos recientes, hacia la pequeña
crónica de sociedad, el fragmento de vida (la famosa «tranche de vie»), los tópicos heredados
de las «fisiologías» realistas, lo instantáneo'.
Maupassant, como muchos de sus atormentados contemporáneos, busca remedios a
su angustia y se siente preso del enorme desencanto que embarga a la sociedad francesa
en el período de la post-Revolución de 1848. Busca en la dirección de las ciencias o de
las seudo-ciencias, en el magnetismo avalado por Messmer, en el ocultismo que atrae a
^ Esta reflexión procede de su único texto teórico titulado Etude sur le román, prólogo a la novela Fierre et
Jean, septiembre de 1887.
' Jules Lemaitre escribe en les contemporains, «tenemos cada vez más prisas; nuestra mente anhela placeres
rápidos o emociones súbitas; queremos novelas lo más condensadas a ser posible e incluso, en el peor de los
casos, se reduce en lugar de condensar».
Hugo, Villiers de L'Isle-Adam y a continuación Huysmans. Maupassant además acude a
los seminarios organizados por Charcot como también lo hizo Sigmund Freud con algunos
años de diferencia.
El Naturalismo refuerza e intensifica ciertos procedimientos realistas ya instaurados
y aspira a inspirarse en las ciencias naturales para copiar su método de análisis. La conocida
Novela experimental de Zola pretende precisamente calcar la medicina experimental
de Claude Bemard y llevar la literatura al mismo plano que la ciencia''.
Obviamente existen también diferencias capitales con la etapa anterior —la del
Realismo— que coinciden con importantes variaciones en las condiciones históricas
y socio-culturales. Se adhieren nuevos territorios a explorar, en particular todos los espacios
referentes a los márgenes de la sociedad, y a la conciencia individual y colectiva.
Pero allí valen más los matices y las diferencias individuales que son las que determinan
el carácter único y original de cualquier obra de arte en el seno de la
modernidad. Flaubert, Valles o Maupassant abarcan el espacio literio de un modo personal
e intransferible. La época se caracteriza precisamente por su diversidad creativa
y por la libertad con que se expresa su imaginario. Existen sin embargo aspectos
dominantes que convienen al conjunto de los artistas: una cierta conciencia del desorden
social e individual, una renovada voluntad de experimentar los límites, los
márgenes de la realidad y su relación con el imaginario, tanto en el plano de la conciencia
como en el territorio aún poco explorado del inconsciente. El movimiento, no
nos quepa duda, traspasa obviamente el espacio estrictamente nacional. Este periodo
coincide también con los progresos de la psiquiatría, con nuevas nociones y definiciones
de la salud mental y de la higiene'. La presencia del cuerpo durante el siglo xix
cobra nuevos significados. El de la mujer, en particular, evoluciona sorprendentemente
hasta llegar a las primeras «gar9onnes» que tanto escandalizarán a ciertos sectores de
la sociedad. Se estudian desde otros enfoques las correspondencias entre la fisionomía
y la personalidad, entre lo visible y lo invisible, y nos dirigimos hacia una nueva cultura
de lo somático. Las investigaciones acerca de la psique y el novísimo campo del
psicoanálisis (los primeros estudios de Freud son de 1895) se propagan. No es entonces
puro azar si Maupassant crea lo que Louis Vax denomina «un fantástico interior
» que se nutre de las pulsiones más profundas que desartollará apoyándose en las
nuevas ciencias o seudo-ciencias*. Maupassant sigue la evolución del pensamiento europeo
que se orienta de modo convergente a lo largo de la década de los 80 hacia la
elaboración desde un enfoque racionalista de los fenómenos inconscientes ya percibidos
de modo más intuitivo tiempo atrás. ¿Cómo no vislumbrar en la obra de Maupassant
la presencia especular del inconsciente al recorter estos relatos poblados de
personajes empujados por fuerzas que no controlan? Las apariencias de la realidad objetiva
—situaciones concretas, paisajes y ciudades, personajes pintorescos o singulares,
etc..—, están rápidamente trascendidas y reconducidas hacia otra realidad de la
•* la novela le román experimental de Emile Zola se publicó por primera vez en 1878 en Le Voltaire.
' Véanse sobre este tema tan revelador el libro de Philippe Perrot, le travail des apparences. Le corpsféminin,
XVIII" y XIX". col., Points «histoire», éd. Seuil. París, 1984
' El término de psiquiatra como médico que trata diversos tipos de alineación mental, se emplea a partir de
1802 en Francia.
conciencia que filtra, de las sucesivas pantallas que las modifican, de la sensibilidad y
habilidad del lector^.
El novelista asume el carácter ilusorio de la realidad y dice en su Etude sur le román
lo siguiente:
«Cada uno de nosotros mira simplemente al mundo como una ilusión y el escritor tiene
como única misión la de reproducir fielmente dicha ilusión con todos los procedimientos artísticos
que ha adquirido y que están a su alcance»*.
El terreno neurótico sobre el que se edifica la obra y la ciclotimia del creador de la
misma explican ampliamente el lugar que ocupa lo fantástico desde los principios de la
obra así como la innegable intuición del autor ante los fenómenos inconscientes que
Freud atribuye a ciertas personas, en particular a los artistas y a los paranoicos'. Conviene
sin embargo recordar que la crítica, confundiendo más de lo debido al hombre con su
obra, tiende con cierta unanimidad a presentar la escritura como exutorio de la enfermedad
o incluso como premonición de la misma.
La época cultiva todos los «ailleurs», otros lugares, otras dimensiones, y no cabe duda
que aquella búsqueda coincide con la crisis que castiga a la sociedad francesa vencida en
1870; se trata de buscar fuera lo que ya no puede oñ"ecer el estrecho marco nacional. Todas
las negaciones se acumulan: negación de los valores religiosos y morales, ñn del antropomorfismo,
de las agotadas convicciones patrióticas. Todo ello engendra un «mal de
vivir», un aburrimiento mustio muy fin de siglo que lleva a un sentimiento reafirmado de
la nada, más cercano del absurdo sartriano que del mal du siécle romántico. Acontece en
un período muy cercano al actual en el que una sociedad desorientada y desencantada busca
refugio en los paraísos artificiales (éter, opio, absenta) y en el erotismo. Una cierta cultura
del malestar y de la neurosis, el espíritu de aventura aplicado a la experiencia de los límites,
engendran el gusto por lo fantástico y lo raro como objeto estético'".
Maupassant es un hombre de su época en todo. Busca y cultiva lo fantástico sin erradicar
la verosimilitud que le sirve de contrapunto y de elemento subversivo; juega con la
indecisión y la duda. En el seno de la normalidad, incluso en medio de la mayor banalidad,
el azar (siempre maligno en los cuentos) le brinda la ocasión de un encuentro con la
pavorosa verdad. Lo imprevisible surge por sí mismo o por la mediación de los objetos
más cotidianos. El miedo e incluso la angustia se manifiestan en los recovecos de lo insípido.
Cuánto más pobre en detalles resulta el espectáculo más espectacular resultará el
desenlace. La cotidianeidad anodina sobrecoge a la víctima desarmada. Allí está precisamente
la modernidad del procedimiento que se basa en la incierta identidad del personaje
y en su precario equilibrio.
' Véase sobre este tema en particular los trabajos de André Vial en particular su Tesis sobre Maupassant y
el libro de louis Vax titulado la séduction de rétrange. Etude sur la littérature fantastique, PUF, 1965.
» Sobre la relación de Maupassant con las manifestaciones del inconsciente ver el estudio de Fierre Bayard,
Maupassant juste avant Freud, éd. Minuit, col. Paradoxe, 1994.
' Se trata de lo que Freud denomina «saber endopsíquico». Se trata de una intuición particular hacia
ciertos fenómenos inconscientes, por parte de individuos determinados, como artistas y paranoicos.
'" Escritores como Jean Lorrain, Rémy de Gourmont, CatuUe Mendés ilustran a través de sus obras la atracción
por las situaciones extremas con motivos como el sexo, la droga, y la muerte.
Maupassant introduce la confusión con una llamada al otro que llevamos dentro; la
locura de los personajes cuestiona la unicidad, la estabilidad de la personalidad y nos
hace dudar".
Mientras que en el psicoanálisis freudiano el inconsciente está ligado a lo no visible,
a lo que se oculta detrás de lo visible y que habrá que desvelar para luego interpretarlo, en
Maupassant la presencia del inconsciente, el otro, el doble que pone en acción lo no visible,
se manifiesta sin cesar en un exceso de visibilidad y de legibilidad. Está estrechamente
vinculado al tema del encuentro y del descubrimiento de la identidad oculta o de
la identidad dudosa. El novelista insiste en mostrar que no existen encuentros anodinos ya
que no existe el otro anodino. Todo produce sentido, en particular en la encrucijada de
dos ejes obsesivos: el deseo y la locura.
La cuestión tan a menudo aludida a lo largo de toda la obra, el tema de la identidad
dudosa, nos remite, en el nivel del enfoque psicoanalítico, a la obra de Otto Rank quien
descartó la sexualidad como elemento más determinante y crucial del funcionamiento
psíquico. Para Maupassant lo sexual no resulta tabú aunque sí recoge sin cesar el poco
control que el hombre tiene sobre su propia conducta y la vertiginosa versatilidad de sus
comportamientos.
Los personajes son los actores de un desenlace cargado de fatalidad cuyo movimiento
apenas controlan y que no pueden explicar. Esta voluntad por parte del autor de
mantener la máxima ambigüedad queda reflejada en la segunda versión de su famoso
cuento El Horla en la que el autor renuncia a la explicación científico-médica que permitía
autentificar el discurso del narrador.
La risa ocupa poco lugar en esta obra en la que el hombre que describe aparece
siempre como alienado, perseguido, ensombrecido. Sólo queda lugar para una cierta risa
acida y cruel. A lo largo del siglo xix asistimos a la vuelta a la tradición de la novela cómica,
recogida por diversos autores como Théophile Gautier con su Romans gauguenards,
o Alphonse Daudet con sus Cantes du Lundi y este intertexto humorístico impregna
también la obra de Maupassant sobre todo en su primera época.
La pasión misógina de Maupassant hacia el género femenino es de todos conocida.
Aquella atracción queda muy bien reflejada en su obra y se centra en un personaje femenino
cuyo atractivo sexual ocupa un lugar privilegiado y obsesivo. La prostituta, la esclava
mora, la mujer fatal abundan en sus cuentos; es por regla general una amenaza para
el hombre: es una mujer vampiro que llega a poner en peligro el sexo mismo del varón.
Todo aquello responde una vez más a la estética de la época que encontramos también en
autores como Goethe (la novia de Corinteo), en Mérimée {la Guzla) o en Théophile Gautier
(La muerta enamorada)..., pintores como Gustave Moreau o Knopp siguen las mismas
tendencias.
La figura femenina está a menudo asociada al fetichismo, pero a un fetichismo idealizado
al que repugna lo grotesco, lo irrisorio o lo vulgar. Estamos a años luz del sórdido
personaje de Gustave Mirbeau, el señor Rabour, en la novela Diario de una criada
fascinado por las botas de las mujeres. Maupassant no busca al fetichista tipo tal y
como lo describen Charcot y Magnan, obsesionado por las nalgas, los gorros de noche,
" Marie-Claire Ropars-Wuillenmier en su prólogo a la edición de la novela Fierre etjean, Livre de poche,
éd. Albín Michel, parís, 1984, alude al tema del doble
.
los delantales blancos o los clavos en las suelas de los zapatos. Quiere poetizar el acto fetichista
y liberarlo de la monótona repetición aplicada a objetos feos o carentes de belleza
artística.
Sin embargo y a pesar de su extrema misoginia, Maupassant sale en defensa de ciertos
derechos que todavía no se reconocían: el derecho al divorcio, el derecho a la igualdad
entre hombres y mujeres, e incluso el derecho al aborto; defiende a las prostitutas y
denuncia la miseria social que les rodea aunque nunca sitúa sus relatos en el seno de la
clase obrera. Le atraen más los personajes víctimas de la crueldad sádica de sus opresores:
animales maltratados, marginales perseguidos, pobres de espíritu,...
La angustia y la soledad del ser humano constituyen el telón de fondo del conjunto
de la obra. Maupassant insiste en la incomunicación que rodea la vida humana, en la alienación
y en el aislamiento en el que quedan atrapados sus protagonistas. Es plenamente
consciente de la ambigüedad de lo que llamamos «realidad» y procura elegir espacios
propicios a la ensoñación: el paisaje acuático, París «l'immonde cité» como la llama Baudelaire
y su Normandía natal.
Dado el tipo de género, su brevedad, el tiempo se reduce casi siempre a un momento
fugaz y huidizo, incluso cuando abarca una época más larga de la vida humana.
¿Cuentos o novelas cortas? Resulta difícil delimitar y definir los relatos cortos de
Maupassant. El término anglosajón «short story» sigue siendo la mejor manera de acabar
con una polémica que los mismos escritores de la generación de Maupassant no solucionaron,
ya que emplearon indistintamente las dos palabras para sus obras breves.
Maupassant insiste en el carácter oral del cuento como tal y en el tipo de escritura más
«literaria» de la novela corta. Existen también una serie de elementos propios a este tipo
de relatos: brevedad, condensación, unidad en tomo a una única acción, número limitado
de personajes y de espacios. Ciertos relatos como El cordelillo engendran a su vez
otro cuento o relato. Este tipo de historia implica la presencia de un narrador y de un público
cuya participación ostensible adopta el tono del relato oral (como por ejemplo el
cuento titulado La Felicidad). El narrador en casos semejantes ha podido ser testigo de
excepción o protagonista de la historia. La aventura siempre pertenece a un tiempo acabado
y la labor de quien lo cuenta es precisamente la de devolver su presencia a los acontecimientos,
su «aquí y ahora», para revivirlos desde una nueva perspectiva. En tal caso,
la imprevisibilidad, el efecto de sorpresa, dependen por completo del discurso, de la elocuencia
de quien narra y de la finalidad moral o filosófica del cuento.
Muchos consideran el relato corto como una infra-novela, como el campo de experimentación
previo a la novela. Ocurre frecuentemente que ciertos capítulos de novelas
procedan de relatos cortos adaptados. Kafka lo hizo en su novela América, Chandler
igualmente incorporó a sus novelas policíacas relatos cortos ya publicados anteriormente.
Maupassant reconvierte una misma historia con formas diferentes y con procedimientos
oblicuos y mixtos (lo vemos concretamente en Una vida y en BelAmi).
En medio de la enorme producción de un autor como Maupassant algunos textos siguen
respondiendo a las inquietudes del lector contemporáneo inmerso en la post-modemidad,
consciente de la ambigua relación que establece el individuo con la sociedad
que le rodea. Textos en los que el autor describe a un individuo alienado, preso de sus deseos
y pasiones, un hombre de poca fe, atento a la realidad que le rodea: amor, muerte,
locura, suicidio, soledad, crueldad, guerra...
La escritura maupassiana resulta extremadamente moderna en su forma de enfocar
todo aquel mundo oscuro y desgarrador con una peculiar y sutil intuición de los fenómenos
inconscientes, unos cuantos años antes de que el psicoanálisis los formule teóricamente.
Se trata para el novelista de percibir «uno de esos misteriosos e inconscientes
recuerdos de la memoria que nos representan a menudo cosas desatendidas por nuestra
conciencia, y que nuestra inteligencia pasó por alto» (Magnetismo).
El autor nos ofrece una concepción original de la psique junto a una fiel representación
de la ferocidad humana, siguiendo los pasos de su maestro Flaubert. Es como él, según
otro importante escritor de la época, Paul Bourget, « un nihilista hambriento de lo absoluto
». Su profético encuentro en Etretat, tierra de la infancia, con Swinbume y Powel,
su fascinación temprana ante la estética prerrafaelista de Rosetti, Bume-Jones o Gustave
Moreau'^; sus lecturas de Nerval, Poe y Hoffmann que guían sus primeros pasos, pesan
más sin duda en su recorrido literario que las famosas veladas de Médan.
Maupassant sigue siendo nuestro contemporáneo. Con él todavía nos podemos identificar
y encontramos en sus historias parte de la nuestra. Nos ofrece la libertad de imaginar
y nos devuelve a todas las pasiones que agitan la humanidad desde siempre. Asume
la polisemia de esta realidad y la ambivalencia de las emociones a las que reserva un lugar
privilegiado en el marco de una cultura dividida entre la pulsión y la razón.
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domingo, 6 de diciembre de 2009

E.T.A. HOFFMAN

E.T.A. HOFFMAN
Ernest Theodor Amadeus Hoffmann (24 de enero de 1776- 25 de junio de 1822), jurista, pintor, cantante (tenor) y compositor alemán, que participó activamente en el movimiento romántico de la literatura alemana.
Biografía
Nació en Königsberg (Prusia Oriental; actualmente Kaliningrado, en Rusia), hijo y sobrino de abogados, aunque tras la separación de sus padres en 1778 se crió con la familia de su madre.
Su tercer nombre era originalmente Wilhelm, pero más tarde adoptó el de Amadeus en honor del compositor Wolfgang Amadeus Mozart. Hoffmann estudió Derecho en la Universidad de Königsberg pero sólo lo ejerció un corto período antes de dedicarse forzosamente a la pintura, la crítica musical y la composición debido a la derrota de Prusia por parte de Napoleón.
En 1814 volvió a la administración civil prusiana en Berlín y ejerció exitosamente como juez hasta su muerte.
Hoffmann es mucho más conocido como escritor siendo una figura de gran influencia en los grandes escritores posteriores como Edgar Allan Poe y Theophile Gautier. Sus obras de ficción, de horror y de suspenso que combinan lo grotesco y lo sobrenatural con un poderoso realismo psicológico, se encuentran entre las mejores y más influyentes del movimiento romántico.
Inspiración en otros autores
Siendo Hoffmann un magnífico músico, admirado por Beethoven y otros, sus creaciones literarias inspiraron muchas piezas musicales. Algunas de las más famosas son, indudablemente, los cuentos fantásticos en los que Jacques Offenbach basó su ópera Los cuentos de Hoffmann (1880) en donde coloca a Hoffmann como el protagonista de las historias: Der Sandmann (El hombre de la arena), La Noche de San Silvestre o del año viejo, El Puchero de oro, Kleinzach y El violín de Cremona. Léo Delibes, el célebre compositor francés, también utilizó -El hombre de arena- para su ballet Copelia (1870). Su personaje del kapellmeister Johannes Kreisler también inspiró la obra para piano Kreisleriana del compositor alemán Robert Schumann. Richard Wagner usó un tratamiento de Hoffmann en Los maestros cantores de Núremberg. Vincenzo Bellini usó El dux y la dogaresa para la ópera Marino Faliero, Gaetano Donizetti toma muchos rasgos de "Signore Formica" para su ópera bufa -Don Pasquale-, etc. Así mismo, Hoffmann se inspiró en la Ópera Don Giovanni de su admirado Mozart para su complejo relato Don Juan. Hoffmann, siempre artista completísimo, imprime un horror deliciosamente elegante en obras magistrales como "El Magnetizador", "El Mayorazgo", "Vampirismo", "Los autómatas" y otros.
Muchas de las novelas cortas más famosas de Hoffmann fueron reunidas en sus Piezas fantásticas (2 volúmenes, 1814-1815), que también contiene una colección de crítica musical y sus propias ilustraciones. Una de sus obras considerada homónima es la estupenda novela Los elixires del diablo (1816), famosa por el uso del doppelgänger, es decir, un doble fantasmal y está clasificada como una de las grandes glorias del romanticismo alemán y la literatura universal. Hoffmann compuso música religiosa y música incidental para obras de teatro, sinfonías y ballets, y la ópera Ondina (1816).
E.T.A Hoffmann, además de notable literato fue dramaturgo. Fruto de tal actividad es la propia ópera "Undine", de 1816, con un libreto basado en un cuento que Friedrich de la Motte Fouqué había escrito en 1811 en pleno auge de las narraciones fantásticas o cuentos de hadas (no debemos olvidar que las colecciones de los hermanos Grimm aparecieron entre 1812 y 1815). En el libreto de "Undine" realidad y fantasía se fusionan, se interrelacionan, al menos; concretamente narra la venganza de los seres sin alma(o sea el mundo fantasmal), que se cierne sobre los seres con alma (es decir, el mundo real), al haberse opuesto los segundos al deseo de Ondina, hija de las aguas, de ser aceptada por los hombres y de acceder en última instancia al amor humano. Tras esta bella poesía, debemos centrar nuestra atención en el trasfondo temático, por su poder simbólico y evocador así como por su preferencia hacia unos temas que serán germen de la ópera romántica alemana y más concretamente de la de Richard Wagner. Por eso es fundamental conocer la obra tanto literaria como teatral de Hoffmann, en cuanto supone un antecedente inmediato de la obra operística posterior.
A pesar de su amplia influencia, sus obras han sido adaptadas al cine esporádicamente, debido probablemente a su dificultad escenográfica, enorme intensidad psicológica y manejo de matices conductuales. La versión más renombrada es la adaptación de la ópera Los cuentos de Hoffmann, realizada por los directores-productores Powell y Pressburger en 1951. El cuento que ha tenido más versiones ha sido su fantasmagórico El Cascanueces, célebre gracias al famosísimo ballet de Tchaikovsky, especialmente en series de dibujos animados para TV.
Algunos cineastas como David Lynch pueden considerarse herederos lejanos del planteamiento psicológico propuesto por Hoffmann, especialmente por ahondar en la situación espectral del "doble". La última adaptación al cine ha sido llevada a cabo en el cortometraje Don Giovanni por Ricard Carbonell (2006), en el que se moderniza el cuento Don Juan y se plantean cuestiones relacionadas con el doppelgänger
(doble personal).
FUENTE :WIKIPEDIA

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